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Una observación
astral.
Hermes-Mercurio, triunfar
alegremente, con liviandad y goce para el mero respirar.
Una observación astral que me descubre desde hace muchos años un pajarito. ¿Por qué será que, si no siempre, casi siempre, quienes pretenden socavar las bases dictatoriales que se han convertido en statu quo, lo intentan en fechas en que Mercurio se halla ausente? Bueno, quizás será porque no creen en astros, brujas ni pócimas.
Pero sobre lo que deseo hacer hincapié no es en nuestras creencias o no en prestidigitaciones o albures, sino en nuestra pérdida de tono lúdico para con el diario respirar. Ya no hay aptitud siquiera para el juego de la imaginación, una imaginación antiguamente conectada a una suerte de panteísmo sentimental o sensitivo. Ahora todo tiene una aburrida explicación. Y ya no sabemos jugar. En la antigüedad, los hombres jugaban a querellarse con gigantes, ciclopes y centauros, la luna era la madre rectora de los presentimientos, los planetas representaban los bríos y siluetas de los dioses y su franca ascendencia en los asuntos humanos... porque, siendo dioses, afinidad con lo humano tenían.
La ausencia o retrogradación de un dios representaba un período en el cual los conceptos asociados al planeta se inhibían. ¿Pero quién es Mercurio, si no Hermes? ¿Quién es Mercurio, si no un mago, un pícaro, un ladrón retozón, es decir, aquel que roba bufoneando, aquel que se divierte cuando todo lo enreda como un demiurgo comediante, el que convierte las burlas en cifrado acertijo?
Por haber perdido a nuestro Mercurio interior es que hemos perdido el gusto de triunfar alegremente. No se trata de hacer del triunfo una meta, sino hacer de él toda una chanza; no triunfar por lograr el rígido y casi muerto propósito de vencer ni, mucho menos, para disfrutarlo con hierática tristeza o por demostrar que mi brazo es el que tiene más músculos, sino triunfar, sencillamente, porque se vive con alegría, con liviandad y goce para el mero respirar.
En el momento en que el ser humano de estas tierras o las de allende los mares recupere instintivamente, en cada ser, a su íntimo Mercurio-Hermes, será acaso capaz de triunfar alegremente.
Y créanme, la felicidad no radicará en la victoria contra unos desdichados que no saben vivir de otra manera que para pregonar y propagar sus desdichas, sino en nuestra comprensión de que todo triunfo sobre el orden terrestre de las cosas, no es más que otra humilde cosa, breve y fugaz, como la alegría.
A los quince minutos del 19 de Abril de 2017…
Jordi Savall - Mare Adriaticum
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