Un maravilloso encuentro para celebrar a Hölderlin.
Invitamos a disfrutar ese evento que adjuntamos a pie de página...
Disertación de Helena Cortés Gabaudan.
Ernesto Arias, actor
Elena Gragera, mezzosoprano
Antón Cardó, piano
Guarida de los poetas.
Ser uno con todo, ésa es la vida de la divinidad...
Hölderlin
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HIPERIÓN A BELARMINO
No tengo nada de lo que pueda decir: esto es mío.
Lejos y muertos están mis seres queridos, y ya no
hay voz alguna que me hable de ellos.
Mi negocio aquí en la tierra ha terminado.
Emprendí la tarea pleno de voluntad, me desangré en ella, y no he enriquecido
el mundo en un solo céntimo.
Desconocido y solitario vuelvo a mi patria y vago
por ella como por un vasto cementerio, donde tal vez me espere el cuchillo del
cazador, a quien nosotros los griegos somos tan del agrado como la caza del
bosque.
¡Pero tú brillas todavía, sol del cielo! ¡Tú
verdeas aún, sagrada tierra!
Todavía van los ríos a dar en la mar y los árboles
umbrosos susurran al mediodía. El placentero canto de la primavera acuna mis
mortales pensamientos. La plenitud del mundo infinitamente vivo nutre y sacia
con embriaguez mi indigente ser.
¡Feliz naturaleza! No sé lo que me pasa cuando alzo
los ojos ante tu belleza, pero en las lágrimas que lloro ante ti, la bienamada
de las bienamadas, hay toda la alegría del cielo.
Todo mi ser calla y escucha cuando las dulces
ondas del aire juegan en torno de mi pecho. Perdido en el inmenso azul, levanto
a menudo los ojos al Éter y los inclino hacia el sagrado mar, y es como si un
espíritu familiar me abriera los brazos, como si se disolviera el dolor de la
soledad en la vida de la divinidad.
Ser uno con todo, ésa es la vida de la divinidad,
ése es el cielo del hombre.
Ser uno con todo lo viviente, volver, en un feliz
olvido de sí mismo, al todo de la naturaleza, ésta es la cima de los pensamientos
y alegrías, ésta es la sagrada cumbre de la montaña, el lugar del reposo eterno
donde el mediodía pierde su calor sofocante y el trueno su voz, y el hirviente
mar se asemeja a los trigales ondulantes.
¡Ser uno con todo lo viviente! Con esta consigna,
la virtud abandona su airada armadura y el espíritu del hombre su cetro, y
todos los pensamientos desaparecen ante la imagen del mundo eternamente uno,
como las reglas del artista esforzado ante su Urania, y el férreo destino
abdica de su soberanía, y la muerte desaparece de la alianza de los seres, y lo
imposible de la separación y la juventud eterna dan felicidad y embellecen al
mundo.
A menudo alcanzo esa cumbre, Belarmino. Pero un
momento de reflexión basta para despeñarme de ella. Medito, y me encuentro como
estaba antes, solo, con todos los dolores propios de la condición mortal, y el
asilo de mi corazón, el mundo eternamente uno, desaparece; la naturaleza se
cruza de brazos, y yo me encuentro ante ella como un extraño, y no la
comprendo.
¡Ojalá no hubiera ido nunca a vuestras escuelas!
La ciencia, a la que perseguí a través de las sombras, de la que esperaba, con
la insensatez de la juventud, la confirmación de mis alegrías más puras, es la
que me ha estropeado todo.
En vuestras escuelas es donde me volví tan razonable,
donde aprendí a diferenciarme de manera fundamental de lo que me rodea; ahora
estoy aislado entre la hermosura del mundo, he sido así expulsado del jardín de
la naturaleza, donde crecía y florecía, y me agosto al sol del mediodía.
¡Oh, sí! El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo
cuando reflexiona, y cuando el entusiasmo desaparece, ahí se queda, como un
hijo pródigo a quien el padre echó de casa, contemplando los miserables
céntimos con que la compasión alivió su camino.
Tomado de Hiperión, Hölderlin.
Friedrich Hölderlin, mediador entre lo divino y lo humano.
Fundación Juan March
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