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Voy a dejar, por un momento, la poesía de lado. Y me voy a apoyar en la memoria gráfica, acicateado por un breve video que andan circulando los defensores del totalitarismo o del maniqueísmo, aquellos que (aunque lo niegan, mil y una veces) demuestran que lo que -en su fuero interior- han levantado es un altar donde adorar las tiranías, el avasallamiento del prójimo y el cercenamiento de las libertades más connaturales a todo ser humano; aquellos que, tan grosera, campante y enfermizamente, se desternillan de la risa al saber que, por medio de la fuerza, pueden tener aherrojados los derechos de quienes "cometen el abuso" de no pensar igual que ellos y que, para colmo, se toman el atrevimiento de señalar sus diferencias o desnudarles sus yerros.
El video al que me refiero muestra a Ramos Allup leyendo el decreto de suspensión de garantías, luego del fallido intento de golpe militar de febrero de 1992. Con ello se pretende achacarle a Ramos el ser un represor de libertades. La historia puede ser contada de muchas maneras y desde muy diferentes perspectivas. Y debo adelantar que el señor Ramos Allup nunca ha sido santo de mi devoción, tal como suelen no serlo las personas que se han dedicado a la política o, por mejor decir, a desempeñarse como “operadores” y/o “manoseadores” de la política.
Acaso no sea necesario recordar el nombre de quien liderara el grupo de insurgentes que asesinó a los vigilantes de garita que, desgraciadamente, cumplían la labor de resguardar las instalaciones del canal del estado en esa aciaga hora. Algo me dice que esos vigilantes estaban allí, primeramente, por una necesidad económica. Necesitaban llevar el pan a su casa. Necesitaban su quince y último. Así de sencillo. Y dudo mucho que ellos fueran los responsables de los errores que cometieran los gobernantes de los años previos a la asonada. ¿Cuál fue la razón, entonces, para masacrarlos? ¿Cuál era el peligro que representaban esos vigilantes ante un escuadrón de soldados entrenados para la contienda? Ante ajusticiamientos como el perpetrado contra estos hombres, preguntémonos ahora: ¿había o no que suspender las garantías? ¿Qué pensarían hoy los vigilantes que fueron vilmente asesinados a las puertas del canal 8, si se les diera la oportunidad de resucitar y se les formulara la pregunta?
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