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sábado, 29 de mayo de 2021

Guarida de los poetas: Fray Luis VIDA RETIRADA



Una semblanza de Montaigne me ha llevado a recordar estos versos de Fray Luis de León. 

27 de febrero de 2013 · Fray Luis VIDA RETIRADA. Luis Alejandro Contreras. 

Salud, 

lacl

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ODA I 

VIDA RETIRADA

¡Qué descansada vida 

la del que huye del mundanal ruïdo, 

y sigue la escondida 

senda, por donde han ido 

los pocos sabios que en el mundo han sido;

Que no le enturbia el pecho 

de los soberbios grandes el estado, 

ni del dorado techo 

se admira, fabricado 

del sabio Moro, en jaspe sustentado!

No cura si la fama 

canta con voz su nombre pregonera, 

ni cura si encarama 

la lengua lisonjera 

lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presta a mi contento 

si soy del vano dedo señalado; 

si, en busca deste viento, 

ando desalentado

con ansias vivas, con mortal cuidado?

¡Oh monte, oh fuente, oh río,! 

¡Oh secreto seguro, deleitoso! 

Roto casi el navío, 

a vuestro almo reposohuyo de

aqueste mar tempestuoso.

Un no rompido sueño, 

un día puro, alegre, libre quiero; 

no quiero ver el ceño 

vanamente severo 

de a quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiértenme las aves 

con su cantar sabroso no aprendido; 

no los cuidados graves 

de que es siempre seguido 

el que al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo, 

gozar quiero del bien que debo al cielo, 

a solas, sin testigo, 

libre de amor, de celo, 

de odio, de esperanzas, de recelo.

Del monte en la ladera, 

por mi mano plantado tengo un huerto, 

que con la primavera 

de bella flor cubierto 

ya muestra en esperanza el fruto cierto.

Y como codiciosa 

por ver y acrecentar su hermosura, 

desde la cumbre airosa 

una fontana pura 

hasta llegar corriendo se apresura.

Y luego, sosegada, 

el paso entre los árboles torciendo, 

el suelo de pasada 

de verdura vistiendo 

y con diversas flores va esparciendo. 

El aire del huerto orea 

y ofrece mil olores al sentido; 

los árboles menea 

con un manso ruïdo 

que del oro y del cetro pone olvido.

Téngase su tesoro 

los que de un falso leño se confían; 

no es mío ver el lloro 

de los que desconfían 

cuando el cierzo y el ábrego porfían.

La combatida antena 

cruje, y en ciega noche el claro día 

se torna, al cielo suena 

confusa vocería, 

y la mar enriquecen a porfía.

A mí una pobrecilla 

mesa de amable paz bien abastada 

me basta, y la vajilla, 

de fino oro labrada 

sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserable-

mente se están los otros abrazando 

con sed insacïable 

del peligroso mando, 

tendido yo a la sombra esté cantando.

A la sombra tendido, 

de hiedra y lauro eterno coronado, 

puesto el atento oído 

al son dulce, acordado, 

del plectro sabiamente meneado.






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