Arte y poesía: vigencia de toda expresión lúdica, gesto o acto non servil en tiempos tan obscuros como los actuales. Disertaciones sobre el culto añejo de ciertos antagonismos: individuo vs estado, ocio y contemplación vs labor de androides, dinero vs riqueza. Ensayos de libre tema, sección sobre ars poética, un muestrario de literatura universal y una selección poética del editor. Luis Alejandro Contreras Loynaz.
Si en Venezuela estilamos ser toderos, ese envite de torear la vida en cuanta empresa se nos plante ante la vista, yo debo decir que he sido -y acaso aún soy- un fervoroso nadero, suerte de lance para nadar en las enaguas de la susodicha. Pues en lugar de ser un profesional en todo, he sido un amateur en nadas; en el más feliz de los casos, un entendedor, siempre a la chista callando. Las naderías suelen causar gran fascinación sobre las almas distraídas, entre las que me incluyo, y no sé que hado les haya legado su encanto a las primeras. Y, aunque cursé más de cien créditos en la Escuela de Letras de la UCV, nunca me mortificó el comprobar que ese sistema de jerarquías con que el hombre gusta de mortificarse la carne, también hubiese ganado espacios en ese querido recinto y que, en virtud de ello, hubiese materias que disfrutaban de cierta prelación sobre otras. Iba por puro gusto. Nada hay como explayarse. El resto es aburrido y desmesuradamente empalagoso. Por otra parte, ¿quién no tuvo, alguna vez, que pasar por el trance de mancillarse las manos al hacer algún oficio? Pocos, muy pocos.
No sé si le sucederá lo mismo a todo lector de poesía, pero a mí me pasa que cuando leo un poema de E. E. Cummings, aparte de detenerme y de leerlo placenteramente varias veces, siento que quiero más y tengo que ir a otros poemas suyos. Es encantadora la forma en que dispone sus textos sobre el papel. Con él se corrobora la idea de que la forma es inseparable del fondo, es como la piel por cuyos poros transpira el decir.
La poesía, verbo concentrado, hace que la verdad restalle en nuestros sentidos y que, incluso, se haga luz en el sonido escuchado y, viceversa, se haga sonido en la luz de la contemplación. Nos cae al pelo un breve poema de Cummings, crisol que trata sobre mentira y verdad, realidad y representación.
Dejó acá un intento de traducción, en vista de que he leído una deficiente versión al castellano. Es una brevedad que da para mucho, se queda reverberando en nuestra interioridad...
Agregamos, además, una colecta de poemas leídas por el propio autor.
Hasta el día de hoy la patología de nuestra estirpe es la que ha definido la huella que dejamos sobre el mundo. Oremos y aboguemos por una refinación de nuestra psique individual y colectiva.
El cambio que necesitamos se opere en nuestra psique es mucho más profundo que un asunto de empecinadas creencias, ideologías o intereses económicos. Basar el objeto de nuestra existencia (en este pequeño punto azul navegando en el concierto del cosmos) sobre asuntos tales. es un claro indicador de nuestra psicosis.
Grosso modo hablando, también somos muchas las personas a quienes estos asuntos les preocupan y vivimos nuestras vidas deseosos de un cambio radical, interior; pero lamentablemente sin la fuerza para cambiar el destino que se labra nuestra estirpe, puesto que aquellos que se empeñan en tomar el control de todo timonel resultan ser, por regla general, los más obcecados, los más tozudos, los más enfermos del alma.
lacl, 24 02 2022
Galería de Orfeo
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La memoria puede jugarnos las más insólitas jugarretas. La mendiga de Nápoles es una semblanza poética escrita en prosa que debemos agradecer a la musa de Max Jacob. Jacob es un autor que sólo he leído en algunas antologías, sobre todo de poesía francesa, de las cuales dispongo y leo desde que era un muchacho. La primera vez que leí esa acrisolada obra maestra del sueño y de la prosa poética, se me quedó engarzada en un alvéolo de la memoria. Cuando, en el transcurso de los años, quise rescatar esa mágica parábola, me sucedió algo sumamente extraño: y es que por ningún lado aparecía la semblanza. Pase años revisando libros y anaqueles diciéndome, ¿Será que me está faltando un tornillo? Pues, de cuando en cuando, me daba por buscar a mi mendiga y me ponía a revisar, una y otra vez, posibles páginas donde ella se pudiera haber ocultado... Y nada.
La razón es muy sencilla. Y es que la había leído en un amado libro que había perdido en uno de esos desprendidos lances de préstamo que terminan siendo dolorosos debido al hecho de perder un valor innominado y que no puede ser tasado por la importancia que nuestro pecho le confiere; el cual no sabes si alguna vez volverás a recobrar o reencontrar. Uno comparte lo que ama y nunca espera perderlo. Lo cierto del caso es que pasaron largos años sin volver a tener noticias de esa maravilla de antología donde había leído, en años de juventud, la referida glosa poética de Jacob. En uno de mis acostumbrados paseos por librerías de remate, finalmente volví a dar con aquel libro añorado; se trataba de Cuentos breves y extraordinarios, una selección de textos maravillosos que nos legaron el buen gusto de Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges. Tal como me suele suceder en esas paradojas del azar que nos anda buscando, abro el volumen y lo primero que encuentro es mi mendiga de Nápoles...
No tiene sentido alguno decir algo sobre esa breve ensoñación puesto que no se debe jamás perturbar el goce de una primera lectura, para aquel que no haya leído jamás ese texto. Pero, acaso, luego de leído, convendremos en el inmenso y apretado caudal que se nos regala en tan pocas líneas. Cuando siento que me desvío del camino y le doy más importancia a las tonterías que a los más elementales regalos de la vida, vuelvo a recordar a la mendiga de Nápoles y su soñador.
Salud, lacl
La mendiga de Nápoles
Cuando yo vivía en Nápoles había en la puerta de mi Palacio una mendiga a la que yo arrojaba monedas antes de subir al coche. Un día, sorprendido de que no me diera nunca las gracias, mire a la mendiga, entonces vi que lo que había tomado por una mendiga más bien era un cajón de madera, pintado de verde, que contenía tierra colorada y algunas bananas medio podridas.
Max Jacob, Le.cornet à dés.
Citado por Borges y Bioy Casares en "Cuentos breves y extraordinarios".
Losada. Biblioteca clásica y contemporánea, Buenos Aires 1976.
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Hace algún tiempo siento que mi fuego y fuero interior, mi impulso vital y mi (usualmente amorosa) relación con el mundo ha cambiado de manera paulatina y paladinamente.
Acaso tenga que ver con esa desecación que, en mis años de pubertad e, incluso, de infancia ya avizoraba, percibía y presentía como una inevitable pesadilla. Algunos números del futuro se me presentaban, una y otra vez, con la incertidumbre de un piso falso o como una delgada capa de hielo cubriendo un océano sin fondo y sin tierra a la vista.
2020 / 2030 / 2050...
Mis sudorosas visualizaciones estaban conectadas con el sopor o fragor de un mundo perdido entre la niebla.
Mis desvelos eran ocasionados más que por el temor de la muerte personal (aunque ese temor tampoco estuviera excluido), por la visitación de un mundo desalmado.
Con el paso de los años y vista la senda que ha tomado la humanidad, creo no haber sido el único que ha comprendido que no es menester ser pitoniso, ni contar con cualidades visionarias, para palpar tal desecación de nuestro jardín interior.
Grosso modo hablando, nos hemos quedado sin ese jardín, me refiero al jardín que está allí, en todas nuestras moradas interiores, a un lado, reseco, sin flores ni retamas, esperando nuestro riego, esperando que allí nos sentemos, a respirar, a contemplar, sin una sola palabra de por medio.
Tales estancias forman parte de otro jardín infinito, laberíntico, que nos une a todos, si en todos nosotros palpita el nuestro.
Si hay desecación de nuestro íntimo vergel, habremos perdido la senda que nos había de conducir al jardín que es alma del mundo.
Creo que ésa es una razón suficiente, una razón con forma de nudo gordiano y espada de Damocles, como para que se nos sequen los higos de cualquier jardín y se nos ahogue la voz, sin que ello quiera decir que hayamos perdido la fe y el amor para el canto sino que, así como hemos de poner las barbas en remojo cuando vemos la de los vecinos arder, igualmente hemos de darnos vuelta para mirar hacia dentro, ver cómo anda ese pequeño vergel nuestro, pasearnos hoja por hoja, tallo por tallo, y -si tenemos la dicha de que aún se mantenga milagrosamente florecido- pétalo por pétalo. Y si el jardín nos pide silencio, tomemos por la cintura su consejo.
Mi ser no sabe lo que ha de suceder en el futuro porque ya todo ha sucedido. Quiero decir que ha sucedido en nuestro suceder. Todo está determinado. No hay modo de cambiar la senda que hemos construido como una autopista sin veredas, sin derroteros, sin estancias ni paradas, sin atajos, sin vuelta atrás y, sobre todo, sin doble vía.
Es el mundo humano, aquello que nos forjamos en la psique, el que anda perdido; el alma del mundo no se ha perdido para nada, pues el mundo natural trasciende a nuestra estirpe. Es la humana especie la que, por desgracia, se halla en trifulca con Anima Mundi.
lacl, justo ahora, 24 de Febrero, 2022
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Una hermosa parábola no exenta de dulce templanza, descarnada sabiduría. No todos los diezmos obedecen a lo dinerario, no todos los sacrificios obedecen a una autoinmolación. Enseñanzas de la Kábala.
Salud, lacl.
El valor del diezmo.
Abu Shaul de Casablanca, copista de la Torá, renombrado sofer stam, solía decir:
-En la época en que nuestro Moisés era príncipe de Egipto, y se paseaba entre pirámides y remaba en el Nilo; se ejercitaba en el arco y en el látigo, el arpa y el sistro; en los días en que gozaba del favor del faraón y de su corte, y aprendía medicina, zoología, botánica y astronomía, un sacerdote calvo lo llevó a la escuela de los escribas para que viera cómo entraban, los animales, a los signos escritos. De qué modo plegaban las alas las ocas o abría la boca el cocodrilo, volaba el halcón o se enfurecía la cobra. Cuando le mostraron, en el jardín de un templo, el avestruz, cuyas plumas aludían a la verdad, le dijeron: “De todos sus huevos habrá siempre uno que rompa para atraer las moscas y dar de comer a sus polluelos. De igual modo, entre todas tus ideas y sueños debe haber uno que los alimente a todos. Es el diezmo de cada ser por la continuidad de su ser, es el sacrificio de una parte de ti mismo para que florezcan otras”
En memoria de ese acontecimiento seguramente apócrifo, que ni figura en el Talmud ni es mencionado en la Kábala o el Midrash, Abu Shaul de Casablanca, visionario y calígrafo, coleccionaba plumas para escribir. De ganso del norte, de águila de Al Andalus, de halcón peregrino y hasta de golondrina, con la que, en determinadas ocasiones, solía dibujar el santo nombre del Creador, para que siempre-decía-volviera a su vida cruzando los océanos de la desdicha y las crispadas corrientes del desamor. Aunque los escribas judíos del Magreb preferían las plumas de caña a las de ave, él era una excepción. Vivió hasta los noventa y nueve años y se sabe, porque así está escrito, que sus últimas palabras fueron:
-La lengua es la pluma del corazón. Si es primaria sabrás a dónde ir; si secundaria, a quién seguir.
El avestruz lleva, en hebreo, el nombre de iaén ( }(y ), cuya raíz, andando el tiempo, se transformará en aná ( hn( ), responder, contestar, pero también cantar, alabar. Entre los egipcios, la nítida pluma de avestruz (Struthio camelus ) era el indicativo de Tmeh o Maat, la diosa de la justicia, cuya imagen presidía la psicostasia o el peso de las almas. Casi una aliteración, su equivalente bíblico, virtud suprema del Creador, será la palabra emet, verdad.
Mario Satz, La palmera trasparente. Parábolas historias y enseñanzas de La Kábala. EDAF, Col. Arca de sabiduría. Madrid, 2000.
Galería de Orfeo: Raga Yaman
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Con desamparo y desnudez nuestra pobreza se viste de riqueza.
Un adagio perdido y recobrado, lacl, 10 de mayo de 2016.
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Octubre 26, 2010.
Inicio este hermoso cuaderno que me regaló Yineska, con un despojado o podado comentario, valga decir, con un árbol vestido de desnudez, de tan pura simpleza que es: el contento viene de golpe y en lo mínimo. Nos sorprende, tan sólo un poco, ser su víctima, en medio de una universalizada desazón impuesta por una peste en forma de tribu que se hace llamar hombre. No sé. Creo que algo de mi bárbara humanidad vive en franca controversia con la humana barbarie. Sólo puedo rescatar de mí, del afuera, del vivir, el contento de la desnudez inhabitada por el hombre.
(lacl, al iniciar el Cuaderno del mirar caleidoscópicos)
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Hay días de nuestras vidas que, en apariencia, transcurren vacíos de carga o de sentido. Las horas pasan lentamente, con sigilo, como gotas cayendo de un alero, después de una tormenta que ha dejado solitaria y taciturna la ciudad. Sentimos la vacuidad de nuestra hora vencida, que se va sin despedirse y no nos duele su partida. Sucede que estamos exhaustos, hastiados de luchar con la absurda misión de justificar el absurdo. Nos dedicamos al sueño, al olvido. Nos entregamos al abandono y nos recuperamos en la entrega. Todo se hace tarde, el tiempo se alarga, el espacio se ensancha, cobra fuerzas. Pero nada nos preocupa, si hemos sabido guindar nuestra piel en el armario y hemos tomado previsión de abjurar, por el momento, de nuestro juego de afeites, poses y ceños. Nuestra casa, recinto del cuerpo, cobra su lugar. Desayunamos luego de que ha pasado la hora del almuerzo y es el mejor desayuno de nuestras vidas, porque lo salpimentamos con las imágenes, fantasías y ensueños de tres o cuatro vívidas visiones que nos rondaran lisonjeras, mientras nos refocilábamos con la somnífera hora del dormir. Un vago impulso nos dice que deberíamos hacer algo, pero no nos dejamos intimidar, aunque nos decimos: está bien, voy a organizar el desorden de los discos, por ejemplo. Y ponemos algo de música, en el ínterin, y prosigue la labor de reconciliación y comunión con el mundo que trasciende nuestro humano paso. Y aunque la música nos induce a reconciliarnos, también, con la memoria, ello no nos lleva al borde de un abismo, ni a padecer una lucha entre contrarios, pues la música es una aliada perfecta de esos días aparentemente vacíos de carga o de sentido.
Y así, las horas siguen danzando su ritual del adiós, mientras nosotros damos gracias al cielo de poder andar entera y verdaderamente desnudos.
lacl 22 de agosto de 2010
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La damme indigné.
Una travesura de Robert Doisneau.
Tómese nota del año: 1948.
Todavía quedaba algo de pudor ennel mundo.
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Joseph Pieper, un pensador cuyas reflexiones semejan piedras luminosas reverberando en el fondo de un arcaico riachuelo, ha dicho que la felicidad es, esencialmente, un regalo. Wallace Stevens, un tanto menos optimista o, acaso, cual poeta cabal, un tanto más irónico y polivalente, postuló sin ambages que la felicidad es una adquisición. Ambas sentencias dejan hondas resonancias y promueven múltiples lecturas. Mi padre, hombre tosco y delicado, pues de niño hubo de formarse como hombre; que no fue filólogo, filósofo o poeta, aunque sí un gran conversador que veladamente tenía un roce de los tres, a lo largo de su vida repitió con llana convicción estas palabras:
el amor es un estado de felicidad;
mas amor no es nadie sin amistad,
no llega a consumarse como tal;
porque la amistad es madre del amor;
es el amor quien enraíza en ella.
Y si interpolo, algo traviesamente, los pareceres de un poeta, un pensador y un hombre del pueblo, yo puedo inferir que aquel que da un bien lo recibe y aquel que lo adquiere lo da. Y, en cierto modo, allí reside una felicidad.
contracorrientes - sentencias en incertidumbre, luis alejandro contreras, bid&co editor, colección manoa, caracas 2006, reedición 2013.
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The King of love is dead, Nina Simone
Voir un ami pleurer,
Jaques Brel
Nota bene: hay que ir a la red YouTube para poder escuchar a Jaques Brel.
De un inédito cuaderno que lleva por título Toma luz, toda la noche, escrito durante el último lustro del último milenio...
Salud, lacl
Galería de Orfeo:
Las ciudades,
Chavela Vargas
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Una glosa del día 5 de febrero de 2009, luego de haber concelebrado a la virgen de la Candelaria y al niño con nuestros cantos.
Retomábamos la tradición desde que en el año 2003 nos trajéramos ese legado de la mano de nuestros queridos amigos en México, Cissi y Felipe, cuando celebramos el Día de Reyes en el antiguo DF. Ese mismo año de 2003, ya en la sucursal del cielo, elevamos nuestros cantos en casa de unos amigos y la verdad es que desde ese momento volvieron a quedarse incrustadas esas fiestas en nuestros corazones: la del día de Reyes y esta otra de honrar cada año a la Virgen de las Candelas. al Niño, con la anunciación de la fertilidad...
¡Salud! lacl
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La verdad, fue noche hermosa, aunque mi hermano Simón se consagrara a tomarme fotos aclarando la garganta a punta de ron, debido al frío de la noche…
Es una lástima que nadie, según creo (y ojalá estuviera yo equivocado), le haya tomado fotos al altar que tan bellamente erigió Yineska en el patio de la casa. Yo no tuve tiempo para tomar ni una foto.
Al terminar los cantos y la procesión en la calle, con La Candelaria y el Niño como guías bienhechores, leímos un par de textos que tomé por azar en la mañana de una de las versiones del Tao Te Ching que tengo la fortuna de poseer (no es la mejor versión, acaso es demasiado literal, pero fue la que cayó en mis manos). Ambos textos, a mi parecer, resultaron muy apropiados, dadas las condiciones climáticas y psíquicas de nuestra pequeña Venecia, la que se ha visto azotada por tan jugosas lluvias y palabrerío tan perdido.
Aquí van los textos del Tao Te Ching:
VIII
La más alta bondad es como el agua.
La bondad del agua consiste en beneficiar todas las
cosas, sin preferencia.
Permanece en sitios que todos desdeñan,
por ello, está cerca del Tao.
Al habitar se muestra la bondad del lugar.
Al pensar se muestra la bondad en lo profundo.
Al regalar se muestra la bondad en el amor.
Al hablar se muestra la bondad en el hablar.
Al gobernar se muestra loa bondad en el orden.
Al actuar se muestra la bondad en la capacidad.
Al moverse se muestra la bondad en el momento
preciso.
Quien no se reafirme quedará por ello libre de reproche.
X
¿Puedes educar tu alma, de modo que
se abrace al uno, sin dispersarse?
¿Puedes reunir tu fuerza y alcanzar la suavidad,
de modo que te vuelvas niño?
¿Puedes limpiar tu mirada, de modo que
quede libre de mancha?
¿Puedes amar a los hombres e ignorar el gobierno,
de modo que permanezcas libre de inteligencia?
¿Puedes permanecer como un ave,
cuando las puertas del cielo se abren y se cierran?