Resulta curioso: los dones que se dan a gratuidad no suelen ser agradecidos por el hombre. El ser humano no sabe agradecer aquello que se le ha dado sin costo alguno. Se ha impregnado tanto del jugo del pecado y del castigo, de ese credo auto infligido de que no se obtiene nada provechoso sin el sacrificial sudor de la frente, que ha terminado por bloquear o anular su sendero hacia la sanación verdadera, el peregrinaje del alma hacia la comunión con el alma del cosmos.
Y así la humanidad ha terminado por convertirse en una tribu plagada de seres envilecidos. Aquel que da a manos llenas sin esperar nada a cambio es el tonto, el vituperable, el execrado, el maloliente que hay que lanzar al reducto de los desechos. El que quita y se apropia de lo ajeno con un guiño sonriente y un cinismo colmado de ademán heroico es ensalzado como un apóstol de la corrección.
lacl, 14 de marzo, 2023
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