Todo quehacer humano que traspone los murales de la contemplación es lo que podemos denominar como "negocio". Ocio es contemplación. Y es, también, escuela. No lo decimos metafóricamente. Es la raíz etimológica de la palabra griega. Lo aprendimos en virtud de las lecciones impartidas en un seminario inusitado, un "Taller de ocio" impartido por Rafael Cadenas, nuestro querido profesor y maestro, quien entre el generoso material bibliográfico nos deslizó un libro indispensable para nuestra hora inmediata, hora larga cuando se trata de lo colectivo: El ocio y la vida intelectual. El título intenta resumir lo contenido, pues no es el titulo original de las disertaciones allí publicadas.
Pero lo que quiero sigificar, más allá de nuestro natural agradecimiento, es lo que tales experiencias dejaron abonadas en un sevidor, reafirmando algunas convicciones: una, la de que la vida es invivible sin esta redundancia, la del ocio del contemplar, pues en el mirar hay una escuela; y la otra, la que nos enseñara sentimentalmente que la vida buena, por deseable, por la jovialidad interior que nos depara, es la de un convivir. Para convivir genuinamente es menester haber "aprendido" a contemplar, a conectar lo mirado con la mirada interior.
Quienes toman el diario quehacer como el acabado arte de expoliar a otros por la vía del "negocio" son gentes que jamás tuvieron o se dieron la oportunidad de contemplar o de apreciar ese otro tiempo que titila silencioso en la experiencia de un alma sumida en el ocio. En el fondo son como calamares sin tentáculos u hormigas sin antenas...
lacl, anotaciones android, 03 de Junio, 2021.
Serrat. De vez en cuando la vida.
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