El hombre nunca debería olvidar que es un ser indiviso inmerso en la
corriente de un océano de seres que se le asemejan. Misteriosa y, en veces, dolorosa
paradoja. Pero que debe ser tomada muy en cuenta si se pretende vivir la vida
con sustancias y aromas que nos recuerden aquello que llaman la honra,
entendida en su añejísima acepción del que obra bien, porque bien quiere.
Cuando, en noches pasadas, leí esta carta de Hesse (y al azar, como todo o
casi todo lo que se lee verdaderamente), sentí un hondo llamado, una sentida invitación
a comunicar aquello que sus letras exponen: que no se puede vivir la vida
negando el fuero interior, que no se puede vivir la vida rezando, a pie
juntillas, lo que la masa repite, una y otra vez, por obra del miedo a vivir
como lo que en el fondo es, una suma de milagros, seres indivisos que pueden
vivir mancomunados.
lacl
Baden, principios de Diciembre de 1931
Venerado señor
Thomas Mann:
Su amable carta me ha sorprendido en
Baden, fatigado por la cura y con la vista en muy mal estado, de modo que nunca
termino de ponerme al día con mi correspondencia. Le ruego que me excuse, pues,
por la brevedad de mi respuesta. Por
otra parte, ella no require mucho espacio ya que a su pregunta sólo puedo
contestar con un no, pero quisiera fundamentar con exhaustivas razones mi negativa
a aceptar la invitación de la Academia transmitida a través de un hombre tan
querido y venerado. Cuanto más reflexiono sobre el particular, mas complicada y
metafísica se me antoja la cuestión, y como debo darle los motivos de mi
negativa, lo hago con la gravedad brutal y excesivamente clara que adoptan por
lo general los contextos complicados cuando son formulados de repente en
palabras.
En definitiva, el último motivo de mi
imposibilidad de ingresar a una corporación alemana oficial es mi profunda
desconfianza respecto a la República Alemana. Este estado inconsistente y
vulgar ha surgido del vacío, del agotamiento después de la guerra. Los pocos
buenos cerebros de la “revolución“ que no fue tal, han sido asesinados con la
aprobación del noventa y nueve por ciento de la población. Los tribunales son
injustos, los funcionarios indiferentes, el pueblo absolutamente infantil. En
1918 saludé a la Revolución con mucha simpatía, pero desde entonces mis
esperanzas en una República Alemana
digna de ser tomada en serio fueron aniquiladas. Alemania perdió la oportunidad
de hacer su propia Revolución y hallar su propia forma. Su futuro es la bolcheviquización,
que en sí no me repugna, pero que significa una gran pérdida en cuanto a
posibilidades nacionales únicas, y, por desgracia, le precederá una ola
sangrienta de terror blanco. Así es como veo las cosas desde hace tiempo y por
más simpática que me resulte la pequeña minoría de los republicanos de buena
voluntad, los considero por completo impotentes y sin futuro, tan carentes de
futuro como lo fueron en su momento la simpática ideología de Uhland y sus
amigos en la iglesia de San Pablo en Frankfurt. De mil alemanes, quedan
novecientos noventa y nueve que nada quieren saber de una responsabilidad de la
guerra, quienes no hicieron la guerra, ni la perdieron, ni firmaron el tratado
de Versalles, quienes la sienten como un pérfido rayo que cae desde un cielo
despejado.
Resumiendo, me siento tan alejado de
la mentalidad que domina a Alemania, como en los años 1914-18. Observo procesos
que se me antoja absurdos y desde 1914 y 1918 me he visto empujado muchas
millas a la izquierda, en lugar del diminuto paso a la izquierda que dio la
ideología del pueblo. Ya no me es posible siquiera leer los diarios alemanes.
Querido Thomas Mann, no espero que usted comparta mi ideología y mis opiniones,
pero sí que las reconozca en el compromiso que tienen para mí. Mi esposa le
está escribiendo a la suya…
(Fragmento, luego agrego las palabras finales, saludos familaires entre los Hesse y los Mann)
Hermann Hesse, cartas escogidas, Editorial Sudamemricana, Buenos Aires.
Pentagrama
Glenn Gould on Bach
De una extraordinaria belleza está cantata y maravillosa intervención introductoria de Glenn Gould
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