Texto que surgió en respuesta a un comentario a este graffiti digital...
La paradoja apunta más al lenguaje coloquial que hoy se derrama en toda tertulia que a una tesis filosófica, aun cuando evidentemente toda tesis filosóficamente bien estructurada le confiera cimiento o explicación a determinado statu quo, como bien lo hace el corpus pensamental de Foucoult.
Es decir, la observación nace de la necesidad de intentar comprender las razones sobre las que se apuntala la jerga diaria para instituir o (valga el juego de palabras) "normalizar" el empleo de giros o vocablos que sirvan de muletillas y cuya función puede ser muy acomodaticia, según sea el contexto en el que se la use.
La acción de "normalizar" es un recurso de los hablantes para argüir una premisa sectaria -generalmente un despropósito- con la finalidad de establecerla como norma. Y, como tal, es una estandarización, ese tan anhelado Edén con el que sueñan los tecnólogos, los tecnócratas y los adoradores de Mammon, daemon de la avaricia.
Mas, que exista una norma no implica la preexistencia de una normalidad. Las normas son patrones y, como tales, suelen asemejarse a camisas de fuerza. Si partimos de la base de que no hay un solo ser humano cuya psique viva una vida exenta de patología, deberíamos concluir que la endeblez es la base de todo intento de "normalizar" algo, generalmente una conducta, la cual será la deseable para los clanes o sectas promulgadores de cualquier tesis.
Ello me lleva a concluir que el poderoso inconsciente (individual y colectivo) revela que en el seno del alma humana susurra, incansablemente, un Doctor Caligari, muy deseoso él, de imponerle al resto del mundo lo que sus sigilosos y bien ocultos caprichos le dictan indesmayablemente desde las sombras.
lacl, Anotaciones Android.
Don McLean, Empty chairs.
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