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lunes, 24 de diciembre de 2018

Navidad de 1903, Carta de Rilke a Kappus - Función de la poesía, Extracto de una carta, 2012, lacl / Rainer Maria Rilke, Nenn ich dich Aufgang oder Untergang / J.S. Bach / Ich hatte viel Bekümmernis, BWV 21 (Herreweghe)





Extracto de una carta que me he conseguido al azar, justo en ocasión de desear yo publicar otro extracto de una de las cartas de Rilke a Kappus, las conocidas como “Cartas a un joven poeta”. Dejo el extracto de mi carta de antesala, toda vez que con ello deseo poner el acento sobre la importancia que le diera Rilke (y que para nosotros lo mantiene) el obrar con la palabra. 

Eso por una parte, pero por la otra, deseamos destacar es ése su convite a rescatar las horas solas, y a convidar a hacerlo precisamente en esos momentos en que la soledad pueda simbolizarnos desamparo en lo que concierne al concierto de la humanidad, nuestra dificultad individual de lidiar con nuestras propias sombras, angustias, anhelos y (¿por qué no?) hasta nuestros propios y usualmente huérfanos sentimientos. No puedo publicar la carta de Rilke completa, por estos precisos y preciosos momentos, pues ello significa ponerme a transcribir en unas horas que requieren de actos más serviles. Pero ello será, y he de agregarla sin duda, y si los hados no disponen de otra cosa. Por los momentos, contentémonos con leer este sencillo, pero franco llamamiento a un convivir con nuestro fuero interior que luce, cada vez, más imperioso en este mundo que corre tan vertiginoso. 

Salud
lacl

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“…A pesar de que siempre me ha atacado una suerte de ambigua relación amorosa, no con la poesía (ante la que no dudo en rendirme), sino con la encarnación del poeta y, más allá de eso, con la función de la poesía y, por ende, del poeta –si es que han de tener alguna-, no puedo dejar de promulgar a los cuatro vientos el daño que le ha causado al hombre, en general, su desoimiento.  

Haciendo tábula rasa, la poesía ha sido relegada, en muchos rincones del planeta, a un mero papel decorativo, a una suerte de exquisito culto a ser practicado por algunas minorías de seres sobre las que se piensa son excéntricos e inútiles. De alguna manera se enlaza lo que digo con aquella luminosa reflexión de Albert Einstein: “…La mente intuitiva es un regalo sagrado y la mente racional es un sirviente fiel. Hemos creado una sociedad que honra al sirviente y ha olvidado el regalo…” Y por el ánimo que confieren verdades tan contundentes como ésta es que nos atrevemos, alguna vez, a perder el pudor e irrumpir en voz.

Es, como dijera Rilke a Frank Kappus en sus “Cartas a un joven poeta”, la imperiosa necesidad lo que mueve al poeta. Y añado yo (¿por qué no?) a la poesía. Hemos rehusado el sagrado regalo de lo que aparentemente no lleva “razón”, para darle realeza a un mundo desalmado y sin latidos. Por lo que cobra vigencia de necesidad ese llamado a que nos invita poesía: el de, por ejemplo, contemplar el envés de una hoja y percatarnos de que, como ella, somos pasajeros de la vida…”

lacl, 2012


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(Rilke a Kappus)


“…No ha de quedar sin mi saludo, ahora que llegan las Navidades, y que en medio de tantas fiestas debe pesarle su soledad más aún que de costumbre. Pero si siente que esta soledad es grande, alégrese. Pues -así ha de preguntárselo a sí mismo- ¿que sería una soledad que no tuviera su grandeza? Sólo hay una soledad. Es grande y difícil de soportar. Y casi a todos nos llegan horas en que de buen grado la cederíamos a trueque de cualquier convivencia. Por muy trivial y mezquina que fuere. Hasta por la mera ilusión de una ínfima coincidencia con cualquier otro ser. Con el primero que se presente, aunque resulte tal vez el menos digno. Mas acaso sean éstas, precisamente, las horas en que la soledad crece, pues su desarrollo es doloroso como el crecimiento de los niños y triste como el comienzo de la primavera. Ello, sin embargo, no debe desconcertarle, pues lo único que por cierto hace falta es esto: Soledad, grande, íntima soledad. Adentrarse en sí mismo, y, durante horas y horas, no encontrar a nadie... Esto es lo que importa saber conseguir. Estar solos como estuvimos solos cuando niños, mientras en derredor nuestro iban los mayores de un lado para otro, enredados en cosas que parecían importantes y grandes, sólo porque ellos se mostraban atareados, y porque nosotros nada entendíamos de sus quehaceres…”

Rainer Maria Rilke al joven Franz Kappus.
Roma, 23 de diciembre de 1903














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