Yo no tengo fe
en los estatismos. Sean de izquierdas o de derechas (que hay muchos tipos de zurdas
y diestras, al contrario de lo que predican quienes alegan tener mano ungida
por gracia humana o divina). Me parece garrafal error, debido a que la equidad
no se decreta, la equidad se practica, es más, se ejerce, y se ejerce de
corazón. Y, desdichadamente, mucho de lo que se acomete por obligación, aunque
sea sustentado en la esperanza de producir un bien para las mayorías, termina
dejando, tras de sí, un derrotero plagado de injusticias.
A estas
alturas de su historia, el hombre no ha superado esa extraña condición que le
incita a vivir aherrojado a sus apetitos Así que cuando se dictan, por mandato,
asuntos tales como la estatización de todo lo que concierne a la vida de una
colectividad, siempre surgen los desmanes de unos en perjuicio de otros.
Ese es, a mi
modesto parecer, uno de los errores políticos, desliz grave, en el que
incurrieron el Presidente Allende y sus compañeros de causa: querer imponer la paridad
a la fuerza, cuando una muy buena parte del colectivo no estaba ni siquiera preparada
para confiarse en el prójimo. Si no estaba preparada para ello, menos podría
estarlo para recibir cambios en el orden social y económico de manera inducida,
determinada desde arriba, tal como lo prescribió su gobierno.
Pero, por
supuesto, ello no justifica en modo alguno, la forma carnicera en que se condujeron
los perros de la guerra, tras su patada a la mesa, asesinando y torturando a
mansalva, muy bien aupados por el dios Mammón desde los pulcros y lejanos palacios
de Mr Rockefeller, a quien -por cierto- Pinochet indemnizó con la modesta suma
de 250 millones de dólares, un par de años después de aposentarse en la ensangrentada
poltrona del poder, al apiadarse de ese señor, quien andaba por la vida
acongojado, inconsolable, tras la pérdida de “sus” minas de cobre en la
república chilena.
Lo triste o,
más correctamente, lo detestable al final de todo fue, es y será el tributo que
debió pagar en vidas el indiviso ser humano, el hombre de a pie, la inocencia
vestida de piel: secuestros, torturas, asesinatos, recetados cual dieta de cada
jornal.
Y es en la memoria
de ese indiviso ser humano, de esa inocencia vestida de piel que hoy reproducimos
una glosa de Laura Ortega, quien se hace portavoz de un suceso que puede pasar
desapercibido, en medio de ese maremágnum de noticias que emiten –segundo a segundo- los medios, y que el mundo, en
apariencia, devora como si se tratara de un gigantesco W. C.
Se trata de la
reciente edición de un libro de poemas escritos durante la clandestinidad
originada tras el golpe de estado perpetrado por Pinochet y su larga lista de
secuaces. Lleva un prólogo de Julio Cortázar, quien bien nos advierte que “no
es tiempo para prólogos”. Pero también nos advierte que "...Nada de esto
se perderá. La libertad no es un sueño..."
Esperemos ver
ese libro algún día por nuestros lares.
Salud!
lacl
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Laura Ortega
30 de agosto
En Febrero de
este año se publicó en Chile un pequeño y extraordinario libro titulado La
libertad no es un sueño: Recopilación de poesía chilena de la resistencia. La
obra cuenta con un prólogo de Cortázar, amigo del escritor que compiló las
poesías en la clandestinidad.
El libro es
una antología de poemas de chilenos –reconocidos y anónimos- escritos durante
la dictadura de Augusto Pinochet. Entre los escritores conocidos están Gonzalo
Rojas, Ariel Dorfman, Antonio Skármeta y Jorge Teillier. Lo más fascinante de
este compendio es que, junto con los poemas de estos reconocidos autores,
coexisten textos clandestinos de autores anónimos escritos desde los campos de
concentración.
“En el año´73
Raúl Silva-Cáceres, un crítico y poeta chileno, era agregado cultural en París.
Después del golpe de Pinochet, Silva-Cáceres compiló estos poemas para
publicarlos en Europa porque no se podían publicar en Chile, pero nunca logró
hacerlo”, le contó Alexis Vega Bueno -uno de los creadores de Signo Editorial
que publicó la antología- a Revista Ñ en la última edición de la Feria del
Libro.
Pero
Silva-Cáceres nunca se deshizo de los textos y le envió una cajita con todos
los poemas a su amigo, el escritor Edgardo Mardones. Vega Bueno, compañero de
ajedrez de Mardones, junto al autor Jorge Calvo, decidió poner manos a la obra
y publicar finalmente el libro.
La antología titulada
por Julio Cortázar -amigo de Raúl Silva-Cáceres- contiene además un prólogo
original del autor de “Rayuela”.
El documental
del mismo nombre que la antología, La libertad no es un Sueño (que se puede ver
en YouTube), narra la extraordinaria historia de este libro y describe en
profundidad sus contenidos.
Para cerrar
esta nota citamos el prólogo de Cortázar completo:
por la esperanza, encuentra en estos poemas la voz y la cifra y la clave de hoy y del mañana; del fondo de las cárceles clandestinamente mucho de lo que aquí es prueba de una libertad indomable, del fracaso del horror contra la vida. Estos poemas tienen la simple y clara autenticidad que el pueblo sabe infundir a su protesta y a su combate. Yo los veo como esas humildes arpilleras bordadas por las mujeres chilenas y en las que la tragedia de madres, hijas y esposas brota desde pedazos de trapos, hilos de colores, paisajes inocentes, y al pie de frases como: “Sergio Reyes y Modesto Espinoza ¿Adónde los tienen?” O la visión nocturna de una aldea con muchos buscando en los tachos de basura un poco de comida, un pueblo vejado que se niega a agachar para siempre la cabeza, libro de imágenes los cantos y las músicas de la resistencia, libro de imágenes esta antología de poemas saliendo de Chile por las vías de la noche, para que compañeros lejanos los aprendan y los impriman y los difundan en el mundo.
Nada de esto
se perderá. La libertad no es un sueño: el día en que irrumpa en plena calle,
lo hará con la fuerza y la belleza que le dan estos poemas, el sonido de las
canciones y el color de las arpilleras. Nada de todo esto se perderá; ya está
presente en el futuro de su pueblo.”
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