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martes, 8 de mayo de 2018

LAS ALMAS – José Antonio Ramos Sucre / Guarida musical: Debussy


Edward Burne-Jones-The mirror of Venus (El espejo de Venus)



Ramos Sucre se inventó un mundo de mitos dentro de la mitología. Este es uno de sus relatos más extraños y, sin embargo, más seductores y cargados de encabalgada significación. Da la impresión de que quien habla es Ulises. Parece haberle tomardo la palabra a Nietzsche, cuando éste dijo que Homero son todos los hombres. Lo dijo en virtud de que Homero nos legó el narrar o la leyenda oral por boca de todos los hombres que repitieron sus versos, amén de recrearlos cada vez que contaron esas, sus leyendas. Uno presiente la Arcadia en este lienzo, pues es un cuadro edénico lo que se nos ofrece en este crisol de palabras.

Tuvo Ramos Sucre la virtud de dibujar con las palabras un escenario al que, acaso, le hubiera resultado procaz referirse con la medianía de un lenguaje allegado a una realidad tan rastrera como la humana. Porque, bien mirado, la humana e innoble realidad del ayer no se distancia en nada de la de hoy. Ramos Sucre se creó un templo en el cual vivir a medias ante una imperante asfixia. Y su legado está allí, a la mano, para que lo descifremos, al menos, en nuestro íntimo socorro.
Salud!
lacl


LAS ALMAS – José Antonio Ramos Sucre – El cielo de esmalte.

La nave tenía el nombre de una flor y de un hada. Dividía rápidamente la superficie elástica del mar. El grumete anunciaba a voz en grito la isla de las aves procelarias. Sus rocas se dibujaban en el crepúsculo tenue, simulando las reliquias de una ciudad. Significaban la guerra de los elementos en un día inmemorial.

Una humareda se descomponía, a breve distancia del suelo, en una serie de orbes distintos. Un ser aleve se entretenía quemando leña verde en una atmósfera alterada artificiosamente. De donde venían las figuras inusitadas del humo.

En pisando tierra, descubrimos al autor del fuego. La naturaleza había intentado de modo involuntario y a ciegas el esbozo de una criatura humana. La malignidad del endemoniado se traspintaba en su fisonomía rudimental. Encerraba el viento en un odre.

Lo tratamos osadamente y sin respeto y lo dejamos inerme y contrito. El nombre de nuestra nave despertó de su letargo y redimió de su cautiverio una compañía de formas aéreas. Nos siguieron en el tornaviaje y su presencia no llenaba espacio.

Las condujimos al pie de un monte y penetraron en el seno de unos árboles, para esconderse. Una laguna las rodeaba y defendía con sus gases.

Quedaron bajo la encomienda de un ave libre de los menesteres y limitaciones de la vida.

.
 — 


Edward Burne-Jones - The Wedding of Psyche, 1895 (Bodas de Psique)

Edward Burne-Jones, The Sirens, 1875 (Las sirenas). Pastel.


Guarida musical: Debussy







lunes, 30 de abril de 2018

Fragmentarias - Ramos Sucre, Camus, Kafka, Stevenson, Nietzsche / Bach, Matthäus-Passion BWV 244.




La austeridad es una forma de crueldad. El hábito de la censura es tan sólo un desahogo de la soberbia, de creernos superiores a los demás, y la superioridad depende del punto de vista y es casi siempre ilusoria.

José Antonio Ramos Sucre - Carta a Dolores Emilia Madriz.
Hamburgo, 08 de Enero de 1930


He visto a personas obrar mal con mucha moral y compruebo todos los días que la honradez no necesita reglas.

Albert Camus, El hombre absurdo, en El mito de Sísifo.


Pruebas de una verdadera vida anterior. Yo ya te he visto antes, los milagros de la era primitiva y del fin de los tiempos.

Franz Kafka, Aforismos.


Los libros resultan ser buenos en su estilo, pero  no por ello dejan de ser un pálido sustituto de la vida.

Robert Louis Stevenson, Apología de los ociosos.



La consecuencia fundamental del trabajo es el impedimento de la ociosidad a la gente común; por ejemplo a los funcionarios, comerciantes, soldados, etc. La objeción fundamental contra el socialismo es que quiere instituir la ociosidad para la gente común. Ésta, ociosa, mengua y es una carga para el mundo.


Nietzsche, Fragmentos póstumos sobre política. 








GUARIDA MUSICAL.
Karl Richter. Bach, Matthäus-Passion BWV 244. 







Ramos Sucre. La vida del maldito, La Torre de Timon, 1929 / Lectura de La vida del maldito, Alfredo Escalante / Fragmento de carta a César Zumeta / GUARIDA MUSICAL: TRIBUTO A ORFEO.




José AntonioRamos Sucre

LA VIDA DEL MALDITO

Agregamos otra fábula poética de Ramos Sucre, en la que si bien se denotan algunos vasos comunicantes con un antecesor como Edgar Allan Poe en la atmósfera, el tema o la persecución del victimario (que no siempre en el arrepentimiento, pues la crueldad en la poética de Ramos Sucre fue más una cuestión de estilo o, si lo prefieren, un recurso para lacerar crueldades), también se prefigura lo que, algunos años después de haber sido publicada, se popularizaría como modus operandi para el crimen en masa: aquel de tener una fosa bien dispuesta para quienes son conducidos como ovejas al matadero.

lacl, previamente publicado en otra entrada de este blog blog, el 7 de septiembre, 2010

***


Jose Antonio Ramos Sucre. La vida del maldito, La Torre de Timón, 1929.

Yo adolezco de una degeneración ilustre; amo el dolor, la belleza y la crueldad, sobre todo esta última, que sirve para destruir un mundo abandonado al mal. Imagino constantemente la sensación del padecimiento físico, de la lesión orgánica.


Conservo recuerdos pronunciados de mi infancia, rememoro la faz marchita de mis abuelos, que murieron en esta misma vivienda espaciosa, heridos por dolencias prolongadas. Reconstituyo la escena de sus exequias, que presencié asombrado e inocente.


Mi alma es desde entonces crítica y blasfema; vive en pie de guerra contra los poderes humanos y divinos, alentada por la manía de la investigación; y esta curiosidad infatigable declara el motivo de mis triunfos escolares y de mi vida atolondrada y maleante al dejar las aulas. Detesto íntimamente a mis semejantes, quienes sólo me inspiran epigramas inhumanos; y confieso que, en los días vacantes de mi juventud, mi índole destemplada y huraña me envolvía sin tregua en reyertas vehementes y despertaba las observaciones irónicas de las mujeres licenciosas que acuden a los sitios de diversión y peligro.


No me seducen los placeres mundanos y volví espontáneamente a la soledad, mucho antes del término de mi juventud, retirándome a ésta, mi ciudad nativa, lejana del progreso, asentada en una comarca apática y neutral. Desde entonces no he dejado esta mansión de colgaduras y de sombras. A sus espaldas fluye un delgado río de tinta, sustraído de la luz por la espesura de árboles crecidos, en pie sobre las márgenes, azotados sin descanso por un viento furioso, nacido de los montes áridos. La calle delantera, siempre desierta, suena a veces con el paso de un carro de bueyes, que reproduce la escena de una campiña etrusca.


La curiosidad me indujo a nupcias desventuradas, y casé improvisadamente con una joven caracterizada por los rasgos de mi persona física, pero mejorados por una distinción original. La trataba con un desdén superior, dedicándole el mismo aprecio que a una muñeca desmontable por piezas. Pronto me aburrí de aquel ser infantil, ocasionalmente molesto, y decidí suprimirlo para enriquecimiento de mi experiencia.


La conduje con cierto pretexto delante de una excavación abierta adrede en el patio de esta misma casa. Yo portaba una pieza de hierro y con ella le coloqué encima de la oreja un firme porrazo. La infeliz cayó de rodillas dentro de la fosa, emitiendo débiles alaridos como de boba. La cubrí de tierra, y esa tarde me senté solo a la mesa, celebrando su ausencia.


La misma noche y otras siguientes, a hora avanzada, un brusco resplandor iluminaba mi dormitorio y me ahuyentaba el sueño sin remedio. Enmagrecí y me torné pálido, perdiendo sensiblemente las fuerzas. Para distraerme, contraje la costumbre de cabalgar desde mi vivienda hasta fuera de la ciudad, por las campiñas libres y llanas, y paraba el trote de la cabalgadura debajo de un mismo árbol envejecido, adecuado para una cita diabólica. Escuchaba en tal paraje murmullos dispersos y difusos, que no llegaban a voces. Viví así innumerables días hasta que, después de una crisis nerviosa que me ofuscó la razón, desperté clavado por la parálisis en esta silla rodante, bajo el cuidado de un fiel servidor que defendió los días de mi infancia.


Paso el tiempo en una meditación inquieta, cubierto, la mitad del cuerpo hasta los pies, por una felpa anchurosa. Quiero morir y busco las sugestiones lúgubres, y a mi lado arde constantemente este tenebrario, antes escondido en un desván de la casa.


En esta situación me visita, increpándome ferozmente, el espectro de mi víctima. Avanza hasta mí con las manos vengadoras en alto, mientras mi continuo servidor se arrincona de miedo; pero no dejaré esta mansión sino cuando sucumba por el encono del fantasma inclemente. Yo quiero escapar de los hombres hasta después de muerto, y tengo ordenado que este edificio desaparezca, al día siguiente de finar mi vida y junto con mi cadáver, en medio de un torbellino de llamas.


Del libro LA TORRE DE TIMON, 1925.









Fragmento de carta a César Zumeta.

"...Durante el insomnio de anoche he examinado una breve novela de Goethe, episodio inserto en Wilhelm Meister, y cuyo nombre es Bekenntnisse einer schönen seele. Si usted estuviera presente, admiraríamos juntos la habilidad de aquel poeta en describir los escrúpulos de un alma nostálgica, agitada por inquietudes teológicas. Ningún crítico de Goethe ha mentado jamás este breve momento del Wilhelm Meister. Por lo menos, yo no conozco ninguna referencia de comentador alguno. Goethe difiere aquí del panteísta y del naturalista..."

JARS, Hamburgo, 05 de Enero de 1930.

Los aires del presagio, Rafael Ángel Insausti. Monte Ávila Editores, Caracas, 1976



GUARIDA MUSICAL: ORFEO





José Antonio Ramos Sucre

sábado, 28 de abril de 2018

Guardián del alma, Sabina Spielrein - Carl Gustav Jung / LA DESTRUCCIÓN COMO ORIGEN DEL DEVENIR (*) SABINA SPIELREIN






Guardián del alma. (*)

Una bien contada historia, que me hizo llorar hacia  mis adentros. 
Venimos desarmados a este encuentro de gavetas e infinito... Y, la verdad, a veces nos cuesta no sentir conmiseración por estas vidas nuestras, humanas, tan precarias, tan personalmente soledosas, tan desamparadas, tan desnudas de divinidad y tan revestidas de falsos dioses y creencias, de tan resbaladiza autoafirmación, tan recargadas de no declarados engaños y desengaños…   

Este film, bien elaborado en líneas generales, logra despertar tanto la compasión como la nostalgia. Y eso es una gran virtud... Si una obra de arte ha de tener una misión o una función, en mi opinión, ha de ser la de despertar nuestra ordinariamente dormida sensibilidad, convocar la humana compasión y, un poco, como pidiera Hesse a la poesía, despertar la nostalgia. No le veo otro sentido al arte, que ha de tener su toque de poesía siempre en el trasfondo.  

Sin esa experiencia tan honda del amor imposible que ha sido, sin embargo, delectado casi que con el paladar que une al alma con la piel, experiencia que intuimos ha de haber sido tan dolorosa para Sabina Spielrein como para Jung, no habrían llegado, ni él ni ella, a conclusiones luminosas o, al menos, esclarecedoras para poder continuar con su vivir.

No debemos, sin embargo, dejar de lado que aunque el filme se base en un episodio real de las vidas de Spielrein y Jung, hay mucho de ficción en él, un componente que será imposible evadir en una obra de esta naturaleza. Hay mucho de conjetural en una obra de arte que, aun basándose en cartas y testimonios, aborde un universo tan esquivo como el de la psique.

La razón no cuenta, por lo demás, con herramienta alguna que pueda lidiar con lo numinoso que tiembla en experiencias emotivas tales como una insondable y vertiginosa pasión amorosa. Me parece que sólo el efecto reflexivo post traumático de la psique que ha sido tatuada con la experiencia del amor feliz y, a la vez, imposible, es capaz de intuir, si no zanjar y (menos aún) explicar, las razones de que la poderosa ceguera amorosa logre siempre alzarse victoriosa y con ello arrastrarnos irremisiblemente al abismo de la destemplanza cuando Afrodita y Eros tocan a nuestras puertas.

Pocos psicoterapeutas han sido tan insistentes en la absoluta necesidad de plantear un distanciamiento entre terapeuta y paciente, pues como Jung mismo expusiera en su obra escrita, el psicoterapeuta adolece del mismo pathos que sus pacientes. Evidentemente, nada logra abrirnos los ojos como aquello que se vive en carne propia.

Una pregunta, que dejamos abierta: ¿Quién es el guardián del alma de quién? Y una clave; la piedra que en el film le entrega el joven Carl a Sabina simboliza su alma. A lo que ella llana e inocentemente le responde, “Soul keeper”, mientras besa la piedra.

Sin más, aquí dejamos el enlace para quien desee degustar ese film. Y más abajo un fragmento de uno de los ensayos de Sabina Spielrein, luego de que se graduara como médico y se dedicara a la psicoterapia. 

Salud!
lacl

(*) Mi agradecimiento a María Gogni y Alejandro Drewes, por haberme enviado este film, objeto de mis anteriores consideraciones. 

Nota Bene: Los derechos de registro de los documentos audiovisuales que se publican acá, no nos  pertenecen. Los divulgamos exclusivamente por intereses artísticos y culturales. Si no puede observar el video de la película en este espacio, puede ir a la red YouTube para verle allí. 








LA DESTRUCCIÓN COMO ORIGEN DEL DEVENIR (*)
SABINA SPIELREIN
(Traducción Viviana Ruth Johanis)

Al ocuparme de problemas sexuales, me interesó especialmente una cuestión: ¿por qué este instinto más fuerte, el instinto de reproducción, aloja en sí, junto a los sentimientos positivos de esperarse a priori, sentimientos negativos como miedo, asco, los que en realidad deben superarse para que pueda lograrse la actividad positiva?

La opinión negativa del individuo sobre la actividad sexual naturalmente llamó especialmente la atención en neuróticos. Por lo que sé, algunos investigadores buscaron la razón de esta resistencia en nuestras costumbres, en la educación, la que se esfuerza por mantener al instinto dentro de límites y por ello instruye a cada niño para considerar la realización del deseo sexual como algo malo, prohibido.

A algunos les llamó la atención la frecuencia de las ideas de muerte relacionadas con los deseos sexuales, sin embargo se interpretó a la muerte como símbolo de la decadencia moral (Stekel 1). Gross deriva la sensación de asco a los productos sexuales de la coexistencia espacial con la excreta muerta. Freud atribuye las resistencias, el miedo, a la represión de los deseos afectivamente positivos. Bleuler ve en el rechazo lo negativo necesario, que también debe existir en la idea afectivamente positiva.

En Jung encontré el siguiente pasaje:

“El ansia apasionada, es decir la libido, tiene dos lados: es la fuerza que embellece todo y que eventualmente destruye todo. A menudo se tiene la impresión de no poder entender bien en qué consiste la cualidad destructiva de la fuerza creadora.

Una mujer que sobre todo en las actuales circunstancias culturales cede a la pasión, experimenta demasiado pronto lo destructivo. Hay que imaginarse un poco apartado de situaciones civilmente decentes para entender qué sensación de enorme inseguridad invade a la persona que se abandona sin condiciones al destino.

Ser uno mismo fértil significa destruirse a uno mismo, porque con el surgimiento de la generación venidera la anterior superó su apogeo. Nuestros descendientes se convierten así en nuestros enemigos más peligrosos, con quienes no nos las arreglamos porque sobrevivirán y nos quitarán el poder de las debilitadas manos.

El miedo al destino erótico es totalmente comprensible, porque hay algo imprevisible en ello. El destino alberga peligros ignotos, y el continuo vacilar del neurótico en aventurarse a la vida se explica del deseo de poder estar apartado, para no participar luchando en la peligrosa batalla de la vida. Quien rehusa a la aventura de vivir tiene que apagar en sí mismo el deseo a ello, incurrir en una especie de suicidio. De ahí se explican las fantasías de muerte que generalmente acompañan a la renuncia al deseo erótico”. (2)

Cito adrede tan extensamente las palabras de Jung porque su comentario, al hacer mención a un peligro desconocido que hay en la actividad erótica, es el que más coincide con los resultados que obtuve. Además, es muy importante para mí que también un individuo de sexo masculino sea consciente de un peligro no sólo social. Jung no compatibiliza sin embargo las ideas de muerte con las ideas sexuales, sino que las contrapone.

De mis prácticas con muchachas puedo decir que cuando aparece por primera vez la posibilidad de realización del deseo, normalmente es el sentimiento de miedo el que está en el primer plano de los afectos de represión, y precisamente es una forma bien concreta de miedo: se siente al enemigo dentro de uno mismo. Es la propia pasión amorosa la que con la necesidad férrea lo obliga a uno a lo que uno no quiere. Se siente el final, lo efímero, de lo que en vano quisiera huirse a distancias remotas.

¿Eso es todo?, cabría preguntarse. ¿Es eso el punto culminante, y no hay nada más fuera de ello? ¿Qué ocurre con el individuo durante la actividad sexual, que justificaría tal estado de ánimo?

NOTAS
1 Al tiempo de escribir este trabajo no había aparecido aún “Die Sprache des Traumes” [“El lenguaje del sueño”] del Dr. Stekel. En su obra, el autor comprueba en numerosos sueños, que junto al deseo de vivir tenemos el deseo de morir. Al último lo interpreta como oposición al deseo existente en la esencia del instinto sexual.
2 Transformaciones y símbolos de la libido. Este anuario, T. III.

Si desea seguir leyendo el trabajo de Sabina Spielrein, puede ir a la siguiente dirección:


lunes, 23 de abril de 2018

El monstruo de la calle Monroe, Spencer Holst. / Post scriptum: unas palabras al margen, lacl / Spenser Holst, en voz propia. / Un mantra sanador, Mahamrityunjaya.




A Armando Quintero Laplume, amador de la palabra. (*)



El monstruo de la calle Monroe, Spencer Holst.

Hubo una vez un monstruo que se mudó al 91 de la calle Monroe.

Es un monobloque lleno de puertorriqueños e italianos, judíos y negros, irlandeses y algunos chinos, muchos inmigrantes de primera generación, una cantidad de artistas y bohemios; toda esta gente usa disfraces.

Pero este monstruo tenía una apariencia muy extraña.

Era bajo y feo, y tenía pelo color zanahoria y cuarenta años de edad. Usaba una larga capa verde que lo cubría por completo; la capa arrastraba un poquito por el suelo cuando él caminaba, de modo que no se le veían las piernas.

Esto le daba una apariencia extraña, pero lo que hacía que la gente lo llamara monstruo era su peculiar forma de caminar o, más bien, de moverse.

Porque él no caminaba como todo el mundo.

Era como si se deslizara.

Era como si alguien lo estuviera empujando sobre patines, o como si él anduviera en bicicleta de una sola rueda, y algunos decían que en realidad se sentaba con las piernas cruzadas y flotaba en el aire.

Algunos pensaban que era un ángel, otros que era un demonio, pero todos, viejas, gangsters, jóvenes y chicos, todos sentían el mismo miedo cuando lo veían llegar, deslizándose.

La gente corría adentro para mirarlo desde los zaguanes y por las ventanas, espiándolo desde atrás de las cortinas, mientras él se deslizaba melancólicamente por la calle vacía.

Siguió así durante unas dos semanas.

El monstruo era muy regular en sus horarios. Salía temprano por la mañana y volvía en el temprano atardecer, y nadie supo nunca adónde iba o qué hacía cuando se metía en su departamento.

Un anochecer, al tiempo que el monstruo daba vuelta a la esquina y la calle se vaciaba, un vagabundo se cayó del bar de la otra esquina.
El vagabundo empezó a tambalearse calle arriba hacia el monstruo, y estaba tan borracho, blasfemando y eructando y hablándose a sí mismo, que no advirtió el silencio, o el vacío, o la cabeza colorada envuelta en una capa verde, que rápidamente se le acercaba.

Pero toda la calle Monroe los estaba mirando.

Se encontraron.

El vagabundo miró, y vio al monstruo, y revisó su bolsillo y extrajo un cigarrillo, y el cigarrillo estaba roto, y dijo: “¡Eh, compañero! ¿Tiene fuego?”.

El monstruo se agitó debajo de su capa y sacó un fósforo y encendió el cigarrillo del vagabundo.

Fue en este punto en que el vagabundo, que estaba tan borracho, se derrumbó, y al caer lo hizo encima del monstruo, haciéndolo caer, caer en mitad de la calle, y en este proceso se aferró a la capa del monstruo y se la arrancó.

¡El monstruo quedó completamente a la vista!

¡Y la gente corrió afuera y formó un gran círculo alrededor del monstruo y miró!

Y entonces alguien dijo, con una especie de desengaño en la voz: “Bah, tiene nada más que tres piernas”.

Entonces, otro dijo: “Sí, no es ningún diablo. No es ningún ángel. ¡Ja! Tiene nada más que tres piernas. Por eso es que camina así”.

Entonces empezaron a enfurecerse con el monstruo, gritándole en son de guerra por haberlos asustado.

Y corrían las lágrimas por las mejillas del pobre monstruo mientras intentaba explicarles que él no había querido realmente asustarlos, sino que estaba avergonzado de su deformidad y por eso usaba la larga capa.

Finalmente, un tipo dio un paso fuera de la multitud y ayudó al monstruo a incorporarse, y dijo: “¿Sabe, amigo? ¡Lo que usted necesita es un trago!”

Así que el monstruo, con la capa enroscada en el brazo, se deslizó hasta el bar de la esquina, y una multitud de hombres lo siguió.
Sus manos temblaban mientras tomaba el trago, de modo que los otros hombres hicieron como que no se daban cuenta. Uno de ellos dijo: “¿Usted cree que los Yanquis ganarán mañana?”.

Otro dijo: “Bueno, ¡apuesto dos dólares a que sí!”.

El monstruo se dio vuelta, señalando al hombre con un dedo tieso, y gritó: “¡Tomo esa apuesta!”.

Porque, fíjense, él era hincha de los Dodgers.

Este es, en verdad, el final de la historia.

Pero no puedo evitar darme cuenta de que el monstruo y la gente se han olvidado por completo del vagabundo.

Mientras están sentados, tomando y hablando de baseball, el vagabundo yace inconsciente en la alcantarilla, y nunca se enterará de la gran acción que ha hecho. Los chicos se cuidan de no pisarlo cuando corren persiguiéndose unos a otros, pero ésa es la máxima atención que se le dispensa.

Pero, como autor, tengo ciertos poderes.

Así que me gustaría expresar la gratitud que mis personajes no han demostrado. Fíjense, este vagabundo va a morir, de todas maneras, de tuberculosis en un par de meses, pero yo voy a hacer que la policía lo detenga acusándolo de ebriedad y se lo lleven al Hospital Bellevue, y descubran ahí su tuberculosis y lo manden a un hospicio del Estado, a morir.

Ellos se ocuparán de él.

(FIN)

*** * ***




Spencer Holst, en voz propia.

Recomendamos la visita a la siguiente publicación, para quien desee escuchar uno de sus cuentos, tal como nacieron, del narrar a voz en cuello...


*** * ***

(*) Post scriptum, unas palabras al margen, lacl, 22 de agosto de 2025.-

Spencer Holst, maestro de la narración oral. Le dedicamos, hace algunos años, esta historia del Monstruo de la calle Monroe, al querido querido Armando Quintero Laplume. A Armando, narrador oral o cuentacuentos, como comenzó a llamárseles en nuestros corros, le conocí personalmente durante mi breve paso por las instancias burocráticas del quehacer cultural. Pero quien primero me habló de los cuentacuentos fue Rafael Cadenas, en una conversación casual que mantuvimos en la calle, al encontrarnos por obra del azar en alguno de nuestros cotidianos paseos pedestres por la ciudad. Venía él de escuchar a los cuentacuentos, si mal no recuerdo, en los espacios abiertos del Teatro Teresa Carreño, concretamente, los de LOS CUENTOS DE LA VACA AZUL; y me deslizó sus palabras de admiración para la labor que desarrollaban nuestros narradores orales. 

Algunos años después me había enrolado yo como asistente de la dirección general  sectorial de literatura del Conac (así, con ese nombre tan rimbombante), por causas de fuerza mayor, léase necesidad, acaso transitoria, pero necesidad al fin. Lo cierto es que cuando entré en ese rol lo hice con todo amor y dedicación por la labor a desarrollar, no sólo como asistente de la dirección, sino como responsable de varios proyectos relacionados con la palabra creadora. 
Fueron relativamente breves los días que logré lidiar con la faena. Nunca he sido muy afecto a la burocracia, pero puedo decir que mayor peso que las vicisitudes relativas a toda burocracia, cobraron en mi pecho y mi memoria las relaciones amistosas, generadas sobre todo por el consenso de nuestro común amor al arte, entre quien se desempeñaba en un cargo administrativo estatal y quienes, trabajando prácticamente con las uñas en diversas áreas de la cultura, se acercaban a la dirección en busca de apoyo a sus emprendimientos. Armando fue uno de ellos. Pasábamos largo rato conversando sobre sus proyectos de narración oral y el material que utilizaría en sus presentaciones, igualmente me solicitaba opinión sobre algún material literario que pudiera ser de interés para sus performances de narración oral; también conversábamos a fondo sobre aquellos programas que un servidor gustosamente diseñó, con el apoyo de personal especializado, para darle soporte al servidor cultural, tales como los talleres de literatura infantil o los de formación lectora, dirigidos ya no, como se colegirá, a los niños y jóvenes asistentes a los actos y eventos desarrollados por el trabajador de la cultura, sino como punto de apoyo a ese mismo formador cultural, quien abnegadamente dedica su vida a estos menesteres, sin ninguna otra recompensa que la de la labor realizada. Armando nunca perdió la fe y el amor por la palabra orada. Vayan estas palabras en su memoria.

Con respecto a Spencer Holst, a mi modo de ver fue bastante popular entre los cultores de la contracultura, yo vine a conocerle gracias a mi compadre Douglas Parra, con quien leíamos en voz alta (yo más que todo escuchaba) mucha poesía y textos como estos de Holst, rondas realizadas mucho antes de llegar yo a la mayoría de edad. La imaginación de Holst corría a campo traviesa, como un caballo suelto y gozosamente desbocado por la pradera. Se cuenta que sus narraciones eran improvisadas y que las iba perfeccionando a medida que las volvía a relatar. Bello ejercicio de creación, crear sobre la marcha, sobre la palabra andada, paso a paso sobre cada consonante o vocal, sobre cada punto y coma o arte de la respiración. 

Salud, lacl, 22, 08, 2025.


*** * ***
Mahamrityunjaya


Y para compensar la ironía del mundo arriba relatada, música y misticismo sanador.  




domingo, 22 de abril de 2018

(The word is unfinished) mandato del sueño / Música y mística: Mahamrityunjaya Mantra




Un añejo texto escrito por mandato del sueño... La primera parte fue escrita de corrido o, mejor dicho, corriendo, luego de que la frase en inglés, "the word is unfinished", muy claramente pronunciada, me despertara. La segunda parte es, más bien, un resabio de lo que dejara ese sueño revoloteando en mi psique. 
Salud!
lacl

(The word is unfinished)
I.


¿ Dónde reside la hermosa perfección
  de nuestras obras ?

... vanidad de vanidades ...

Nuestra obra máxima
es la humillación.

Lo inacabado es nuestra
verdadera realización,
no hay otra realización,
no hay metas donde poder encofrar
una pretendida perfección de nuestras obras.

Podemos florecer,
florecerle al mundo,
dándole cumplimiento
a aquello que nos llama
hasta el final;
pero no podemos parir un final cerrado,
un rigor mortis postizo
para la expresión
que se desliza de nuestras manos.

¿ No está la portentosa reina de los cielos
  por siempre inacabada,
  por siempre renaciendo,
  por siempre remuriendo ?

La verdadera joya prístina reside
en un acto de amor y reconocimiento:
el amoroso reconocimiento
de lo inacabado.

Sólo somos ofrenda.


(The word is unfinished)
II.


La palabra está inacabada

                            porque el verbo está inacabado

La mujer está inacabada

                            (porque lo bello es inacabado)

La extática y delicada captura de un gesto amable
        es expresión inacabada,

pues, la deliberada indulgencia de algún placer sensual
     está, por gracia de la fortuna, inacabada,

Porque esperanza y perfección son inacabadas,

                 las estrellas y el universo entero están inacabados


Eureka: ¡el hombre está inacabado!

(Porque todo lo inacabado algún día acabará,
sólo lo inacabado está acabado)


(*) Frase aparecida en un sueño, la que me impulsara a levantarme de la cama para escribir de inmediato lo dictado.






Música y mística: Mahamrityunjaya Mantra