Anselmo
Di Testarutto. Apotegmas contra la peste, Turín, 1935.
Un
par de bocetos extraídos de un libro único, hallado en un viejo almacén de
curiosidades, en la ciudad de Turín, en la década de los sesenta. De Anselmo Di
Testarutto muy poco sabemos. Lo único que he podido recoger es que, hombre
huraño, era descendiente de un ducado, añeja casta venida a menos.
Aristocrático en lo que toca a saberes, era un anarquista que jamás se avino
con los pocos parientes que se le conocían, herederos de una menoscabada ralea
cuyos mejores años comenzaron a extinguirse a mediados del siglo 19. Vivió en
un destartalado y colosal almacén, una de las pocas pertenencias que se
pudieron salvar de la heredad. Cuentan que el almacén era, en realidad, un
cifrado laberinto plagado de papeles, libros raros, incunables, pergaminos,
papiros, monedas, armas antiguas, frescos y curiosidades. Vestía como el Conde
Drácula, ataviado siempre de una larga capa negra que en las calles de Turín
dejaba la estela de su rápido y decidido paso. Memoria prodigiosa, siempre
oculta bajo la sombra de un enorme sombrero de mosquetero francés del siglo 15.
Dicen que padecía el síndrome del Licenciado Vidriera. A todos dejaba atónitos
cuando, acorralado, se dignaba a responder las impertinencias de los residentes
de su ciudad. Mas, acto seguido, salía disparado en dirección contraria,
reclamando que nadie se le acercara. Su libro de apotegmas salió a la luz en
contadísimo tiraje, ya que fue producido artesanalmente. Enemigo acérrimo del
Futurismo, del Fascismo y de prácticamente todo lo que aromara a ideología,
desapareció de pronto, sin dejar huellas, a mediados de los Treinta, un lustro
antes de que se desatara la Segunda Guerra Mundial.
Las
anotaciones, sentencias y apotegmas que hemos recogido acá, se deben a la
indulgencia del señor Wolfgang de Bayreuth, quien, al parecer, es el único ser
que ha documentado la verdadera existencia de estos Apotegmas contra la peste,
de Don Anselmo Di Testarutto. De Bayreuth jamás quiso decir cuál fue el
paradero del laberinto de papeles que perteneciera a Don Anselmo. Dejamos aquí
una rareza. Del ramillete de anotaciones que amablemente nos cediera el señor
de Bayreuth, siempre me ha llamado la atención una glosa que, más que apotegma,
sentencia o semblanza, se aproxima al “telaje” del poema, por querer casar, a
la fuerza, el celaje con la tela. Lo dejamos acto seguido y luego agregamos
otra anotación segada de la referida colecta.
Salud!
lacl
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Siglo
XVII.
A
la luz de la llama de una vela.
Silencio
y oscurantina.
La
lluvia es el concierto
que
pone los acentos de armonía
a
esta reiterada soledad
del
hombre ante la noche.
Las
sombras emergen de ella
cual
figuras de ajedrez
velando
su propia vigilia
o
como un arcángel que se ha posado
sobre
el mantel del sueño.
El
tiempo es un océano en reposo,
sin
alteradas corrientes
ni
brisas que le despeinen.
El
tiempo se echa en su sillón
y
contempla al hombre que pasa.
Éste
se engaña cuando asegura
que
el tiempo le acompaña,
pues
el tiempo quieto se queda
y
no se apiada ni conduele
del
vano intento del hombre
por
querer humanizarlo todo
hasta
convertirlo en cenizas.
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* * * * * *
La
lengua de los sentimientos, istmo de la sensibilidad, franja de la intuición,
glotis del pálpito y de la incertidumbre, es mucho, pero mucho, más compleja o
abigarrada que la lengua de la voz entonada o del verbo entusiasmado que, un
buen día, se hizo palabra. Pero no lo es porque las esencias persigan -porque
sí- el obstáculo o el encriptamiento como condición para el subsistir, sino
porque la infinita gama de los colores de la vida, apenas si pueden ser
reflejados tímidamente por nuestro afán de atar aquello que por naturaleza es
inasible.
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Anselmo
Di Testarutto. Apotegmas contra la peste, Turín, 1935.
“I
COMPAGNI” (LOS COMPAÑEROS)
Film
de Mario Monicelli, rodado en 1963.
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