LA SALVA
Una amante pérfida me
había sumergido en el deshonor. Su discurso ocupaba mi pensamiento con la
imagen de una carrera absurda, en un bajel proscrito. Yo desvariaba en la sala
de una orgía cínica.
Los cazadores de
ballenas, aventurados antes de Colón y Vasco de Gama en el derrotero de los
países inéditos, no habían previsto en sus cartas el sitio del extravío. Las
aves del mar sucumbieron de fatiga sobre los palos y mesetas de mi galera. Yo
me detuve al pie de unos cantiles inhumanos, bajo un cielo gaseoso.
Recorría en la
memoria los pasajes de la Divina Comedia, donde alguna estrella, señalada por
la vista augural de Dante, sirve para encaminarlo entre el humo del infierno y
sobre el monte del purgatorio.
Mi viaje se
verificaba en un mismo tiempo con la orgía decadente. Quise interrumpir el
hastío del litoral grave, disparando el cañón de proa. El estampido redujo a
polvo la casa del esparcimiento infame.
(Tomado de EL CIELO DE ESMALTE)
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