No nací yo en la cuna de la fe, aunque abriera los ojos en el seno del enigma.
Si bien no nací en el regazo de un mundo des-espiritualizado, desde el primer vencido de los suspiros, me sobrevino la certeza de haber llegado a una sala que ensalzaba la incredulidad, aunque el paisaje de fondo todo lo contradecía.
Me habían lapidado a Dios y no sabía qué hacer con el añoro de toda elevación, con tanta hambre en el pecho y estas ganas de subirme, para siempre, sobre las alas de Pegaso.
Cada noche era la noche continuada. Y cada encuentro con la noche era un nuevo casamiento, anhelado desde las primeras luces de cada despertar; si alguna sabiduría podía alentar en el enigma contemplado por los ojos del infante, era el cortejo alegre de dos rostros amorosamente encarados, el del erizado asombro que no supo cómo, por qué, ni desde dónde vino a dar con esta intriga, para toparse con la madre, tan arriba, tan remota y arcaica, y tan cercana y envolvente.
¿Cómo explicarle a nadie esta adoración si ni siquiera el verbo podía articular? Contaba con el otro instrumento, la lengua del alma, pero no sabía cómo podría enunciarla; de hecho, todavía hoy, creo que no se puede. Remedos son nuestros intentos. Los únicos valederos son los que vienen dictados por ella, la arcaica envolvente. Cuando ello sucede podemos sentirnos afortunados, receptores del más sutil y grande de los regalos.
Pero lo cierto es que acusar ese golpe de venirle al mundo signado por una afasia que los sentidos tenían la misión de de-construir, o acaso deshilar para luego hilar -palabra por palabra- nuestro grito ante el misterio, fue una tarea que, aunque amorosa, me pareció siempre empinada y quizás sobrehumana para un desvalido ser que no pidió que le depositaran sobre este asombro que llamamos vida.
Pero, una vez aquí, como que había que encarar el asunto, pues, esa aspiración del pecho, de fusionarse con el alma que se mostraba en el rostro de la noche era más estentórea que toda mundana distracción. Y al día de hoy lo sigue siendo.
lacl, 01/02 - 03 - 2021
4 comentarios:
Un poco complicada la prosa, pero la entendí.
Los misterios de la fe, todo un intríngulis para muchos imposible de resolver.
Una interesante reflexión/ relato.
Saludos y feliz fin de semana.
Uno escribe como puede, amigo Alí, eso sí, con honradez.
Y, sin embargo, Berta, una fe estuvo siempre titilando allí donde el niño depositaba sus ojos, subyugado, y adorando el estelar manto de la noche.
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