En estos
tiempos vivimos en una suerte de oscurantismo medieval, con respecto a ciertas
nociones políticas. Hay muchos flashes, reflectores y fogonazos de ideología
vocinglera, pero poca claridad interna hacia las regiones del alma. Unas
regiones que, al parecer, muchos prefieren mantener con puertas y ventanas, ya
no digamos que cerradas, sino clausuradas.
Sucede que
vivimos en una descomposición campante y generalizada de los bienes y valores
culturales y espirituales, amén de tener que convivir -la inmensa mayoría de
los seres humanos, en todos los rincones de la tierra- bajo autoritarios
gobiernos en los que se impone una suerte de matrimonio de inopia con anomia.
Es una
regla de oro la de que los gobiernos más autoritarios terminen confeccionándose
una constitución a la medida, un cuadro de normas Prêt-à-porter. Si hasta las
democracias más avanzadas o, por precisar un tanto, más liberales y esplendidas
para con sus ciudadanos, pueden tomar, de pronto, medidas autoritarias y
represoras del individuo, ¿qué no cabrá esperar de regímenes absolutistas, sean
estos de diestra o siniestra orientación? Pues, todo gobierno represor de la
individualidad humana será, innegablemente, un régimen absolutista. Y el
absolutista suele ser, por antonomasia, un déspota que combina una amanerada
chapucería con una elegancia de albañal. Podemos divisar a Luis XIV y Monsieur
Stalin pavoneándose en las mismas galerías, salvando las distancias entre el
manierismo del primero y el austero garbo del segundo.
Así podremos
ver -entonces- a “Emperadores socialistas” frente a “Bhudas capitalistas”
dirimiendo sus diferencias entre acusaciones por las que unos a otros se
endilgan el intolerable calificativo de fascistas. Peligroso juego de niños que
hace mucho dejaron de serlo: “Más fascista será tu abuela”, nos parece escuchar
en medio de un torneo de insultos…
Pero, ¿quién sería
un Emperador socialista? Un pobre hombre, un misionero que tiene que soportar la pesadísima carga de decidir los destinos de todo un colectivo, a cambio de
imponer la equidad del avasallamiento. Y, ¿quién sería un Bhuda capitalista? Un
pobre santo que se ve forzado a administrar inmensas fortunas cuando lo que más
ha añorado en su vida es dedicarse al culto de la pobreza. Un par de
venerables.
Por último, aunque
se afirme que Totalitarismo no debería jamás ser confundido con Absolutismo, es
innegable -en la práctica- la conexión que muestran ambas nociones, pues a lo
largo de la historia, reciente y no tan reciente, hemos visto cómo en los
totalitarismos, siempre impera la figura de un absolutista “pater familia” que decide
prácticamente todo lo concerniente a la vida de los súbditos, por mucho que en
sus discursos les nomine como hermanos o camaradas y miembros dilectos del partido.
lacl
Por supuesto,
esta nota no ha sido escrita para lavarle la cara a los regímenes o estados que
se autodefinen como liberales y se vanaglorian de defender la condición humana,
pues sabido es que, bajo la máscara de la libertad, tales regímenes han
cometido y siguen cometiendo atrocidades similares a las de sus denostados
contrincantes. Y tales sociedades son administradas de manera absolutista por una
pequeña clase gobernante que hereda, generación tras generación, la misión de
vapulear al hombre de a pie. Republicanas se hacen llamar muchas sectas o cofradías
políticas, a las que lo que precisamente menos les interesa es establecer gobiernos
cabalmente republicanos. El republicano
de hoy generalmente lo que promulga es una quimera ataviada de verdades teóricamente
últimas, pero lo que erige en la realidad primera es una ficción, una expoliación
de tales verdades perpetrada en desmedro del colectivo.
lacl
Dejemos acá
unas entradas sobre fascismo, absolutismo y totalitarismo…
Fascismo
Fascismo es el
nombre de un movimiento político y de un régimen totalitario surgido hacia 1919
en Italia, que inspiró el nazismo (v. nazi*) y la dictadura franquista, y llevó
a la humanidad a los peores momentos de su historia, con la exacerbación de los
prejuicios raciales y el estallido de la Segunda Guerra Mundial, que costó 34
millones de vidas.
La palabra
italiana fascismo surgió en 1919, derivada del italiano fascio ‘grupo’, tomada
del bajo latín del siglo XII fascium, procedente del latín clásico fascis, que
significaba ‘haz de leña’ o ‘puñado de varas’, pero que se usó con el sentido
de ‘organización política’ en las postrimerías del siglo XIX.
Los lictores
romanos usaban el fascis para azotar a los culpables de algún delito, pero el
instrumento de tortura acabó por convertirse en símbolo de autoridad e insignia
del cargo de lictor: un haz de palos de abedul u olmo (símbolo del poder del
castigo) alrededor de un hacha (símbolo del poder de la vida y la muerte),
atados con tiras rojizas de cuero.
El dictador
italiano y fundador del fascismo, Benito Mussolini (1883-1945), adoptó el
fascio como símbolo de su partido, tomándolo en su sentido más moderno, y formó
fasci de combatimento, grupos llamados ‘de combate’, que dieron su nombre a la
organización. A partir de ese momento, los partidarios de los fasci fueron
llamados fascisti ‘fascistas’.
El nombre de
este ominoso movimiento se extendió rápidamente por Europa y dio lugar al
español fascista, al portugués fascista, al francés fasciste, al inglés fascist
y al alemán Faschist.
Fuente:
Absolutismo
El oscuro
origen etimológico del término "absolutismo" incluye (además de su relación
con el verbo absolver) la expresión latina princeps legibus solutus est
("el príncipe no está sujeto por la ley"), original de Ulpiano, que
aparece en el Digesto, y que fue utilizado por los juristas al servicio de
Felipe IV de Francia "el Hermoso" para fortalecer el poder real en el
contexto de la recepción del derecho romano durante la Baja Edad Media. Algo
más tarde, el jurisconsulto Balde (Baldo degli Ubaldi, discípulo de Bártolo),
usa la expresión poder supremo y absoluto del príncipe en contraposición al
poder ordinario de los nobles. La utilización del término se generalizó en
todas las monarquías, independientemente de su poder efectivo, como ocurría en
la débil monarquía castellana de Enrique IV "el Impotente", cuya
cancillería emitía documentos redactados de forma tan pretenciosos como ésta: E
yo de mi propio motu é ciencia cierta é poderío real absoluto...
Según Bobbio,
en términos kantianos, el poder absoluto consiste en que "el soberano del
Estado tiene con respecto a sus súbditos solamente derechos y ningún deber
(coactivo); el soberano no puede ser sometido a juicio por la violación de una
ley que él mismo haya elaborado, ya que está desligado del respeto a la ley
popular (populum legis)". Esta definición sería común a todos los
iusnaturalistas, como Rousseau o Hobbes.
A pesar de que
la autoridad del rey está sujeta a la razón, y justificada en último extremo
por el bien común, explícitamente se niega la existencia de ningún límite
externo ni ningún tipo de cuestión a sus decisiones; de modo similar a como la
patria potestad se ejerce por el pater familias (el rey como "padre"
de sus "súbditos" -paternalismo-). Tales justificaciones imponen de
hecho el carácter ilimitado del ejercicio del poder por el rey: cualquier abuso
puede entenderse como una necesidad impuesta por razón de Estado.
Un extracto del término en Wikipedia.
Un extracto del término en Wikipedia.
Totalitarismo
(Fragmento) Se conoce como totalitarismos a las ideologías, los movimientos y los regímenes políticos donde la libertad está seriamente restringida y el Estado ejerce todo el poder sin divisiones ni restricciones.
Los
totalitarismos, o regímenes totalitarios, se diferencian de otros regímenes
autocráticos por ser dirigidos por un partido político que pretende ser o se
comporta en la práctica como partido único y se funde con las instituciones del
Estado. Estos regímenes, por lo general exaltan la figura de un personaje que
tiene un poder ilimitado que alcanza todos los ámbitos y se manifiesta a través
de la autoridad ejercida jerárquicamente. Impulsan un movimiento de masas en el
que se pretende encuadrar a toda la sociedad (con el propósito de formar una
persona nueva en una sociedad perfecta), y hacen uso intenso de la propaganda y
de distintos mecanismos de control social y de represión como la policía
secreta.
Fuente:
Entrevista (francés, subtítulos en inglés)
La clase muerta
1 comentario:
Por más que les una el ejercicio arbitrario del poder sobre la vida y sobre la muerte, la diferencia entre absolutismo y totalitarismo no es baladí, como tampoco lo es la que separa el fascismo del nazismo. Lo que sí me preocupa es que la fuente de legitimidad sobre la que se alce absuelve de todo mal a ese ejercicio arbitrario de poder. Ocurrió en la alemania nazi, que llegó al poder con la más absoluta de las legalidades democráticas. Ocurre hoy también en Venezuela, donde tres elecciones ofrecen al régimen totalitario una pátina casi sagrada de respetabilidad. Que la democracia no pueda, por principios, cortar las cabezas de la hidra que se mueve bajo sus pies pronto a descargar sobre ella su veneneo, es algo que me inquieta sobremanera. ¿Podemos, por eso de los principios democráticos, dudas en reprimir a la hidra con la intensidad que sea necesario, o nos la tenemos que coger con papel de fumar y hacerlo con esas garantías que ellos saben utilizar tan a su gusto para alimentarse? Ese es, creo, el gran dilema...
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