Con Aldous Huxley.
Cuán lacerantes verdades se atesoran en el
pensamiento que Lawrence nos desplegara en sus ensayos. El verdadero
Apocalipsis (o Revelación), contundente golpe de anagnórisis, nos toma de
improviso al entregarnos a la lectura de ese ensayo de homónimo título.
Verdades que llegan a doler, en su desnudez, en la exposición de una vida
humana que se ha instituido como un vivir contra natura, en la que la palabra revelación
se nos ha inculcado como merecido cataclismo de lo humano, cuando revelación se
nos antoja como una de las más altas experiencias arrimadas a lo santo. Extraigo
un par de párrafos de este insustituible libro. Un iluminado discurso (en el
mejor sentido de la palabra) que se aviene a almas que han caminado toda su
vida a contracorriente. No es necesario abundar en palabras acerca de un libro
sobre el que no hay otra alternativa que recomendar su lectura. Es el caso del discurso
que desmonta tesis o patrones de conducta que se han instituido, por siglos, con
la misma endeblez de las frases hechas. Un discurso allegado al bien amado “common
sense” de Bertrand Russell. Por supuesto, no deja de ser una enorme paradoja o punzante
contrasentido que, al día de hoy, el sentido común, sea una cosa tan poco común…
lacl
(Capítulo II)
“…En la época de
Jesús, los hombres dotados de fortaleza interior, habían perdido su deseo de
dirigir el mundo. Deseaban retirar su
fuerza del gobierno mundano y del poder temporal, y de aplicarla a otra forma
de vida. Entonces los débiles empezaron
a animarse, a sentirse exageradamente engreídos, y empezaron a expresar su odio
feroz a los que eran fuertes con toda evidencia, los hombres que ostentaban el
poder mundano.
Fue así como la
religión, y en especial la religión cristiana, se hizo dual. La religión de los
fuertes enseñaba renunciamiento y amor, mientras que la religión de los débiles
enseñaba: “Abajo con los fuertes y los poderosos, y dejemos que glorifiquen a
los pobres”. Puesto que en el mundo siempre hay más personas débiles que fuertes,
la segunda clase de cristianismo ha triunfado y seguirá triunfando. Si a los
pobres no se les dirige, dirigirán ellos. No puede haber la menor duda de ello,
y el principio por el que se rigen los débiles es: ¡Abajo los fuertes!
Ese grito tiene su
gran autoridad bíblica en el Apocalipsis. Los débiles y los pseudo humildes van
a eliminar todo el poder mundano, la gloria y las riquezas de la faz de la
tierra, y entonces ellos, los realmente débiles, reinarán. Será un milenio de
santos pseudo humildes, algo horroroso de contemplar. Pero eso es lo que
defiende hoy la religión: abajo con toda la vida fuerte y libre, que triunfen
los débiles, que reinen los pseudo humildes. La religión de la vanagloria de
los débiles, el reino de los pseudo humildes: éste es el espíritu de la
sociedad de hoy, religioso y político…”
…..
(Capítulo III)
“…Cuando leemos
crítica y seriamente, nos damos cuenta de que el Apocalipsis revela una
doctrina cristiana muy importante que no contiene nada del Cristo verdadero,
nada de los Evangelios reales ni del aliento creativo del cristianismo, y que,
no obstante es quizás la doctrina más eficaz de la Biblia, puesto que ha
ejercido un efecto más intenso sobre las gentes de segundo orden, a lo largo de
la era cristiana que cualquier otro libro de la Biblia. Tal como nos ha llegado
el Apocalipsis de Juan (*) es obra de una mente de segundo orden y atrae
intensamente a las mentes de segundo orden en todos los tiempos y países. No
deja de ser extraño que, a pesar de su carácter ininteligible, haya sido sin
duda la mayor fuente de inspiración para la gran masa cristiana –la gran masa
es siempre de segundo orden– desde el Siglo I. Y nos damos cuenta horrorizados,
de que ésa es la mentalidad que sigue hoy vigente: no la de Jesús o la de
Pablo, sino la de Juan de Patmos…”
(*) Se refiere a Juan
de Patmos
D. H Lawrence, Apocalipsis, Montesinos Editor,
Barcelona, España, 1990.
.
Friedrich Gulda Bach Air in D Major (sulla quarta corda!)
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