El poema
sólo puede ser leído desde el alma. Lo que nos lleva a conjeturar que el poema sólo
puede orquestarse es en sus plazas. Si, como antaño enseñaran algunos sabios
maestros, el alma es porosidad, deberíamos acaso sospechar que el espejo sinfín
que se planta ante nosotros (al que, en ocasiones, no podemos contemplar sin
que nos sobrevenga un insondable vértigo), de algún modo anda preñado de ella.
Brindo
por una poesía hecha por todos, esa palabra de la tribu que soñaran los
simbolistas franceses y los denegados panteístas del mundo antiguo.
(lacl)
Al borde de la niebla
En esa hora
el mudo espejo de tu voz. Un eco
--tal vez alucinado—
para considerar –a veces—la pura verdad
que estalla en esa especie de diáfana caricia,
cosas raras,
como una tonta alegría en su temblor.
(María Isabel Saavedra)
Y la
consecuencia…
Un temblor
que no cesa ni dura
A María Isabel Saavedra
Porque el viento es discurso del aire
y nos habla en la horas quedas, amiga,
cavilamos que la alteración es el miedo;
pero la voz nos envuelve,
y tan inmenso es su rostro
que nos sobreviene un temblor
que no cesa ni dura,
pero que infinitamente reina
en el corazón de las certezas…
(Luis Alejandro Contreras)
(Las fotos son de La Antigua y el Lago de Atitlán, a excepción de la última, tomada en casa)