Escrito al filo de la medianoche...
¿Escuchar El Aura?
¿Atisbar El Céfiro?
¿Auscultar La Aurora?
¿Se puede escuchar lo que se ve?
¿Se pueden escuchar las sombras
por medio de las cuales comienza
a infiltrarse la serpiente de luz?
¿O se puede escuchar aquello
que no emitiendo sonido alguno
se asoma a la visión
antes del amanecer?
¿Podemos escuchar la oquedad
sobre la que nos hincamos?
¿Podemos atisbar el más allá con el oído,
levantando el pabellón de la oreja,
o colocando acaso nuestra faz
a ras de suelo?
¿Dónde se detiene la luz
o dónde se anuncia?
¿Dónde inicia su canto
el vuelo de alondras invisibles?
¿Por qué pájaro del alma
se asoma la creación?
¿Qué nos incita a soñar
en el lecho de oscuridad
en donde los ecos
de nuestro propio sueño
les place arellanarse?
De pronto sentimos
que nuestro pecho
se encabrita, se empluma
y se ensancha de jolgorio,
aunque sea de un silente jolgorio.
Y damos un paso
y entramos en el aire.
Y soltamos suelo.
Y no hay ser
que nos ataje y ancle.
Bogamos por el mar del aire,
sin cuerdas
ni maleficio que nos ate.
Y somos libres
con acento de pluma,
con tónica de ingrávido corpúsculo
y tinbre de alado polen,
libres de plena libertad
que nunca más
podrá ser atajada.
lacl, del 2 al 3 de noviembre, al filo de la medianoche.
P. S. Fue escrito al filo de la medianoche entre el goce del silencio y bajo el influjo de la afectiva memoria de una melodía que adoro y que acá dejo en ofrenda...
Se trata de una pieza o improvisación interpretada por John Clark en corno francés, durante una noche en expedición al Cañón del Colorado.
1 comentario:
Cuando leo su poesía me sorprendo de mi mismo: nunca me senti atraido por la poesía y mucho menos por los poetas. También, al leer esas palabras, que hace mucho tiempo despertaban los sentidos hacía una mística natural y espontánea, ahora muerta, casí olvidada. Triste resignación. Sólo los niños o los que están punto de dejar de serlo viven de verdad su medianoche.
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