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jueves, 30 de julio de 2009

Algunos pasajes de EL CUADERNO ELEFANTE




***

Más que un nato observador,
más que un abstraído contemplador,
soy un doliente del mirar.

***

Las cofradías poéticas no son muy de mi agrado, aunque no dejo de reconocer que algunos finos cultores de la poesía hicieron filas en agrupaciones de toda índole. Tengo, sin embargo, en mayor estima las amistades poéticas que las referidas cofradías pues, indisoluble y primordialmente, siento y creo que un poeta cuenta únicamente con la gozosa o padecida comparsa de su soledad.

***

No sé que me hace barruntar, hoy,
que la exterioridad de mis días dura menos
o que la interioridad de mis horas conmigo dura más…

***
(pensamiento viejo, antiquísimo)

Soy un solitario que se deleita en lo gregario


***

¿Buscar la belleza por vía del amor?
Conviniendo que pudiera ser una opción,
¿cuántas veces partiendo por lana volveríamos trasquilados?
¿y cuántas veces no sería uno quien se arroga el papel
de esquilmador de sueños de un alma desguarnecida?
Tendríamos que comenzar por convenir, primeramente,
que somos los cultores de una desmemoria del corazón.

***

Cuando era un joven recuerdo que, en las conversaciones con mis amigos, solía apelar a una frase de intención algo burlesca para referirme a ciertos lances de licencia amorosa; me refiero a aquellos lances capaces de arrobar los sentidos y secuestrar la esencia e impulso vital del sujeto inmerso en tales licencias; lances capaces, también, de ocasionar un cisma en la que, hasta entonces, se había asumido como una establecida relación amorosa. Decía: es que los seres humanos, hombres y mujeres, somos unos animalitos. Lo expresaba así, en diminutivo, como para colocarle una guinda de humor a nuestro salvajismo, pero con la intención de destacar la endeblez de nuestra apoyatura en los típicos racionalismos esbozados para justificar los desafueros del Eros. Desde entonces, no creo que haya cambiado tanto el mundo y, menos aún, el ser humano. ¿Cuántas veces no se ha visto tal impulso repetirse? El humano vínculo amoroso pareciera estar tocado, por y para siempre, por un pícaro ladrón de esencias, como si se tratare de la eterna proyección de una comedia en la que hubiéremos quedado atrapados. Como si estuviésemos representando, a perpetuidad, Las sonrisas de una noche de verano, aquella memorable película de Bergman.

***

Basta con que un solo poema
nos dé muestras o indicios
de haber alcanzado alguna redondez
(una indivisa, amorosa y angulosa madurez),
para justificar
nuestra existencia


***
La postal-collage que acompaña estas líneas la hizo mi hijo siendo un niño.

martes, 30 de junio de 2009

Alabando al silencio en un templo sin altares… / Confesiones de un camaleón…(lacl) - Con el favor de Selene y el recuerdo de Séneca…(lacl) / GUARIDA MUSICAL Tania Libertad: La retirada








Alabando al silencio en un templo sin altares…


Muy a mi pesar, he estado de ánimo huidizo ante estas páginas virtuales. Tanto, como esquivo ha estado el tono de mi tribu para con su propia esencia. He alabado al silencio en un templo sin altares. Pasiva acción de gracias para el conjuro de una encrucijada de incertidumbres. Estamos perdidos. No hay país, ni pueblo, ni vecindad. En el peor de los casos, vivimos como hordas y, en el mejor, como perseguidos. No hay escape. Hemos perdido la noche, y de nada ha valido que ella nos visite a cada noche.

No es culto al derrotismo o a la desesperanza. Es sentido de realidad, a ella la distingo y la elijo -a su padecimiento- como a una hermosa dama, antes que a cualquier vano espejismo de nuestros anhelos.


A lo dicho se ha aunado la afluencia de mayo, tarde lo confieso. Con mayo siempre llegan cambios, auspiciosos y protervos. Pero hay quienes los padecen de manera, si se quiere, más sensible que otros. Yo (lamento tener que confesarlo) me encuentro entre quienes padecen tales movimientos de metamorfosis de modo más ostensible y silenciosamente estentóreo. No siempre es incómoda la relación con el advenimiento de esa marea de las estaciones y las gestaciones. Pero, en ocasiones, trae silencios, mudanza, como un desandar caminos, recogimiento, hartura, náusea. 


Si a mayo, mes de vida renovada y de consagración a las inhumaciones propias de nuestros lastres, sumamos los desatinos del anónimo ser humano, entonces es harto probable que nos descubramos ante una encrucijada o un laberinto que sólo nosotros, intimidad asumida, podremos conjurar. 

También está la opción del perderse (o del perdernos) en el laberinto o la de tomar un derrotero de no marcha atrás en tal encrucijada. Y nadie podrá tomar ese sendero por nosotros, sólo esa intimidad asumida con las venas. Por qué escribo esto, no lo sé. Acaso porque es lo único que puedo escribir ahora, hoy, último día del mes de junio, acaso lo único que puedo ofrecer como dicción y por dejar un rastro…

Y ahora voy a añadir algunas líneas escritas recientemente, tanto en mi pequeña bitácora acuariana, como en otros papeles y cuadernos. Por cierto, alguna de ellas de tono menos sombrío que lo que hasta aquí llevo delineado y otras, de inflexión algo más solemne o grave, como para hacerle juego a esta tierra de sombras y fantasmas. Lo iré haciendo paulatinamente, en el transcurso de la noche.


Y para finalizar, si el reloj de arena me da su venia, agregaré una nueva colecta en nuestra Guarida de los poetas.


Salud!

lacl.

Empecemos con tono algo jocoso...


Confesiones de un camaleón…

Noche luenga

y sin reposo.
Muy pocas horas
de sueño.
La casa, como de
costumbre, se lleva
por delante planes
y agendas.
¡Cuidado con pretender
mínimamente organizar
algo de tu vida!
Yo no duermo.
O no lo hago, al menos,
como lo hace el común
de los mortales.
La casa está plagada
de hormigas, pájaros y
silencios. También de los
rumores propios de
una vieja osamenta que
se despereza.
Si me dispusiera a dormir
desde las seis de la tarde, con
ello no lograría torcerle
el cuello a la frase
que reza que no por mucho
que madrugues,
amanece más temprano.
Mi casa es aliada del
tiempo y, por tanto,
enemiga de los hombres.
Aclaro: es enemiga de
la locura de los
hombres. Enemiga de
lo que contradice
el rumor de lo apacible,
rumor de la tierra,
que aunque flota
en un lago de oscura y
reluciente noche,
confiere tacto,
pulso y sensación de
cercanía a nuestros
pasos.
Mi casa es aliada de
la tierra y, por
extensión, lo es del
cielo. Y con tan
fabulosos aliados
no intentaré yo ser
belígero.
A mí me vencen las
hormigas de la casa.
Así pues, si me
levanto, como un
zombie a la tres
de la mañana,
con el exclusivo
mandato de ir
temprano
a trabajar, llegaré
a las doce del día.
Si me levanto
a las cuatro a.m.
llegaré a las once a.m. y
con mucho, muchísimo
trabajo.
Si lo hago a las seis
llego a las diez,
por obra
y gracia de la
providencia.
Pero si salgo más
tarde es cuando llego
más temprano. Kafka
era un genio, un
alquimista, un
prestidigitador del
infinito que nosotros
pretendemos
cuadricular.
Hoy, por ejemplo,
asomó su cabeza
por la más inusitada
de las ventanas.
Llegué a las nueve y treinta.
¡MILAGRO!
(Quisiera saber
cómo lo hice,
para no repetirlo)
Me tomo, pues,
media hora para
el desayuno.
En lo que mis pasos
son escuchados en
esa sala de espera
que es toda oficina,
XX me interpela:
-¡SS tiene toda la
mañana buscándote!
-Yo estaba aquí, contesto,
bajé a desayunar. Además,
ya hablé con él,
¿por qué tanto
alboroto? – Bueno,
él me dijo que no
entendía por qué
nunca se puede hablar
contigo en horas de
oficina, como todo el
mundo. Que por qué
nunca se sabe algo
de ti antes de las
doce del mediodía.
Y bla, bla, bla...
Yo le dije que tú
te enfocas en resultados
y no en horarios. -¿¿Pero
no podría intentar,
al menos, llegar a
las diez?? alcanzó
a gemirme.
Y armándome no
sé si de humor o de valor
tuve que confesarle: -SS,
el drama de Luisito es que
es un hijo de Drácula. Él
vive de noche. Cuando todos
comenzamos a parpadear
con el clarear del
día, Luis está entrando
en su sarcófago. Hay
que ver lo que es eso.
Según palabras de XX,
SS rió a mandíbula
batiente, como creo
que jamás yo lograré
escucharle. Y luego
refiere XX que SS le
dijo: -Al menos, pídanle
que trate de llegar
a las diez.
Mi querido y reverenciado
K: definitivamente
tengo que cantar que
eres un genio, un
alquimista, un
expurgador de
insensateces. Y
perdona que te lo diga,
también un sabio.
Había que quemar
hasta el último rastro
del más tímido asomo
de verdad, si no del
más tímido asomo
de vida; que nunca
se apoyan ellas
sobre rígidos
cimientos. La falsedad
se enjuaga la boca
con la sencilla
claridad del día.
Fuiste traicionado,
para fortuna nuestra
(la de unos pocos)
y para infortunio
tuyo.
Y quédete en consuelo,
si es que cabe,
que en mi casa,
como acaso acaeciera
en la soledad de la tuya,
aún mandan las hormigas,
los pájaros, las abejas,
el rumor del viento,
el del silencio y hasta el
de sus propios huesos,
incluso a expensas
de los mandatos de
mi amada.

De mi cuadernito Cor e arte. Junio 16 de 2009.






Con el favor de Selene y el recuerdo de Séneca…







Mi ciudad se está resquebrajando,
el país se está rompiendo a pedazos,
el mundo se desvanece,
cielos y mariposas caen descuartizados
y sus brillos yacen temblando,
como un murciélago que,
en medio de la noche,
desfallece abatido por una honda.

Todos,

hombres y mujeres,
elevan loas a la desgracia,
mientras encienden velas
a bienaventuradas hecatombes.

El suelo se rasga

y ya no quedan columnas
bajo piso alguno.
Un sulfuroso averno
se lleva a rastras
a desesperados
e iracundos.

Los pocos que se

conservan serenos,
aguardan estoicamente
por el mazo de gracia.

Nada detiene ya

el desmoronamiento
de esta piadosa Babel,
que tan orgullosamente
levantáramos para la
concelebración de homilías
signadas por la altísima
aureola del suplicio.

Somos hijos de dios padre

y, a modo de obedientes retoños,
nos impusimos impartir
hostias exánimes
entre azotes y estocadas
de agonizante martirio.

Entre tanto,

ha llegado la noche
y me sumerjo en mi tina,
mas no para cercenar
las venas de mis muñecas.

La luna,

esa puerta de plata,
puntualmente sediciosa
y seducente,
con su canto sigiloso,
elocuente y lenguaraz,
hechiza los despropósitos
de mi corazón.

Agua y luna.


Noche y recogimiento.


Viento, dicción

y entrañable libación.

En la médula de esta

soledad iluminada,
entre las crestas y volutas
que se forman en el agua
al casarse con mi cuerpo,
con la luna
y con los vientos,
aguardo por la siega
de la hora final.

Toda muerte

carga una colecta,
todo desenlace
esconde una cosecha.

Junio 23, 2009 - Luis Alejandro Contreras - En una hoja suelta…

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EL SISTEMA ESTA LENTISIMO. LUEGO SIGO SUBIENDO LOS TEXTOS, ALGUNAS FOTOS Y LA GUARIDA DE LOS POETAS



GUARIDA MUSICAL
Agregamos, a tantas lunas de distancia, esta canción de retirada.
(05 / 09 / 2018)

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domingo, 31 de mayo de 2009

Invocación, lacl / Ingmar Bergman, El Séptimo Sello, segmentos




Tomado de mi bitácora acuariana...

Sólo quisiera hacer llegar a los cielos un pedido: que extendiéramos nuestro silencio por quienes hoy ya son ceniza.

Nada sembramos escupiendo sobre lápidas…






Influenza porcina. Influenza humana.

















Influenza porcina. Influenza humana.

Mucho se habló en los días subsiguientes a la aparición de la gripe porcina del supuesto complot de los presidentes Obama y Calderón, en franca y manifiesta connivencia con los plenipotenciarios Mammón y Mefistófeles, para planificar el Apocalipsis del género humano en tan sólo tres semanas. Toda una blitz campaign…. Llovían correos alertando del maquiavélico plan de ambos presidentes para propagar una pandemia. Yo, en lo personal, no di crédito a esa tesis. No digo que éste o aquel jefe de gobierno, no puedan ser capaces de cometer ésta o aquella fechoría. Todo lo contrario. Aznar y Zapatero, para tomar un ejemplo que podríamos extender a muchos otros gobernantes de la Europa Occidental, esto es, del llamado "mundo civilizado", han prodigado las más anchurosas de sus sonrisas, mientras le daban la mano al verdugo de Guinea Ecuatorial, pues los intereses comerciales siempre van primero para unos pillos a los que les encanta que se les tilde de estadistas. Nadie debería equivocarse al respecto. Uno se pregunta, ¿por qué demonios se tiraron tanto de las greñas Aznar y Zapatero en el medio político español, si parecieran persignarse ante un mismo santuario cuando se ha tratado de obtener beneficios para su nación, sin que les importara a costa de cuál perversidad o de qué cuota de sacrificios para con los pueblos oprimidos? Y conste que no hay que dejar de lado otros beneficios que usualmente los políticos montan en un entramado casi imposible de detectar. En general, los políticos que llegan a cabeza de gobierno no suelen diferenciarse mucho, unos de otros, y contadas son las excepciones. Esos son los detallitos que, a veces, se les escapan al común de los mortales…

Sin embargo, la tesis de la cuarteta Obama-Calderón / Mammón-Mefistófeles, la verdad, me ha lucido realmente traída por los cabellos. Más bien luce como la derivación de un ansioso extremismo. Un extremismo tan maléfico como la miseria del más sediento de los usureros. Me refiero a ese extremismo político que, con tal de “corregir” los desmanes de una burguesía sempiternamente hambrienta de riqueza, opta por la tesis de que es perentorio instaurar, aquí y allá, gobiernos modelo Robespierre. Desgraciadamente, en los gobiernos de corte autoritario o, más apropiadamente deberíamos decir, guillotinario (dado que siempre acaban siendo estupendas maquinarias de imputación criminal para con sus adversarios) jamás se ha acabado con las apetencias del poder ni con las pecuniarias, las que invariablemente, parecen cautivar el sueño no sólo de las sanguijuelas burguesas, sino incluso el de aquellos inocentes oriundos del lumpen-proletariat o de las clases bajas o medias del estrato social.

Grosso modo y hoy como ayer, los políticos son hombres de negocio rendidos ante el dios Mammón -dios de la avaricia- y harán cualquier cosa para seguir inflando su estúpida apetencia de poder y patrimonio. Y la operación política es un medio para lograr sus egoístas fines. Pero muchas de las maquinaciones creadas en detrimento de la humanidad son pergeñadas a la sombra del poder, rondando en torno a él y cebándole con amorosa corte. Tales maquinaciones son patrocinadas por vampiros; algunos llevan toga de menesterosos o de mendicantes, otros llevan toga de desinteresados Pater familias. Mas todos aspiran a enquistarse allí, en la cima del poder. 

Por enésima vez, vuelvo a recordar las aspiraciones de Vallejo, cuando decía que la verdadera revolución es aquella que se suscita en el corazón del hombre, en la sensibilidad humana.


lacl

Carta a un amigo que me pregunta cómo hago para lidiar con los saltos y los sobresaltos del diario quehacer y con las incongruencias entre labor servil y labor non servil.


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Carta a un amigo que me pregunta cómo hago para lidiar con los saltos y los sobresaltos del diario quehacer…


Un amigo ha sentido curiosidad por -digámoslo así- mi diversidad ocupacional… Como no es que me parezca tema de poca monta, para toda vida que haya de habérselas con lo que avizoro como un cada vez más aplastante, robotizado y epidérmico mundo de condicionados pragmatismos, respondí a una simple y escueta pregunta suya con una desgarbada carta en torno a mi itinerante deambular. La coloco ahora como nota porque uno, con los años, pierde un tanto de pudor y poco le importa revelar aquello que le sabe a médula del vivir. Y lo hago superando aquel gusto que siempre he profesado por el ocultismo… que más da…

Disculpa la longitud de mi respuesta, esta suerte de desmesura, pero es que me he entretenido de lo lindo al componerla.

No hay saltos, siempre he llevado una doble vida. Y siempre me ha resultado divertido. En múltiples ocasiones he tenido que fingir, pero lo he hecho a gusto; nada me ha resultado más placentero que el yuxtaponerme virtualmente las alitas de Hermes, para lograr algún cometido. Sin picardía no se llega a ninguna parte. Claro que también he sufrido algunos sinsabores, pero ¿quién no los sufre, incluso, cuando realiza algún trabajo non servil? Por algo a uno le pagan para que trabaje. El truco, en mi caso, ha sido encontrarle siempre el lado divertido al quehacer, aparte de que mis labores regularmente han implicado algo de divertimento.

Te cuento que hice un breve paréntesis para trabajar en el medio cultural, en la dirección de literatura del CONAC y en el Museo Alejandro Otero. Salí más asqueado de allí que de la más perversa de las transnacionales. Esto fue antes de los frustrados intentos de golpe de 1992. Pero no daré detalles. Baste con decir que si yo no hago respetar aquello en lo que creo, entonces, seré una mentira. Así que decidí que seguiría laborando a la manera servil y profesando mi amor a ciertos temas durante mis horas en el baño, en la biblioteca o en mi hamaca y en el silencio de las madrugadas, cuando no en alguna que otra disimulada arepera o pollera en las que, a veces, me siento a leer o escribir. Me pareció más honorable.

Eso sí, tengo que confesar que, desde muchas direcciones, hoy en día se nos lanzan dardos para robarnos la alegría. De derechas y de izquierdas. Nada hay más fastidioso que un yuppie, sea criollo o gringo, pero su estulticia sólo es igualada por la de los fanáticos políticos que creen arreglar el mundo mientras sus líderes les sacan todo lo que llevan en sus bolsillos y en el alma (verbigracia, el chavismo intergaláctico del siglo XXI) o por los fanáticos religiosos, cuyos primeros exponentes son los exaltados espartanos del fútbol.

En suma, he sido y soy un camaleón. Gracias por darme la oportunidad de aclararme las cosas a mí mismo. Preguntas como la que me has hecho lo ponen a uno frente al espejo. Y eso es algo que, bien mirado, debería siempre agradecerse.

El camaleón…

P. D. 1. No trabajo para la empresa que mencionas… y prefiero mantener los derechos reservados...

P. D. 2. ¿Sabes? Recuerdo que, en una época en la que yo estudiaba letras, decidí buscarme un trabajo. Trabajaba de día, estudiaba de noche y llevaba una luenga vida de bohemio casi todas las madrugadas. Tenía la energía necesaria para una vida como esa. Algunas veces, al salir de la escuela, iba con algunos compañeros, a tomar algunos tragos al desaparecido Bar América, cerca de la plaza de Las Tres Gracias. Todos éramos unos limpios pero, obviamente, al tiempo de haber comenzado a trabajar, fui yo quien comenzó a sufragar los gastos de una bohemia que pretendía cambiar el mundo (o ponerlo al revés) a punta de desalojarle el líquido a cuanta botella de cerveza se le atravesara en el camino. Lo hacía sin reparos. Nada me contenta más que procurar.

En una ocasión, tres de esos amigos la emprendieron contra el quintacolumnista de la revolución, léase yo, pues ¡cómo era posible que trabajara yo para un individuo que representaba a una empresa telegráfica norteamericana! (por cierto, ese individuo era un honorable caballero que podía ser mi padre y fue representante de nuestro país ante la UNESCO).

La cosa se puso algo ofensiva. Y yo, que siempre me sentí como un Gregorio Samsa, incluso antes de leer la Metamorfosis de Kafka, que no necesitaba ayuda alguna para lidiar con la agonía que produce el tener que desempeñarse en un trabajo servil, no tuve más opción que levantarme de la mesa y decirles:

-Bueno muchachos, entonces páguense sus tragos de ahora en adelante y sigan cambiando el mundo.

Años después, retomé la amistad con el único de esos caballeros que era realmente querido para mí. Una de las primeras cosas que me dijo fue:

-Pana perdóname, cuán equivocado estaba yo, éramos unos imberbes, qué bolifañes, te pido disculpas, etcétera, etcétera, etcétera…

…y entonces comenzó a erigir en el aire todo un panegírico al trabajo y a la necesidad de producir, de hacer dinero y de qué sé yo cuántas otras pamplinas como esa, como si eso fuera un secreto de alquimia. Yo le dije que no se lo tomara tan a pecho, que ni calvo ni con dos pelucas, pero no, mi amigo se dedicó al duro faenar, en pocos años hizo lo suficiente como para comprarse una bella casa en una buena urbanización -lo que nos alegró grandemente- y se consagró a la tarea de seguir tejiendo su etcétera, etcétera, etcétera produccional.

Y hoy, no lo creerás, mi amigo (pues, a pesar de nuestras diferencias de apreciación seguimos siéndolo o, al menos, lo intentamos) es un oficial del bureau, del tipo que un fanatismo político enchapado a lo lumpen-proletariat-germano defiende a capa y espada. Es un funcionario de gobierno, sí, un operador administrativo, un defensor de lo que para este servidor es una re-involución. Él cree (al parecer, a pie juntillas) todo lo maravilloso que es nuestro padre todopoderoso, el aborigen de las estepas Barinenses. Él cree que esa cachucha militar es nuestra salvación. Él, que en sus años mozos odiaba todo lo que pudiera generarse en el seno de la jerarquía militar o policial y cualquier otra civilizada exquisitez que apestase a poder autoritario, cree imperturbablemente que nuestro padre todopoderoso es un alma buena en ascenso hacia la perfección. Y ante todas las expoliaciones de derechos universales que Yo, el Supremo de Barinas emplea para con sus adormecidos corderos, mi amigo nada tiene que decir pues tales actos constituyen, al buen catar de toda conciencia genuinamente dialéctica, parte de un proceso que -no es una coincidencia- también va en ascenso. ¡Loas para Santo Hegel! ¡Y loas para Santo Marx y Santo Engels, por haber pisado la concha de cambur y haber patentado la epidermis ecuacional del pensamiento Hegeliano! Aunque lo único que efectivamente ha logrado imponer (al día de hoy) la dialéctica política sobre el humano obrar y sobre el hombre común (esto es, sobre las masas) es que, por su bien, hay que amputar allí donde y cuando el hombre se “interpone” a los ideales de una más depurada sociedad. Todo lo que hacen los bienhechores de la sociedad, lo hacen por nuestro bien. Así que el mayor de los dislates, tendrá siempre su justificación. Y entonces, ¿en qué quedamos? Pues, en que he optado por seguir llevando la vida que he llevado… Prefiero la historia marginal, aquella que se compone de pequeñas cosas y que se inclina por acoger el anonimato.

Un abrazo post-postdata…

Hermes debería socorrer por siempre a Sísifo…

jueves, 30 de abril de 2009

Marginalia - Breves apuntes de mi bitácora acuariana. / Guarida de poetas y músicos: Anna Ajmátova, Réquiem . Chet Baker, My Funny Valentine. Juan Sánchez Peláez, Animal de Costumbre


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Prometeo

Marginalia
Breves apuntes de mi bitácora acuariana.

* * * * *
(16 de Abril, 2009)


Marginalia


Sé lo que es la vida
en el exilio
porque he vivido
exiliado en mi país.
Conozco la patria chica
de los despatriados,
porque fue la única
que me abrió los brazos
y brindó su asilo.
Compadezco
a los desterrados,
a los perseguidos,
a los refugiados;
pero, en el fondo,
les admiro en algo
su suerte.

Nada hay como vivir en el exilio,
aun pisando tu tierra.

Te verás forzado a tomar
por derroteros y atajos,
a construir tu casa
en un abismo sin suelo,
entre los linderos de la memoria
y el corazón.

Jamás beberás -y por tu bien-
en la copa de los agremiados.

Pero, como toda condena
tiene su expiación,
te verás impelido a entablar
coloquio con el viento,
a sacarle luces al color de las orugas,
a llevar secretas bitácoras
de las caravanas de hormigas.
Te verás obligado
a discurrir con tu sombra,
a beberte el murmullo de sus oscuras luces,
y un sabor a cicuta y uva,
a belladona y ambrosía,
inundará el paladar de tu alma.

Marginalia se llamará tu casa,
tu casa sin cimientos,
en la que, a medianoche,
plantarás tus amapolas;
y en la que por las madrugadas,
sigilosamente observarás
el coqueteo de los nardos
bajo la luz de la luna.

Pero tu condena será
vivir en el misterio.

Y nadie, excepto tú,
tendrá acceso a Marginalia;
nadie excepto tú,
podrá dar cuenta y coordenadas
de tu país, tu utopía, tu silencio
y tu Paraíso perdido,
la patria chica de los despatriados.


* * * * *
(04 de Abril, 2009)


Hay gentes que no soportan el más mínimo asomo de melancolía y la combaten con estridencias de un jolgorio sin raíz. Hipnotizan el espíritu con falsetes de vana melodía que, a lo sumo, sólo sirven para dar escape a la queja de una histeria colectiva. Pero aquel que sabe retirarse a escuchar música en melancolía, también sabe lo que es bailar con alegría.


* * * * *
(21 de Abril, 2009)


He encontrado en los diarios de Bloy lo que él halló en Tolstoi. Cito…

“…He encontrado en Tolstoi, en la Sonata a Kreutzer:

En la ciudad un hombre puede vivir cien años y no darse cuenta de que está muerto y podrido hace mucho tiempo.

Lo que me lleva a la conclusión de que subsistimos en un hediondo osario…”


(León Bloy, Diarios, Marzo de 1912)

Con razón todos los días, al cruzar la ciudad, me siento como si vadeara oscuras y espesas aguas en la barca de Caronte.

Y con razón, todos los días, tomo mis derroteros para proscribir mi ciudadanía.

No es de temerle a la muerte, sino a la vida no vivida…




Las imágenes: 1. Prometeo 2. Orfeo en Roma (Dall) 3. León Bloy 4. Caronte (Dore)


Guarida de los poetas

Réquiem de Ana Ajmátova

http://www.youtube.com/watch?v=LTDZU49xWSk


Chet Baker - My Funny Valentine
http://www.youtube.com/watch?v=jvXywhJpOKs

Juan Sánchez Peláez - Animal de Costumbre

https://www.youtube.com/watch?v=lU1mHGs8CUQ





Copa laconia del Pintor de Arcesilao; Museo Vaticano Gregoriano Etrusco; 530 ac. Atlas y la serpiente de las Hespérides, manteniendo el cielo sobre sus hombros y Prometeo, atado a un poste, y con su corazón picoteado por el águila. Otras leyendas y obras del teatro griego cuentan (y Kafka se apega a ellas) que es el hígado de Prometeo lo que se comen las aves de rapiña, un castigo eternamente renovado...

A propósito del día internacional del libro. / Primera glosa: La Decadencia de Occidente / Segunda glosa: La Decadencia de esta Tierra de Gracia / Post data. A Juan Sánchez Peláez.


 
Primera glosa.-


He encontrado recientemente una reedición de La Decadencia de Occidente, de Oswald Spengler, en una de las pocas librerías que (a pesar del cerrojo instaurado por el gobierno a la libre importación de libros) aún logra mantener en sus estantes libros de lectura imprescindible *. Me refiero a la librería Estudios que regenta nuestro amigo Marichal. En Venezuela, poco a poco, se le ha tendido un cerco a la literatura, a los estudios humanistas y a la cultura en general, desde un círculo de poder de cuarta categoría que tutela la labor cultural, y el cual es integrado mayormente por lustradores de botas palaciegas. Ese cenáculo sólo aprueba e impulsa la publicación, en las imprentas “estatales”, de libros cuyo tema sea de perfil conveniente para la verborragia que predica quien se ha autoproclamado Mesías interplanetario del siglo XXI; verborragia que hace perfecto juego con las afectadas alabanzas de toda una corte de recién alfabetizados y encumbrados príncipes, secretarios, consejeros, ministros, minuetistas, embajadores, plenipotenciarios, sinecuristas, sabios descalzos, amanuenses, notarios, ideólogos de nueva ola, doctrinarios ungidos de importancia nula, académicos de la inopia, teorizantes oficinistas, filósofos sectarios, suplicantes, mendicantes y pare usted de contar. Aduladores, gente gustosa de vestir las prendas del funcionario, servidumbre que apolilla nuestra lengua cuando piensan estar erigiendo las más hermosas églogas de una cegata visión política... Poquito a poco vamos navegando hacia el mar de una felicidad embargada… En tanto que los gobiernos de Cuba y USA, parecieran comenzar a abrir exclusas entre sí… Claro que esto sólo es un utópico parecer, pues a los Castro y su comitiva no les conviene levantar el bloqueo a un pueblo de corderos expiatorios.

A Spengler hay que leerlo y entre-leerlo, pues es inevitable tomar una actitud precavida ante alguien que llegó a coquetear con el partido Nazi hasta muy poco antes de fallecer (Spengler falleció en el 36, pero en el 34 se distanció definitivamente del lunático de Hitler y su cuadrilla de vampiros), luego de la funesta Noche de los cuchillos largos, ya reseñada en estas páginas, el pasado 22 de Abril. Sin embargo, jamás puso en tela de juicio la admiración que sentía por “el Duce” Mussolini, por los sistemas absolutistas, el Cesarismo y la mano dura, ya que descreía firmemente de la democracia.

Uno puede tener cautela y hasta descreer de la democracia, dado que -como todo sistema de ideas y propuestas para una más justa coexistencia en colectividad- ella está sujeta al obrar humano. Pero es que de cualquier sistema de ideas que haya sido orquestado -y, sobre todo, asumido y acogido- en una siempre mudable conciencia, como un corpus teórico, mas sin piso ético y como divorciado de la humana sensibilidad, esto es, "desespiritualizado", no puede surgir una verdadera convivencia.

De todas maneras me propongo leerlo en sus líneas y entre líneas, pues la versión previa que yo tenía de ese libro es una edición viejísima y excesivamente subrayada por su dueño original, un venerable catedrático que donó su biblioteca y que, quizás, jamás imaginó que sus libros irían a parar a los puestos de libreros de la avenida Fuerzas Armadas, en el centro de Caracas, luego de haber él confiado su legado a los cuidados de la Biblioteca Nacional. Escribo esto porque se aproxima el día internacional del libro. Y tal parece que hoy, como ayer, cultura y libro valen un par de granos de comino para los gobiernos que se apropian de las vestiduras del Estado.

Salud!
lacl
16 de abril, 2009


* Claro que puede hacerlo a un precio que no permite llevar todo lo que uno quisiera, pues aquel que se quiera aventurar a importar libros a Venezuela, debe acudir al mercado de la compra de bonos internacionales para poder obtener legalmente dólares a un cambio superior a la tasa establecida por el control de cambio oficial. A la fecha de hoy, el dólar así obtenido se cotiza aproximadamente a BsF 7,00 x 1USD vs. los BsF 2.15 que establece el control de cambio fijado por el gobierno desde hace ya más de seis años.

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Segunda glosa.-

Hoy es el día internacional del libro y ayer u hoy, también, ha sido el día de la tierra. Salí a la calle a tomar bocanadas de viciado oxígeno y a intentar un lance con el que aliviar mi depauperada hacienda, esto es, darle algo de comer a mis macilentos bolsillos. El hastío, la morriña y una lobreguez que acaso pudiera responder al nombre de nihilismo (producto de los desganados amores de hastío y morriña) asfixian el ambiente con su pesadez, hasta el punto de bloquearle los pulmones al aire de la ciudad y hasta a los aires del más alto cielo. Este o aquel rostro iracundo deben su ceño a la ausencia de aire en el aire*. Aquella alma, vagando de luto, no podría aseverarle a nadie, ni a sí misma siquiera, por qué lleva esa mortaja entre sus brazos; dejó de tener cuerpo, aun portando el cuerpo de una hermosa mujer, aunque más inerte que la más silenciosa de las rocas.

En el camino de vuelta, que no sé si es de partida o de regreso, me bajo del bus para buscarle un recoveco a mi respiración. Caigo en un tinglado, una feria sin arlequines, un cementerio. Están celebrando el “Día Internacional del Libro”, así, con toda la pomposidad del caso. Me armo de valor. Deambulo entre sus tiendas montadas en una plaza al aire libre (la idea no es mala, asumiendo que hubiera aire libre transitando en los pulmones de la memoria de quienes, más que convivir, lo que hacen es disputarse los espacios del circo). Veo en uno de los quioscos a un académico de la lengua, un caballero que ha escrito dos quijotes y tres celestinas en términos cuantitativos, así que opto por hacerme el invisible y tomo por la tangente. Me place caminar por la sombra. Recorro el resto de los tarantines de la feria y NADA. Sólo libros de personal superación, recetarios de cocina, biografías farandulescas, manuales de esto y aquello, estampitas de Jesucristo y postales con oraciones reiteradamente cursis, para no perder la costumbre. Y más de esa sensación de estar respirando o simulando respirar ese aire denso, amelcochado, que no permite que uno levante los brazos para explayarse en una alegría sin por qué. Es incomprensible. Estoy convencido de que todos en la ciudad prefieren vivir asfixiados antes que arrostrar vida o muerte. Casi al final de la ronda me topo con dos libros en los que pudiera uno fijar su interés: una novela de Oz y un extenso ensayo de Hillman. Pero sus precios superan holgadamente la exigüidad de mi liquidez. Así que doy por terminada mi rutina.

Pero, pendejamente, vuelvo al punto de inicio, allí donde antes inicié mi transitar bajo la sombra. Entro a la improvisada tienda y un título en particular, entre los exhibidos, llama mi curiosidad. Se trata de un volumen de ensayos, artículos periodísticos, entrevistas y glosas de terceros en torno a la persona de José Ignacio Cabrujas. Hojeo el libro, reviso aquí y allá, como suelo hacer con todo libro que capte mi atención. El tomo exhibe en la portada una fachada lustrosa y, en su interior, papel de segunda, como haciéndole juego a la nación en que vivimos. Decido llevarlo. No es barato. Tampoco es caro. Su precio responde a una circunstancia que se ha intentado convertir en regla, a un ejercicio de petulancia administrativa impartido desde los más altos cenáculos de una barbarie gubernativa. Cuando le digo a la encargada “me lo llevo”, noto que los ojitos académicos han estado posados sobre mi humanidad. ¿Por qué está aquí otra vez? Pues, ahora me percato, porque no se había ido. Está firmando un libro. Supongo que hoy han presentado un libro suyo, acaso sea una reedición, dado que el título manualesco creo remembrarlo. Casi que, por pena, lo compro. Pero jamás me han complacido los manuales, aunque no desacredito su lectura y, por otra parte, la exigüidad de mi liquidez ni siquiera ha pretendido cambiar de estatus. Decido ser selectivo. Cancelo el importe de mi libro y me despido cortésmente.

Escribo esto ahora, en el curso de una a cinco cervezas, porque tenía que sentarme, aunque fuera en la más mediocre de las areperas, tenía que hacer las paces, tenía que hacer memoria y cuenta de esta desazón que no tiene derrotero ni asidero en el mundo patente, sino en el latente y luego de haberme leído varios pasajes del libro de Cabrujas, precisa y noblemente prologado por Ibsen Martínez. Mi conclusión es que el tiempo sigue detenido. Cabrujas nos habla de una aldea en la que el tiempo fue invalidado, como si viviéramos atrapados en un cuadro de la historia o en una esfera de cristal que, al girar sobre su eje, representa eternamente la misma fábula. Él, que no tuvo la dicha o el infortunio de ser testigo y parte de este desaguisado del siglo XXI que nos obligan a empinarnos como lo haríamos con un tonel de aceite de ricino, habla con más propiedad y justeza de la aldea que dejó intempestivamente, que quienes la siguen habitando. Nuestra falta de piso, nuestro gusto por la grandilocuencia, nuestra colectiva egolatría, nuestra historia cargada de niebla y humo, nuestra manía por inventarnos mitos de fallida heroicidad y por contemplar perpetuamente a Adonis en el espejo, todo por ocultar nuestra no admitida vocación para el desengaño.

Reproduzco las primeras líneas que leí al sentarme, un extracto de la entrevista que le concediera a Arráiz Lucca:

“…Bolívar es un personaje fantástico, no por lo que siempre se dice de bajarlo de la estatua (cosa que le hubiera molestado muchísimo porque trabajó para una estatua, se hubiera indignado si alguien le dice que no era una estatua) sino porque es un personaje excepcional, porque es un tipo demasiado solitario, arbitrario y con un "yo" que no creo que otro venezolano haya tenido. Tenía un concepto de sí mismo tan apabullante, tan carente de paisaje. Él se cree el centro del mundo y no ve esto sino como decorado, no le importa en lo absoluto la realidad, por eso llegó a tanto. Un tipo que comete el exabrupto, cuando está liquidado políticamente, de andar pensando cómo van a ser sus relaciones con Inglaterra. Bolívar era un alucinado, un desaforado, un delirante tapando su yo en todo momento para que nadie captara su intimidad, con una vida sentimental terrible…”

Tal pincelada es una joya. Pero me temo que a Bolívar le haya saltado a la arena un extraordinario competidor. Y me temo que el propio Cabrujas no habría dado crédito a tanta desmesura del yo, la cual se ha proyectado -cual sombrío alter ego- entre las muchedumbres, bien sean las que nacieron en el seno del lumpen proletariat o aquellas más hambrientas que, invariablemente, suelen rondar las volutas del poder; descomedimiento del yo que se ha desbordado en los últimos diez años sobre los suelos de un fingimiento que responde al nombre de Venezuela.

lacl
23 de abril, 2009




(El título del libro es El mundo según Cabrujas, Editorial Alfa, Caracas, Abril de 2009)


Post data. A Juan Sánchez Peláez.

Al releer lo escrito en mi segunda glosa en torno al día del libro y caminar por encima de la frase: Este o aquel rostro iracundo deben su ceño a la ausencia de aire en el aire, se hace presente la estampa de Juan Sánchez Peláez pues, involuntariamente he aludido al título de un libro suyo, de un modo no literal, aunque forzosa y desdichadamente, con una significación antagónica a la propuesta por su aérea poesía.

La única vez que estuve en su casa, luego de una plática con varios amigos que cortésmente me convidaron a visitarle, el poeta tuvo la deferencia de obsequiarnos ese libro, Aire sobre el aire, el mío con una dedicatoria que buenamente envidiaron algunos de los compañeros allí presentes. Desafortunadamente, ese libro al parecer partió en peregrinaje de mi biblioteca. En casa mis libros caminan, a veces conmigo, otras sin mí.

También he hecho una alusión a la ausencia en mi glosa segunda, y ya no sé si tan casuísticamente. Pues recuerdo que la dedicatoria que Sánchez estampó en mi libro hablaba de una ausencia y un colibrí. No soy un fetichista, ni coleccionista de huesos, ni iniciador de cultos personales, pero ese libro era verdaderamente especial, único y pleno de significaciones para este servidor. El venerable poeta, un ser encantador, captó esa noche mi sentimiento de ausencia y de alguna manera la asumió de colibrí. Una doliente ausencia que me superaba y que yo me empeñaba en disimular, mas no para él. Tenía un buen juego de estetoscopios el poeta, digno representante de nuestra querida vieja guardia.

Algún tiempo después le vi caminando con su querida Malena del brazo y yo, que secretamente portaba un conato de poema dedicado a él en el bolsillo de mi camisa, con la única misión de obsequiárselo si alguna vez volvía a verlo, no me atreví a importunarlos. Iban tan felices y sonreídos... Me arrepiento de no habérselo entregado ese día, ni después. A veces siento antipatía por mi colosal retraimiento. Surgió como una respuesta a la filiación oscura que se tendiera tácitamente entre nosotros aquella noche, como una respuesta a lo que nos dijimos y a lo que nos callamos, como una contestación a mi ausencia, como una necesidad de mantener el verbo en alto. Y este pecado de aludir nuevamente al título de algo suyo, ahora sí, ha sido adrede. 

Este conato de poema está igualmente dedicado a Luis Eduardo Cabrera, uno de los autores intelectuales (si no el principal) de mi convite a la casa del poeta Juan. Hombre sin igual es Chacho Cabrera, un corazón transportador. Establecimos una amorosa, solidaria y comprometida amistad desde el primer momento, aquel día en que se incorporó a la Dirección de Literatura del CONAC en el que un servidor fungía como Asistente de esa Dirección, amén de llevar adelante varios programas de incentivo literario y cultural. Chacho merece capítulo aparte que algún día escribiré. Su corazón, casa de mil puertas y estancias, ha sido cálido albergue de muchos, un servidor incluido. Ya para esa noche que rememoro, yo había renunciado al cargo burocrático. Fueron nueve meses de parto. Muchas cosas buenas puedo recordar de la experiencia, los cursos, talleres y eventos literarios que se lograron organizar y cumplir en diversos estados del país, el conocer a tanta gente abnegada, haciendo una labor cultural por su mero amor al arte y a la humanidad. Pero más pudo la asfixia burocrática que me llevó a poner mi renuncia de manera irrevocable un mes antes del nacimiento de Sebastián pues, como  alegara en mi renuncia, quería y necesitaba estar libre para disfrutar esos días previos al advenimiento del niño...

En fin, para cerrar, acá reproduzco mi conato:

Mientas dure

A Juan Sánchez Peláez

A Luis Eduardo Cabrera


¿Por qué no soy yo el hijo de un Sioux que, de cuclillas,
soporta impávido las inclemencias del sol
en medio de la aridez de una tierra olvidada,
al margen de una estación de trenes,
o por qué no soy el Yanomami que duerme
sobre un trozo de cartón a la entrada de un centro comercial,
mientras su concubina ofrece sus collares?

¿Por qué no estoy talando árboles obedientemente
o desarmando carros entre refunfuños?

¿Por cuál capricho del destino se dictaminó
que yo no calzara los zapatos
de un inmigrante italiano que vende
la salvación de puerta en puerta?

¿Y quién me legó, además, este arte histriónico
que me permite fingir, ser uno más de la fila?

¿Quién decidió que esté rodando siempre sin meta,
sin querer jamás vestir la camiseta del líder?

¿Quién ha estado girando la rueda de la fortuna?

¿Qué golpe del azar concluyó
que yo no fuera un ángel
o una vieja de sexo desdentado que vende revistas obscenas,
o una breve Ave del Paraíso,
o un pequeño facineroso de la calle?

¿Quién, como un Atlas, está haciendo el gasto
por sostener las murallas de este
inmenso laberinto pavloviano?

¿Y por qué no puede estar la Pavlova bailando
sobre la almohada de mi pecho?

Al menos, tengo la luna.

Estoy vivo y, a veces, tengo la luna.

Que así sea mientras dure.


Salud!
lacl
04 de Mayo, 2009


(Este texto fue publicado en la antología Voces nuevas, editado por el Centro Romulo Gallegos, de cuyo taller de poesía fui uno de los participantes entre 1998 y 1999)
Aire sobre el aire fue publicado por la editorial Rasgos Comunes, a cargo del Catire Enrique Hernández D’Jesús.