Este libro de Ana Cristina Cesar me lo regaló Walter Rodríguez el mismo día en que estaban cerrando la Librería Lectura, luego de casi 60 años de haber abierto sus puertas. Le agradecí mucho el gesto. También me regaló otros títulos que no viene al caso mencionar. No, al menos, en este momento. Fui un asiduo visitante de Lectura durante varias décadas y, por supuesto, esa librería fue una de las surtidoras de mi biblioteca. Hoy queremos rendir un humilde homenaje a esta poeta brasileña que permanecerá por siempre joven. Walter, además del librero, ha sido editor. Dirigió en su momento la Colección Thalía y Erato del Centro de Estudios Brasileños de la Embajada de Brasil. Gracias a él pues, tuve la fortuna de poder conocer la poesía de Ana Cristina Cesar. Ella fue, a mi modo de ver, una digna representante de esa generación de la que suelo hablar en estas páginas, una generación que intentó realmente cambiar las cosas en cada rincón del planeta. Porque los años setenta fueron, de alguna manera, tocados en su médula por la expresión juvenil que se manifestó en todo el orbe a partir de Mayo del 68. He transcrito unos cuantos poemas, intentaré agregar algunos más en el devenir del tiempo. Acaso me haya tocado especialmente el corazón aquel mote que le endilgaron a ciertos poetas de los años 70 en un Brasil aherrojado por la dictadura: el de los poetas marginales, pues el conjuro más cabal y efectivo, por muy minoritario que parezca, es aquel que se cultiva al margen.
Salud, lacl.
Poemas de Ana Cristina Cesar.
NADA, ESTA ESPUMA
Por desafío del deseo
insisto en la maldad de escribir
pero no sé si la diosa sube a la superficie
o si tan sólo me castiga con sus aullidos.
Desde la baranda de este banco
deseo tanto los senos de la sirena.
(Escenas de Abril.)
ÚLTIMO ADIÓS
El barco suelta las amarras
imagino un gran desastre sobre la tierra
las elecciones alzan vuelo
agudas
pánicos felinos asomados en la baranda
y en la deck-chair
todavía te oigo ojear los últimos poemas
esbozando una sonrisa
(Escenas de Abril.)
(HUBO UN POEMA)
Hubo un poema
que manejaba su propia ambulancia
y decía: no recuerdo
ningún cielo que me consuele
ninguno
y salía,
sirenas bajas,
recogiendo los restos de las conversaciones
de las señoras
"para que nada se pierda o se olvide",
proverbial,
aunque herido,
hubo un poema
ambulante,
cruz roja
sonámbula
qué se escapó
y se fue
inolvidable
irremediable
caño abajo
(Inéditos y dispersos)
SÁBADO DE ALELUYA
Escucha, Judas.
Antes de que partas a tu baile.
La muerte nos absorbe enteramente.
Todo es refugio árido.
Eterno olor a talco..
Mesa dispuesta y Las garras del deseo
Las ganas de buscar uno por uno.
y pronunciar el escándalo.
Hablar sin ser oída.
Desplegar pendencias: te deseo.
Indiferencia fanática al todavía no.
(A tus pies)
(Es para ti que escribo hipócrita.)
Es para ti que escribo, hipócrita. Para ti: soy yo quién te sacude los hombros y te grita verdades a los oídos a último momento. Me he hecho a tus pies enteramente grata: bofetada estallante, despegue lacerante, golpe seco de fusil. Es sólo para ti y qué letra tan hermosa - Exaltación - Imperio Sentido en la Avenida - Carnaval del síncope. Platos limpios lanzados al aire. Circo instantáneo, tela rápida pero exacta descendiendo sobre su cabellera de un solo golpe de caricia, ¡y tú espanto!
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Nota: Con "Exaltación" se refiere a la entrada de las escuelas de samba y con "Imperio" alude irónicamente a tales escuelas.
(Inéditos y dispersos)
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