Adagios de los maestros – Los epigrafistas
Los epígrafes pudieran
ser calificados, en una definición súbita, somera, como rótulos o inscripciones
que se anteponen a un texto, bien con la intención de tender una clave, bien
con el designio de tantear un misterio. Como lector, pocas cosas hay que me provean
de mayor placer que el encuentro con un epígrafe que cumpla con la doble función
de sugerir y oscurecer, de iluminar y despistar. Obviamente, oscuridad y despiste
suelen ser engañosos en todo texto que se precia de buscar apoyatura en tales adagios,
pues en incontables ocasiones se les trae de pórtico al texto, un poco con pícara
intención o con tono instigador. Incluso, a contracorriente de las líneas que le
seguirán.
El epigrafismo
es un arte. Y se me ocurre que es un sucinto género literario (que algunos taxidermistas
literarios se apresurarán a calificar de minimalista), el cual suele abrir amplísimos
horizontes en ese océano de los enunciados en el que hacen vida los peces de la
imaginación. Los epígrafes son piedras preciosas altísimamente concentradas, poderosos magnetos. Y a
veces resulta arduo intentar levantarlas
del suelo espiritual en un primer intento. Obviamente, nos pueden deslumbrar a
primera vista. Pero suelen iluminarnos mejor en una segunda, tercera o cuarta contemplación.
Y uno podría levantar
al aire una catedral del intelecto -sin que esto signifique menoscabo de la
escritura de los autores a quienes debemos
agradecer el develamiento de tales tesoros-, armando un ramillete con tales
adagios, los que prontamente pautarán conversa entre sí; esto, claro, si entendemos
intelecto como la providencia humana que nos permite vislumbrar con el alma, el
corazón y el discernimiento, pues no hay divorcio entre ellos.
Verdaderos maestros
hay en el arte de abrir la puerta de sus enunciados con epígrafes tomados -al vuelo
del azar- de un texto clásico, del slogan callejero que nos ha dejado un estampador
de graffitis o en el vocablo sutil que un anónimo ciudadano le cruza a otro en
la calle. Se me ocurren dos, maravillosos: el poeta W. H. Auden y el estudioso
ensayista E. R. Dodds. Los ensayos de Auden sobre poética, como los reunidos en
“La mano del teñidor”, son excelsos. No menos lo son los estudios de Dodds, entre
los que cabe citar “Los griegos y lo irracional” y “Paganos y cristianos en una
época de angustia”. En esos libros uno encontrará verdaderas, profundas labores
de minería epigrafista. No sé en cual esquina de la biblioteca se hallan los
queridos libros de Dodds, en estos momentos. Pero tan pronto los encuentre, transcribiré
algunos de esos hallazgos, piedras
miliares. Así que entre la colecta que recojo en este caso, me atengo a agregar
algunos de los epígrafes sembrados por Auden, amén de alguno de Dodds que llevo
anotado, entre otros de diversa mano.
Pero todo esto
ha venido a cuento porque hoy me topé con una piedra pulida, de materia ultra
concentrada y verbo alado, un epígrafe que es toda una apretada apuesta a un vivir
pleno, un convite vital lanzado como un par de dados sobre la mesa de desazón
en que el ser humano ha tornado su vida. Tan sólo me atrevo a anticiparle una
frase:
Un sentimiento
extraviado...
Y dice así:
“…El hermoso consuelo de encontrar el mundo en un
alma, de abrazar a mi especie en una criatura amiga…”
Friedrich Hölderlin
(Epígrafe de LA RESISTENCIA, de Ernesto Sabato)
Y aquí van los otros epígrafes que junto por los
momentos…
“…Tenemos arte en tanto que no podemos matar la verdad…”
F. Nietzsche
(Epígrafe al libro “La mano del teñidor”, de W. H
Auden)
“…En lo íntimo de mi ser tengo mi refugio y el terror
de mis propios desiertos…”
Robert Frost
(Epígrafe del
libro “Paganos y cristianos en una época de angustia” E. R. Dodds)
“…El arte de la vida, de la vida del poeta, es hacer
algo no teniendo nada que hacer…”
H. D. Thoreau
(Epígrafe del capítulo LEER, CONOCER Y JUZGAR, del
libro “La mano del teñidor”, de W. H. Auden)
“…Me parecía que algo faltaba a la divinidad, en tanto
no hubiera algo que oponerle…”
Prometeo en el Cáucaso, Luciano.
(Epígrafe del capítulo PROMETEO EN LOS INFIERNOS, del
libro El VERANO, de Albert Camus)
“…Si la sociedad está mal organizada (como lo está la
nuestra) y un pequeño número de personas tiene poder para oprimir a la mayoría,
cada victoria sobre la naturaleza contribuirá, inevitablemente, a acrecentar
ese poder y esa opresión. Esto es lo que está sucediendo actualmente…”
León Tolstoi
(Epígrafe del libro “Ciencia, libertad y paz”, de
Aldous Huxley)
Luis Eduardo Aute, La belleza, música y letra.
Enemigo de la guerra
y su reverso, la medalla,
no propuse otra batalla
que librar al corazón
de ponerse cuerpo a tierra
bajo el paso de una historia
que iba a alzar hasta la gloria
el poder de la razón.
Y ahora que ya no hay trincheras
el combate es la escalera
y el que trepe a lo mas alto
pondrá a salvo su cabeza
aunque se hunda en el asfalto
la belleza.
Míralos como reptiles,
al acecho de la presa,
negociando en cada mesa
maquillajes de ocasión;
siguen todos los raíles
que conduzcan a la cumbre
locos, porque nos deslumbre
su parásita ambición.
Antes iban de profetas
y ahora el éxito es su meta;
mercaderes, traficantes,
más que nausea dan tristeza,
no rozaron ni un instante
la belleza.
Y me hablaron de futuros
fraternales, solidarios,
donde todo lo falsario
acabaría en el pilón.
Y ahora que se cae el muro
ya no somos tan iguales
tanto vendes, tanto vales
¡viva la revolución!
Reivindico el espejismo
de intentar ser uno mismo,
ese viaje hacia la nada
que consiste en la certeza
de encontrar en tu mirada
la belleza.
y su reverso, la medalla,
no propuse otra batalla
que librar al corazón
de ponerse cuerpo a tierra
bajo el paso de una historia
que iba a alzar hasta la gloria
el poder de la razón.
Y ahora que ya no hay trincheras
el combate es la escalera
y el que trepe a lo mas alto
pondrá a salvo su cabeza
aunque se hunda en el asfalto
la belleza.
Míralos como reptiles,
al acecho de la presa,
negociando en cada mesa
maquillajes de ocasión;
siguen todos los raíles
que conduzcan a la cumbre
locos, porque nos deslumbre
su parásita ambición.
Antes iban de profetas
y ahora el éxito es su meta;
mercaderes, traficantes,
más que nausea dan tristeza,
no rozaron ni un instante
la belleza.
Y me hablaron de futuros
fraternales, solidarios,
donde todo lo falsario
acabaría en el pilón.
Y ahora que se cae el muro
ya no somos tan iguales
tanto vendes, tanto vales
¡viva la revolución!
Reivindico el espejismo
de intentar ser uno mismo,
ese viaje hacia la nada
que consiste en la certeza
de encontrar en tu mirada
la belleza.
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