(Escrito en 13 y publicado en 31.)
Tú me
abandonarás en primavera…
Este ha sido un año de trémolos y
estremecimientos, de andar tenue, como de aleteado paso de gorrión sobre aguas
encontradas.
No creo que nadie agradezca el verse
en el trance de padecer un espíritu revuelto. Y, sin embargo, hemos de
reconocer que es una especie de enrevesamiento del alma lo que ha signado el
paso de los días, al menos, de los días de este humilde servidor. Y que esa ha
sido un poco la tesitura de los tiempos, tanto del río que canta en silencio
mientras nos cruza detenido, como de los tiempos que nos arroban el corazón con
sus improntas celestes de lluvia desenfadada o las tardes o mañanas que
repentinamente todo lo visten de gris.
Uno agradece el tostado naranja que
cierta tarde se despliega como para darle un beso en pleno ombligo. Se le
ilumina el fuelle que por tantas jornadas se ha visto sobrepasado por la
intemperancia humana de la hora.
Pero, ¿es que puede uno vivir
caminando de puntillas sobre una soga extendida en el aire, un poco al descuido,
un poco bajo el disimulo, un tanto histrión y parlotero? Definitivamente puede…
Cual un artista del hambre con pericias para el trapecio.
Porque la melancolía tiene tantas o
más artes como la alegría para hablar, a sottovoce, lo que esta nos canta a voz
en cuello. Y cuando a la alegría le han sido extirpadas las cuerdas vocales,
sale al tablado la nostalgia para hacerle el quite y darle un vuelco al carro
en que pretendíamos cruzar las calles como si tal cosa. Y toman turno las
baladas y boleros, toman turno los callados estribillos, cantados a pleno
pulmón en el sosiego de lo íngrimo. Y entonces, la callada alegría se da cuenta
de que no andaba exangüe, sino que tenía que vestirse de aire para habitarnos
el alma. Y da, entonces, las gracias a la maestra añoranza por haberle
deletreado la mudez. Y aprende que puede vivir explayadamente en las horas
afónicas, gozando de los dones impalpables.
Estas líneas vienen a propósito de
tener yo el alma secuestrada. Y tal secuestro ha sido consumado, a plena luz
del día, por un cruce del adiós con la alegría. Se trata de un soneto de
Antonio Gala, cuyo primer verso reza: Tú me abandonarás en primavera…
Dejo acá la letra y, más abajo, la
canción en la voz de Clara Montes. Es una de esas tonadas que van
enroscándosele a uno, poco a poco, como una enredadera en las frondas de la
respiración.
lacl, 13 de Agosto de 2013
Tú
me abandonarás en primavera,
cuando
sangre la dicha en los granados
y
el secadero, de ojos asombrados,
presienta
la cosecha venidera.
Creerá
el olivo de la carretera
ya
en su rama los frutos verdeados.
Verterá
por maizales y sembrados
el
milagro su alegre revolera.
Tú
me abandonarás. Y tan labriega
clareará
la tarde en el ejido,
que
pensaré: Es el día lo que llega.
Tú
me abandonarás sin hacer ruido,
mientras
mi corazón salpica y juega
sin
darse cuenta de que ya te has ido.
Antonio Gala
.