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viernes, 11 de septiembre de 2015

1978: Hoy el país falso ahoga al país esencial, Rafael Cadenas. / Fragmento de una conversa con Rafael Cadenas. / Conversación y lectura. Rafael Cadenas y Antonio Gamoneda.





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Estas palabras las recogió Luisa Barroso en una breve entrevista con Rafael Cadenas para El Nacional, en 1978, con motivo de cumplirse dos décadas de Tabla Redonda. Tabla Redonda nace en una encrucijada de la historia, entre los estertores de la dictadura militar y los albores de una secuestrada democracia. 

“…El dinero ha enloquecido a millares de venezolanos;  los ha vuelto unos pobres venezolanos con los bolsillos repletos, sin raíces ni señorío de alma. El alma la cambiaron por un oro de mala ley; ni siquiera les sirvió para ganar el mundo, y ese oro nos atosiga, nos pudre, pues no es el oro bien ganado ni el oro del espíritu que buscan los alquimistas, sino otro que debería avergonzar. No me explico cómo una sociedad formada por gente de buen orgullo ha podido descomponerse tanto. Hoy el país falso ahoga al país esencial, al país profundo que todavía descubrimos en el interior, en rostros, palabras, lugares, ese país cuya alma se confunde con nuestra niñez, ese país amenazado de extinción. No sé qué podrá salvarlo…” 

(Rafael Cadenas)

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Adenda.- Obviamente, a este país no lo podía salvar un neo-sainete remedador de aquella cota o parte de comedia que, sin lugar a dudas, tuvo el grito de 1810, así como sus ecos de las décadas consiguientes, con su corte de taimados “manumisionistas” y calculadores amigos de la cosa pública… 

Mírese bien, es el año 1978. La década de la Venezuela Saudita. La que sembró hasta los tuétanos el culto por la fortuna fácil y una atmosfera de fantasía signada por la palabra “fashion”. Todo un vértigo.

Para pintarlo de un modo más cercano diré que recuerdo los gestos de extrañamiento en el rostro de mi padre, ante esa nueva maqueta que al “país nacional” se le ofrecía, como si de una Arcadia de metal, humo y cemento se tratara. Le quitaron el piso. A mi padre, quiero decir, y a muchos hombres de a pie y de bien de su generación. Y quienes veníamos arreando detrás de esa generación, con algo de ese buen orgullo bebido en la leche materna, tampoco podríamos entender hacia dónde se enrumbaba la galera de la nación. 

“Ese país cuya alma se confunde con nuestra niñez”, es el país al que desde entonces -e ‘in crescendo’- le han caído a patadas en la cara. Una gran destemplanza dio paso a otra mayor, inimaginable. Nuestra capacidad para asimilar el inconcebible refinamiento de la perversión humana para con lo humano es casi inexplicable. 

Y sin embargo siento que ese país profundo está allí, suspirando tenuemente, y se niega a fenecer. Cabe albergar la esperanza de que el alma del país aún pueda confundirse con su niñez.

(lacl)

Excelente libro de Entrevistas, editado por La Oruga Luminosa, Col. Voces Secuestradas, San Felipe, Edo Yaracuy

Fotograma del film Andrei Rubliov, de Tarkovsky, una obra maestra.

Fragmento de una conversa...

Tuvimos la fortuna de acompañar a los poetas Luis Perozo Cervantes y Josbel Lobo esa tarde, en un parque caraqueño. 



Lectura de poemas y conversa con Antonio Gamoneda y Rafael Cadenas... 




miércoles, 9 de septiembre de 2015

Guarida de los poetas - Gitanos, Georg Trakl y una hermosa tonada de Simón Díaz.


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Guarida de los poetas  -  Gitanos, Georg Trakl y una hermosa tonada de Simón Díaz.


Esta noche, a poco de llegar a casa, me ha sucedido algo insospechado, yo diría que extraordinario. Me he topado con una hermosa lectura de un poema de Georg Trakl, por parte de Oskar Werner, el titulado Gitanos. Los primeros compases de la música que se inicia luego de la lectura (un solo de arpa) comenzó a endulzarme más de lo que ya lo había logrado el poema. Y resulta que es una encantadora versión de nuestro "Caballo viejo", la hermosa tonada de Simón Díaz. He escuchado, una y otra vez, letra y música, y me han enjuagado los ojos. Al punto que he intentado un versión que no me satisface, pero que aquí dejo en ofrenda... Si, como dijera Hesse, misión del poeta es despertar la nostalgia, puedo decir que palabras y música conmigo lo han logrado...


Gitanos

Brilla el anhelo en las miradas nocturnas,
por aquella casa que jamás encuentran.
Así los guía un funesto destino
que sólo la melancolía puede vislumbrar.
 

Las nubes transitan antes sus caminos,
una bandada puede en ocasiones escoltarlos,
hasta que el atardecer pierde su rastro,
y a veces el viento lleva su ángelus.

En sus campamentos la soledad
del firmamento insufla sus canciones
y sollozan maldiciones y penas ancestrales
que las estrellas, sin ilusión, suavemente iluminan.

Zigeuner

Die Sehnsucht glüht in ihrem nächtigen Blick
Nach jener Heimat, die sie niemals finden.
So treibt sie ein unseliges Geschick,
Das nur Melancholie mag ganz ergründen.

Die Wolken wandeln ihren Wegen vor,
Ein Vogelzug mag manchmal sie geleiten,
Bis er am Abend ihre Spur verlor,
Und manchmal trägt der Wind ein Aveläuten

In ihres Lagers Sterneneinsamkeit,
Daß sehnsuchtsvoller ihre Lieder schwellen
Und schluchzen von ererbtem Fluch und Leid,
Das keiner Hoffnung Sterne sanft erhellen.

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Post scriptum, Septiembre 11, 2021: debo confesarlo, pocas veces me ha dolido algo más como el retiro de la red del hermoso video a que hacía referencia en el momento en que publicara  este conmovedor poema de Trakl.  En su defecto,  dejaremos otro registro del poema  en la voz de Oskar Werner, advirtiendo que no persigo ningún interés comercial al difundir los videos que se agregan en nuestras publicaciones. Este es un blog sin fines de lucro, cuyas publicaciones no persiguen otra finalidad que la de difundir contenidos literarios, culturales y/o artísticos, en general.



El enlace retirado:
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https://www.youtube.com/watch?v=-YzkKax3Xzc





martes, 8 de septiembre de 2015

Guarida de los poetas - Carlos Morales del Coso (España, 1959)



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Sobre Carlos no voy a dejar aquí alguna palabra introductoria. Prefiero dejarles con su voz. Me limito, sí, a agregar unas palabras de apostilla que, en tono personal, le escribiera ante unos trazos que versan sobre una ventana colmada de caballos, a la luz de la noche, mientras el ser flota en el aire.  
Salud
(lacl)



El pacto

(18 de marzo de 1989 – 5 de enero de 1996)

Al abuelo Amós,
y a Antonio Porpetta

Recuerdo el farol que el abuelo llevaba
en la mano, la luz que en la mano
llevaba cosida el abuelo,
los dedos de la luz adentrándose
lejos, hurgando en la noche
con sus lanzas de oro.

También recuerdo el olor del frío,
el terror que sentía a su mano pegado,
las sombras moviéndose, a mi lado
las dos como juncos que huyeran
de la luz, a través de la luz, y esos perros
que en lo oscuro, terribles, me rozaban.

Y ese aroma semejante al cuchillo
que dejan cuando pasan los corderos
en medio de las sombras, y esas puertas
cerradas, las ventanas durmientes
de los muros, y el silbo de los árboles,
y el viento que gruñe con sus labios
helados, abriéndose paso
por los callejones negros,
y esa forma tan extraña que los buhos
tienen de cantar a Dios
cuando Dios duerme tan a gusto en sus campanas.

Recuerdo también la puerta de madera
que chillaba, la puerta que era puerta
sólo por piedad; había que levantarla
-como todo en la vida- para que abriera
sus fauces, para que nos dejara entrar
donde el silencio, donde sólo el rumor
tronchado de la paja bajo el peso
de las sombras que flotaban, la sombra
de un niño, la sombra de un viejo con luz
que se movía con un niño al fondo
que me estaba mirando.

Y allí estaba ella, de pie, hinchada como un barco
de esclavos, como un barco con patas
oculto en las umbrías de una rada sin nadie.
Apoyada en el pesebre la oveja estaba,
la oveja que tenía una oveja dentro, la oveja que tenía
un balido dentro y yo no lo sabía. El abuelo
entonces quitóse la pelliz, la camisa quitóse,
y el brazo metió en la popa del barco,
y su proa con forma de boca gimió
como grita el dolor, como gritan las rosas,
y una cosa salió que, flácida, brillaba,
y en mis manos puso la cosa el abuelo,
y la cosa baló, y su boca tembló, y la cosa movió
sus delgadas patitas en mis brazos viviendo,
y entonces mano de niño amontonó la paja,
cama hizo, y en ella durmió con el cordero salvo,
y el abuelo mirando se quedó, el abuelo reía
con su luz en la mano, junto al barco vencido,
con un niño al fondo, un niño con flauta
asomado a sus ojos que dentro le cantaba
para no morir de asombro ni de tanta ternura.

La historia de un pacto.
La historia de mi pacto secreto con la vida.

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De su libro
El libro del Santo Lapicero
Prº Juan Alcaide de Poesía
Valdepeñas, 1999

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El viejo


A Ángel Crespo


Cuando las cosas se van, cuando las cosas
recogen sus cosas del armario,
y dicen que se van,
y por última vez en la puerta se vuelven,
y sus ojos te dejan -llamándote- en los ojos,
y tú no les contestas
porque hay lluvia en el pecho,
porque una voz te llama
pasando su lengua por tu mano,
y ese viento
con su rabo feliz ahuyentando la vida,
y esa luz de pronto, esa luz airada
golpeando de pronto
la ventana con sus dientes -llamándote-,
luz que entra
y al llegar a la cama se detiene
y te observa en medio de lo oscuro
como águila al conejo que asustado bajo una zarza llora.
Es inútil levantar la mano. La mano no se mueve.
Inútil es también abrir la boca.
La boca no puede cantar, la boca no sabe cantar
cuando las cosas te miran
y no te reconocen y dicen que se van,
que nada queda ya que las retenga en la casa,
nada de todo cuanto hubo, nada que no sea
ese viejo austero y recostado como un bronce
que mirando al Sur bajo la salicaria duerme,
y en cuyos ojos fríos los pájaros vienen a morir,
y no lo saben.




 De
Valdepeñas, 2000

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Palabra menor
(Inédito, 31 de Marzo de 2014)

Ha sido fácil.
La luz rompía las cortinas.
La luz despertaba los cuadros con su lengua.
Y sus ojos crujían,
aunque era de noche.

Había una ventana.
La ventana estaba llena de caballos
paciendo esa luz de hierbas luminosas
aunque era de noche
bajo el beso del aire.

He abierto la ventana.
He escuchado las flautas de la luz
escribiendo en el cielo
aunque era de noche
con amapoles rojos.

Es de noche ahora.
Floto en el alféizar. 
Todo es silencio.
Nada me espera.
Miro la cama. Veo el libro de páginas cerradas
que nadie concluyó. Veo
un hombre sin luz. Un hombre que duerme
con los ojos abiertos. 
El veneno en la mesa.
Y
Ya.


Apostilla:

La verdad, Carlos, es que me has dejado estremecido. Un verso tuyo, tan fresco que huele a lápiz o tinta y tan de otro tiempo y otro espacio... Es un hermoso canto de sueño y despedida, colmado de luz en toda esquina, incluso en los recovecos de oscuridad que nos pintan las palabras en la estancia y en la de la noche que aguarda el salto del alma que, antes de abrir alas para soltarse al vuelo, puede volver la vista y ver esa vida, que nada ni nadie tiene el poder de concluir, porque siempre nos vamos con todo por hacer, y porque ni la vida misma ni nuestras caligrafías sobre ella, tampoco tienen el poder de cerrar ese capítulo final. Damos paso, partimos a...

El cuerpo, me dijo una vez mi padre, se transforma en una cárcel. Lo importante en toda vida es aceptar ese efímero regalo y reconocer que sólo es vestimenta de una luz que es esqueleto de la noche. Y otra cosa me dijo, como todo padre que quiso abrazar a sus retoños: somos hijos de la muerte.

No sólo duerme el hombre con sus ojos abiertos. El alma vuela con sus ojos bien abiertos.

No afirmo que esto es lo que quiere cantarnos el sueño, pero es la lectura que “aguijoneantemente” me ha despertado.  Y sólo rezo porque no sea prefiguración.

Un abrazo de luz, hermano.

Luis Alejandro.


Saludo ENORMEMENTE que andes librando por todos (al menos, por este servidor) con esas tejedurías...