No puedo esperar hasta
mañana
para sentir el regalo
del pulso
correteando como un
niño por mi cuerpo,
porque mi vida es hoy.
No puedo esperar hasta
mañana
para escuchar con mis
pies
el respiro de la
tierra,
porque nuestra historia
se está escribiendo
ahora.
No puedo esperar hasta
mañana
para captar con mi
pecho
la sonrisa arrobadora
del cielo,
porque nuestro tiempo
es ya.
No puedo esperar hasta
mañana
para que, por los poros
de mi piel,
se trasvase la piel
incontinente de la diosa,
porque nuestro lecho es
éste del estar.
No puedo esperar hasta
mañana
para fundar una morada
donde
amar a una hipotética
princesa,
porque la casa es ésta,
la de los cuerpos.
No puedo esperar hasta
mañana
para donar el torrente
seminal
de mi pasión amorosa,
porque la mujer
de mi mañana siempre
estaría un día más allá.
No puedo esperar hasta
mañana
porque mañana será
siempre otro día.
De una colecta de textos escritos durante del segundo lustro de la última década de fin de siglo y que agrupé bajo el título Toma luz, toda la noche. Algo así como una íntima y personal revelación.
Regresando a Caracas desde La Salina, nos topamos con esta irrupción de la luna...
Foto con exposición. La luna en todo su esplendor.
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