contracorrientes
(sentencias en incertidumbre) fue presentado
en diciembre de 2006 para el círculo de amigos más cercanos, en la Librería
Lectura. Estoy altamente agradecido con Bernardo Infante por haberle dado
acogida en su catálogo a este heterodoxo cuaderno de meditaciones, aforismos,
vivencias y, si se quiere, algún asomo poético (entre otras menudencias),
perfil que no le hace precisamente un libro que se pueda ubicar cómodamente
dentro de una línea de estilo.
Mi inexperiencia, una ansiedad en mala hora acallada por mí ante la espera y
¿por qué no? acaso mi ligereza me hizo que pasara por alto la importancia del
“envoltorio” en el que iría empaquetado tal cuaderno. No quiero decir con ello
que repruebe el trabajo de Bernardo como editor. Sus cuidadas ediciones incitan
al tiento, nos retrotraen a los días de la artesanía; y fue por ello que me
atreví a tocar a su puerta después de varias décadas de rumiante especulación
en torno al tema de si se justificaría el que intentase yo publicar el producto
de mis rasguños sobre el papel. El asunto es que, luego de haber tentado el
llamador de su puerta y de que Bernardo generosamente me invitase a pasar a esa
casa que es su editorial; luego de que, leído el manuscrito, él se decidiera a
la publicación de este cuaderno entre sus filas (queriendo el azar que con ese
cuaderno se diera inicio a la Colección Manoa, en merecido homenaje
a nuestro apreciado Eugenio Montejo, hecho que en mí no hizo sino acrecentar
aún más el peso de la responsabilidad ante el compromiso de divulgar un
material que, por años, quise mantener inédito), vino lo que para mí fueron
largos meses de espera.
Obviamente, los intereses particulares impulsan a los seres humanos a
experimentar una diferente percepción del devenir del tiempo; lo cierto es que
mi percepción del tiempo se hizo larga en lo que toca a esperar ver entre mis
manos una maqueta de lo que, premeditadamente, habría de ser mi primera
publicación (pues, si no era viable el publicar, antes que cualquier otro
esbozo mío, estas contracorrientes, entonces no tendría para mí
justificación alguna el publicar ninguna otra cosa, dado que contracorrientes cumple
algo así como el papel de un maestro de ceremonias entre lo que llevo escrito y
ha de ocupar, así, su puesto en el preámbulo).
Y, como dije antes, por inexperiencia, reprimida ansiedad o ligereza, no tomé
el debido aviso de que todo libro ha de llevar una noticia sobre el autor. A
manera de perfil, yo le había enviado a Bernardo un texto absolutamente
informal y, lo acepto, irresponsablemente jovial, pero con la intención de que
le sirviera de guía y con miras a depurarlo juntos; después de todo, sólo una
vez en la vida se publica un primer libro.
El asunto es que tal revisión no se dio. Un día Bernardo, me llamó para decirme
que el libro estaba listo. Por un lado me contentó grandemente; mas, por el
otro, al tener el libro entre mis manos y ver en tercera persona un extracto
del perfil biográfico a que he hecho mención, me atacó una suerte de desazón
(*). Lucía (y lucirá por siempre) como el comentario redactado por un presuntuoso
bachiller, cuando nada podía estar más alejado de mi tesitura de
espíritu.
A mi mente vino aquella frase de Nietzsche en ocasión de enjuiciar su Nacimiento
de la Tragedia: “es un libro echado a perder”; claro que por una razón más
grave, como lo fue lo que él consideró como el nocivo influjo de Wagner sobre
su vida. Debo asentar muy claramente que en nada pretendo que se me asocie con
un genio incomparable como el que habitó la humanidad de Nietzsche. Traigo a
colación este episodio para narrar las dimensiones apoteósicas que en mí creó
un detalle como ése, pues la nota de presentación que debía llevar la cubierta
del cuaderno (la carátula de un libro viene a ser lo que el sobre es a una
carta), con los brevísimos afeites fisonómicos que habrían de dar noticia del
autor, era un tema para el que no había tenido yo ningún cuidado. Bien. El caso
es que lo hecho, hecho está… Y que el libro salió impreso de esta
manera a las manos del anónimo lector.
Mi
preocupación se vio corroborada, cuando el aguzado Rafael Castillo Zapata, hizo
mención del mismo señalamiento que causaba mis desvelos, durante la velada de
presentación de algunos títulos del sello editorial de Bernardo (BID&CO
Editor), en el marco del Salón del Libro 2007 de Caracas. Debo, por demás, agradecer
los generosos comentarios que Castillo Zapata expresara con respecto a contracorrientes,
luego, eso sí, de haber convocado mi sonrojo ante la curiosidad que le causaba
el contraste entre las “noticias” que se dan del autor en la solapa de libro y
el contenido del mismo.Todo ello, a pesar de que notara yo que nuestro
presentador tuvo que apoyarse, en su alocución, en la paráfrasis de las
palabras de Juan del Solar con motivo de comentar los aforismos de Lichtenberg.
(**) No ha de ser expedito el camino para hablar sobre
un libro que yo mismo no puedo calificar de otro modo que como heterodoxo.
Deseaba yo, pues, escribir desde diciembre pasado algunas apreciaciones en
torno a este preocupante detalle.
Por no prevenir demasiado al lector en torno a contracorrientesy
contra la muy respetable opinión de Bernardo, yo había decidido expurgarle un
prólogo que hacía las veces de una profesión de fe. No es que me disgustara ese
texto, aun aceptando que tuvo su génesis (hace unos quince años) un poco por el
acicate de un par de desventurados comentarios en torno a la originalidad que
“debería” caracterizar a toda obra. Como si los vasos comunicantes no
estuviesen por siempre fluyendo y compartiendo sus líquidos desde el pasado
hacia el futuro y desde el futuro hacia el pasado. El tiempo es maleable y los
sueños también. ¿Por qué no habrían de serlo igualmente nuestras obsesiones,
nuestras ansias de vivir, nuestra sensibilidad, nuestras percepciones, nuestra
expresión? Así pues, dado que pienso que el expurgado prólogo en algo puede
contribuir a ofrecer un esbozo algo más cabal de la inveteradamente subjetiva
fisonomía de un espíritu, me decido ahora -a título post mortem y por este
medio- a publicarlo, de seguidas a estas glosas.
Luis Alejandro Contreras
(*)
El texto que se presenta como datos personales en este blog es el que abría la
noticia bibliográfica objeto de estas apostillas, pero ese fragmento fue
"podado" del corpus que se dispuso en la solapa del libro.
(**)
Georg Christoph Lichtenberg, Aforismos. Juan del Solar, 1990.
Nueva
adición al texto (año 2012). Hay edición reciente de los “Aforismos”
con la nota introductoria de Lichtenberg, en Edhasa, España, 2008.
*
* * * * * *
Caro
lector: no he pretendido, en modo alguno, “ejercer” aquí una variante de
crítica intelectual ni, mucho menos, una rara especie de exégesis poética. Son
apenas cinco o seis imágenes obsesivas que se repiten incesantemente, cambiando
el color y corte de sus trajes. No es un libro de hallazgos, en el sentido de
superación personal, tan en boga en nuestros días; si -hoy por hoy- todavía
puede tener algún valor la palabra de un hombre, la confesión, la declaración
sincera, puedo decirte que esta colecta de dicciones y contradicciones no ha
tenido, en su gestación y orquestación, ninguna intencionalidad dirigida. Si ha
de tener alguna, quizás sea la de cierto culto maniático por la poda de las
ideas, lo que se traduce en una poda de las palabras (siempre me he encontrado
incómodo entre jardines edulcoradamente adornados, me siento como un perfecto
farsante). El azar se roba el papel del más terrible seductor; así que siento
más bien a este libro, como una reunión -acaso un diálogo- de sorprendimientos
(espero sea dispensado por el trance de tener que apelar a palabra inexistente,
mas no lo puedo expresar de otra manera); sorprendimiento de la imagen
subrepticia, la idea que se impone a fogonazos; sorprendimiento del sueño en la
vigilia y de la imago que sale a flote engarzada entre las redes del sueño.
Sorprendimiento de un lenguaje que quiere crecer a su capricho, a pesar de unas
bien afiladas tijeras. Obviamente, hay en él algo de pensamiento
-perogrulladas, tal vez, acaso haya que volver a ellas- pero, ni lo guardo bajo
custodia ni lo creo de mi exclusividad, por fortuna. Si tuviera que decir algo,
en mi descargo, para complacer o soliviantar el ánimo de los practicantes de la
crítica con lupa, los cazadores de analogías, les diría -a riesgo de parecer
altaneramente afirmativo- que tengo la certeza de la existencia de coordenadas,
correspondencias del espíritu y del pensamiento en la memoria y el olvido;
correspondencias del sentido, es decir, del pensamiento vivido, vibrado y de la
vida padecida en el alma; correspondencias del instinto bruto, sabiamente
animal y del humano sentimiento. Sostengo que tales correspondencias no podrán
nunca obedecer a un acto de voluntad individual y que, además, no puede uno
decidir alistarse en tales o cuales coordenadas. Se nace siendo instrumento y
aunque somos, también, melodía, ni somos el solista, ni el director del coro.
Tampoco pongo en duda la existencia de la voz que nos habla quedamente desde el
otro lado del frágil espejo que somos; la voz cuyo influjo Robert Graves atribuyó
a una Diosa Blanca. Acaso, de este libro, mía sea tan sólo la letra. Pero ya
basta. Más no te puedo apuntar, porque ello sería transgredir lo azaroso de su
decir.
.
©
Luis Alejandro Contreras. Contracorrientes (sentencias en incertidumbre), bid &
co editor c. a., Colección Manoa, Caracas, 2006 .
Algunas
panorámicas de la noche del bautizo (14-12-06).En la Librería Lectura. ¿Quién
más podía oficiar de padrino, como no fuera mi compadre Mario Amengual?
.
NOTA DEL 1ro. DE OCTUBRE DE 2015: Agregamos la carátula de la reimpresión
realizada en Noviembre de 2013, y que, por desgracia, la editorial BID & CO
no tratara como tal, corregida y aumentada, si tomamos en cuenta que en
la reedición sí se incluyó el prólogo reproducido en esta
glosa. Ni siquiera tuvieron la decencia de colocar al año 2013 en la ficha
bibliográfica de la reedición. Se limitaron a colocar de nuevo el año 2006
como "año de publicación". Una comodidad puedo llamarlo yo.
Otros lo denominarían de un modo mucho menos complaciente. En fin,
pamplinas como ésas son los asuntos que menos me interesan.
.
Los epígrafes de contracorrientes (sentencias en
incertidumbre) de algún modo sirven, si no de guía temática, al menos sí, de
aviso para los navegantes. Aquí los dejo…
«...todo ensayo es vivir...»
Armando Reverón
«...llegan momentos en los que uno está vencido...»
Mi
padre
«...El compromiso irrevocable con cualquier religión
no es sólo un suicidio intelectual:
también es
un signo de profunda falta de fe, pues cierra la
mente a cualquier nuevo enfoque sobre el mundo.
La fe es, por sobre todo, apertura: un acto de
confianza hacia lo desconocido...»
Alan
Watts
«...Cuando la naturaleza se cuida tan poco de la vida
individual, ¿ por qué deberíamos nosotros acariciar
la fantasía de que la nuestra es de
excepcional
importancia ? ...»
Robert Louis Stevenson
«...Palabras como rasgones.
Escritura inmediata, urgida,
penetrante pero
sin “designio” claro.
Letras en la incertidumbre, no belles letres...»
Rafael Cadenas
* * * * *
: no olvidar nunca que
la palabra es sólo una de las vías
por donde el hombre puede entrar en contacto
con la poesía.
* * * * *
¿ No hay cierto aroma de antigüedad calcinada
en el polen de la palabra volver ?
* * * * *
Descreo de la primera frase,
el primer gesto.
Descreo de los gestos interinos,
las frases intermedias,
las sentencias.
Y no puedo ser más
que un aburrido sentencioso.
Y adoro las palabras,
pero tengo que descreer de ellas
si me percato de que olvido fácilmente
que ellas están, también, para la dicción
de aquello acerca de lo que no creo.
*
* * * *
¿ Cuánto mide un kilo ?
¿ Cuánto pesa un metro ?
Los fanáticos caracterizan sus angustias
y a eso luego llaman arte, amor, filosofía...
¿ Y qué es un metro sino cien pedacitos de nada ?
* * * * *
Que el enamorarse es crear una religión cuyo dios es falible es una frase
irrefutable de Borges y, a la vez, sorprendente pues, a pesar de la
incontenible avanzada de inhumanismo presente, confiere al ser humano el
privilegio de exhibir un don para la creación y, más aún, para la devoción.
Desgraciadamente, demasiado pronto nos advierte sobre la futilidad de crear
devociones a nuestra imagen y semejanza.
* * * * *