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domingo, 30 de agosto de 2020

Alfonso Reyes. Utopía (No hay tal lugar), lacl / Alfonso Reyes : Ifigenia cruel [Voz de Alfonso Reyes] / 1957 Maria Callas - Ifigenia in Tauride Opening Scene





Alfonso Reyes


¡Le admiro! Tuve la suerte de, imberbe, conseguirme con unos tomos firmados por Don Alfonso. Había quedado yo flechado de su prosa gracias a su “Aristarco o anatomía de la crítica”, que forma parte de “La experiencia literaria”, un libro que no pierde vigencia. Gracias extendidas a la profesora María Fernanda Palacios, por esa maravillosa bibliografía que ponía a la mano de unos imberbes iniciantes en las letras. Gracias a Reyes me di cuenta temprana de que lo que yo era realmente es un amateur, un amante, no un sesudo estudioso en el sentido tradicional del término, aunque admito que puedo ser tozudamente sesudo cuando es requerido. Pero todo lo que hago o emprendo lo hago por gusto, nunca por fuerza de voluntad. Y nunca me he desviado de ese sendero. Amo las letras y todo lo que casa con las palabras que, por remedar a una amiga, le ponen cauce a la emoción; sencillamente son la mar en la que navego o divago a placer.  En fin, me di cuenta de que los ejemplares rústicos eran los que podía comprar mi exiguo bolsillo de estudiante. En vista de los precios de los tomos en tapa dura, me puse a revisar los tomos de que la librería FCE disponía en edición rústica, la cual estuvo ubicada por un tiempo en la Torre Capriles de la Plaza Venezuela, en Caracas. Y, cuál no sería mi sorpresa, cuando en las últimas páginas de algunos de esos tomos me topara con la rutilante firma de Don Alfonso. Los compré con el sentimiento de que me estaba robando algo muy valioso y casi rezando porque en la caja no se dieran cuenta de que me llevaba unos ejemplares firmados. Tonto de mí…

Con los años y tras largo y paciente esfuerzo me hice con sus obras, una a una. Fui adquiriendo, creo que todos los tomos restantes, en la Librería del Fondo de Cultura Económica que estaba ubicada en la Avenida Solano de Caracas, cuyo fondo fue en años recientes arrasado, según entiendo, gracias a un edicto burocrático.  

Dejemos extracto de una maravilla, parte del ensayo que se apoya en la frase de Quevedo para traducir a nuestra lengua la noción de utopía: No hay tal lugar. En mis alforjas solía llevar de compañero de viajes un ejemplar de la Utopía de Tomas Moore. Y me quedé maravillado con esa propuesta de traducción que Quevedo le expusiera a Medinilla, el traductor: No hay tal lugar.

Es una amena expedición la que nos traza Reyes sobre un asunto tan esquivo, como lo son las maravillas imposibles, parientes de la ensoñación, como lo son -o, al menos, nos lucen- las Arcadias, Paraísos o Utopías.

Salud!
lacl
P. D. Agregamos la Ifigenia cruel, de Alfonso Reyes, en su voz; así como la Ifigenia en Táuride, de Gluck, interpretada por Marias Callas...
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NO HAY TAL LUGAR. ALFONSO REYES


I

Hay un instante y corresponde singularmente a las épocas de transición brusca en que el poeta se adelanta al jurista e imagina, a lo novelesco, una sociedad perfeccionada, mejor que la actual; una ciudad teórica, soñada, donde los conflictos del trato entre los hombres hallan plácida solución; una fórmula armoniosa en que el bienestar se asegura mediante el cambio completo de costumbres y leyes; un ensueño revolucionario, todo lo fantástico que se quiera, pero índice claro y auténtico de las aspiraciones generales o siquiera de las más refinadas: aquello en suma que, con estilo de historiador literario, llamamos Utopía o República Perfecta. “Utopía”, lugar que no está́ en ninguna parte. El poeta inglés William Morris llama a su novela utópica News from Nowhere, noticias de ninguna parte. Y Samuel Butler, invirtiendo la palabra nowhere, llama a su australiana utopía Erewhon. La utopía anda en las coplas populares:


En la tierra No-Sé-Dónde
veneran no sé qué Santo,
que rezado no sé qué
se gana no sé qué tanto.

Sólo hay, en efecto, una diferencia de celeridad entre el ánimo del grande humanista inglés Tomás Moro, cuando —en el reposo de su estudio, pero empujado por la inquietud más fecunda de la historia— escribe la Utopía de que todos han oído hablar, y el diputado, cualquiera, del 1789 que, a punta de improperios y arrebatos parlamentarios, entrecortado de sobresaltos, pletórico de filosofía jacobina, trata de redactar ese grande poema práctico, la Declaración de los Derechos del Hombre. Ambos, con sus ideales propios y según las luces de su tiempo, aspiran a la República Perfecta: como en todas las Constituciones políticas de los pueblos modernos.

Fácil es distinguir entre las utopías políticas propiamente tales —proyectos de posibles reformas— y las meras fantasías en que la imaginación se alivia de la realidad por un puro placer poético. Pero, en efecto, aun las Constituciones mismas son metas propuestas a la conducta de los ciudadanos. No siempre es fácil cumplirlas, por lo tanto. Y hasta ocurre pensar, en horas de asueto contemplativo, que si se las cumple al pie de la letra, ya no satisfacen su misión y hay que reformarlas, hay que ofrecer una meta un poco más alta. Tal vez en esto pensaba John Cotton —el adusto salvajón eclesiástico de la Nueva Inglaterra— cuando se atrevió́ a escribir: Una ley es tanto menos provechosa cuanto más huele a hombre.

De suerte que la misma estrella preside al legislador, al reformista, al revolucionario, al apóstol, al poeta. Cuando el sueño de una humanidad mejor se hace literario, cuando el estímulo práctico se descarga en invenciones teóricas, el legislador, el reformista, el revolucionario y el apóstol son, como el poeta mismo, autores de utopías. Y, al contrario, en el escritor de utopías se trasluce al gobernante en potencia: toda república perfecta requiere, como juez supremo, a su inventor. Utopías en marcha son los impulsos que determinan las transformaciones sociales; ilusiones políticas que cuajan al fin en nuevas instituciones; sueños preñados del éxito y del fracaso que llevan en sí todos los sueños, y hasta recorridos interiormente por ese despego de las contingencias que, en último análisis, se llama ironía. Quiere decir que nos inspiran igualmente lo que ha existido y lo que todavía no existe.

Alfonso Reyes. “No hay tal lugar”, Obras completas XI, Fondo de Cultura Económica, México.

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Alfonso Reyes : Ifigenia cruel 
[Voz de Alfonso Reyes]







1957 Maria Callas - Ifigenia in Tauride Opening Scene 








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