Salud, lacl
Post scriptum, 25/05/2021:
A pie de página he logrado agregar un vínculo al documento. No estoy seguro de si podrá ser visible o asequible para todo visitante. Se comparte con el fin de hacerle llegar a cualquier alma necesitada de luces que le hablen de una educación sentimental, antes que de las vacuas urgencias que impone nuestro moderno oscurantismo, plagado de flashes y enceguecimiento. (lacl)
Post Scriptum II. Lamentablemente el vínculo a pie de página que llevaba al ensayo de Rafael López-Pedraza conciencia de fracaso ha sido retirado de la red. Quizás en algún momento disponga yo te fuerzas y tiempo para transcribirlo; es importante leer ese ensayo en estos tiempos tan cargados de angustia y confusión. (lacl)
Cuanto he tomado por victoria es sólo humo.
Fracaso, lenguaje del fondo, pista de otro espacio más exigente,
difícil de entreleer es tu letra.
Cuando ponías tu marca en mi frente, jamás pensé en el mensaje
que traías, más precioso que todos los
triunfos.
Tu llameante rostro me ha perseguido y
yo no supe que era para
salvarme.
Por mi bien me has relegado a los
rincones, me negaste fáciles
éxitos, me has quitado salidas.
Era a mí a quien querías defender no
otorgándome brillo.
De puro amor por mí has manejado el
vacío que tantas noches
me ha hecho hablar afiebrado a una
ausente.
Por protegerme cediste el paso a otros,
has hecho que una mujer
prefiera a alguien más resuelto, me
desplazaste de oficios
suicidas.
Tú siempre has venido al quite.
Sí, tu cuerpo, escupido, odioso, me ha recibido en mi más
pura forma para entregarme a la nitidez
del desierto.
Por locura te maldije, te he
maltratado, blasfemé contra ti.
Tú no existes.
Has sido inventado por la delirante
soberbia.
¡Cuánto te debo!
Me levantaste a un nuevo rango
limpiándome con una esponja
áspera, lanzándome a mi verdadero campo
de batalla,
cediéndome las armas que el triunfo
abandona.
Me has conducido de la mano a la única
agua que me refleja.
Por ti yo no conozco la angustia de
representar un papel,
mantenerme a la fuerza en un escalón,
trepar con esfuerzos propios,
reñir por jerarquías, inflarme hasta
reventar.
Me has hecho humilde, silencioso y
rebelde.
Yo no te canto por lo que eres, sino
por lo que no me has dejado
ser. Por no darme otra vida. Por
haberme ceñido.
Me has brindado sólo desnudez.
Cierto que me enseñaste con dureza ¡y tú mismo traías el cauterio!,
pero también me diste la alegría de no
temerte.
Gracias por quitarme espesor a cambio de una letra gruesa.
Gracias a ti que me has privado de
hinchazones.
Gracias por la riqueza a que me has
obligado.
Gracias por construir con barro mi
morada.
Gracias por apartarme.
Gracias.
(tal como aparece en la edición de Pre-textos de 2007)
* De Falsas maniobras
*******
Rafael López-Pedraza, Conciencia de fracaso Fragmentos
“En el mundo de hoy, cuyas proposiciones y metas están orientadas al éxito, al triunfalismo, escribir un ensayo titulado Conciencia de fracaso pone al que escribe a contrapelo y en oposición a las demandas más inmediatas de lo colectivo, porque implica la reflexión del fruto de un movimiento psíquico, que nos presiona desde adentro a que lo conozcamos, a que lo hagamos consciente”.
Conciencia de fracaso
Vivimos en un mundo de opiniones que son
fuente de influencia en nuestro diario vivir y que cubren todos los aspectos
del vivir: opiniones que tienen gran peso en el hombre actual y que afectan
tanto su comer como su vida erótica, sin contar la política y su relación con
la sociedad en que vive, y que llegan a influenciar sus costumbres y hábitos
hasta el punto de alterar y destruir sus tradiciones familiares y religiosas
más íntimas. Opiniones superficiales concebidas desde ese pseudo logos que es el animus y que tragamos, por así
decir, y pasamos a nuestro sistema de vida a pesar de lo conscientes que
podamos ser. La cosa es que también ese aspecto ‘opinante’ del animus aparece muchas veces como
elemento posesivo. Así, vemos personalidades que están posesas, no por fuerzas
inconscientes o irracionales de procedencia arquetipal, sino por opiniones que
defienden a ultranza. No creo que sea difícil observar cómo estas opiniones se
avienen de maravilla a la sofocación histérica y que la sofocación no es
solamente algo que está entre los límites arquetipales a los que hicimos
referencia, sino que se sofoca de manera alarmante a través de opiniones.
Sabemos también que la exageración es
síntoma, por antonomasia, de la histeria. Sentimos que vivimos en tiempos de
gran histeria y que hay una exageración en el vivir; que, de buenas a primeras,
nuestro humano vivir se ha exagerado, en muy pocos años, en los últimos
cuarenta años, hasta proporciones mayores que las conocidas en tiempos
anteriores de la humanidad. La historia reciente del hombre ha aumentado la histeria
a proporciones a veces escalofriantes y, mucho más, si sabemos que la histeria
es algo que cubre un espectro de la naturaleza humana, que va desde lo que
arquetipalmente cualquier madre hace, sofocar a su hija, hasta una figura que
carga cómodamente con toda la maldad que se le pueda atribuir al género humano:
Adolfo Hitler.
Por algo el término histeria fue eliminado
de la terminología médica de la American
Psychiatric Association y sustituido por conversión. Esto nos dice que el
fenómeno histérico es solamente tomado en cuenta y tratado médicamente cuando
aparece como fenómeno de conversión. Pero, al mismo tiempo, se nos está
diciendo que la mayor parte de las infinitas manifestaciones histéricas que
pululan en el diario vivir salen fuera de la pantalla de la concepción
psiquiátrica que, por lo general, las minusvalora y desprecia. Así, se sumergen
en lo colectivo inconsciente de nuestro vivir y lo impregnan desde sus niveles
más cotidianos hasta aquellos, por así decir, aunque suene un tanto histérico,
de los que dependen los destinos de la humanidad. Es innegable que nuestro
vivir se hace cada día más y más histérico. Sólo basta poner atención a
cualquiera de los llamados ‘medios de comunicación’, ahora hipertrofiados como
está la televisión, para poder sentir y estudiar cómo esos elementos de los
complejos de la histeria son alimentados, de manera brutal, tanto por una
simple propaganda de jabón como por la confrontación de armas nucleares.
La conexión que hicimos antes entre
histeria y cuentos de hadas nos indica la superficialidad de la histeria.
También la sentimos cuando leemos las noticias más escalofriantes sobre las
grandes potencias, sus armamentos y posibles guerras nucleares. No tiene nada
de particular que esta cierta apatía, que demuestra el hombre actual ante
eventos tan importantes, venga acompañada de una gran dosis de histeria, que
atrapa tales eventos en la plataforma que Jung imaginó y no los deja pasar a
los complejos históricos y a los arquetipos y tampoco, por supuesto, a los instintos,
que son los que deberían reaccionar. Leemos un periódico y, al mismo nivel
superficial, histérico, encontramos la noticia sobre una celebridad, deportes,
un desastre nacional o la cantidad de misiles que tiene esta u otra potencia;
no hay mayor diferenciación en las valoraciones, como si todo se redujera a
proveer información histérica para alimentar nuestra histeria.
Esta superficialidad mágica de cuentos de
hadas de la histeria es cotidiana en psicoterapia. Aquí nos es dado apreciar,
con lente de aumento, cuán imposible es lograr que situaciones, problemas y
contenidos psíquicos evidentes sean aceptados con la realidad necesaria y
puedan tocar emocionalmente lo psíquico y que lo psíquico se sienta movido por
ello. Así, nuestra sensibilidad se escandaliza a veces cuando vemos que penas,
dolores, tragedias son barridos en un instante por la histeria. Cabe aquí una
línea de T. S. Eliot que nos dice “el ser humano no puede soportar demasiada
realidad” pero, para lo que nos interesa en nuestro trabajo, cabría también
decir que la personalidad histérica, el componente histérico de cada uno y las
histerias colectivas se las arreglan con superficialidad pasmosa para evadir
esa realidad básica que ya hemos referido y que permitiría aceptar la
conciencia de fracaso y el aprender psíquico que tal cosa conlleva.
………
Pero hay otro elemento importante todavía:
la histeria es capaz de apropiarse de cualquier instrumento para utilizarlo
como vehículo de su manifestación. Al parecer, uno de los instrumentos más a la
mano de la histeria es la culpa, algo que le viene como anillo al dedo. A
veces, podemos observar el espectáculo de la histeria haciendo uso de la culpa
con refinamiento y arte de encaje delicado y otras, en que nos abruma con su
descaro. Con esto, podemos acercarnos a vivenciar por qué la histeria es tan
importante en el tema que estoy tratando, porque si la histeria maneja la culpa
con una habilidad característica, estoy diciendo que la histeria tiene a su
disposición un spectrum infinito
de posibilidades para culpabilizar a cualquiera, a cualquier cosa, con tal de
no aceptar la conciencia de fracaso. La histeria, al culpabilizar, destruye la
imagen del acontecer psíquico.
Rafael López-Pedraza
VÍNCULO AL ENSAYO:
https://s.amsu.ng/Yfu6vh172NjN
No hay comentarios.:
Publicar un comentario