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Me tomo el
atrevimiento de revelar una parte que toca a lo íntimo, como lo es toda
amistad. La carta esperanzadora que nos enviara Roberto Arizmendi, a fines de
año pasado y la casi inexcusable (pues sólo la excusará el cariño) respuesta mía,
a un mes de recibida esa misiva. Las comparto ahora porque, vistos y palpados
los humanos hechos, siento y creo firmemente que no todo está perdido; que hay mañana
y que ese mañana no tiene por qué venir signado de tragedia. Y porque siento y
creo firmemente que si no nos es posible mudar hoy los dislates para
convertirlos en bienes, sé que podemos lograrlo, al menos, en nuestro entorno
inmediato. Y eso es no sólo esperanza, sino una esperanza signada por lo posible.
Con mi afecto de siempre:
Llega de nuevo el cierre de un ciclo de vida.
Hay fechas socialmente simbólicas y significativas,
como el fin de un año y el inicio de otro. No es que el día anterior sea
drásticamente distinto al siguiente, son simbolismos sociales que tienen el
sentido y la importancia de la reflexión y el replanteamiento de valores,
actitudes y propósitos.
Este año que está terminando hemos sido testigos de
decisiones y actos que contradicen la esencia humana; actos de barbarie directa
o encubierta. No se piensa en el ser humano sino en el interés del poder, del
dinero, del lucro, de lo individual sobre lo colectivo y social. El
autoritarismo, la usura, la guerra, la acumulación y la competencia siguen
siendo una constante social a través de la historia. La venganza y el pago con
la misma moneda sólo reproduce piramidalmente el escenario; no es, por tanto,
la respuesta.
La historia es algo que se construye por el hombre.
Habremos de ser capaces de imaginar cómo es el mundo que anhelamos y decidir
qué hacer para construirlo. Los niños y adolescentes de hoy serán los artífices
de la nueva sociedad. Los adultos podemos aportarles algo, si surge de la
esencia humana y de los valores fundamentales, para que ese cometido se logre
con la experiencia del pasado y la ilusión del futuro. La responsabilidad y la
tarea es de todos. Pensemos en todos al aportar algo.
Reafirmo el valor esencial de la amistad. Esto es lo
que envío en este mensaje. Un destello de esperanza, con la certeza de que
todos debemos y podemos aportar algo para hacer más habitable este mundo y
contraponerlo a la barbarie, con generosidad y espíritu de colaboración, con
imaginación para construir de otra manera nuestros días, con todos, convencido
de que nacimos para ser felices y todos debemos aportar para que seamos felices
todos.
Un abrazo fraterno de afecto y amistad para toda la
familia, en estos días de reflexión sobre el pretérito inmediato y el futuro
anhelado.
Roberto
Coyoacán, diciembre de 2015 – enero de 2016.
(A Roberto)
Con mucha pena, Roberto, contesto a tu hermosa carta
un mes después. La verdad es que vi tu misiva en mi correo y no pude abrirla en
su momento. Sebastián acababa de llegar la noche anterior de la ciudad de la
gran manzana. ¡¡¡Teníamos casi año y medio sin vernos!!! Y para colmo de los
agites del corazón, logré finalmente que mi -un tanto tozuda- madre se viniera
a casa a pasar precisamente los días navideños con nosotros (lo de tozuda no es
por sus 94 bien llevadas primaveras, siempre ha sido mujer firme en sus convicciones).
No tuve mucho tiempo ni fuelle espiritual, como no fuera el que le dedicara a
la familia, razón por la que, te podrás imaginar, me desconecté casi que de
todo lo que no tuviera que ver con el clan que alojaba en casa. Así que te voy
a pedir, una vez más, que me disculpes estas tardanzas en mis respuestas.
Aparte de eso, el año que se inicia es, para los
venezolanos, un año sumamente delicado. He tenido que redoblar esfuerzos para
tantas cosas, pues la situación aquí es la de un saltimbanqui que camina sobre
una cuerda muy, pero muy floja. Nada de lo que te diga podrá pintar el panorama
debidamente. Los que aquí gobiernan (subrayo esto, no los que aún creen en
ellos) no son más que unos saqueadores de disfrazada izquierda. Y da verdadera
vergüenza el constatar el grado de corrupción al que han llegado esos
expoliadores, aunados a una nueva elite castrense que vive como hijos
dilectos de Rockefeller. Lo que se ve en nuestras tierras hoy es precisamente
lo que tan palmariamente pintas en tu misiva: “…el autoritarismo, la usura, la
guerra, la acumulación y la competencia…” esgrimidas como base de un desarrollo
social y económico en el que sólo pueden avanzar los que detentan el poder.
Amén de la descomposición espiritual que tanta gente pretende pintar como
social, única y exclusivamente, lo que no es más que una comodidad, Hace dos o
tres días, te pongo por ejemplo, unos malandros incineraron dentro de su auto a
una pareja, delante de sus hijas, porque la familia no pagó el rescate
solicitado por su secuestro. Las niñas se quemaron las manos tratando de salvar
a sus padres…
Por supuesto que comparto, a pie juntillas contigo,
que la violencia no es la respuesta, amén de que al hombre, en buena lid
educado, no puede nacerle el gusto por la crueldad de modo espontaneo. Le nace
porque se le amamanta en el ejercicio de la violencia. Es menester, entonces,
pienso humildemente, que la mujer vuelva a ser mujer y el hombre, hombre. Que
nos percatemos de que en las prisas del afuera no está la respuesta, sino en
las lentitudes del hogar, donde el calor produce todos los bienes de que
necesitamos para una vida sana y verdaderamente próspera, esto es, colmada de
solaz y confianza en el presente y un poco signada por la despreocupación por
el futuro, en el sentido de que no tenemos por qué creer o pensar que nosotros
somos los responsables de todo lo que habrá de suceder en el cosmos. Somos
migaja y, como tal, deberíamos complacernos en vivir y experimentar el gozo de
tomar nuestro somero puesto en el concierto de la noche ancestral. Por supuesto
que teniendo conciencia de nuestra responsabilidad para con todo lo vivo que
nos rodea. Pero esa conciencia tenemos que rescatarla, cada uno de nosotros, en
lo íntimo, para compartirlo con el ser amado y con el prójimo.
No sabes con cuánto calor acompaño ese sentir tuyo que
tan bellamente expresas en tu glosa, pero por sobre todo en esos dos
esperanzadores párrafos de cierre:
“…La historia
es algo que se construye por el hombre. Habremos de ser capaces de imaginar
cómo es el mundo que anhelamos y decidir qué hacer para construirlo. Los niños
y adolescentes de hoy serán los artífices de la nueva sociedad. Los adultos
podemos aportarles algo, si surge de la esencia humana y de los valores
fundamentales, para que ese cometido se logre con la experiencia del pasado y
la ilusión del futuro. La responsabilidad y la tarea es de todos. Pensemos en
todos al aportar algo.
Reafirmo el
valor esencial de la amistad. Esto es lo que envío en este mensaje. Un destello
de esperanza, con la certeza de que todos debemos y podemos aportar algo para
hacer más habitable este mundo y contraponerlo a la barbarie, con generosidad y
espíritu de colaboración, con imaginación para construir de otra manera
nuestros días, con todos, convencido de que nacimos para ser felices y todos
debemos aportar para que seamos felices todos…”
Porque yo creo firmemente en el candor de la niñez y en la posibilidad de que
no se nos extravíe, ni se nos arrebate en nuestra senda hacia la adultez.
Porque para mi hijo soy un amigo, como lo fue mi padre conmigo. Porque tengo
esperanzas en esos sentires renovados que vienen, de suyo, en los corazones de
esas vidas que levantan la mirada al mundo y, amén de la belleza, ven las
injusticias y se topan con lo incomprensible: que el hombre sea lobo del
hombre. Y se les comprende su sed, sus ansias, su hambre por cambiar las cosas.
Lo has dicho bien y me traes al recuerdo al querido Canetti: no podemos darnos
el lujo de asumir nuestra responsabilidad para con el prójimo y con el entorno,
como si se tratara de una “responsabilidad limitada”, eso dejémoselo a las
firmas pecuniarias que dirigen los insensatos que aún creen que su única misión
en la vida es la de amasar fortunas. Algún día, cambiando el hombre, para bien,
y dándose se cuenta de que no puede seguir comportándose como el integrante de
una sociedad anónima, habrán de cambiar éstas de actitud y de misión, en lugar
de firmas privadas y/o sociedades anónimas, acaso tendremos (y muchos
formaremos parte) de agrupaciones dedicadas al provecho del espíritu. Que todo
lo demás vendrá por añadidura. Falta mucho, eso no lo vamos a negar, pero no es
ruta intransitable, tenemos el sendero abierto a nuestros pies…
Un abrazo fraterno para ti y para toda la familia. ¿Cómo está Valerio? Gigante,
supongo. Las bendiciones para él y para todos!
Tu amigo insobornable y con el entrañable afecto de siempre, desde el día en
que nos conocimos,
Luis Alejandro
P. D. Te agrego la carta en word, tal como sueles
bellamente acostumbrar en tus misivas, no he escaneado mi firma, pero sabes que
va estampada en el aire...
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(Encuentro en Poetas de Zamora, Michoacán, México)
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(Con Roberto en Coyoacán, un excelente amigo y anfitrión)