Remembranza de un lance amoroso de principios de año.
Salud!
Salud!
(lacl)
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Ex abundantia cordis
Hace dos
mañanas volvió el amado Ludo (Vico) a nuestra casa, luego de haberse ausentado
por una cantidad de días inusitada para sus costumbres, más o menos una semana,
cuando lo regular es que se ausente dos, máximo tres días. La razón de su
errabundez radica en que nunca se le pudo esterilizar, pues la sabia naturaleza
ocultaba uno de sus testículos, cada vez que, con ese fin, le llevaba yo al
veterinario. Alguien en mí se alegraba, por una parte, al no podérsele realizar
la operación, aunque a sabiendas de que los gatos no esterilizados andan más
expuestos a sufrir enfermedades y se desapegan más de la casa, al entrar en
competencia con otros gatos. Siempre he tenido los sentimientos encontrados
cuando se trata de esterilizar a uno de nuestros peludos. Entiendo que es
recomendable y, sin embargo, no me resigno a sentirme como quien está torciendo
designios para los que no está autorizado.
Lo cierto es
que cuando entré a la cocina, contento de saber que Ludo había vuelto, inmediatamente
me le acerqué y le noté algo huraño y asustadizo, algo que jamás había sucedido
con ninguno de nosotros. Menos conmigo, a quien robó el corazón, luego de que
Yineska me convenciera, a regañadientes, de que lo adoptáramos. Ludo estuvo a
punto de salir corriendo cuando le atajé y comencé a hacerle cariños y hablarle
tal como le hablábamos cuando era un cachorrito. La cara de Ludo inmediatamente
se transformó en un rostro tan patéticamente colmado de ahogados sentimientos
que, acto seguido, tanto sus ojos como los míos, se cristalizaron de lágrimas a
duras penas contenidas.
Creo que pocas
veces en mi vida he tenido una experiencia de tan cargado sentimiento como la
acaecida hace dos mañanas. Y entre ellas cuento las experiencias vividas con
otros seres humanos. Yineska, asombrada, me decía: ¡Ludo está llorando! Yo le
pedí que lo cargara, tal como siempre hicimos con esa buena criatura. Luego lo
volví a abrazar yo, mientras le decía: ya vamos a comer.
Lo que se dio
entre Ludo y nosotros fue como un fenómeno de anagnórisis, una revelación por
medio del mutuo reconocimiento. Siempre
me he sentido, en parte, responsable de que Ludo sea esa alma nómada que es, lo
que por un lado me alegra y por el otro me entristece. Pero lo que se nos reveló
esa mañana, fue -a mi modo de ver- un escondido sentimiento de desamparo en esa
alma pura, como si creyera o sintiera que nosotros ya no le quisiéramos, como
siempre le hemos querido. Cuando nos quedamos solos, él y yo, le hablaba muy
bajito. Prométeme que siempre vas a volver, Ludo, aquí no sólo tienes comida,
aquí te damos corazón. Luego de esto lo senté en una silla en el patio y seguí
haciéndole cariños mientras conversábamos, rodeado por el par de curiosos y
nuevos mininos por quien acaso se haya sentido desplazado. De allí estas
estampas que ahora publico. Un buen rato estuvimos allí sentados, con Benito y Ágata
en plan de felina observación.
Todos comieron
luego regaladamente. Ludo permitió apenas que le hiciera otros cariños, acto
seguido, rodeó la casa y salió, como siempre, por el garaje a explorar el
mundo. Eso sí, ha vuelto esta mañana, tal como se lo habíamos pedido.
(lacl, 01 de Marco, 2015).
1 comentario:
El puro amor..
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