MITO. José Antonio Ramos Sucre, Las formas del
fuego, 1929.
El
rey sabe de los motines y asonadas provocados por los descontentos en tomo de
la misma capital. Recibe a cada paso un mensajero de semblante mustio. Se traba
un diálogo sobresaltado en torno de una noticia ambigua.
El
soberano imagina la devastación de una zona feraz y el exterminio de sus labradores.
Una tribu cerril se ha aprovechado de la confusión del reino y lo ha invadido
en carros armados de hoces. Unas brujas desvergonzadas, consejeras de los
caudillos montaraces, vociferan sus vaticinios en medio de los residuos negros
de las hogueras. A través del aire calentado se distingue un sol rojo, de país
cálido.
Los
hombres de la tribu cerril trasportan unas tiendas de cuero sobre el lomo de sus
perros desfigurados, ávidos de sangre, y se establecen con sus mujeres, a sus
anchas y cómodas, en cavernas practicadas en el suelo. Reservan las tiendas
para sus jefes.
El
rey consulta en vano el remedio del estado con los capitanes antiguos, de barba
pontificia y de elocución breve.
El
príncipe, su hijo, sobreviene a interrumpir el consejo, en donde reina un silencio
molesto. Inventa los medios saludables y los recomienda en un discurso fácil.
Posee la idea virtual y el verbo redentor. Acaba de salir de la compañía de los
atolondrados.
Los
veteranos se retiran ceremoniosos y esperanzados y se sujetan a sus órdenes. La
presencia del joven suprime las fluctuaciones de la victoria y neutraliza el
ardid de los rebeldes.
El
héroe ha salido al peligro con la asistencia de una muchedumbre entusiasmada.
El
día de su regreso, las mujeres hermosas entonan, desde la azotea de los palacios
de la capital, un himno de antigüedad secular en alabanza del arco iris.
Una obra maestra, Andrei Rubliov, de Andrei Tarkovski, 1. Trailer. 2. Primera part. 3. Segunda parte
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