Hace tiempo que no sumo una colecta de ética-estética a mis archivos, no por falta de ganas, sino porque en los últimos años se ha acelerado un vivir "sinrazonado" que a todos nos acogota con premuras, lances, firuletes y verónicas. Se ha desdibujado el alma del país. Y el entusiasmo tiende a arredrarse ante llamados tan sombríos. Nadie escapa a esa tesitura del alma que se asemeja a la asfixia. Y nadie está exento de enmarañarse en esas fangosas y virulentas redes. En fin, ¿que no hay derecho a que uno cambie un ápice su modo de vida por causa de sinrazones? Eso ni lo dudo ni lo niego, pero el fuego interior de toda esencia vital, aunque no se apague ante tales infortunios, tiende a preferir servir de ascua o rescoldo en la intimidad de una habitación que en el ir y venir de los humanos mentideros. De allí que uno, a su pesar, se vea de pronto entrando a una caverna en la que comienza a vivir de los ecos que suben desde el fondo, se vuelve uno un poco eco de esas voces que no hallan cómo lidiar con una incomprensible humanidad.
Y opta por el misterio.
MATEO MANAURE: REGISTRO DE LO QUE SERÁ
A SUS OCHENTA Y
CINCO AÑOS
18 de octubre de 1926 -
y hasta el infinito registro de lo que será
Mateo
Si tan sólo pudiésemos tomar de tus lienzos algunos de los
hilos de púrpura, naranja y violetazul con los que dibujas los suelos de esta
tierra, entonces te escribiríamos una carta hecha de paisajes. Allí el agua
haría conjunción con la luna, los pastos con el cielo, los luceros con
las luciérnagas, y como un río de colores se desbordarían del papel para
inundar tus espacios con la misma luz que nos regalas.
¿De qué cántaro está hecho tu corazón, Mateo, que puedes
con tu amor amalgamar auroras con areniscas, atardeceres con espigas, lámparas
de tierra con linternitas de agua? Como si por la magia de tus manos sembraras
huertos en las telas, solares en las pupilas, manantiales en una sola
hebra de color trazada como elipse de la vida.
¿Será por esa humana decisión de recordarle al hombre el
hecho de que es humano, en una época que demostró no estar madura aún para esa
advertencia? ¿Será por esa indagación infinita de la tierra, de los ríos,
de las hojas, de los pájaros, de los rostros, en los que te has detenido como
esforzado arquitecto de todas las texturas que el arrebol dibuja sobre los
oleajes de arcilla?
¿Será, Mateo, por ese disparo de amor que haces al mundo,
hecho con la pólvora de tus sueños? ¿O será acaso que el río Uracoa, derramando
violetas de agua sobre el azul de los bosques, te ofrendó sus encantamientos
para siempre?
Tal vez fue aquella madrugada en la que el silencio
conjuró todos los ruidos, para que fueras espectador único de aquel enjambre de
estrellitas que te cubrieron el asombro hasta envolverte eternamente en su
alada fosforescencia. O esa persistente decisión de advertir la raíz de la vida
en la amalgama de tejidos que brotan de la tierra y del alma, para que en tus
tapices de amor, quedara el registro de las auroras que habrán de ser.
Cómo si no explicar ese estallido de armonías que se tocan
y limitan, entrecruzan y difunden, entreveran y suspiran en un almácigo que se
hará campo florecido de alegría cuando el hombre aprenda a leer en los antiguos
sedimentos la noción exacta de la fiesta de la vida que hace ruta subterránea
hacia la cima de los cielos.
Es como si a orillas de tu río, en los andenes de las
tierras que recorrió tu afán explorador, hubieses encontrado los signos vitales
del planeta, grabados en el rostro de las piedras, en las desembocaduras de los
hilos de agua, en el polvo de arcilla que se hace vasija o surco para una misma
siembra.
Allí estaban y están todos los dones del hombre,
dispuestos para la celebración de una vida en armonía, pletórica de frutos,
flores, granos, pastos, hierbas, soles y bosques de risa.
Y se hicieron color y cobijo entre tus manos magas, en el
interior de tu corazón de lirio y rocío, para derramarse otra vez sobre la
tierra, hechos ahora andén de los sueños, espacio de la esperanza, imagen del
paisaje de la vida, en las pupilas de un hombre que ama.
Sabías que mientras mezclabas atardeceres con la
ingeniería exacta de los panales, mediodías con polvo lunar, arenas
desérticas con gajitos de pomarrosa, se iba secando el color sobre la
tierra, opacando la risa sobre los rostros, acallando la música de las
chicharras y los sapitos.
Y te diste a la tarea de rescatar para el hombre maltrecho
y devastado de este tiempo, el huerto infinito de la vida. Como si sobre los
campos resecos pudieran leerse las simientes que sueñan convertirse en cometas
y floraciones.
Así de tus lienzos, Mateo, emergen espigas y
hierbas, pájaros y mariposas, girasoles y bromelias, aliñados con el azúcar
dúlcimo de tu corazón enamorado. En ellos queda el registro de lo que será
nuestra casa algún día, cuando el hombre aprenda a vivir entre hermanos, cuando
se convierta otra vez en hortelano de su propio huerto cósmico y eterno.
Tomamos entonces, Mateo, un ramillete de hebras de tus
lienzos, que sembramos desde siempre en el recinto de la palabra que aún no se
ha dicho, para entregártela como una infinita floración de arcoiris.
Sabemos que aún de tu ternura emergerán vuelos altos,
vientos largos, aire enamorado, tiempos de ocre florecer y verde tallo, de
horizontes naranja, y mediodías azulados, de ríos de amapolas y piedras que
desgranan racimos de vides.
Sabemos que, más allá de todo tiempo, algún día el hombre
habitará una casa que tendrá los colores que brotan de tus pinceles. Entonces,
aprenderá a reconocerse a sí mismo, y los suelos de la tierra toda tendrán para
siempre el aroma de tu lumbre.
Te abrazo con el creciente amor de siempre.
mery sananes
1 comentario:
Gracias LA por entonces y por ahora, Abrazos
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