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domingo, 27 de marzo de 2011

Inminencia de Abril, lacl - Cuadernario. Fe de errata - Nota bene / Guarida de los poetas: Giuseppe Ungaretti Contro la guerra e l'imperialismo / Borges, Octava Entrevista con Carrizo. Otro poema de los dones



Inminencia de Abril.

A punto de cumplirse cuatro años de su publicación, “me he prometido” dejar algunos ejemplares de Cuadernario * en algunas librerías de Caracas. ¿Por qué no lo he hecho antes? Acaso por mi inveterado pudor poético. Por cierta sensación de invalidez de la poesía ante la demencia que gobierna al mundo. Siempre he defendido la inutilidad de la poesía y doy gracias porque así sea.

Quizás ello me ha llevado a cultivar la inutilidad de todo gesto, de toda intención volitiva por divulgar lo que nos apasiona. Y sin embargo, continuamos intentándolo, seguimos nuestro derrotero, como el viajero y la sombra del poema La Calle, de Octavio Paz en “Libertad bajo palabra”, el que pareciera ser una recreación y homenaje de otro poema, éste de Antonio Espina, citado por Alfonso Reyes en el ensayo “Aristarco o anatomía de la crítica”, incluido en “La experiencia literaria”…

Luce como una gran contradicción y, seguramente, lo es. Eventualmente nacida en el seno de una necesidad profunda de autoafirmación pero, también, de comunión con ese resto de seres que no han de ser tan disimiles del nuestro.

Si uno no tuviera por cierto el paso del arroyo que irriga su acallado vivir, no tendría ningún sentido siquiera el respirar.

Siempre me ha acompañado cierto aire de descreimiento, como de reconocimiento de la insignificancia que yace enquistada en los hechos que pautan la historia de la humanidad y, a su lado, siempre ha viajado un culto subyacente y, casi diría, una fe de los que no voy a dar mayores señas. Tan sólo agregaré que se sustentan en una de las pocas certezas que puede lucir un hombre: la creencia de que la vida del espíritu es hálito anónimo y compartido, aquello que los antiguos nominaban con la palabra “pneuma”.

Pero también está cercana cierta fecha de abril (11 infausto para Venezuela), signada por la bruma de bajeza de que también hace gala el ser humano. Y con tal motivo reproduzco, más abajo, nota bene y fe de errata, acompañados del texto escrito en los días previos a tales sucesos, amén del que motivó la redacción de la errata y la nota bene.

Salud!
lacl


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CUADERNARIO

Fe de errata (página 35)
Quiso el infortunio filtrar una palabra inexistente (“adúctamente”) donde debía decir “adustamente”. Léase, pues, adustamente.

Nota bene. - Cuadernario se escribió a mano, en un cuaderno de notas con índice. Por fortuna, el cuaderno disponía de varias páginas para cada letra. Cierta mañana soledosa, una voz me impulsó a tomar el cuaderno y a escribir un texto en la primera página (bajo la A). La voz fue imperativa: la primera palabra a rasguear debía comenzar con la letra “a”, y todo sucedió de una manera un tanto surrealista: por impulso del azar y sin mayores pretensiones, pasto -como era- de una leve resaca que me legó una noche de bohemia. Fue, pues, producto de una visión y un dictado. Luego, sin proponérmelo, me vi en la página B y tracé un texto siguiendo el imperativo de iniciar con letra “b” la primera palabra; la voz que me dictaba lo trazado imponía esa norma, la cual me resultó sumamente placentera. No me sentí forzado en ningún momento. Lo mismo me acaeció con otros textos que siguieron esa misma jornada. Y, claro está, tal predicamento se impuso para los textos que se escribieron en fechas posteriores; eso sí, jamás me atuve a disciplina alguna; si se esbozaba en mis pensamientos una voz que intuía destinada a ese cuaderno, simplemente la añadía, sin importarme si ya había escrito algo previamente. De allí la razón de que, en algunos casos, para una misma letra se incluyan varios bocetos de la imago y, para otras, sólo uno.
Finalmente, la idea de los pliegos y el nombre del poemario (de algún modo hay que definirlo) están intrínsecamente relacionados entre sí y con el número cuatro. Como indica su raíz, cuadernario deviene de cuaternario. Y como los cuadernos, en la antigüedad, se componían de cuatro pliegos superpuestos, decidí atribuirle tal título y subdividir el libro en cuatro partes. Todo esto sucedió muy posteriormente a lo acaecido aquella mañana en que comenzaron a trazarse las páginas de mi cuaderno. He querido jugar con la referencia directa al cuaderno, pero también con una historia onírica y, a su vez, vigente. No se me oculta la dificultad de algunos de sus textos y cierta apetencia de anti-poesía. Pero fueron vertidos allí por una necesidad, precisamente la necesidad de desacralizar la poesía, de bajarla a tierra. No todo es bello decir, hay poesía en el mirar y en el pálido fresco que, a duras penas, puede uno retrotraer a la expresión.

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Y los textos arriba referidos, debido a la inminencia de Abril...

L

Los pájaros de la casa abrillantan el trance del instante
al cantar sus melodías, en pertinaz contrapunteo,
mientras la vasta sonrisa de sol besa el asfalto

Al unísono, millares de sables dibujan arabescos en el aire
Hienden, hieren la comarca inconclusa del reino de los milagros,
corte magnífica de lo visto y no dicho,
de lo vivido y no expresado

En urbes, aldeas, en tierras de nadie,
multitudes enloquecidas enarbolan consignas,
vocalizan arengas, manosean emblemas;
acaso no tengan la fuerza suficiente
para ahuyentar el llamado de los grillos
o el canto de los gallos,
acaso no tengan arrestos de cólera
como para espantar el aroma de las flores,
o tal vez ni siquiera tengan aliento bastante
para acallar el enigma inquiriente
que nos transita la noche
con su lienzo de nebulosas
Pero de algún modo alcanzan a inhibir,
en sus sentidos
(y, tal vez, en el de los marginables),
el perfume esencial de la ofrenda que es vivir,
pulso a pulso,
entre gotas de sudor y olvido,
nuestras canciones de amor
para lo incomprendido

(escrito en los días previos a la matanza del 11 de abril de 2002)



M

(Contemplando a una Virgen Negra
con el niño entre sus brazos)

Medianoche.
Toda ciudad es inhóspita.
Lo digo yo -que he vivido sólo en una-
a la luz de la llama de una vela
y luego de haber torcido cien esquinas.
No hace falta, para saberlo, ser un mago con una vara
que esparce estrellas de vino, hojalata u olvido.
Cuando se agote la llama de mi vela,
acaso ya estaré dormido
entre un collar de azucenas,
y acaso sea mi pecho una ristra
de inviolados corazones.
Una mano, sólo una mano virgen,
femenina,
se atreverá a extenderse hacia adelante
como una sonrisa saludando al cielo.
Y en la vela vigilante de mi finado sueño
un velador tendrá la última palabra
que será la primera, la única, impronunciable.
Y un niño negro contemplando el horizonte,
adustamente seguirá su camino,
con delicados pasos tanteará el tembloroso párpado
del suelo,
caminando feliz y sin destino,
hacia el útero de toda respuesta.

(aquí se ha corregido la errata aludida en el texto inicial)

* Cuadernario, Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados, Bogotá, 2007.
ISBN 978-958-98023-1-1




Nuestro agradecimiento a Alfredo Chacón por el texto escrito para la contra carátula de Cuadernario






GUARIDA DE LOS POETAS

Giuseppe Ungaretti Contro la guerra e l'imperialismo




Borges, Octava Entrevista con Carrizo
Otro poema de los dones

P. S. Lamentablemente han retirado la posibilidad de enlazar este maravilloso contenido en este blog. Espero que cualquier lector o escucha interesado pueda conseguirle en su red de origen, Youtube.


lunes, 28 de febrero de 2011


El socialismo se viste de igualdad para imponer la clonación.


Quiero dejar colgada esta glosa antes de que finalice febrero... Por tanto, adelanto el título, por los momentos...

jueves, 24 de febrero de 2011

Guarida de los poetas - Jorge Luis Borges: Sobre lo cifrado de toda inscripción. / JLB: LA CIFRA - Prólogo a "Los conjurados", Jorge Luis Borges, 1985. / Sala documental. Borges, sencillamente Borges. Arte poética, Límites, Poema conjetural, Everness. Borges por él mismo. Manuscrito hallado en un libro de Joseph Conrad.

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¿Dónde carrizos habría puesto yo mi ejemplar de La Cifra? Esa es una de mis consuetudinarias preguntas en lo que toca a los libros que podríamos llamar de cabecera. Lo había sacado de su anaquel, tiempo atrás, en compañía de Los Conjurados, debido a un afortunado reencuentro con tales lecturas. 
Y es que si algo llevo en la memoria, tatuado como con las llamaradas de una vela que acercamos de improviso a faz o a corazón (no lo sé, a ciencia cierta) es la conmovedora Inscripción que abre La Cifra y la otra, no menos sentida, que abre Los Conjurados.

Son escritos con emoción. Y ese es un asunto que Borges se cuida de nombrar a la hora de señalarnos el equilibrio que ha de convocarse entre intelecto y poesía, a la hora de intentar integrar esos procesos en la creación de un poema. Borges se cuida de acotar que se trata de la creación intelectual de un poema. Y eso, me parece, es muy importante mantenerlo presente pues, Borges nunca se consideró un poeta a la altura de los grandes poetas que admiró, por el simple hecho de que, para escribir poesía, no hallaba soltura en verso libre, no se sentía cómodo. Es decir, debía imponerse una brida, de metro y rima, aunque no en todos los casos, para poder expresarse poéticamente. Ello sustenta su no oculta admiración por el verso de Whitman, que logra alcanzar según Borges, lo más alto a que puede aspirar un poeta: el ritmo. 

A pesar de estas consideraciones humildes de Don Jorge Luis con respecto a su propia obra, yo lo estimo como un grandísimo poeta, pues no puedo olvidar cierto estremecimiento en la piel convocado por sus letras. Estremecimiento que Robert Graves atribuiría, sin más, a la Diosa Blanca y no al autor Borges. Mas lo cierto es que todo poeta fidedigno o, como le nominara Whitman, todo poeta cabal, cultiva su propia poética. No hay poeta sin poética. Aunque no la formule sesudamente a través de la palabra crítica. Es perentorio acotar,  sin embargo, que en una de sus últimas entrevistas, Borges desdijo esa teoría sobre el verso libre y la calificó como errónea. 

Por suerte, tengo “back up”, pues hace algunos años pude conseguir, a muy buen precio, tres volúmenes de las obras completas de JLB. Los he tenido por varios meses rodando por la casa. Menos esquivos que los cachorros sueltos. Me he ido al volumen tercero y, una vez más, como suele sucederme, ábrese el volumen en la página que convoco, aquella que reza: La Cifra (1981). Palabra cierta, dice mi madre.


Y no sé, me dirán que no son creaciones poéticas, pero a mí, tanto la Inscripción de La Cifra, como la de Los Conjurados, me parecen entregas tan empapadas de poesía como el más logrado soneto o la más complicada Elegía. Y son escritos en los que, cosa rarísima, dejó Don Jorge Luis Borges traslucir uno de los acicates del vivir y, por ende, de la poesía: el más alto amor.


“El que da no se priva de lo que da. Dar y recibir son lo mismo”, dice Borges en la Inscripción de La Cifra.


“Sólo podemos dar lo que ya hemos dado. Sólo podemos dar lo que ya es del otro”, dice, luego, en la Inscripción Los Conjurados.


Traigamos unas palabras de Carl Sandburg con respecto a poética, “La poesía es el diario escrito por una criatura del mar, que vive en la tierra y desea volar”, para luego darle paso al “Arte poética” de Borges, seguido de otras lecturas, no sin antes dejar aquí un par de textos, uno de La cifra y otro Los conjurados

(lacl)



LA CIFRA
.
La amistad silenciosa de la luna
(cito mal a Virgilio) te acompaña
desde aquella perdida hoy en el tiempo
noche o atardecer en que tus vagos
ojos la descifraron para siempre
en un jardín o un patio que son polvo.
¿Para siempre? Yo sé que alguien, un día,
podrá decirte verdaderamente:
No volverás a ver la clara luna,
Has agotado ya la inalterable
suma de veces que te da el destino.
Inútil abrir todas las ventanas
del mundo. Es tarde. No darás con ella
.
Vivimos descubriendo y olvidando
esa dulce costumbre de la noche.
Hay que mirarla bien. Puede ser la última.
.
Prólogo a "Los conjurados", Jorge Luis Borges, 1985.
.
“A nadie puede maravillar que el primero de los elementos, el fuego, no abunde en el libro de un hombre de ochenta y tantos años. Una reina, en la hora de su muerte, dice que es fuego y aire; yo suelo sentir que soy tierra, cansada tierra. Sigo, sin embargo, escribiendo. ¿Qué otra suerte me queda, qué otra hermosa suerte me queda? La dicha de escribir no se mide por las virtudes o flaquezas de la escritura. Toda obra humana es deleznable, afirma Carlyle, pero su ejecución no lo es.
No profeso ninguna estética. Cada obra confía a su escritor la forma que busca: el verso, la prosa, el estilo barroco o el llano. Las teorías pueden ser admirables estímulos (recordemos a Whitman) pero asimismo pueden engendrar monstruos o meras piezas de museo. Recordemos el monólogo interior de James Joyce o el sumamente incómodo Polifemo.


Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso. No hay poeta, por mediocre que sea, que no haya escrito el mejor verso de la literatura, pero también los más desdichados. La belleza no es privilegio de unos cuantos nombres ilustres. Sería muy raro que este libro, que abarca unas cuarenta composiciones, no atesorara una sola línea secreta, digna de acompañarte hasta el fin.
En este libro hay muchos sueños. Aclaro que fueron dones de la noche o, más precisamente, del alba, no ficciones deliberadas. Apenas si me he atrevido a agregar uno que otro rasgo circunstancial, de los que exige nuestro tiempo, a partir de Defoe.


Dicto este prólogo en una de mis patrias, Ginebra.


J.L.B.


9 de enero de 1985
 

  *****

Borges, sencillamente Borges…

Arte poética
https://www.youtube.com/watch?v=zCO46pcXoeg



LÍMITES, Jorge Luis Borges.

Hay una línea de Verlaine que no volveré a recordar.
Hay una calle próxima que está vedada a mis pasos,
hay un espejo que me ha visto por última vez,
hay una puerta que he cerrado hasta el fin del mundo.
Entre los libros de mi biblioteca (estoy viéndolos)
hay alguno que ya nunca abriré.
Este verano cumpliré cincuenta años;
La muerte me desgasta, incesante.

https://www.youtube.com/watch?v=6nMFVdF_DM4

POEMA CONJETURAL



Everness

http://www.youtube.com/watch?v=V6VjKoMHZLU&feature=related

Everness, Jorge Luis Borges

Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
Dios, que salva el metal, salva la escoria
y cifra en Su profética memoria
las lunas que serán y las que han sido.

Ya todo está. Los miles de reflejos
que entre los dos crepúsculos del día
tu rostro fue dejando en los espejos
y los que irá dejando todavía.

Y todo es una parte del diverso
cristal de esa memoria, el universo;
no tienen fin sus arduos corredores

y las puertas se cierran a tu paso;
sólo del otro lado del ocaso
verás los Arquetipos y Esplendores.



Manuscrito hallado en un libro de Joseph Conrad


lunes, 21 de febrero de 2011

Letras contra Letras. Digresiones de un divagador… y algunas palabras en torno a humanismo y un libro de Edward Said. / La amistad y los libros. / Una callada lujuria por la vida, Alberto Amengual. .


















Hace unos días tuvimos la grata visita de mi compadre Mario Amengual, ocasión para retomar una conversa que ha de llevar ya unas tres décadas de iniciada, hecho sucedido una noche en la que una modesta pregunta como la que él me formulara, “Poeta, ¿usted bebe?”, recibiera un “algo” como tímida respuesta. Eso fue al salir de una clase conjunta con la querida Mery Sananes, en la Escuela de Letras de la UCV. Pasamos algo así como dos o tres noches con sus días, recorriendo bares, botiquines y polleras de Caracas, haciendo pausa en casa de mis viejos y, si mal no recuerdo, haciendo otro alto en la casa de su también querido hermano Alberto.

Hago esta memoria porque varias cosas gratas me han pasado esta semana. La ya referida visita de Mario, cuyo colofón fue su regalo del conmovedor libro del aludido Alberto, publicado el año pasado, Una callada lujuria por la vida, así como un ejemplar de una de las novelas del propio Mario, El cantante asesinado, para que la obsequie a quien me plazca; hecho por mí retribuido al obsequiarle el que considero mejor libro que he leído en los últimos cinco años, en lo que toca a una noción manoseada (y acaso fuera de moda para la insobornable prisa moderna), como lo es el humanismo.

Me refiero a Edward Said y su libro Humanismo y Crítica Democrática, cuyo subtítulo reza: La responsabilidad pública de escritores e intelectuales. La alegría viene deparada en la relectura de tal libro y en saber que a mi compadre ese libro también le ha subyugado, por decir lo menos. Creo que la amistad que nos une se funda grandemente en el asombro que nos causa, justamente, la falta de asombro en que vive –grosso modo- el ser humano, tanto como su deserción ante inquietudes vitales, su abolición de preguntas en torno al relacionarse con aquello que Alfonso Reyes tan agudamente denominara “dulzura ambiente” y la falta de tempo para lo que realmente vale la pena en el vivir, como es la vida misma.

En fin, escribo esta nota al desgaire, un poco sin motivo claro o, acaso, con demasiados motivos… Esa noche estuvimos leyendo en voz alta varios de los poemas de Alberto. Hay una redondez en ellos que resulta conmovedora. Circunferencia de la voz. Entrega incondicional a la diafanidad del decir, por lo que me voy a permitir reproducir, al final, uno de tales poemas, que fue muy de mi gusto.

He alternado la lectura de ese libro con el de Said en los días sucesivos y el gesto ha resultado placentero. Me vi forzado a aminorar un tanto la lectura de Vida y Destino, extraordinaria novela que debemos a la mano de Vasili Grossman, escritor execrado durante el proceso de “apertura” de Nikita Jrushov. Jrushov (o, como más se conoce por los medios de prensa occidentales, Krushev) no escatimó medios para soterrar la amenazante sombra paterna de Stalin, pero no alcanzó a vislumbrar que sus tácticas para acabar con el ubicuo fantasma no podrían evitar el inicio de la caída de esas piezas de dominó que conformaban una ilusión designada con las siglas URSS.

El poemario de Alberto, lírica de lo íngrimo, apostilla del ver, y lo que llevo leído de la saga de Grossman, torbellino de muchedumbres, gesta de la crueldad y, a un tiempo mismo, de humanidad, acaso nacida de otra lírica de lo íngrimo, otra anotación del mirar, vienen a hilar desde puntos distintos en esa misma tela con la que Said tiende la mesa.

Y, si se me da la ocasión, he de extrapolar un poco los asuntos abordados por Said, por interpuestas personas. ¿Puede un poeta liando sus bártulos desde lo íntimo, desde la adustez de su propia soledad o, como planteara Rilke a un joven poeta, desde lo pequeño e inopinado hacia lo que nadie o casi nadie más presta atención, abordar y enaltecer los valores de la humanidad y de la historia o, si se quiere, de la historia de la libertad? Definitivamente puede. Tanto como lo puede la más afanosa de las epopeyas memorada por un relator que, bien mirado, igualmente habla desde lo íntimo, desde lo pequeño e inopinado hacia lo que nadie repara, como puede ser su propia soledad arrasada por la multitud.

Otro hecho fortuito de la semana es la inesperada llegada de más libros a nuestra casa (¡faltaría más!). Se suponía que recibiríamos algún aparato doméstico, debido a los reacomodos inmobiliarios de mi familia política, mas no cajas cargadas de aparato crítico de muy diversa índole, amén de novelas, poemarios, memorias, filosofarios, libros de alquimia… El caso es que mi suegro, con quien tanta familiaridad siento a pesar de no haberle podido conocer en vida, ha querido hacernos un legado y en la camioneta han venido unas cuantas cajas con sus queridos libros, amén de otros más de mi “adorado tormento” que nunca se llevó de su casa. He pasado un par de días conversando con ellos y por la noche, en lo que queda de tiempo, vuelvo a la lectura un tanto menos dispersa. Entre sus libros encuentro varias joyas: Totemismo, de Frazer, un volumen con varias obras de Voltaire estupendamente encuadernado por mi suegro -quien fue litógrafo-, clásicos griegos, obras de Paracelso, Galileo, muchos volúmenes de las obras completas de un “desconocido” Amado Nervo, edición al cuidado de Alfonso Reyes, quien escribe varias extraordinarias semblanzas de su conterráneo (no pude evitar leerlas), el diccionario filosófico de Ferrater Mora (la edición de gran formato, en dos tomos) y muchos libros más. No sé de dónde habré de sacar tiempo no sólo para el acomodo de las obras recibidas, sino para su degustación, pero nos las arreglaremos…

Pero volviendo al tema, esto es, al discurso, al combate contra la falta de hilo -dispersión que puedo atribuir, en mi descargo, al hecho de haber estado sometido, por muchos días, a la incomunicación informática, gracias al ingenio de los siempre aguzados corsarios cibernéticos- quiero decir que quien se toma el riesgo no sólo de poetizar o de narrar, sino incluso de simplemente imaginar, a la luz del especializado oscurantismo moderno, no puede evadir la vital pregunta ¿Tiene sentido el devaneo del pensamiento o el devanarse del espíritu ante la intriga incomprensible que postula la locura colectiva que a todos se inculca como razón inconmovible? Definitivamente tiene.

Si toda obra literaria es, en sí, el fruto de un trabajo intelectual, amén de envolver en esa labor el universo emotivo, la dimensión espiritual y hasta el hado de lo intuitivo (aquella fuerza penta-dimensional a que alude Robert Graves como signo de la poesía), no podemos soslayar que el intelectual, para decirlo con las palabras de Said, haya de ser un “…vigía de la humanidad…” y que algunas de sus luchas consisten “…en protegerse de la desaparición del pasado e impedirla…” así como en “…construir con el fruto del trabajo intelectual campos para la coexistencia en lugar de campos de batalla…”

Y ahora sí, acá dejo colgado el poema de Alberto Amengual.

Fin de partida *

a Xavier Salas
La travesía llega a su fin
y la nave encallada
cómplice
de una gaviota de inmaculado vuelo
agita sus maltrechas velas
en señal de amorosa despedida

En homenaje a su fidelidad
trazo sobre la arena
inextricables escenas guerreras
sin vencedores ni vencidos

Parado frente al mar
solo y sin alternativas
como un héroe trágico
miro sin cesar el horizonte
de mi puntual destino
señalado por los astros al nacer

Mi espada no volverá a ser espada
sino remo de madera pulida
y reloj ya sin arena
el fatídico mensaje
de un cuerpo que vuelve a su origen.


* Alberto Amengual. Una callada lujuria por la vida, Fundación Editorial El perro y la rana, Colección Poesía Venezolana / Contemporáneos, Caracas, 2009.
Otro libros citados:
- Mario Amengual, El cantante asesinado, BID&CO EDITOR, Caracas,2010
- Edward Said Humanismo y Crítica Democrática, cuyo subtítulo reza: La responsabilidad pública de escritores e intelectuales. Ramdon House Mondadori, DEBATE, Caracas, 2006
- Vasili Grossman Vida y Destino, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008

- Lo afirmado por Graves puede encontrarse en uno de los ensayos incluidos en el libro Los dos nacimientos de Dionisio, Seix Barral, he citado de memoria y no tengo el libro a la mano...








jueves, 27 de enero de 2011

Ya no hay más “Lectura”

 
Siempre resulta una mala nueva el que una librería a lo tradicional (esto es, una dedicada al saber, la cultura, las artes, las ciencias y el humanismo; no ese nuevo concepto de espacio donde lo que se ofrece es quincallería de ocasión, un poco más allá de los libros de autoayuda y de “filosofía” encapsulada) se vea forzada a cerrar sus puertas, pero cuando le toca a una de las decanas, es como para entristecerse. Ya no hay más “Lectura”, se acabó, c´est fini, no dio para más… Luego de casi seis décadas de librera labor, se mudó al sótano de los recuerdos, mientras que esa bóveda subterránea en la que se mercadeaba el saber se ha convertido en otra plaza despoblada, otra comarca erosionada en este fingimiento de país del que somos arte y parte... Y me atrevo a hincarme en una palabra que hoy -de manera maniquea, sensiblera y maquillada de moralina- es denostada, mal vista y ultrajada, para hacer alusión a un culto que en Lectura, como en otras ancestrales librerías de Caracas se cumplía: el del mercado del espíritu… ¡Y nadie debería taparse la nariz por haber juntado yo mercado con espíritu en una misma frase! Sólo los militantes de la inopia o de enceguecidos credos, amén de algunos pícaros y oportunistas, habrán de darse por ofendidos, el tipo de gentes a quienes les encanta ejercer la autoridad o padecerla con gozo masoquista.
Porque mercado y librería no significan “todo” lo que solían significar antaño es que estamos como estamos, sobrellevando un colectivo empobrecimiento de lengua y espíritu que, como peste, cabalga a paso de vencedores. Cuando Pound le propone a Whitman, en su poema Pacto, “que haya comercio entre nosotros”, no me parece que se estuviera refiriendo a derechos de autor o majaderías por el estilo.
¿Qué fueron los mercados, si no plaza de encuentro para los ciudadanos de toda urbe? ¿Acaso no lo siguen siendo hoy? ¿Por qué habría de ser más importante para el común mortal, el mercado petrolero o el de Wall Street que el añejo mercado de hortalizas o la vieja librería de la esquina? A mi parecer, quienes bruñen la autoridad como un reverenciado talismán, mientras se apropian de su ejercicio, son mucho más responsables del empobrecimiento de la lengua y del espíritu que el distraído hombre de a pie.
En fin. Algunos lustros atrás, me paseaba yo por las estanterías de “Lectura” y debo confesar que se me hacía agua la boca, al tanto que se me arrugaba el corazón, por no poder adquirir la ingente y variada cantidad de buenos títulos que allí concurrieron a exponer sus atavíos ante los comensales de las cifras… ¿Cuántas veces no oculté yo en algún recoveco de sus estanterías un título de precio inalcanzable, en la esperanza de poder llevármelo en una próxima visita? ¿Cuántas veces no pillé a algún otro amante de los libros concibiendo y perpetrando disimuladamente la misma treta? Quién habrá de recordarlo, no lo sé, pues a Lectura poco iban ya quienes antaño fueran sus habituales visitantes.
Walter Rodríguez, librero insignia en este sainete de país que más parece un disoluto principado, estuvo tratando de evitar el cierre que hoy se ha consumado. Pues si al principado le resulta un caso de lesa humanidad el que usted trate de mantener bien surtida su vitrina, sea de verduras, libros o enseres, ¿qué caso tiene?
La ciudad se mueve, los hábitos cambian, en tanto que encarnamos una nación de desmemoria en la que se abusa de consignas de hojalata ante las que, sin embargo, buena parte del vulgo exhibe cada vez menos conformismo. 

Luis Alejandro Contreras
26/01/2011

Las fotos fueron seleccionadas de la enorme cantidad que tomara nuestro querido Juan Ernesto López, la noche de presentación de contracorrientes - sentencias en incertidumbre, el 14 de Diciembre de 2006. Sello BID&CO EDITOR, Colección Manoa.


Otra fuente: http://letrascontraletras.blogspot.com/2007/07/blog-post.html 

GALERÍA DE IMÁGENES

viernes, 14 de enero de 2011

El Viento que penetra, lacl, Ante el Ching 57, surgieron estas líneas… / Hexagrama 57 / Per Nørgård - I Ching - Hexagram No.57 ''The Gentle, the penetrating''

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El Viento que penetra


Ante el Ching 57, surgieron estas líneas…






La duda está en el aire,
pero no es el viento su vasija;
él sólo transporta, en su liviandad,
nuestras excrecencias, cenizas e impurezas.

Ciclos y círculos de apaciguada serenidad
componen los días del hombre;
mas, para él, pasan inadvertidos.

El ajetreo citadino
sofoca su respiración y
nubla su vista,
procurándole a la duda
una preeminencia que no tiene.
Y él termina convirtiéndose en
un ser malcriado, chabacano
y cruel para con los otros.

Pero a algunos pocos
les llega una agraciada hora,
la hora de detenerse.

Les llega el momento
de sentarse,
de respirar,
de cerrar los ojos,
de abrirlos,
de ver
y de olvidarse.

Y es ésa la hora de los dones,
pues, en lo ordinario
subyace lo extraordinario,
en lo desatendido
se recrea el embelesamiento
de una rendida providencia.

Y el viento les penetra.


(cuarta versión, septiembre 18 de 2010, madrugada )














 Hexagrama 57






Per Nørgård - I Ching - Hexagram No.57 ''The Gentle, the penetrating''


jueves, 13 de enero de 2011

Tao Te Ching, I 11 de enero, 4 am.


Tao Te Ching, I
11 de enero, 4 am.

Esta madrugada me asaltó, en el entresueño, la primera frase del Tao, evidentemente, una nota al margen venida desde las sombras para acodar mi anterior nota. Es la frase que reza:

...El Tao que puede ser expresado no es el Tao eterno...

Muchas traducciones del Tao-Te-Ching adolecen precisamente de esa fisura, quieren expresar lo inexpresable. Y colocan nominaciones tales como Sentido o Caos, donde lo que debe leerse es TAO…

El Tao incita a ir más allá de las trampas del lenguaje que, bien mirado, funge (no pocas veces al día) como una máscara del yo. Sólo por tejer sus bordes en torno a tales trampas es que, para mí, este libro -esencialmente poético- nunca ha dejado de ser de cabecera…


Tao Te Ching, Ediciones Morata, Madrid, 1980. Versión de Caridad Díaz-Faes sobre la inglesa de Ch´u Ta Kao.