¿Se cierra un
ciclo o se abre otro?
A
Hanni Ossott
A
Juan Sánchez Peláez
Al
país que no se ve
¿Se
cierra un ciclo o se abre otro? Siempre, desde niño, me llamó poderosamente la
atención el hecho de que los seres humanos nos apoyemos tanto en esa, no
siempre diáfana, imagen de lo cíclico, para convocar más agraciadas horas de
vida en un indomeñable porvenir. Y, aunque mis pensamientos infantiles ya eran
un tanto incrédulos en lo que toca a la cuota de responsabilidad que habrían de
tener los hados en la propia vida interior que se gesta, nunca dejó de
seducirme la facultad que tiene todo ser humano de imaginar un cielo para
legarnos un bien deseado y compartido con el prójimo.
La
pregunta que me asaltara esta mañana (¿Se cierra un ciclo o se abre otro?) me
ha llevado a recordar aquel verso del querido Juan Sánchez Peláez: El
círculo se abre, ¿ves? Llamado que vino a redondearse al leer la nota de
homenaje a Hanni Ossott, aparecida en un diario, con motivo de los diez años de
su partida de este ámbito nuestro, tan colmado de espejismos y de luminosas
fugacidades.
Han
sido diez los años pasados desde aquel día en que recibiéramos la noticia de su
despedida, lo que ocurrió en medio de un aquelarre de locura colectiva. Me
allegué a la funeraria en una bicicleta y a sus puertas me quedé por un rato
conversando con un amigo, dado que el país se encontraba en medio del más
asombroso e insólito de los sueños. Se habían bajado todas las santa marías de
cada calle, cada rincón, para sumirse en una huelga general, episodio que no
fue sino un eslabón más en la cadena de alucinaciones de que se han compuesto
nuestros días durante las dos últimas décadas. Tales alucinaciones ya signaban,
desde tiempos pretéritos, el substrato psíquico de lo que pudiéramos nominar
país y que yo aclamo como fingimiento, pero es durante los últimos 25 años que
este simulacro de nación (también le solemos llamar principado) ha ido
acrecentando su locura de un modo vertiginoso.
Y
porque no hay el menor de los deseos de echar todo lo vivido en saco roto es
que voy a compartir acá la semblanza que cierra la primera parte de mis sentencias
en incertidumbre, aparecidas en un tomito que lleva por nombre Contracorrientes…
Pues, de algún modo, tales palabras fueron signadas por la promesa de una
realidad posible, la realidad de la poesía que es, a su vez, realidad encarnada
en alma y voz, en piel y pensamiento, en ombligo y corazón, derrotero alejado
de los fuegos fatuos de las medianías que tanto se esmeran por copar todos los
espacios para vociferar insensateces.
El
31 de diciembre de 2002 se cerraba un ciclo vital para abrir una cuarentena poética
que nos hablaba de otra realidad. Y en el 2003 esa cuarentena fue reiterada con otra sensible despedida, la de Juan Sánchez Peláez, el 20 de noviembre. Sin embargo, la cuarentena es circunstancial. Todo es pasajero, primordialmente la vida, ésa es su condición. Somos aves de paso. Pero nos queda mundo interior. Y, mientras estamos de paso, nuestros espíritus se recrean en las voces de los seres sensibles como Hanni Ossott y Juan Sánchez Peláez.
Salud!
lacl
Fotos:
1. Hanni Ossott, foto
de Ricardo Armas, UCV, década de los 70.
2. Juan Sánchez Peláez,
es -casi con toda seguridad- un cuadro tomado de su lectura suya en uno de los
festivales de poesía que se realizaban en Caracas, bajo la mano de
Santos López. No puedo asegurarlo porque este servidor ha sido de muy poco
aparecer por los espacios culturales cuando el tema de que se trata es poesía,
insana costumbre, pues me he perdido de maravillas. Pero en mi casa casi
siempre sale vencedor Don Recato. Evidentemente no contamos con los créditos de
quienes realizaran el registro audiovisual de esa lectura...
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Poesía veraz
es la que primero
se vive y luego
se escribe.
Porque la
memoria es quien dispone de las palabras que atañen al poema, palabras
corresponsales, precisas incluso, que en el momento de la experiencia o el
padecimiento poético no podríamos evocar. La poesía es ante todo vida o
experiencia vivida, arrobamiento íntimo de nuestro tempo. Y resultaría un
contrasentido el tratar de evocar el trance de ver desde el presente, o
mejor, el tratar de evocar el trance poético desde la presencia de ver. Un
auténtico poeta entra, a su pesar, en estados de trance; en esos momentos la
persona del poeta se desmaterializa; está presente, pero con la única venia de
presenciar embelesado la aparición de imágenes y voces que le conmueven y le
conmocionan, erizándole la piel, humedeciendo sus ojos e inmovilizando su cuerpo.
Un poema escrito por fuerza de la voluntad puede resultar tan sólo una
inteligencia, un camelo de la ratio, a lo sumo, un ingenioso tandem de
palabras; además, denotaría irremediablemente la intención efectista de quien
lo compuso y, por ende, la falsedad del culto que predica. Pero atención, no
niego la posibilidad de escribir en estados de trance, tal como confiesa Pessoa
haberle sucedido, en una carta dirigida a Alvaro Cassais Monteiro o, como
presumo, le ha acaecido a una extraordinaria y desoída poeta contemporánea de
nuestro país, cuyo nombre, por respeto a la intimidad, me reservo a sabiendas de que cualquier
lector acucioso lo podrá conjeturar (*). En estos casos, el trance poético se
manifiesta en el hecho de escribir, es la escritura misma, porque la poesía
puede hacer presencia como la revelación de un arrebato, pero son casos que
podemos catalogar de milagrosos -de elegidos y para elegidos, diría yo- y en
los que la persona del poeta se distingue por cualidades suprasensoriales,
mediúmnicas o por haber sido tocada por algún dios o diosa, corriendo el grave
riesgo de serle sacudida violentamente la locura que nos es común a todos. ¿ Sin
embargo, quién puede afirmar que la memoria no está operando, también, en estos
casos ?
(*) He preferido mantener este texto tal y como fuera
escrito en su momento. Varios años después esa poeta, no otra que Hanni Ossott,
murió calladamente en medio de una confrontación entre las apatías y apetitos
de un país enfrascado en la miopía y la disonancia. Con ella me cupo la buena
estrella de cursar, en la Escuela de Letras de la UCV y durante un mismo
semestre, dos lecturas dirigidas que no puedo catalogar menos que de salvadoras
para quien esto escribe, pues estuvieron colmadas de aquella aura de luz a que
remite la palabra entusiasmo en su raíz griega. Tales cursos eran dichosamente
–y creo que aún lo son- de la libre elección del alumnado, lo que se presta
para lo extraordinario. Pero cuán desoladora se nos hace ahora la visión de
aquello que llamamos patria. Hanni Ossott y Juan Sánchez Peláez fallecieron en
fechas relativamente cercanas, dos voces, dos vivas vidas, cada una a su modo
signada de una urgencia. Dos almas idénticamente tocadas por una amorosa
pulsión poética, aun cuando las tonalidades de sus canciones se hayan
encaminado por derroteros e itinerarios diferentes. Para la discordiosa y
monocorde Venezuela de hoy, parece dar lo mismo que toda prenda de humana naturaleza
haya nacido bajo su cielo o sobre su suelo. No debería extrañarnos, pues cada
día certificamos y registramos, al “adentrarnos” en ese afuera que es la calle,
la desvalorizada estimación en que se tiene ese bien intangible de la vida. Y
no ha de ser una vana casualidad el que a ciertos recovecos citadinos se les
haya bautizado como mentideros. Nadie parece querer ver hacia atrás, hacia
nuestro pasado más que inmediato, para remedar a Alfonso Reyes; pasado que, en
nuestro caso, no vacilo de apuntar como de urgente, inaplazable, perentorio.
Urgente es su reconocimiento, inaplazable su rescate, perentorio hacerlo
presente en nuestras venas, mas no para una vindicación apriorística, pues no
todo lo que con pomposidad llamamos “nuestro pasado” se hace acreedor del
encomio o del endiosamiento. Es menester que le despojemos de todo afeite de
heroicidad. Eso que hemos llamado patria, nación, país, nuestra tierra y sus
vivencias, es algo un tanto más complejo que esas recetas de docilidad con que
han pretendido inculcarnos unos obstinados y engominados pseudo-cronistas,
convenientemente colocados a la diestra del poder establecido en su hora.
Erasmo nos obsequia una pregunta radiante en su coloquio Caronte o contra la
guerra: “¿hay algo que no pueda una
falsa religiosidad?”. Deberíamos allegarnos a los motivos de tan sencilla
indagación, pues sospecho que la humanidad
vive hoy en medio de un denuedo sin sustancia y los venezolanos no somos
excepción. Muchos de quienes afirman amar sutilezas tales como poesía, bien
común o vocación de servicio, están arrobados en la construcción de su propia
obra, lo cual obviamente no es criticable cuando nace de un apetito del alma;
mas no parecen advertir que sus angustias, enraizadas en un vehemente espíritu
de competencia, condenan sus obras a un hacer por hacer. El adorado y
exacerbado yo asesina todo asomo de pureza. Así pues, lo que me asalta de
continuo, como ínfima parte que soy del mundo humano, es el denodado embate de
nuestras ausencias. Nuestras ausencias para las preguntas y la íntima
indagación, nuestras ausencias para lo tácito; nuestras ausencias para con la
muerte, tanto como para con aquella desabrigada hoja que se mece en la rama o
para con esta otra que cae a nuestro lado y, lo mismo, para con la vida, intocada
señora que hace gesto sublime a nuestro lado en la figura del padre, la madre,
la amada, el hijo y todo ser o cosa dignos de ser amados. Hemos sellado nuestra
deserción del mundo de las preguntas silenciosas, cuando ellas sólo pretendían
una consumación beatífica de nuestro fuero interior.
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lacl, Contracorrientes, Sentencias en incertidumbre. BID&CO Editor, Colección Manoa, Caracas, Diciembre 2006.
2da. Edición, lacl, Contracorrientes, Sentencias en incertidumbre.BID&CO Editor, Colección Manoa, Caracas, Noviembre 2011.
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lacl, Contracorrientes, Sentencias en incertidumbre. BID&CO Editor, Colección Manoa, Caracas, Diciembre 2006.
2da. Edición, lacl, Contracorrientes, Sentencias en incertidumbre.BID&CO Editor, Colección Manoa, Caracas, Noviembre 2011.
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Juan Sánchez Peláez – Por los ritmos primordiales
Recomendamos encarecidamente la escucha de este poema leído tan bellamente por una de las voces fundamentales de la poesía, Juan Sánchez Peláez. Haciendo click en el link remarcado a continuación se redirige a este hermoso registro, uno de los pocos que se consiguen en la red del querido poeta, un hombre de la vieja guardia. Y debajo dejamos el texto del poema, reduciendo el tamaño de la fuente por no perturbar la disposición de la palabra sobre la hoja. Forma parte de esa belleza de libro intitulado Aire sobre el aire.
Salud!
lacl
X
Por los ritmos
primordiales de
nuestra tierra
que es dura y suave
por los cinco sentidos
y nuestro abismo
por querer paladear la
luz
nos arrodillamos y
lloramos así:
si tu boca está en lo
infinito y tu espina es mi pan
ya debes tener dos
piedras sobre cada
mano del desierto
ya no posees abejas
dentro del panal
ni manantiales sino
montañas elevadas
y continúas dormido en los
páramos
que no son albergue de
nadie
y es inútil que hagamos
frente a ti
salvas de aplausos o
disparos con fusiles
y no te importa el
grito demasiado audible
entre nosotros
y no te repones del
sueño
ni de tus páramos que
sueñan también
ni de la claridad
eterna
P. S. A tantos años de distancia dejo ahora, en el ombligo de la madrugada, noche colmada por el canto de los ranas alborotadas por la lluvia, las carátulas de las ediciones de esa colecta de anotaciones recogidas al desgaire.
lacl, 22 de Agosto de 2018.