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martes, 23 de octubre de 2018

Algo más sobre psique y sentir. Un monstruo llama (A monster calls), lacl







A monster calls.

Hace unos tres o cuatro días surgieron, en retahíla, algunos bocetos en torno al sentir. Y este hermoso film que, por obra del maravilloso azar, he visto anoche algo empezado, vino a hacerle juego a los tejidos de la psique. Maravilloso el escarceo allí tendido entre sentido y realidad, incluso, entre una cierta negación del sentir que clama por salir a flote, mientras batalla con la arrasadora realidad. Y todo esto, sin dejar de señalar el muy bien dispuesto juego de cuentos dentro de un cuento. Cuentos que vienen a dar al traste con cierto cliché sobre el arte de contar…
Una película en la que la fábula mantiene un duelo a muerte con lo inexorable: la pérdida de lo más preciado, el amor más puro, ese amor tan grande que no podemos imaginar que sucumba con la muerte. Para colmo, es la historia de esa pérdida en una edad en la que el ser humano se debate en un paso crucial (como el que implica toda iniciación), cual es el de soltar la rienda -en tanto que persona, en tanto que ser individuado-, la edad en que se comienza a soltar el hilo, a alargarlo y alargarse uno con él mientras se  interna en el afuera, en ese misterio que podemos llamar vida, lo que es lo mismo que decir para incursionar en el misterio de vivir, el paso en el que un tanto melancólicamente le damos una despedida a la niñez.
Un film que, a primeras luces, me ha parecido magnífico. En realidad, casi que no me atrevo a decir que me ha parecido magnífico desde una perspectiva intelectiva, pues mi razón deductiva creo que llegó a obnubilarse en algún momento de la experiencia, para darle paso a aquel desbordamiento de lo que significa “pensar” con el corazón, tal como anotara James  Hillman. En realidad, fue como un arrollamiento del corazón. Un film conmovedor, para volver a ver en el más absoluto de los silencios.
Salud

lacl









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