La sociedad del miedo
El
lunes de esta semana, durante la escucha de las gratas y lúcidas disertaciones
en la Cátedra Pío Tamayo (como grato fue, también, el reencuentro), no pude
evitar el recuerdo de esta breve glosa extractada de los Apuntes de Wolfang de
Bayreuth.
Porque,
si bien es cierto que las intervenciones y exposiciones no hicieron hincapié en
este tema o faceta de la “situación reinante en el país” (parafraseando el mítico
poema de Juan Gelman), la sombra del miedo siempre estuvo rondando en el aire,
como una de las subliminales razones de la abulia que, como una peste, mantiene
ahogadas las gargantas y, sobre todo, el libre albedrío de tanto ser que anda
al tanto de que lo que se vive, en lo colectivo, es una desvergüenza, un
dislate del espíritu, una carajada…
Creo
que Borges nos estaba tan descaminado en darle preeminencia al factor
individual de toda vida, por encima de los enroques y juegos de adhesiones de que
se componen los humanos proselitismos. Obviamente, hay que saber vivir en
vecindad, pero ello no debería jamás ser causa de que se justifiquen tantos
desafueros de macro entidades como el grandilocuente “Estado”, por sobre las
virtudes de la persona humana.
Debido
a ello es que siempre he estado a favor de todo tipo de descentralización del
poder temporal; pues, los hombres, cuando se juntan en cofradía con poderes
sobre las multitudes, terminan por conculcar toda gama de derechos al resto de
sus pares.
Es
una tarea ardua, prácticamente impensable en medio de este enceguecedor
oscurantismo de la hora, pero considero importante el que cada uno revise sus
opciones, de cara al colectivo, y de cara a su más íntima esencia humana. Que
sopese si no es hora de allegarse al vecino por un camino distinto, en el que
no prevalezcan los cerrojos ni las camisas de fuerza de los mandamientos (bien
se les justifique como ideológicos o místicos) sino, meramente, la calidad
humana que se asienta en el corazón.
Es
casi imperativo desmontar un andamiaje construido por el hombre (o, mejor, por
clanes y sectas de hombres) para la perdición de la especie. Y perentorio es
sumar voces para desentrañar las falsedades que pretenden instituirse en
“credos” que jamás pretenderán otra cosa que apaciguar, adormecer y encorralar
al ser humano, cual si se tratara de ganado de pasto.
Salud,
lacl
.
“…Vivimos
en la sociedad del miedo. Si se moteja de oscurantismo al Medioevo, ¿de qué
motejaremos a este tercer milenio, que no hace otra cosa que imponer tinieblas
en los individuos? Las minorías gobernantes pactan para arrinconar al resto de
la humanidad. El hombre nunca ha conocido lo que es el poder de la democracia
(circunscribiendo el término rigurosamente al poder del pueblo por el pueblo y
en atención a lo que decida el sentido común de la mayoría del colectivo), porque
probablemente eso sea una entelequia. Lo que existe es el poder de la vida expresada
en individuos que han de vivir colectivamente.
A
las minorías gobernantes poco les importa el atrincherarse en esquinas
antagónicas, pues eso sólo es una apariencia, una leyenda grabada a golpes de
martillo en nuestra psique: unas y otras se convienen, se necesitan, se
apuntalan para mantener incólume el statu quo del miedo. Es parte de su
“método”. El que a estas alturas todavía prevalezca el modus operandi (que no
el vivendi) de unas minorías gobernantes imponiendo la égida de su cetro sobre
la humanidad, sólo puede indicar que la sociedad humana no ha avanzado mucho
más que las sociedades de las hormigas o de las abejas. Aunque un signo
esperanzador es el creciente desinterés que muestran cada vez más los seres
humanos por la entelequia del poder…”
Tomado
de “Notas y aforismos de Wolfang de Bayreuth”.
Agregamos
el siempre recordado poema de Juan Gelman, disminuyendo la fuente, pero poniéndola en negrilla, por respetar la largura de sus frases en el papel...
LAMENTO POR LA MUERTE
DE PARSIFAL HOOLIG
empezó
a llover vacas
y
en vista de la situación reinante en el país
los
estudiantes de agronomía sembraron desconcierto
los
profesores de ingeniería proclamaron su virginidad
los
bedeles de filosofía aceitaron las grampas de la razón intelectual
los
maestros de matemáticas verificaron llorando el dos más dos
los
alumnos de lenguaje inventaron buenas malas palabras
esto
ocurrió al mismo tiempo
un
oleaje de nostalgia invadía las camas del país
y
las parejas entre sí se miraban como desconocidos
y
el crepúsculo era servido en el almuerzo por padres y madres
y
el dolor o la pena iba vistiendo lentamente a los chiquitines
y
a unos se les caía el pecho y la espalda a otros y nada a los demás
y
a Dios lo encontraron muerto varias veces
y
los viejos volaban por el aire agarrados a sus testículos resecos
y
las viejas lanzaban exclamaciones y sentían puntadas en la memoria o el olvido
según
y
varios perros asentían y brindaban con armenio coñac
y
a un hombre lo encontraron muerto varias veces
junto
a un viernes de carnaval arrancado del carnaval
bajo
una invasión de insultos otoñales
o
sobre elefantes azules parados en la mejilla de Mr. Hollow
o
alrededor de alondras en dulce desafío vocal con el verano
encontraron
muerto a ese hombre
con
las manos abiertamente grises
y
las caderas desordenadas por los sucesos de Chicago
un
resto de viento en la garganta
25
centavos de dólar en el bolsillo y su águila quieta
con
las plumas mojadas por la lluvia infernal
¡ah
queridos!
¡esa
lluvia llovió años y años sobre el pavimento de Hereby Street
sin
borrar la más mínima huella de lo acontecido!
¡sin
mojar ninguna de las humillaciones ni uno solo de los miedos
de
ese hombre con las caderas revueltas tiradas en la calle
tarde
para que sus terrores puedan mezclarse con el agua y pudrirse y terminar!
así
murió parsifal hoolig
cerró
los ojos silenciosos
conservó
la costumbre de no protestar
fue
un difunto valiente
y
aunque no tuvo necrológica en el New York Times ni el Chicago Tribune se ocupó
de él
no
se quejó cuando lo recogieron en un camión del servicio municipal
a
él y a su aspecto melancólico
y
si alguno supone que esto es triste
si
alguno va a pararse a decir que esto es triste
sepa
que esto es exactamente lo que pasó
que
ninguna otra cosa pasó sino esto
bajo
este cielo o bóveda celeste
JUAN GELMAN
Film Andrei Rublev, de Tarkovsky
Cartier Bresson Muro de Berlín
El Porteñazo, Venezuela, 1962. 400 muertos, 700 heridos. Héctor Rondón, Premio Pulitzer.
Posada
Venezuela, 1992. Vigilantes de la televisora del estado, asesinados en intentona de golpe de estado.
Enola Gay, la nave que destruyó Hiroshima, exhibida cual heroína de la humanidad.
Venezuela. 1992. Todos pugnando por el poder, hasta el decrépito que buscando colmar esos espacios, afirmara que "No fue un intento de magnicidio". La historia se lo ha cobrado con creces, por la vergüenza que significó su segundo gobierno y por las enconadas palabras con que lo despachó su ahijado y heredero de la silla de Miraflores...