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Estas palabras las recogió Luisa Barroso en una breve
entrevista con Rafael Cadenas para El Nacional, en 1978, con motivo de cumplirse dos décadas de Tabla
Redonda. Tabla Redonda nace en una encrucijada de la historia, entre los
estertores de la dictadura militar y los albores de una secuestrada democracia.
“…El dinero ha enloquecido a millares de venezolanos; los ha vuelto unos pobres venezolanos con los
bolsillos repletos, sin raíces ni señorío de alma. El alma la cambiaron por un
oro de mala ley; ni siquiera les sirvió para ganar el mundo, y ese oro nos
atosiga, nos pudre, pues no es el oro bien ganado ni el oro del espíritu que buscan
los alquimistas, sino otro que debería avergonzar. No me explico cómo una sociedad
formada por gente de buen orgullo ha podido descomponerse tanto. Hoy el país
falso ahoga al país esencial, al país profundo que todavía descubrimos en el
interior, en rostros, palabras, lugares, ese país cuya alma se confunde con
nuestra niñez, ese país amenazado de extinción. No sé qué podrá salvarlo…”
(Rafael Cadenas)
* * * * *
Adenda.- Obviamente, a este país no lo podía salvar un
neo-sainete remedador de aquella cota o parte de comedia que, sin lugar a
dudas, tuvo el grito de 1810, así como sus ecos de las décadas consiguientes,
con su corte de taimados “manumisionistas” y calculadores amigos de la cosa pública…
Mírese bien, es el año 1978. La década de la Venezuela
Saudita. La que sembró hasta los tuétanos el culto por la fortuna fácil y una
atmosfera de fantasía signada por la palabra “fashion”. Todo un vértigo.
Para pintarlo de un modo más cercano diré que recuerdo
los gestos de extrañamiento en el rostro de mi padre, ante esa nueva maqueta
que al “país nacional” se le ofrecía, como si de una Arcadia de metal, humo y
cemento se tratara. Le quitaron el piso. A mi padre, quiero decir, y a muchos
hombres de a pie y de bien de su generación. Y quienes veníamos arreando detrás
de esa generación, con algo de ese buen orgullo bebido en la leche materna,
tampoco podríamos entender hacia dónde se enrumbaba la galera de la nación.
“Ese país cuya alma se confunde con nuestra niñez”, es
el país al que desde entonces -e ‘in crescendo’- le han caído a patadas en la
cara. Una gran destemplanza dio paso a otra mayor, inimaginable. Nuestra capacidad
para asimilar el inconcebible refinamiento de la perversión humana para con lo
humano es casi inexplicable.
Y sin embargo siento que ese país profundo está allí, suspirando
tenuemente, y se niega a fenecer. Cabe albergar la esperanza de que el alma del
país aún pueda confundirse con su niñez.
(lacl)
Excelente libro de Entrevistas, editado por La Oruga Luminosa, Col. Voces Secuestradas, San Felipe, Edo Yaracuy
Fragmento de una conversa...
Tuvimos la fortuna de acompañar a los poetas Luis Perozo Cervantes y Josbel Lobo esa tarde, en un parque caraqueño.
Lectura de poemas y conversa con Antonio Gamoneda y Rafael Cadenas...
Lectura de poemas y conversa con Antonio Gamoneda y Rafael Cadenas...
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