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Tengo ojos avezados para imágenes de horrorEn ocasión de conmemorarse otro aniversario de los atentados del 11-09.
T
Tengo ojos avezados
para imágenes de horror,
tal como impone
el insomne training severo
de nuestra edad aguijoneante
de humaredas,
vidrios rotos,
kilobips
y llamas en el hígado
Como un vulgar ciudadano, no tuve más opción
que hacerme de un escudo no visible
-forjado en las llamas de la voluntad-
apto para repeler los desmanes de la pasión
o las jugarretas de la sensualidad,
instruido en el arte de sellar un silencio
rendido, solemne,
ante los embates del gran inmolador
Una mañana de generosa claridad,
me tocó ser un espectador más
del Show Business de la Muerte.
Gentes aplaudiendo a rabiar
ante pantallas de TV,
como focas amaestradas,
mientras presenciaban, abstraídas,
el abatimiento de los magnos
emblemas del poder,
el derribo de las torres majestuosas,
colmadas, como árboles en flor,
de latidos y transpiraciones,
de sueños y suspiros,
al final tan inocentes
como la savia que fluye
entre el bulbo y la hoja,
como el cumplido prodigio de la ósmosis,
como las ardillas y chicharras que,
sin la aquiescencia de los árboles,
hacen vida en las florestas
Tengo ojos avezados
para láminas de horror,
tal como demanda
la solemne doctrina
de nuestra edad ponzoñosa,
plagada de urbanas fumarolas;
nuestra edad moldeada
por detonaciones y estampidas,
marcada por el sojuzgamiento
de toda eclosión del corazón
que intente alzar una cadencia amorosa
hacia nubes de pureza;
nuestro ciclo predicante
del letargo de los sueños,
ese cielo nuestro, mayorista
de revoluciones e involuciones,
ese nuestro manojo de centurias
que promueven la hibernación de los sentidos
y una hornada de lóbregas mentiras
y misteriosas erratas;
ese tiempo nuestro colmado de éxodos verbales
e implosiones psicóticas,
de dogmáticas oscilaciones,
de malversaciones del alma
y de la compra-venta de inhumaciones;
nuestro horario racimo de ofrendas
de cáustica crueldad y de jergas axiomáticas,
nuestra festejada era de los vergonzosos alegatos
en defensa de la pobreza del espíritu
y de la deificación del monstruo cibernético,
descorazonado y duro salvador
que impuso su trastornado culto maquinal
sobre las pulsaciones de la vida
Tengo ojos curtidos
para íconos de atrocidad
y con ellos observo cómo Tánato pasea
su sombra triunfante
por nuestro anchuroso mundo,
alzando su cartapacio para contar
los dividendos de cada jornada bélica,
pues necesidad no tiene de apelar
a espada o a clepsidra
Y no sé cómo la obtuve pero,
de pronto y como por hechizo,
tenía una córnea gruesa en la mirada,
como la piel de un rinoceronte…
…pero los rinocerontes no tienen la culpa
de nuestras divinas decepciones
o de que hayamos olvidado
cómo dejarnos llevar al amor del agua…
…y no necesitamos de una hechicera
herida en su amor propio
para que nos vista con piel de asno
o para que, con un soplo,
invoque el espejismo
de nuestra ritual fatalidad,
nuestra fatal falta de amor…
… porque somos ajenjo de polvo cósmico,
brizna que respiramos sin advertir
que nos estamos viendo por dentro,
sin caer en cuenta que, de algún modo, ya viajamos
en los corpúsculos que visitan nuestros alvéolos,
para allí liarse tras una larga travesía
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Ayer no pude subir este texto, como era mi intención. Pero más vale tarde que nunca. Forma parte de Cuadernario, un libro que tuvo una inverosímil gestación, pues empezó a escribirse en una agenda telefónica Norma, de las verdes. Cierta mañana recibí algo así como un mandato, una voz empezó a dictarme palabras que debían ser descargadas en las páginas del pequeño cuaderno, con la particularidad de que cada texto había de empezar por la letra del alfabeto que marcaba la página en que me disponía a escribir, fue un juego lento y algunas veces alucinante, pero no tuve prisa por completar el cuaderno. Solo escribía allí, cuando sentía el llamado. Cuadernario ha sido publicado en Colombia, por Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados, 2007.
© lacl, 12/09/2010
Agrego una carta contra el terrorismo, de la mano del poeta palestino Mahmud Drawix, fallecido hace un par de años.
NADA, NADA JUSTIFICA EL TERRORISMO
La catástrofe que ha golpeado Washington y Nueva York tiene un solo nombre: la sinrazón del terrorismo. Esta catástrofe no ha sido ni una siniestra película de ciencia-ficción ni el Día del Juicio. Ha sido terrorismo, a palo seco, sin patria ni color ni credo, a pesar de los muchos dioses, divinidades y agonías humanas con que pretenda autojustificarse. Ninguna causa, ni siquiera una causa justa, puede legitimar el asesinato de inocentes civiles, por muy larga que sea la lista de acusaciones y la nómina de agravios. El terror nunca allana el camino a la justicia, es un atajo al infierno. Deploramos estos horrendos crímenes y condenamos a quienes los planearon y ejecutaron con todas las palabras de repulsa y condena que existen en nuestra lengua. Hacemos esto no sólo como un deber moral, sino también para reafirmar nuestro compromiso con nuestra propia naturaleza de seres humanos y nuestra fe en los valores humanistas que no diferencian entre una persona y otra. Nuestras simpatías hacia las víctimas y sus familias, así como hacia el pueblo americano en estos duros momentos, es igualmente una expresión de nuestro hondo compromiso con la unidad del destino humano. Porque una víctima es una víctima, y el terrorismo es terrorismo, aquí o allá, no conoce fronteras o nacionalidades, y no le falta retórica para matar. Nada, nada justifica este terrorismo que ha fundido la carne humana con hierro, cemento y polvo. Ni nada puede justificar que se polarice el mundo en dos bloques que nunca puedan encontrarse: uno del bien absoluto, el otro del absoluto mal. La civilización es el resultado de la contribución de cada sociedad a una herencia global; la acumulación e interacción que conduce a la elevación de la humanidad y a la nobleza de la conciencia. En este sentido, la insistencia de los neo-orientalistas en que el terrorismo anida en la naturaleza primigenia de la cultura árabe e islámica no contribuye en absoluto a aclarar el enigma, y menos aún ofrece solución alguna. Al contrario, hace que la solución sea más inescrutable, porque ha caído en las garras del racismo. Por ello, cuando América busca razones para comprender la animosidad hacia su política (una animosidad que no es hacia el pueblo americano y el conjunto de su cultura) debe distanciarse del concepto “choque de culturas”. Debería también prescindir de la necesidad de identificar siempre a un enemigo de carne y hueso, imprescindible para probar la “supremacía occidental”. En lugar de eso, debería moverse en el terreno de la política, en el que los Estados Unidos deberían reflexionar acerca de la sinceridad de su política exterior. En particular, deberían meditar sobre sus logros en Oriente Próximo, donde los grandes valores americanos de la libertad, la democracia y los derechos humanos han dejado de funcionar, especialmente en el contexto palestino, en el que la Ocupación israelí sigue estando exonerada de responder al derecho internacional, al tiempo que los EEUU le provee de todas las razones que necesite para justificar prácticas que lindan con el terrorismo de Estado. Sabemos que la herida de los americanos es profunda, y sabemos que este trágico momento es un tiempo para la solidaridad y el dolor compartido. Pero también sabemos que los horizontes del intelecto pueden atravesar paisajes de devastación. El terrorismo no tiene territorio ni fronteras, no reside en una geografía propia, su casa es el desencanto y la desesperación. La mejor arma para erradicar el terrorismo proviene de la solidaridad de la comunidad internacional, del respeto al derecho de todos los pueblos del planeta a vivir en armonía, de la reducción de la sima cada vez más profunda entre el norte y el sur. La manera más efectiva para defender la libertad es haciendo totalmente realidad el significado de la justicia. Las medidas de seguridad por sí solas no son suficientes, puesto que el terrorismo extiende sus redes a múltiples naciones, y no reconoce fronteras. No puede dividirse al mundo en dos sociedades, una para los rebeldes y otra para los oficiales de la ley. Pero nada, nada justifica el terrorismo...
Carta de reparo ante los atentados del 11-09. Texto de Mahmud Darwix suscrito por Hanna Nasser, Sari Nusseiba, Salim Tamari, Rema Hammai, I’zzat Ghazawi, Hassan Khader, Hannan Ashrawi.
(Traducción de Luz Gómez García)
Más sobre este poeta en:
http://letrascontraletras.blogspot.com/2008/08/poesa-y-exilio-vivir-al-margen-un-mnimo.html
GUARIDA DE LOS POETAS
Anna Akhmatova - La musa
http://www.youtube.com/watch?v=htW5XzUD24k&feature=player_embedded
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