Un poeta a carta cabal, cuya voz no tiene que envidiarle nada a nadie, primero y ante todo, porque un poeta genuino no es un ser que envidie, al menos no con la envidia de la inquina. La única envidia permisible a un poeta genuino es la amorosa o afectiva, aquella que nace de la admiración generada en el pecho ante todo lo creado, así sea por la desconocida mano de otro poeta o la de un poeta hermano. No me imagino que la mezquindad halle tierra para fecundarse donde por influjo de madre Natura y como por generación espontánea se otorgan los frutos de la poesía.
Una vez un amigo editor me preguntó si yo tenía entre mis anaqueles alguna poesía de Teófilo Tortolero, pues le había encomendado a una poeta hacer una selección antológica de su obra. Le dije que lamentablemente no era fácil conseguir sus libros de poesía en las estanterías de las librerías caraqueñas y que, efectivamente, sí tenía yo cómo contribuirle, haciéndole mención de la publicación antológica selectiva realizada por la revista POESÍA, de la cuidad de Valencia con el auspicio del Departamento de Cultura de la Universidad de Carabobo. Tal publicación fue realizada hace ya unos 27 años. Pero debido a la dificultad de poder uno reunirse o trasladarse, amén de querer evitarme el riesgo de lo que con el tiempo uno aprende: que "libro que sale es libro que no vuelve", me di a la tarea de hacerles una selección que luego les enviaría por correo electrónico, gesto que me agradecieron mi amigo Editor y la poeta a través suyo. Pasado el tiempo se me olvidó preguntarle si ese proyecto se cristalizó, nunca vi en las librerías algún ejemplar poético con ese sello donde se recopilara la obra de Tortolero, tampoco recibí alguna noticia o invitación al lanzamiento de un libro tal. Supongo que quizás el proyecto se quedó en eso, en ser un proyecto. En todo caso, en estos últimos meses, en qué estado leyendo de todo, me he leído nuevamente esa selección realizada por el poeta Carlos Osorio con el sello de Ediciones POESÍA. Y hoy el tiempo vuelve a confirmarme lo que sentí al leerle por primera vez y es que, lo reitero, la de Tortolero es una de nuestras grandes voces poéticas y acaso sea una de las menos recordadas en nuestro propio patio. Pero como dijera el poeta Reynaldo Pérez Só en la breve nota de la contracarátula, Tortolero fue poeta que "voló más allá de Venezuela sin salir de las fronteras". En cierto modo me recuerda al poeta norteamericano Wallace Stevens, de quien se dice que es un poeta que sólo es leído por otros poetas.
Basta leer unos cuantos poemas de Teófilo Tortolero para que se suscite la experiencia de toparse con una voz cavernosa que cala hondo en el alma de quien escucha lo que lee, o del que lee en el aire lo que escucha, pues resonando se queda, como suspendido sobre un viento interior, sobre una brisa que pasa pero no se va. De allí que, a la vuelta de tantos años, me luzca perentorio rescatar algunos poemas de Tortolero para dejarlos en este blog al desgaire y a la mano de cualquier descaminado visitante que, curioso, quiera asomarse a la experiencia. Dejaré aquí uno de sus últimos poemas publicados y uno de sus primeros; luego iré incorporando otros poemas suyos, pues tengo que transcribirlos.
Salud, lacl.
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Me quedo con la muerte gustando
los sapos en el patio; muerte que es la tuya
la mía en todos, caídas desde el cielo
lleno de su firme azul y nubes
de los cantores del aire y su tibio plumaje
Quedo aquí esperando el momento en que tu tren,
muerte, atraviese mi pecho y salga al espacio
donde la luz expira su consuelo
Quedo en la hoja desprendida y arrojada al lodo
del río que nos comprende en su lento pasar frente a la ventana
desde donde entendí tu fermosa ternura.
(DE LA ÚLTIMA TIERRA, Teófilo Tortolero)
Todo suena a lástima, a piedad y al fondo estar en el olvido
Parece que las almas retornaran de un viaje que nunca hicieron
Todo se escurre, todo se va, alma, y las flores que tejiste
en días y días de prisas, besos y pausas,
angustiosas pausas, pero melodiosas,
se destiñen en el aire frío
Presiento que estas manos ya no tienen las tuyas
deseosas de huir del tacto de mi sombra.
Me recibe el rumor de mis ojos solos
en su golfo asombrado de ser nada,
a pesar del calor de un pecho clamoroso,
pasto de llamas de fieros y ardorosos venenos.
Guardo mi día y la pureza de un pensamiento
en el alcohol que tus ojos preservan
como un ocaso lleno de hojas y sacrificios.
Madre del amor
me siento solo.
(EL DÍA PERDURABLE, Teófilo Tortolero)
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