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sábado, 7 de septiembre de 2024

Q. (Luna septembrina) Quiero decirles, hermanos, amigos míos...

 


Fuente a pie de página... (*)


Q. 

(luna septembrina)

A C., G. y F. 


Quiero decirles, hermanos, amigos míos,

que no puedo conciliar sueño con luna

después de tanta soledad con luna compartida

en el filo del sueño que vigila nuestros sueños.

Quiero decirles que cuando caminaba de regreso

de la tienda de abastos,

mientras ustedes conversaban,

me topé con una luna enorme, desafiante.

Me cautivó el llamado entendimiento,

reduciéndolo a escucha.

Por eso luego estuve de tan callados pareceres.

Quiero decirles, hermanos, amigos míos,

que esa hostia de silencio la acuesto

en el centro de mi lengua,

yo, tan ateo de golpes de pecho,

tan incautamente arrodillable.

Quiero decirles, muy queridos míos,

que este vino seco que ahora bebo solo,

ahora que se han ido,

tiene la virtud de mostrarme aquella otra virtud

de los rechazos barridos por el alado despliegue

del pan nuestro de cada día

y la venialidad floreciente de la clave secreta

que nos pasamos en silencio,

a la sombra de un rictus insufrible.

Quiero decirles tan sólo esto,

hermanos, amigos míos.

.


Este conato de la palabra poética corresponde a la letra Q de un pequeño cuaderno telefónico, en el cual se escribió lo que luego intitulé Cuadernario y que  fuera publicado en la Colección Los Conjurados de Común Presencia Editores, en 2007. Cupo la suerte de que tal cuaderno hubiera sido confeccionado con la particularidad de incluir, al menos, unas cuatro páginas por cada letra del alfabeto. Y una mañana, en la que una luminosidad asombrosamente excepcional comenzara a juguetear con una exaltación rumorosa de mi espíritu, acaeció que una voz me ordenara dar inicio a una escritura libre y desenfadada sobre las páginas de tal cuaderno. Lo lúdico y, si se quiere, lo curioso del mandato es que tal voz me imponía iniciar cada texto, nota o imagen con la letra correspondiente a la página en cuestión. Así escribí, en la letra A, un texto un tanto extravagante para lo que, al menos yo, pudiera considerar mi “estilo” personal. Otros textos se escribieron, uno tras otro, hasta la letra E o la F. Luego me tocó dejar en reposo el cuaderno, por varios meses, antes de volver a esbozar cualquier otro intento entre sus páginas. Esta operación se repitió en el transcurso de unos cinco o seis años y acaso a ello ha de atribuirse su aire de heterogeneidad. No había prisas. Nunca escribí nada que no necesitara escribir en él, y cuando lo hice fue siempre atendiendo al llamado inicial, esto es, principiando cada texto, nota o asomo poético, con la enunciación de la letra correspondiente a aquella página que quedaba libre en el cuaderno. No lo considero un libro trascendente. Acaso contenga algún que otro texto que tenga algún valor. Eso es lo que menos me importa, siempre ha sido así con todo lo que escribo. Creo que los seres humanos le damos una recargada importancia a nuestras huellas personales, olvidando otorgarle el justo prevalecer al anonimato del vivir. Podemos ser fidedignos a la hora de correr el velo de nuestro ser y de nuestras indagaciones; es más, es natural que deseemos serlo, dado que ello es expresión de un llamado ineludible, pero ¿será esa misión exteriorizadora la prenda última y más preciada en el íntimo decurso de una vida? De ello no estaría tan seguro. Con todo, debo admitir que tampoco estoy exento de esa necesidad de exteriorizar lo que podríamos calificar como mis angustias y aspiraciones. En fin de cuentas, es éste más un cuaderno de obsesiones que de poesía. Acaso pueda librarme el consuelo de que algunas de nuestras obsesiones sean parientes muy cercanas de la poesía.

(lacl)

(*) Cuadernario, Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados, Bogotá 2007.

NOTA BENE: sigo confrontando algunos inconvenientes para agregar imágenes y contenidos audiovisuales a mis publicaciones pronto espero corregir esas lagunas. Para este servidor es esencial poder agregar imágenes visuales o audiovisuales estas publicaciones. ¡Salud¡ 

lacl

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