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Vallejo,
el hombre en la víscera, víscera la letra, la palabra.
Por las noches ha vuelto Vallejo.
Tiempo ha que no lo hacía... Literalmente, quiero decir. Leí varias veces y en
voz alta, varios cantos de los suyos. El XLI (41) de su Trilce. Aquel que reza:
"Se huele a garantía" Pero, por sobre todo, sus poemas humanos:
"Hoy me gusta a vida mucho menos", su "Me viene a veces una gana
ubérrima, política". No ha de ser casualidad. Y me había prometido hacer
una selección suya por el mero y necesario gusto de compartir su voz. Vallejo
toca la fibra sensible para versar sobre esa enfermedad de la que nadie habla:
la parálisis del corazón...
Vallejo fue, en mis años mozos -y lo
seguirá siendo-, el detonante o el disparador de mi esperanza. Cómo es que esto
vino a ser así, cuando es un hombre que teje sobre el dolor y que no intenta
insuflarnos del goce whitmaniano? No lo sé. Lo que sí sé es que su palabra y
sus considerandos nos rescatan.
Dejo aquí en ofrenda ese XLI, que a
pesar de lo cifrado (como todo Trilce) tanto nos revela el diario devenir de
nuestra pervertida cotidianidad… Pero también dejamos otros de los poemas que
nos han venido a rescatar en estas noches pasadas, amén de una lectura de su
"Me viene a veces una gana ubérrima, política", que no lo desmerece. Esa lectura nos recuerda un poco la voz de Eugenio Montejo al leer. Pero no
sabemos quién es la persona que lee esa gana…
Salud!
lacl
P. S. Marzo 16, 2016. Me informan que la voz de quien lee es la del poeta César Calvo.
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La
Muerte de rodillas mana
su
sangre blanca que no es sangre.
Se
huele a garantía.
Pero
ya me quiero reír.
Murmúrase
algo por allí. Callan.
Alguien
silba valor de lado,
y
hasta se contaría en par
veintitrés
costillas que se echan de menos
entre
sí, a ambos costados; se contaría
en
par también, toda la fila
de
trapecios escoltas.
En
tanto; el redoblante policial
(otra
vez me quiero reír)
se
desquita y nos tunde a palos,
dale
y dale,
de
membrana a membrana,
tas
con
tas.
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Me
viene, hay días, una gana ubérrima, política,
https://www.youtube.com/watch?v=kEAfIHiuGLE
ME
VIENE, HAY DÍAS, UNA GANA UBÉRRIMA...
Me
viene, hay días, una gana ubérrima, política,
de
querer, de besar al cariño en sus dos rostros,
y
me viene de lejos un querer
demostrativo,
otro querer amar, de grado o fuerza,
al
que me odia, al que rasga su papel, al muchachito,
a
la que llora por el que lloraba,
al
rey del vino, al esclavo del agua,
al
que ocultóse en su ira,
al
que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma.
Y
quiero, por lo tanto, acomodarle
al
que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado;
su
luz, al grande; su grandeza, al chico.
Quiero
planchar directamente
un
pañuelo al que no puede llorar
y,
cuando estoy triste o me duele la dicha,
remendar
a los niños y a los genios.
Quiero
ayudar al bueno a ser su poquillo de malo
y
me urge estar sentado
a
la diestra del zurdo, y responder al mundo,
tratando
de serle útil en
lo
que puedo, y también quiero muchísimo
lavarle
al cojo el pie,
y
ayudarle a dormir al tuerto próximo.
¡Ah
querer, éste, el mío, éste, el mundial,
interhumano
y parroquial, provecto!
Me
viene a pelo
desde
el cimiento, desde la ingle pública,
y,
viniendo de lejos, da ganas de besarle
la
bufanda al cantor,
y
al que sufre, besarle en su sartén,
al
sordo, en su rumor craneano, impávido;
al
que me da lo que olvidé en mi seno,
en
su Dante, en su Chaplin, en sus hombros.
Quiero,
para terminar,
cuando
estoy al borde célebre de la violencia
o
lleno de pecho el corazón, querría
ayudar
a reír al que sonríe,
ponerle
un pajarillo al malvado en plena nuca,
cuidar
a los enfermos enfadándolos,
comprarle
al vendedor,
ayudar
a matar al matador —cosa terrible—
y
quisiera yo ser bueno conmigo
en
todo.
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HOY
ME GUSTA LA VIDA MUCHO MENOS...
Hoy
me gusta la vida mucho menos,
pero
siempre me gusta vivir: ya lo decía.
Casi
toqué la parte de mi todo y me contuve
con
un tiro en la lengua detrás de mi palabra.
Hoy
me palpo el mentón en retirada
y
en estos momentáneos pantalones yo me digo:
¡Tánta
vida y jamás!
¡Tántos
años y siempre mis semanas!...
Mis
padres enterrados con su piedra
y
su triste estirón que no ha acabado;
de
cuerpo entero hermanos, mis hermanos,
y,
en fin, mi ser parado y en chaleco.
Me
gusta la vida enormemente
pero,
desde luego,
con
mi muerte querida y mi café
y
viendo los castaños frondosos de París
y
diciendo:
Es
un ojo éste, aquél; una frente ésta, aquélla... Y repitiendo:
¡Tánta
vida y jamás me falla la tonada!
¡Tántos
años y siempre, siempre, siempre!
Dije
chaleco, dije
todo,
parte, ansia, dije casi, por no llorar.
Que
es verdad que sufrí en aquel hospital que queda al lado
y
está bien y está mal haber mirado
de
abajo para arriba mi organismo.
Me
gustará vivir siempre, así fuese de barriga,
porque,
como iba diciendo y lo repito,
¡tánta
vida y jamás! ¡Y tántos años,
y
siempre, mucho siempre, siempre, siempre!
Deshojación
sagrada
Luna! Corona de una testa inmensa,
que
te vas deshojando en sombras gualdas!
Roja
corona de un Jesús que piensa
trágicamente
dulce de esmeraldas!
Luna! Alocado corazón celeste
¿por
qué bogas así, dentro la copa
llena
de vino azul, hacia el oeste,
cual
derrotada y dolorida popa?
Luna!
Y a fuerza de volar en vano,
te
holocaustas en ópalos dispersos:
tú
eres tal vez mi corazón gitano
que
vaga en el azul llorando versos!...
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