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sábado, 22 de diciembre de 2018

SONIDOS, Henry David Thoreau. De Walden o La vida en los bosques. / Paul Winter Consort - The silence of a candle y otras composiciones.





En mi opinión muy personal, no hace falta escribir poemas para ser poeta. Y aunque Thoreau tuvo la fortuna de cosechar ese gusto de dedicarse al culto de la Diosa Blanca, no es muy conocido por esta faceta de su vida. Sin embargo, podríamos decir que en Thoreau lo que encarna la poesía es su propia actitud ante la vida. Es un perfecto ejemplo de lo que hace algunos años calificáramos como un ars vivendi en armoniosa consonancia con un ars poética. Sin más, debido a lo extenso del párrafo extraído de “Sonidos”, uno de esos hermosos capítulos de Walden, les dejamos con lo que avizoramos como una actitud vivencial propicia para un respirar en armonía. En cierto sentido, Thoreau es, incomparablemente, un ser mucho más revolucionario que toda una suma de sesudos filósofos, economistas y teóricos de la política juntos.

Salud!

lacl

SONIDOS, Henry David Thoreau. De Walden o La vida en los bosques. 

Pero mientras nos confinemos en los libros, aun los más selectos y clásicos, y leamos tan sólo determinadas lenguas escritas, que no son sino dialectos provincianos, corremos el peligro de olvidar ese lenguaje sin metáforas, abundante y ejemplar, que hablan todas las cosas y eventos. Mucho es lo publicado; poco lo que deja impronta. Los rayos que se filtran a través de la persiana no serán recordados cuando ésta sea quitada. Ningún método ni disciplina puede obviar la necesidad de mantenerse siempre alerta. ¿Qué son un curso de filosofía o poesía, por muy selectos que fueren, o la mejor sociedad o hábito de vida más admirable, comparados con la disciplina de mirar siempre a lo que ha de ser visto? ¿Ha de leer uno siempre, estudiar meramente, o ver en torno? Leed vuestro futuro, ved qué os depara y marchad resueltos hacia él. El primer verano no leí libros; escardé las judías. ¡Ca!, a menudo hice algo mejor que eso. Hubo veces en que no me sentí capaz de sacrificar la flor del momento a tarea alguna, fuera con la cabeza o con las manos. Me gusta conceder un amplio margen a mi vida. En ocasiones, después de haber tomado mi acostumbrado baño, me sentaba toda la mañana en el umbral de mi puerta hasta que el sol llegaba hasta lo más alto, y me ensoñaba entre pinos y nogales y zumaques, en soledad y calma completa, mientras las aves cantaban a mi alrededor o revoloteaban sin ruido por toda la casa hasta que el sol que coloreaba mi ventana de poniente o el traqueteo de algún carro viajero en la distante carretera me hacía reparar en el tiempo transcurrido. En estas ocasiones yo maduraba como el maíz en la noche, pues eran de más valor que cualquier otro empeño manual. No se trataba de tiempo sustraído a mi vida, sino muy superior al que ocupaban normalmente mis rutinas. Comprendí qué encierran los conceptos orientales de contemplación y abandono de quehaceres. Las más de las veces no me daba cuenta siquiera del transcurso de las horas. El día avanzaba como en espera de alumbrar alguna obra mía; era por la mañana, y hete aquí que se había hecho la noche, y de nada memorable quedaba constancia. En vez de cantar como las aves, yo sonreía silenciosamente a mi incesante buena fortuna. Como el gorrión en lo alto del nogal que sombreaba mi puerta, su trino, así yo, mi gorjeo sofocado, que aquél podía oír saliendo de mi nido. No eran días de la semana, con el sello de alguna deidad pagana, los míos; no se desmenuzaban en horas ni les apresuraba el tictac del reloj; pues yo vivía como los indios Puri, de los cuales se dice que «para ayer, hoy y mañana cuentan con una sola palabra, e indican las variantes de significado señalando hacia atrás en el primer caso, hacia arriba en el segundo y adelante en el tercero». Sin duda, que eso era pura pereza para mis conciudadanos; pero si las flores y las aves me hubieran juzgado según su patrón, no me hubieran hallado en falta. Un hombre debe encontrar sus ocasiones en sí mismo, es verdad. El día natural es muy tranquilo y difícilmente le reprochará su indolencia. Al menos sobre aquellos que se ven obligados a buscar su diversión fuera de lo propio, en la sociedad y el teatro yo tenía por mi modo de vida la ventaja de que éste era mi mejor entretenimiento, que jamás dejaba de resultar original. Era un drama de muchas escenas y sin desenlace. Ciertamente, si siempre nos ganáramos la vida y reguláramos ésta de acuerdo con el último y mejor de los modos aprendidos, jamás nos molestaría el fastidio. Seguid vuestro genio de modo suficientemente ajustado y éste no dejará de presentaros un panorama nuevo cada hora. El quehacer doméstico se había convertido en grato pasatiempo. Cuando el suelo estaba sucio, me levantaba temprano, y después de apilar mis muebles fuera de la casa sobre la hierba, cama, colchón y ropas en montón único, baldeaba el piso, salpicándolo aquí y allí de nivea arena de la laguna para dejarlo limpio y blanco luego con la escoba; cuando los del pueblo habían dado fin a su desayuno, el sol mañanero había secado ya mi casa lo suficiente para trasladarme de nuevo al interior, de modo que mis meditaciones apenas si habían sido interrumpidas. Resultaba agradable ver todos mis bienes y enseres sobre la hierba, formando una pila como atado de gitano, y mi mesa de tres patas, de la que no había quitado siquiera los libros, pluma y tintero que reposaban en su sobre, entre pinos y nogales. Diríase que también mis muebles se felicitaban por salir fuera y que lamentaban reincorporarse a su encierro. Algunas veces estuve incluso tentado de disponer un toldo por encima de ellos y reinstalarme de tal guisa. Valía la pena ver brillar el sol sobre estas cosas y oír el viento libre que abría camino por sus recovecos; la mayoría de los objetos que nos son familiares parecen mucho más interesantes fuera que dentro de la casa. Un ave se posa sobre la próxima rama, la siempreviva crece debajo de la mesa y la zarzamora abraza sus patas; por doquier se ven pinas, castañas y hojas de fresa. Diríase que fuera éste el modo en que estas formas habían sido transferidas a nuestros muebles, mesas, sillas y armazones de cama, precisamente porque éstos hubieran estado alguna vez rodeados de aquellos. Mi casa se alzaba en la ladera de una colina, junto al borde de un gran bosque, en medio de una joven arboleda de pinos y nogales, y a eso de unas cuarenta perchas casi del lago al que conducía, colina abajo, una estrecha vereda. En mi patio de enfrente crecían fresas y moras, siemprevivas, yerba de San Juan (1) y cañas doradas, (2) un robledal incipiente, el cerezo de la arena, vaccinias y cacahuetes. Hacia finales de mayo, el cerezo del
arenal (Cerasus pumilla) adornaba los bordes del sendero con sus delicadas-flores, que formaban umbelas cilindricas en torno a sus cortos tallos, los cuales, sobrecargados al fin por hermosas y grandes cerezas, se vencían en otoño como guirnaldas que despidieran destellos a uno y a otro lado. Las probé en homenaje a la naturaleza, aunque apenas podían paladearse. El zumaque (Rhus glabra) crecía exuberante alrededor de la casa, abriéndose camino a través del dique que yo había construido y alcanzando ya casi dos metros de altura en su primera temporada. Su ancha y pinada hoja tropical, aunque rara, resultaba agradable a la vista. Sus voluminosas yemas, que surgían poderosamente de tallos secos, diríase muertos, a finales de la primavera, se convertían como por arte de magia en graciosas y tiernas ramas verdes de más de dos centímetros de diámetro; y a veces, sentado junto a la ventana, era testigo de su rotura, cuando, en busca de desmesurado crecimiento sometían sus articulaciones a tal esfuerzo que éstas cedían, aun en ausencia de viento, con un chasquido claramente perceptible. En agosto, las muchas bayas que al estar en flor habían atraído a una multitud de abejas, adquirían gradualmente su aterciopelado carmesí final antes de vencerse y quebrar con su peso las tiernas ramas de que pendían.

Desde la ventana en que me encuentro sentado en esta tarde de verano veo rondar a los halcones en torno al claro; el vuelo presuroso de las palomas salvajes que atraviesan mi campo de visión en formación de a dos o a tres o que se mueven agitadas sobre las ramas del pino blanco que guarda la parte trasera de mi casa llena de susurros el aire; un halcón pescador cae sobre la cristalina faz del lago y se hace con un pescado; un visón se desliza ante mi puerta para capturar una rana en la orilla; los juncos se doblan bajo el peso de los chamberguillos que revolotean aquí y allá, y durante la última media hora he ido oyendo el traqueteo de los trenes, ora muriendo en la distancia ora reviviendo progresivamente como el sonoro aleteo de una perdiz, con su carga de pasajeros de Bostón en busca de la campiña. Pues no me hallaba tan alejado del mundo como aquel muchacho que, según he oído decir, fue colocado con un granjero de la parte oriental de la ciudad y antes de que pasara mucho tiempo escapó y volvió a su hogar, lleno de cansancio y de añoranza. Jamás había visto un lugar tan triste y apartado; toda la gente había desertado; ¡con decir que ni siquiera se oía el silbido del tren! Dudo de que quede ahora un lugar así en todo Massachusetts:

In truth, our village has become a butt
For one of those fleet railroad shafts, and o'er
Our peaceful plain its soothing sound is Concord. (3)


El tren de Fitchburg pasa junto al lago a eso de unas seiscientas perchas de donde vivo. Por lo general suelo dirigirme al pueblo siguiendo su terraplén y, por así decir, ese es mi vínculo con la sociedad. El personal de los convoyes de carga que recorre toda la línea me saluda como a viejo conocido, de tantas veces como nos cruzamos, y al parecer me toma por otro empleado; y tal soy. Yo también repararía gustosamente las vías en algún lugar de la órbita terrestre. El silbido de la locomotora penetra en mis bosques invierno y verano, como el grito de un halcón que otea el corral de una granja, informándome de que numerosos comerciantes inquietos procedentes de la ciudad se acercan a la aldea, o de que, por el lado opuesto, hacen lo propio emprendedores tratantes del interior. Cuando caen bajo el mismo horizonte se gritan sus avisos para obtener paso, voz que en ocasiones se oye en dos pueblos a la vez. ¡Campo, ahí vienen tus comestibles! ¡Campesinos, he aquí vuestras raciones! Y no hay hombre alguno con suficiente independencia para rehusar. ¡Y ahí va su precio! chilla el silbato del lugareño; maderos como largos arietes a veinte millas por hora contra las murallas de la ciudad, y plazas suficientes para acomodar a todos los que llegan molidos y sobrecargados. Con esa tremenda y magnífica cortesía ofrece el campo asiento a la ciudad. Todas las colinas repletas de gayuba india, todos los prados de arándanos se desnudan y rastrillan hasta la ciudad. Arriba va el algodón, abajo el lienzo tejido; arriba, la seda; abajo, la lana. Arriba, los libros, pero abajo el ingenio que los escribe.
Cuando me encuentro con la locomotora, con su tren de vagones en movimiento planetario —o más bien como un cometa, ya que el observador no sabe si con esta velocidad y dirección visitará de nuevo este sistema, pues la órbita descrita no parece poseer retorno— y la nube de vapor como estandarte que se extiende en guirnaldas de oro y plata, como muchas nubes que yo he visto en lo alto de los cielos desplegando sus masas a la luz, como si ese semidiós viajero, ese hacedor de nubes, quisiera tomar el ocaso como librea de su cortejo; cuando oigo al caballo de hierro hacer resonar las colinas con su bufido de trueno, sacudiendo la tierra con sus cascos y expulsando fuego y humo por sus ollares (ignoro qué clase de caballo alado o qué fiero dragón colocarán en la nueva mitología), parece que la tierra se hubiera hecho con una raza que ahora fuera digna de habitarla. ¡Si todo fuera como parece y los hombres hicieran a los elementos servidores suyos con nobles fines! Si la nube que flota sobre la máquina fuera la perspiración de hechos heroicos o tan benéfica como la que se cierne sobre los campos del labrador, los elementos y la Naturaleza misma acompañarían animosamente a los hombres en sus andanzas y les darían escolta.


1. Hypericum perforatum. (J. Gárate, op. cit., p. 109.)
2. «Golden rod». Solidago. esp. Solidago virgaurea. El arbusto de igual nombre (Bosea yerba mora) es original de las Islas Canarias. Trad.
3. «En realidad, nuestra aldea se ha convenido en una terminal / De una de esas flechas rápidas ferroviarias, y sobre / Nuestra tranquila llanura, su sonido dulce es: Concord», de W. E. Channing. (J. Gérate, op. cit., p. 110.)





Paul Winter Consort - The silence of a candle























Fotos de un servidor, lacl (tomadas con la cámara de un celular)

jueves, 20 de diciembre de 2018

Espejismo, el altar donde reside nuestros sosiego, nota al aire y desgaire de la contemplación, lacl / MISSA GAIA - EARTH MASS -PAUL WINTER / Paul Winter "MIDNIGHT / MINUIT" - RETURN TO GAIA





Espejismo, el altar donde reside nuestros sosiego, nota al aire y desgaire de la contemplación, lacl

No es algo fácil de vislumbrar el altar donde reside nuestro sosiego, pero si algo no nos parece prudente es colocar nuestras esperanzas de alcanzarlo sobre manos ajenas.

Los seres humanos solemos caer en el error de aposentarnos en el oasis que se levanta, promisorio, como un palacio de la dicha, representado en una amorosa promesa, pero suele también suceder que ese palacio representado por la hermosa figura humana en la que encarna la promesa de lo amado, tampoco sabe dónde está la morada de la dicha.

La palabra desengaño está fuertemente entrelazada a esta candorosa y casta entrega del alma humana que un ser deposita en otro ser. Y no creo que andemos descaminados o equivocados los seres humanos al pensar así, pues el amor puro, virgen, primario, nos lo figuramos incapaz de causar daño alguno.

Pero cuando la humanidad (esa divina persona que transpira en cada poro de individualidad) ha sido inculcada en tantos cultos que abaten los primarios mandatos de la naturaleza, cuando se le ha inducido a vivir -sin darse cuenta- secuestrada por decálogos, patrones o valores que, de por sí, son inhumanos y -para colmo- negadores de la naturaleza, es cuasi imposible hallar nuestro sosiego en una relación amorosa.

Primero deberíamos romper la cáscara que nos separa del mundo, de la creación que nace de suyo, como por milagro y por doquier; contemplar el esplendor de la vida que nos excede o transgrede y que, por fortuna silente, encarna en nuestra savia y respiración, para comprender, ya no con el intelecto, sino con la piel palpitante, que el sosiego reside en nuestra rumorosa y casi imperceptible relación con ese tenue hálito o aliento que late en cada elemento que nos regala la naturaleza, vibrando en cada cosa creada y sobre la que no solemos reparar, ni dedicarle la más mínima atención, aquello que ha sido creado por una mano superior a la frágil humanidad.  

Bien mirado, la humanidad es tan frágil como el capullo de una rosa. Pero se nos ha pretendido adoctrinar con la tesis de que lo humano es lo más fuerte y dinámico que haya sido creado en el mundo. Con este velo de mentira le crecemos a un mundo que, impertérrito, sigue su marcha, sin tomar en cuenta los desaguisados acometidos por sus hijos. Al final del camino, ese mundo devorará toda efímera huella humana.

¿Cuál puede ser el propósito de luchar contra una naturaleza que nos supera con creces y que encarna hasta en el último corpúsculo del cosmos? ¿Cuál puede ser la razón de que la humanidad se haya convertido en una generadora de mentiras? Acaso podamos hallar algunas respuestas en nuestro miedo a vivir como una rosa o un alce, un árbol de eucalipto, un puma o una mariposa, en concierto y lucha con el resto del entorno. 

Pero cuando hablamos de concierto y lucha, no nos referimos a esa escuela de preceptos que reside en mandamientos, sino en esa vívida y desapercibida relación de olvido y reconocimiento que se renueva en cada inhalación del aire.

Si negamos en nosotros esa relación, ¿cómo pueden germinar amor, dicha o sosiego?

Nota al aire y desgaire de la contemplación. lacl, 20 /12 /2018, al alba.















MISSA GAIA - EARTH MASS -PAUL WINTER


Paul Winter "Midnight / Minuit"



RETURN TO GAIA 
 



miércoles, 19 de diciembre de 2018

Sueño, José Antonio Ramos Sucre, La torre de Timón / VERONAL, vida y obra del poeta José Antonio Ramos Sucre / El Signo Secreto Itinerario de José Antonio Ramos Sucre




Este sueño, cuya aparición debemos agradecerle a nuestra amiga Maria Gogni, quien tan gentilmente lo ha transcrito y enviado por medio de estas redes virtuales es, como suele suceder con la poética de Ramos Sucre, una inédita visión, un cuadro sorprendente sobre el ser y la nada o el ser y el todo.

No es mera ficción aunque se apoye en la imaginación. Es, a nuestro juicio, espléndido ejemplo de lo que en el poeta llega a haber de visionario o anticipador de mundos.

Sólo una palabra o, mejor, expresión, se sale del contexto, me parece, para dar una clave personal. Y es esa frase final de la “voz desesperada de confinado”. Hasta ese momento uno podría anticipar que el lugar que refiere el poeta o el visionario -a pesar de ser un vivo (o, más bien, inerte) cuadro de un “no hay lugar”-, no es la prisión para un confinado, sino la maravillosa posibilidad de aventurarse de volar hacia parajes más allá del universo. Eso, a un servidor, no lo ahoga, al contrario le mueve o invita a esa maravillosa y posible aventura del ser en otras instancias.

Pero la vida del admirado Ramos Sucre no fue un jardín plagado de rosas y laureles. De allí, presumo yo, ha de haber nacido aquella frase final que, en lugar de parangonarlo con el Dante en el Purgatorio, le parangona con el condenado a una ignota versión del averno. 

Esto es, esa frase final, punzante, desoladora, transforma la visión en una pesadilla.

Salud!
lacl

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Sueño

Mi vida había cesado en la morada sin luz, un retiro desierto, al cabo de los suburbios. El esplendor débil, polvoroso de las estrellas, más subidas que antes, abocetaba apenas el contorno de la ciudad, sumida en una sombra de tinte horrendo. Yo había muerto al mediar la noche, en trance repentino, a la hora designada en el presagio. Viajaba después en dirección ineluctable, entre figuras tenues, abandono a las ondulaciones de un aire gozoso, indiferente a los rumores lejanos de la tierra.

Llegaba a una costa silenciosa, bruscamente, sin darme cuenta del tiempo veloz. Posaba en el suelo de arena blanca, marginado por bosques empinados, de cimas perdidas en la altura infinita. Delante de mí callaba eternamente un mar inmóvil y cristalino. Una luz muerta de aurora boreal, nacida debajo del horizonte, iluminaba con intensidad fija el cielo sereno y sin astros. Aquel paraje estaba fuera del universo y yo solo lo animaba con mi voz desesperada de confinado.

José Antonio Ramos Sucre
La torre de Timón

VERONAL, vida y obra del poeta José Antonio Ramos Sucre  



El Signo Secreto Itinerario de José Antonio Ramos Sucre








domingo, 9 de diciembre de 2018

No eres tú, ante el espejo, sino tu sombra, la que mira... Breve colecta de adagios y estampas recientes y no tan recientes, lacl. / That's The Way Of The World - Richard Tee / Acerina, Danzones Clasicos.





El adagio suele muchas veces apoyarse en la ironía. Implica siempre una lectura entre líneas. Es, por lo usual, el producto de una centella, relámpago o iluminación, aunque a veces pueda haberse tomado toda una vida para hacer aparición.  

La ambigüedad es la base de todo apotegma. No lo dice un servidor, lo ha dicho Erasmo de Rotterdam en su maravilloso ensayo sobre el apotegma. Ello no quiere decir que no oculte una realidad (evito escribir verdad y escribo realidad, dado que toda verdad es relativa).

Amén de ello, escribo desde la más humilde esquina del mundo y sin mayores pretensiones, toda vez que la más nimia pretensión concerniente a nuestro humano obrar me luce baladí, siendo que nuestro paso por el cosmos es, como mínimo, efímero; sólo tiene valor, en mi sencilla opinión, para nuestro paso por la vida.  Sirve de acodo, memorioso y (¿por qué no?) amoroso acompañante...

Salud!
lacl



* El adagio nace como la flor y como flor se va con el viento...

(a Maruja, mi madre)

lacl, 07 de Diciembre, 2018.


* No eres tú,
ante el espejo,
sino tu sombra,
la que mira

lacl, 06 de Diciembre, 2016. Amanecer.-


* El cuerpo es casi todo agua, el alma es casi toda memoria...

lacl, noviembre de 2014


* El oficio de poeta no es mostrar caminos, sino ante todo despertar la nostalgia.
(Hermann Hesse)

Porque del útero de las nostalgias nacen, como surtidores, nuevos brotes de savia, con sus penas y alegrías, pero en estado de gracia. La gracia de haber sido vividas a henchido pulmón...


(lacl, 9 de diciembre de 2014)


* Tarde llego a casa, bueno, no tan tarde, pero sí al borde de la ambarina boca que desde el cielo me lanza la pregunta: ¿aún respiras?

Primero de Septiembre de 2012


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Adagios del amanecer. A modo de respuesta a un escrito de noches pasadas...

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* No se puede escribir a futuro. Quien lo hace lo que crea son pamplinas, bienes de consumo.

* No se puede escribir razonando más allá de lo que pide la mano.

* No se puede escribir pensando en lo futuro. A menos que se quiera escribir un farragoso tomo de hermenéutica.

* Cuando uno escribe lo hace en presente continuo, aun cuando la memoria y el imponderable porvenir le asistan como apuntadores.

* Memoria y anticipación suelen cantar a sottovoce.

* Y, sin embargo, se escribe a futuro. A un porvenir que no pertenece a nuestro diario mundo.

lacl, 05 de Diciembre de 2018

Y aquí dejamos la razón de estos adagios del amanecer...


El rostro, en el ombligo de la madrugada

El me mira.
Desde el fondo de la noche
me mira.
Es el rostro inasible de la noche.
Inverosímil todo intento de prescribir
si es rostro de mujer o rostro de hombre.
Porque es el rostro de lo trascendente,
del paso más allá
de nuestra desarropada ambivalencia,
de nuestra inconclusa aspiración amorosa
en la unión de los contrarios,
falo y vulva, curva y pulso, piel y ansia.
Es la cara perfectamente pespunteada,
erizando mi piel al toparme con sus ojos
cargados de iluminante oscuridad.
Cuando cierra sus ojos,
sus parpados sonríen,
en armonía con la elipse de sus labios
y su despeinada madeja de luceros.
Acaso sea la Diosa, el Niño o el Demiurgo.
Acaso sean los tres.
Mas, de poco valen deducciones
cuando saltas a su encuentro,
cuando te entregas al abrazo.
La noche toda es puro labios.


lacl, 24 / 11 / 2018, en el ombligo de la madrugada…


Post Scriptum, a propósito de El rostro, en el ombligo de la madrugada:

En realidad, llevaba muchas jornadas en silencio. Pero, unos días antes del último sábado de Noviembre sentí la voz de mi mamá, la de siempre, diciéndome: “el sábado cumple tu papá un año más de su partida”. Y, entonces, nos largaríamos en conversa sobre lo vivido, los ancestros, los derroteros de la vida vivida, las locuras de familia, con sus alegrías y tristezas. Tuve la fortuna de cultivar esa conversa con ambos, de manera íntima y personal, quiero decir, siempre juntas, pero no revueltas y, a veces, juntas y muy revueltas. Lo cierto es que ese día me decía yo: mi mamá me hubiera pedido que le ordenara una misa en la iglesia de San Luis o en cualquiera otra. Y en el pensamiento se me quedaron ellos rondando, la una rezándole al otro en su partida. 

Por la noche, antes del amanecer, sin darme cuenta salieron estas impensadas y algo extrañas líneas, entre la sombra y el clarear, sobre los mismos pasajes memoriosos de aquella hora de su despedida, la despedida de mi padre, en aquella mañana de cielo verde (era también un sábado), de un verde nunca antes ni después visto por mis ojos, signo claro, para mí, de que mi padre ya se había ido y esa era su forma de despedirse, mientras yo, ante la llamada de mi madre, iba en camino hacia la casa.

Lo cierto es que no reparé en nada de ello cuando se redactara esa glosa de arriba, que intitulara como "El rostro, en el ombligo de la madrugada", pues no fue un gesto adrede. Pero al pasar de los días me he dado cuenta de que era una manera de orarle a Luis Amado, y de orarle en las voces de Maruja, quien siempre andaba canturreando, de un lado para otro, como un pájaro. 






That's The Way Of The World

Real Time Live In Concert 1992 In Memory of Richard Tee Richard Tee, Steve Gadd, Ralph MacDonald, John Tropea, Will Lee, Ronnie Cuber.


Acerina, Danzones Clasicos.





viernes, 30 de noviembre de 2018

Encomio de la memoria. Del Nacimiento o Pesebre, una semblanza, lacl / Luis Mariano Rivera, Quinteto Contrapunto, Morella Muñoz aguinaldos y música venezolana tradicional /




Encomio de la memoria. Del Nacimiento o Pesebre, una semblanza.   

Porque son mundos vivos, en cada uno de ellos va una historia humana, un rastro, un pueblo, nuestro paso mínimo en medio de la inmensidad del cosmos. Querámoslo o no, hay una huella cultural profunda y, por lo tanto, cultual, del mundo de ayer que se fue levantando estoicamente como una hiedra en el muro de los días. Hiedra que podíamos percibir en las palabras de la madre, o en las lecciones de catequismo que, incluso en las escuelas laicas, se impartían a los imberbes. Y aunque estas lecciones pretendieran ganarnos para el catolicismo, lo que realmente lograron fue crearnos un corpus mítico y vivo de un pueblo ancestral.  Y aquellas parábolas creadas (o, mejor, difundidas) para apuntalar una religión basada en la delación de un beso traidor se quedaron sin alma, sin techo y sin piso. En fin, al menos con el infante que fui no se logró el resultado deseado, el pespunte de sentido común que trae ya el infante no me lo permitió, por fortuna. Así que de los pesebres o nacimientos, lo que quedó marcado, para siempre, en nuestro corazón fue el anunciamiento de lo bello, lo bueno en el sentido de lo amablemente correcto, la anunciación de un prodigio para todos los seres humanos, humildemente representado en el advenimiento de una vida en medio de la más misérrima de las condiciones, en una barraca prestada.  

Los pesebres o nacimientos son mundos vivos, en cada uno de ellos va una historia humana, renovada año a año, como el rastro de un pueblo que nos designaba, en presente, a todos los seres humanos. La pequeña e increíble historia de una aldea que a todos nos significaba o encarnaba en ese paso ínfimo bajo la arrobadora estampa de la noche, manto del cosmos. 

Siempre me atacó esa presunción, desde mis primeros días, desde aquellos tiempos en que veía el amor con que mi madre levantaba sus nacimientos o pesebres. Al correr de los años, nada esperaba con tanto amoroso afán como que llegaran las navidades, para ayudar a mi madre a hacer ese mundo... Apostarle las luces, fabricarle estrellas tras un biombo en el que se dibujaba el cielo, esparcir las aguas de los arroyuelos transitando en quebradas la región (los hacíamos con hileras o tiras de traslúcido plástico enhebradas con tiras de papel plateado), colocarle las fuentes o glorietas que servían de mentideros a los habitantes de la pequeña comarca -siempre a su vera había un par de enamorados, una panadera y pastor de ovejas- e inventarle otras historias a hombres y luceros…

El Nacimiento o Pesebre vienen pues, a significar en nuestras costumbres algo que excede una doctrina de creencias, juramentos y penitencias. Simboliza la promesa de lo bello, de la vida que se renueva en armonía y año tras año, de la comarca de la que formamos parte; es un convite si se quiere mínimo, pero multiplicado a millares, a un convivir en paz entre los hombres.

Por fortuna, en casa cultivamos aún esa memoria. Una memoria colectiva que muchas personas han echado al cesto; y razón, en mi opinión muy personal, de que la cíclica promesa anual haya perdido tanto de su aura y magia. Al menos, en las costumbres de mi propia comarca, esa aldea en la que, en tiempos no tan lejanos, se sembraba la promesa de una renovación acompañada de un auto de fe, si se quiere, embadurnado de místico sentido de vida en colectivo.

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lacl, anotación, 30 / 11 / 2018.


















Una ristra de anotaciones, lacl / VIVALDI: «Filiae maestae Jerusalem» Jaroussky - Ensemble Artaserse / Louis Armstrong with Velma Middleton & His All Stars - Saint Louis Blues / Louis Armstrong & His All-Stars (Live @ The Newport Jazz Festival 1958) / Ella Fitzgerald and Joe Pass, Nature boy / Duets in Hannover 1975

















Guacharacas, rumbo a casa


Por dejar un rastro de lo memorado, acá dejo una ristra de anotaciones recientes, suerte de impensado diario.

lacl, 30  /  11  /  2018

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Llorar no es una debilidad de espíritu, ni una evidencia de estar ante una persona carente de temple, pues la aridez de aquellos parajes donde deberían asentarse alma, emoción o sentimiento es acento de los amputados de cielo. El acto de llorar no es siempre el mero acto quejumbroso de un alma desguarnecida, sino (bien mirado y cuando un corazón ha logrado mantenerse indemne ante los inveterados intentos de castración) el lance de quien sabe, en su esencia interior y no en el espejismo de las “verdades hechas”, que conmoverse no es derramar lágrimas mientras se esconde el rostro en un hoyo negro, sino una elevación celeste, pues se puede llorar con alegría y pundonor, arrostrando al cielo. Entonces las lágrimas afloran porque nacen como el arroyo, dan de beber, alimentan al viajero y hasta sorprenden al descaminado transeúnte que no sabe qué hacer ante la escena, si reírse, conmoverse o voltear hacia otro lado y sin deseos de preguntarse si está vivo. Quien se ha dado a la compasión acaso comprenda lo que intenta decirse en estas no sé si ahogadas glosas. El con-moverse es un acto de elevación, no de viciadas quejas.


lacl, 27 / 11 / 2018, mañaneando en la escucha del “Filiae maestae Jerusalem” de Vivaldi…


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Se le ha montado un cerco a la cultura de la lentitud. La avidez todo lo devora. La lentitud y la morosidad son factores fundamentales de la cultura. Y la prisa desbordada, su enemiga. Un aliado del libro es la morosidad. Y ya no hay tiempo para morosidades, ese es el lema. Aunque hay otros males también, que tienden a apuntalar ese cerco. Y es que conviene a ciertos gabinetes que el ser humano, en general, no lea y vaya perdiendo el gusto por el culto de la palabra. Lo que se promueve son palabras amañadas. Sin un culto por las palabras, en total libertinaje, no hay ideas. Y sin ideas no hay propuestas, quizás, ni malos pensamientos…

lacl, 24  /  11  /  2018

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Ante una nota que regenta la página o blog del grupo Dimitri Lipo, en la que ya su título  enuncia que la revista Poesía, publicación auspiciada por la Universidad de Caracbobo (Venezuela) ya no circula ni entre poetas…


“…Es una verdadera lástima. Guardo varios de sus volúmenes con amor en mis estantes. Lo compraba regularmente en las librerías donde llegaba. Y hubo un tiempo en que me llegaba ese decano del periodismo poético por medio de correo, aunque algunos no lo crean... Fue, acaso, debido a golpes de la azarosa fortuna. En mi breve, pero definitivo paso por unas oficinas ministeriales de cultura, me cupo la honra de organizar un encuentro de revistas literarias. Corría el año noventa. Aquello fue en el CELARG. Acudieron los representantes de unas 30 revistas, entre las que, por supuesto, Poesía no dejó asiento vacante. De pronto el CELARG se vio plagado de poetas de todas las generaciones. No sé, al paso de los años duele corroborar mucho de lo anticipado allí, tanto en el foro, como en la cafetería, por gente tan apreciada como Edmundo Desnoes, Rafael Cadenas, Francisco Pérez Perdomo, Adhely Rivero, Freddy Castillo, Ramón Ordaz, entre muchos otros de igual valía: que el asunto de la pertinencia o no de una revista literaria y esos infaltables avatares que signan la precariedad de su existencia obedecen, no exclusivamente a asuntos burocráticos, sino a una distorsión, cada vez más en ascenso, de las bases del humanismo y la cultura. Por supuesto, tomando en cuenta que la crisis de la burocracia es una clara manifestación de la crisis de la cultura y la deshumanización presentes. Y, a la vuelta del paso de los años, ¿qué decir de la crisis de egos que dejó regado entre los pasillos del CONAC ese encuentro marcado por una abrumadora presencia de poetas? Pues, que ese encuentro fuera reseñado por la prensa (especialmente El Nacional) de la manera en que lo hizo; eso fue lo único resaltante para mucha gente de la “cultura” de oficio, desviación de metas, puntos de cuenta y presupuestos. Y esa fue una de las razones de que me alejara luego de la cultura oficialista. En fin, creo que una revista literaria se hace como todas las creaciones que aspiran a rozar la belleza: han sido hechas con y por amor a lo que se hace. Cabe preguntarse si lo que ha entrado en crisis no será aquella zona donde se asientan los bebederos afectivos, espirituales y sensitivos del ser humano…”

lacl, 24  /  11  /  2018

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El poema es un concierto.


lacl, 24  /  11  /  2018

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El Cestrum nocturnum o Dama de noche todo lo invade con sus aromas. Es una pequeña flor de pámpanos que se multiplica en legión y cobra los espacios y aires. Está en plenitud desde hace algunos días, pero a la hora del pulmón, entre el silencio y la quietud, como que potencia su poder...

lacl 13 / 11 / 2018














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Y agrego un par de rescates de noches recientes. Del extraño tomo de Don Anselmo di Testarutto, “Apotegmas contra la peste”, Turín, 1935, que cayera en mis manos por obra del indecible azar.

* Político: Subespecie humana que se identifica por lucir siempre cabellera engominada y aire respetable; suele lucir a la deriva, pero es sólo treta para despistar. Gusta de reunirse en conciliábulos, en los que sustituye su melena por desplegadas plumas de ganso, mientras pone sobre la mesa toda la fuerza de su ingenio para subterfugios y ardides. La humanidad todavía no se convence de que esta subespecie debería llevar un implacable gendarme cosido a sus solapas las 24 horas del día...

Anselmo Di Testaruto, Apotegmas contra la peste, Turín, 1935

* Hay padecimientos que obstaculizan el sereno discernimiento, como lo es el que encarna en la base de toda vehemencia. Casi resulta imposible el discernir, se hace cuesta arriba o al menos nace de una manera contrahecha, dado que tal padecimiento tiene íntima relación con el impostor que se oculta tras un ego inflado. Y en la base de todo fanatismo desfallece la sed de tener -a todo trance- la razón, aunque más apropiado sería decir “la última palabra”. Si le quitan ese gusto a quienes disimulan este padecer, ¿qué les quedará? Desamparo en su total pureza. Pero es una pureza que no están dispuestos a encarnar. Andar por la calle sin la casaca de su razón autoritaria les causa pavor.

Apotegmas contra la peste, Anselmo di Testarutto, Turín, 1935.

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La memoria es un gran tejedor y un re-constructor de la humanidad. Una memoria que va siempre enlazada a los pensamientos del corazón, -como señalara alguna vez, James Hillman-, y que es necesario cultivar, como el más bello y frágil jardín de nuestra morada interior. Le confiero más poder a esa memoria de pecho que a los combates de la razón.

lacl, 13  11  2018

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Nota Bene:
Los contenidos audiovisuales musicales acá publicados pertenecen a terceros. Cuando los difundimos en este espacio es eminentemente por un interés cultural, humanístico o artístico. Si alguno de esos contenidos no puede ser visto en este espacio podrán ser disfrutados en la red YouTube.

VIVALDI: «Filiae maestae Jerusalem» RV 638 [II.Sileant Zephyri], Ph.Jaroussky/Ensemble Artaserse






Louis Armstrong with Velma Middleton & His All Stars - Saint Louis Blues 



Louis Armstrong & His All-Stars 
(Live @ The Newport Jazz Festival 1958)









Ella Fitzgerald and Joe Pass, Nature boy



Ella Fitzgerald and Joe Pass,  Duets in Hannover 1975