El adorador.
Ella se asoma tras el ramaje del pino,
discreta y ciega,
por obra de la niebla,
pero iluminando la afonía del atardecer.
Asoma sus pechos cargados de miel
mientras entona una canción de luz.
Se ha quedado colgada, por unos instantes,
en el ramaje del pino,
a sabiendas de que el viento,
ahíto de domingo,
se ha ido a dormir.
Y ella podrá coquetear
en la orla de su enamorado,
hacer las veces de perlado arete
que incendia, con ardores de plata,
los temperados ímpetus del adorador;
besarle las espigas, que se erizan,
como la espalda del más devoto,
invicto y derrotado amante.
Los rieles tendidos siguen
en la vastedad de la noche y ella,
sabiendo que ha de cumplir
puntualmente su destino
ondula, una última vez,
la crin del vislumbrador,
en su ronda hacia los sueños.
Y él, entonces, hunde sus raíces en el sueño,
como añorando llegar a los confines del mundo,
cruzar en una sola noche la tierra
y germinar en las antípodas
tan sólo por anticipar, una vez más,
la visión de su amada.
25 / 10 /
2015.- Anochecer
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Qiyan Krets - Alta es la Luna (Sefardí/Sephardi)