Tomado de "Guerra y civilización", un libro que es síntesis autorizada del monumental "Estudio de la historia", de Arnold Toynbee. Al leer este sorprendente e iluminador pasaje del libro (como, en realidad, lo es todo ese capítulo dedicado al estado militarista, así como todo el libro también) tengo la impresión de que el temple espartano y su rígida e inclemente doctrina ha resucitado muchas veces a lo largo de la historia de la humanidad, pero es en los tiempos modernos e, incluso, en la presente hora, cuando más nos parece reconocer ese código encarnando en algunas sociedades militaristas... Nos encantaría dejar acá ese libro completo, pero eso es imposible para estos espacios. Recomendamos no una, sino una y mil veces, la lectura de ese libro tan necesario y caro a nuestras almas necesitadas de piadoso entendimiento.
Salud, lacl
"...si no podemos apartar nuestros ojos de los espartanos -como, sinceramente, no lo podemos- sin mirar primero también al otro lado del escudo espartano, debemos recordar sencillamente que los dos últimos años de la educación de un niño espartano -los años cruciales, de los que dependían más que cualesquiera otros, sus posibilidades de elección a una <<mesa>> se empleaban probablemente en el servicio secreto y que éste no era otra cosa que una banda de asesinos oficial que patrullaba subrepticiamente el territorio de Laconia ocultandose de día y acechando en la noche por todas partes, como un auténtico negotium perambulans in tenebris, con el objeto de eliminar a todo ilota que hubiese mostrado síntomas de insubordinación o acaso simples vestigios de carácter o ingenio. Si Esparta demanda, y a su sebido tiempo exige, el viril heroísmo de un Leónidas y de sus trescientos con el fin de cubrir el nombre espartano de incomparable gloria militar, también demanda -y no deja de exigir- la criminalidad juvenil de su servicio secreto con el objeto de que la reducida minoría de <<pares>> pueda mantener sus pies sobre los cuellos de una abrumadora mayoría numérica de "inferiores", "dependientes", "miembros nuevos" y "siervos" que se regocijaría si tuviese la oportunidad de "comerse vivo" al puñado de amos. Si bajo el sistema "licurgeo" los espartanos se elevan hasta algunas de las más sublimes cimas de la conducta humana, también se sumergen en algunos de sus más tenebrosos abismos..."
Arnold Toynbee, Guerra y civilización. Esparta, el estado militarista.
La noche de los Mayas