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jueves, 7 de mayo de 2015

Sequía - Tan lirio como la flor - Harpías con calzado. / Galería de Orfeo: Raga Bhairavi Mandala

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Sequía 

Arden los ojos con el sol que ha prendido en la hojarasca.

La pajiza resequedad del exangüe follaje
hace del suelo un disco solar
a punto de resquebrajarse
bajo el tiento de nuestros pasos.

Marchamos taciturnos y sedientos,
cada vez que nos damos a nuestras soledosas caminatas,
en pos del unánime error o de la exánime victoria,
soslayando, infructuosamente, nuestra sed de río.

Porque somos aridez, lechos de ríos resecos, cauces sin torrente.

La vida se ha enmudecido. La hora se ha detenido. Los pétalos ya estaban agonizados al nacer.

Y cuando nos hallamos entre amigos divagamos sobre cualquier asunto que no aborde la agonía.

Porque, hermana de la angustia, tenemos a la agonía por mala compañera y peor consejera. Cada  vez que toca a la puerta, abrimos a regañadientes, y ninguno se digna a saludarla.

Pero es que cuando ella llega, pasa. Y, como un visitante inoportuno, dejamos que se instale en la sala o en la cocina o se apueste ante una ventana, y nadie le dirige la palabra. Y ella se ríe en nuestras caras. Y entre murmullos nos dice a cada uno, tras el pabellón de las orejas, sobre nuestro ilusorio errar por el mundo, pretendiendo no sólo el vivir, sino que vivimos plácidamente.

Es una sombra y como tal la tratamos. Con indolencia.

Es incorpórea. No nos toca, ni puede hacernos daño. Al menos, eso creemos. Aunque a nuestros cuerpos va cosida.

Y hacemos mutis ante sus cuitas, celebrando bullangueramente la lobreguez de nuestros fuegos fatuos. Hablamos de la última novedad que ha acontecido en Finlandia o en Java. Alguien ha lanzado un mal chiste y todos reímos a carcajadas que nos carcomen los ombligos.

Y, al volver a casa, hasta la luna anda ambarina.

Y nos dice que la sed no ha de acallarse.

Que mañana, al despertarnos,
estaremos sedientos todavía.
Y que el llameante sol volverá a vibrar en la hojarasca.

Y que si la vida se ha ausentado en nuestras venas
o que si el ámbar ya no es oro,
no deberíamos achacarle al sol la culpa.

(02 al 03 de mayo, 2015)



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Tan lirio como la flor

Ching 47 / K´un – (La desazón) La Opresión  
El Lago El Agua

El hombre vino al mundo
sin más amparos             
que el azul manto del cielo
y el nocturno brillo de los astros;
tan lirio como la flor y
tan sin denuedo como los vientos
que, si bien pueden llegar
a ser adversos,
no llevan en su corazón
el estigma de la duda.

¿Habrán de ser felices la flor,
el viento o el azul lago del cielo,
sólo porque no hablan
la lengua de los hombres,
ni han de suspirar con ellos,
cuando estos les aprecian
en su desparpajo?

Sin embargo, el hombre
que barre sus obsesiones,
como hojas secas
de la puerta de su casa,
también sabe lo que es
no darse por vencido.
Aprovecha la ventisca
para volver a la crisálida,
alienta su fe en el mañana
y espera transmutar adversidad
en justeza de vivir.

Los hados se persignan con él,
que como el tallo de los lirios,
permanece impávido
bajo la tormenta
o expuesto a la sequía.

15 de marzo, 2012











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Ching 14, La Gran Potencia


Que se lo coman todo, ¿qué más da?
diría un poeta extenuado de lidiar con buitres,
harpías con calzado.

¿Quién, como un César
querría ir, ver y vencer?

Todos, al parecer...

y marchan embelesados
tras una seductora y dadivosa esfinge
que promete un reino de ecuménica paz,
al son de las trompetas
de la muerte.

Son los años de clamor
por la Gran Potencia.
Pero el gran poder no está
en la consagración de los imperios,
ni en los vivas y mueras
de gemidos asordados,
el gran poder no está en la fuerza
de una agremiada cobardía
o en los himnos heroicos
de vengadores milicianos.

Es tiempo de callar.

Son días de hablarle a nuestro ombligo.

No es tiempo de cobardía,
pero la sequía de las almas
impone una vuelta al laberinto.

Sombras y espectros van en multitudes,
no el elixir de las almas.

Será preciso remontar una rama,
un risco o el techo de una casa
y ver a las gentes arrastrarse
como un río crecido
por las calles de las ciudades,
por tierras de nadie,
por aldeas y montañas,
enfebrecidos, posesos,
agitando banderas
de heteróclitos ardores.

Violencia, cólera y crueldad
son las hostias que,
por desprendida misericordia,
han de imponer al resto
de una desamparada humanidad.

Prepotencia es moneda de la diaria jerga.

Las masas se complacen en ser masas
y se aventuran a la empresa
de alcanzar las gestas colosales
de un diario escarnio.

Mas con ello sólo logran ahogarse en la disipación,
porque se les extravió el fulgor
que llega al ombligo por el sendero del oído
y la copla que se irriga entre las venas
en virtud de la gracia suspirante
que pulsa en las rondas del mirar…

Será preciso tomar las formas
y cadencias del junco o del bambú que,
ante tormentas y vientos huracanados
doblan la cerviz, para luego levantarla
en medio de la soledad, la quietud
y el apacible rumor de una paz exenta
de las huellas de los hombres.

Fuerza es debilidad
y débil es el gran poder
adorado por las muchedumbres.

Nada ganarás, nada perderás.
Ese será tu verdadero y soledoso triunfo.

Agosto 31 de 2009, atardecer...

(La frase inicial, en negrillas, viene de un famoso verso de Cesar Vallejo)

*****



Galería de Orfeo
Raga Bhairavi Mandala  

Nota Bene. Este es un blog sin fines de lucro, la música y contenidos audiovisuales que acá se comparten pertenecen a terceros, no tenemos ninguna intención de monetizar con tales contenidos; nuestro propósito al publicarlos acá es eminentemente cultural, humanístico o artístico.




martes, 28 de abril de 2015

Por el chino Valera y los tiempos de vendimia.




Esta breve glosa fue subida a mi página personal hace casi un lustro. Me vi forzado (o, mejor, impulsado) a escribir y subirla desde un celular... Acá la dejo. 
(lacl)

*  *  *  *  *
(18 de noviembre de 2011)

Me llevo bajo el brazo todos los poemas del Chino. El cielo pronostica lluvia, una lluvia morosa para tocar a la puerta. Ella, las nubes y yo lo sabemos; lo hemos conversado previamente.  

Excusa suficiente para el alargue de mi partida. 

Contra toda apuesta, logro emprender mi derrotero bajo nubes presagiosamente plomizas. 

A medio camino, en un paraje lujuriosamente verde para una ciudad que fervientemente acalla los dislates de la savia y bajo un cielo ennegrecido, me detengo y abro el libro... 

Me regala un poema de palabra justa, precisa, irreemplazable; por cierto, sin acentos, gesto que agradece quien escribe desde un instrumento que nada pareciera saber de su existencia o sus tonalidades. Claro, en contrapeso, el Chino ha colocado un par de voces con enhe ... 

Pero apartando estas minucias, el poema es todo un regalo para estas turbias soledades que semejan jornadas alumbradas por faros de luz sin alma ni calor... 

Al leerlo, casi puedo decir que siento una jovial y luminosa envidia. ¿Puede haber algo tan pertinente para el pecho como un aguardado tiempo de vendimia? 



TIEMPO DE VENDIMIA 

Bajas como gaviota en celo 
En el primer peldanho de la escalera 
nos besamos hasta manhana 
Luego subes cuidadosamente 
para no tropezar con la luna 

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(Escrito desde mi celular, para algo tiene que servir... Pido excusas si se presenta un desliz...) 
* Ed. de Fundarte, Víctor Valera Mora, Obra completa, 1994. 


viernes, 24 de abril de 2015

La poesía no reside únicamente en el verso.- A propósito de "A la sombra de los destellos", de Mario Amengual.







La poesía no reside únicamente en el verso.- A propósito de "A la sombra de los destellos", de Mario Amengual.

La poesía no reside únicamente en el verso. Lo está en el ver, lo está en el habla y lo está en la mera conversa. Lo está en la desabrigada realidad, esa dama portentosa y subyugante a la que se suele dar por materia vista. Y lo está en lo que, de tan evidente, pasamos, minuto a minuto, por alto. Lo está en el vivir sin pretensiones, lo
está en el vivir de los recuerdos.
Y es por ello que me doy a recordar, una vez más, que si algo se recuerda es por influjo del corazón. Ri-cor-dare, en italiano, Re-cor-dar en nuestra lengua. Es recobrar, con nuestro corazón, aquello que se da o ha de darse. Esto es lo que, sin ampulosidades ni centelleos literarios, se nos brinda en el acerado y desnudo decir poético de Mario Amengual.
 Una poesía que siempre me ha traído al oído (y, más precisamente, al oído interno de que hablaba Graves) las resonancias de la voz de otro poeta de la calle, un poeta que mira todo a su alrededor -y, no sabemos si casualmente, también oriundo de la Gran Bretaña-, como lo es David Herbert Lawrence.  
¿Por qué digo esto? Porque mucho me ha llamado la atención, en los últimos años, cierta insistencia sobre el requisito de vuelo de estilo en la palabra como condición indispensable para que la poesía salga a flote. Como si la palabra no debiera tocar tierra. Y a un servidor le parece que hay poesía en la tierra como en el cielo. Y que no debe jamás nadie asumir un dogma en cuanto a nada. La poesía es tan libre que puede cantarse y decantarse entre el enigma de la palabra elucubrada y la sorpresa de la realeza desnuda que, como un fogonazo, destella o estalla ante nuestros ojos, sin descomedidos adornos.
Pienso, ante todo, que como seres en los que la vida vibra, basta con tener ojos, oídos y poros abiertos para impregnarnos de poesía. Y eso es algo que va mucho más allá de modas o estilos. Es algo que va mucho más allá del culto de las opiniones, esa enfermedad sagrada, según el glosar de Heráclito. Y va, también, mucho más allá del mudable asunto de las cofradías literarias.
En la palabra de Mario que -adrede- no llamo poesía, vibra precisamente eso: la poesía.
Precisión es una palabra que me viene a la garganta cuando escucho, con el oído interno alguna frase suya. Pero no es precisión de relojería, sino del decir.
Dejo aquí los primeros bocetos que se desnudan en A la sombra de los destellos, un ramillete de estampas que ha de ser presentado mañana en una librería de Caracas.  









A la sombra de los destellos

Mario Amengual


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Me vino un olor
con su momento de mi infancia.
En la cumbre húmeda de Rancho Grande
miraba yo unas matas precisas.
Mi padre, que estaba a mi lado, dijo:
Helechos.
Y esa sola palabra
cortó la neblina
y se hizo múltiple verdor de hojas rociadas.


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Esta otra mañana de infames noticias,
tráfago mercantil y discursos patrioteros,
la exalta una niña
que, tomada de la mano de su abuela
y a cuyas rodillas apenas llega,
lleva en su otra mano
una flor de cayena como una ofrenda.
 

*****

No  importaron
los días secos de la intransigencia,
allí
volvieron las gentilezas del corazón
y la fría serenidad del sueño.

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Tanta gente hundida
en los agobiantes problemas domésticos
o del trabajo
(cuando no caen por el abismo asfixiante del desempleo),
no ve
(¿cómo puede ver?)
el círculo del cielo que nos ensalza.

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Las cosas nos poseen,
hablan por nosotros,
nos presentan,
dicen quiénes somos,
a quién pertenecemos,
revelan nuestros temores,
exponen nuestras creencias
y si intentamos librarnos de ellas,
las cosas nos seducen y nos halagan,
nos llevan por sus senderos parciales,
nos obligan a perseguirlas
y a perder el sueño por ellas.
Las cosas nos compran y nos venden,
aunque somos nosotros quienes pagamos por ellas.

*****

Es el aire de esta noche
el aleteo de un murciélago agonizante.
De los rincones de la casa,
de la memoria indecisa,
se levantan voces
que me invitan a reconocerme.
No es cáscara repintada la memoria,
no es vacío de honduras ilustradas
sobre el lecho quebradizo de aguas inquietas.
Algunas luces intranquilas
rompen la oscuridad encubridora
y la atención se divorcia del pensamiento.

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P. S. Las fotos han sido (obviamente) agregadas a posteriori y son cortesía de Luis Perozo Cervantes. Salud!