Torre de Babel
El
presente modifica los sueños
según
el curso que toman los vientos.
Cada
día emprendo la misión de mi vida
con
una determinación extrema.
Al
cabo, una voz me llama,
regodeándose
en cada letra de mi nombre
y todo
norte se me olvida
¿
Quién me vive ?
¿
Quién toma mi lugar y pacta con los otros ?
¿
Quién es ése que entra a saquear lo más preciado de mí,
para
luego ofrecerlo al mejor postor en la plaza,
como
un vil tratante de esclavos ?
¿
Acaso sea otro yo que no conozco ?
¿ Será
quizás ese tahúr
que
acecha siempre detrás de las puertas?
¿
Quién baila dentro de mí ?
¿
Quién toma mis horas de goce con el mundo ?
¿
Quién se apropia, como un vulgar ladrón,
de las
huellas de un camino que aguarda
y ha
aguardado siempre por mí ?
¿
Quién es ése que está ansioso
por
tomar mi cupo en la escuela del mirar ?
¿ No
será, acaso, una estafa ese presente
del
que me creo amo y señor, que fui edificando
como
una entidad ajena, fuera de mí ?
Acaso
haya estado viviendo
el
singular presente de mi vida
como
algo ajeno a ese largo hilo de tiempo
que
presencia mi presencia.
Entonces,
son los vientos dentro de mí,
dentro
de mi fantasioso presente,
los
que modifican mis sueños.
Pero
la misión de mi vida no puede ser algo
diferente
de la misión de cada día.
Y el
singular presente de mi vida
se
compone de mis días,
aún
cuando mis días sean, apenas,
ínfimas
partículas de ese largo hilo de tiempo
que
presencia mi presencia.
Así
pues, debo estar atento a las voces
que me
llaman.
Debo
aprender a escuchar
tanto
como debo aprender a distinguir
cuál o
cuándo es el momento para la entrega
a los
otros o a lo otro.
Soy
una torre de Babel como,
por
obra y gracia de una mísera enseñanza,
cada
hombre fue impelido a ser.
(Inédito,
de un cuaderno que lleva por título: Toma luz, toda la noche)
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