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miércoles, 30 de abril de 2025

Francisco de Quevedo, por si alguien quisiera reír a sottovoce en una guarida de poetas, lacl / Troubadours and Trobairitz - Clemencic Consort.



Francisco de Quevedo 


EPÍSTOLA SATÍRICA Y CENSORIA CONTRA LAS COSTUMBRES PRESENTES DE LOS CASTELLANOS, ESCRITA A DON GASPAR DE GUZMÁN, CONDE DE OLIVARES, EN SU VALIMIENTO


No he de callar por más que con el dedo,

ya tocando la boca o ya la frente,

silencio avises o amenaces miedo.

¿No ha de haber un espíritu valiente?

¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?

¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Hoy, sin miedo que, libre, escandalice,

puede hablar el ingenio, asegurado

de que mayor poder le atemorice.

En otros siglos pudo ser pecado

severo estudio y la verdad desnuda,

y romper el silencio el bien hablado.

Pues sepa quien lo niega, y quien lo duda,

que es lengua la verdad de Dios severo,

y la lengua de Dios nunca fue muda.

Son la verdad y Dios, Dios verdadero,

ni eternidad divina los separa,

ni de los dos alguno fue primero.

Si Dios a la verdad se adelantara,

siendo verdad, implicación hubiera

en ser, y en que verdad de ser dejara.

La justicia de Dios es verdadera,

y la misericordia, y todo cuanto

es Dios, todo ha de ser verdad entera.

Señor Excelentísimo, mi llanto

ya no consiente márgenes ni orillas:

inundación será la de mi canto.

Ya sumergirse miro mis mejillas,

la vista por dos urnas derramada

sobre las aras de las dos Castillas.

Yace aquella virtud desaliñada,

que fue, si rica menos, más temida,

en vanidad y en sueño sepultada.

Y aquella libertad esclarecida,

que en donde supo hallar honrada muerte,

nunca quiso tener más larga vida.

Y pródiga de l'alma, nación fuerte,

contaba, por afrentas de los años,

envejecer en brazos de la suerte.

Del tiempo el ocio torpe, y los engaños

del paso de las horas y del día,

reputaban los nuestros por extraños.

Nadie contaba cuánta edad vivía,

sino de qué manera: ni aun un'hora

lograba sin afán su valentía.

La robusta virtud era señora,

y sola dominaba al pueblo rudo;

edad, si mal hablada, vencedora.

El temor de la mano daba escudo

al corazón, que, en ella confiado,

todas las armas despreció desnudo.

Multiplicó en escuadras un soldado

su honor precioso, su ánimo valiente,

de sola honesta obligación armado.

Y debajo del cielo, aquella gente,

si no a más descansado, a más honroso

sueño entregó los ojos, no la mente.

Hilaba la mujer para su esposo

la mortaja, primero que el vestido;

menos le vio galán que peligroso.

Acompañaba el lado del marido

más veces en la hueste que en la cama;

sano le aventuró, vengóle herido.

Todas matronas, y ninguna dama:

que nombres del halago cortesano

no admitió lo severo de su fama.

Derramado y sonoro el Oceano

era divorcio de las rubias minas

que usurparon la paz del pecho humano.

Ni los trujo costumbres peregrinas

el áspero dinero, ni el Oriente

compró la honestidad con piedras finas.

Joya fue la virtud pura y ardiente;

gala el merecimiento y alabanza;

sólo se cudiciaba lo decente.

No de la pluma dependió la lanza,

ni el cántabro con cajas y tinteros

hizo el campo heredad, sino matanza.

Y España, con legítimos dineros,

no mendigando el crédito a Liguria,

más quiso los turbantes que los ceros.

Menos fuera la pérdida y la injuria,

si se volvieran Muzas los asientos;

que esta usura es peor que aquella furia.

Caducaban las aves en los vientos,

y expiraba decrépito el venado:

grande vejez duró en los elementos.

Que el vientre entonces bien diciplinado

buscó satisfación, y no hartura,

y estaba la garganta sin pecado.

Del mayor infanzón de aquella pura

república de grandes hombres, era

una vaca sustento y armadura.

No había venido al gusto lisonjera

la pimienta arrugada, ni del clavo

la adulación fragrante forastera.

Carnero y vaca fue principio y cabo,

Y con rojos pimientos, y ajos duros,

tan bien como el señor, comió el esclavo.

Bebió la sed los arroyuelos puros;

de pués mostraron del carchesio a Baco

el camino los brindis mal seguros.

El rostro macilento, el cuerpo flaco

eran recuerdo del trabajo honroso,

y honra y provecho andaban en un saco.

Pudo sin miedo un español velloso

llamar a los tudescos bacchanales,

y al holandés, hereje y alevoso.

Pudo acusar los celos desiguales

a la Italia; pero hoy, de muchos modos,

somos copias, si son originales.

Las descendencias gastan muchos godos,

todos blasonan, nadie los imita:

y no son sucesores, sino apodos.

Vino el betún precioso que vomita

la ballena, o la espuma de las olas,

que el vicio, no el olor, nos acredita.

Y quedaron las huestes españolas

bien perfumadas, pero mal regidas,

y alhajas las que fueron pieles solas.

Estaban las hazañas mal vestidas,

y aún no se hartaba de buriel y lana

la vanidad de fembras presumidas.

A la seda pomposa siciliana,

que manchó ardiente múrice, el romano

y el oro hicieron áspera y tirana.

Nunca al duro español supo el gusano

persuadir que vistiese su mortaja,

intercediendo el Can por el verano.

Hoy desprecia el honor al que trabaja,

y entonces fue el trabajo ejecutoria,

y el vicio graduó la gente baja.

Pretende el alentado joven gloria

por dejar la vacada sin marido,

y de Ceres ofende la memoria.

Un animal a la labor nacido,

y símbolo celoso a los mortales,

que a Jove fue disfraz, y fue vestido;

que un tiempo endureció manos reales,

y detrás de él los cónsules gimieron,

y rumia luz en campos celestiales,

¿por cuál enemistad se persuadieron

a que su apocamiento fuese hazaña,

y a las mieses tan grande ofensa hicieron?

¡Qué cosa es ver un infanzón de España

abreviado en la silla a la jineta,

y gastar un caballo en una caña!

Que la niñez al gallo le acometa

con semejante munición apruebo;

mas no la edad madura y la perfeta.

Ejercite sus fuerzas el mancebo

en frentes de escuadrones; no en la frente

del útil bruto l'asta del acebo.

El trompeta le llame diligente,

dando fuerza de ley el viento vano,

y al son esté el ejército obediente.

¡Con cuánta majestad llena la mano

la pica, y el mosquete carga el hombro,

del que se atreve a ser buen castellano!

Con asco, entre las otras gentes, nombro

al que de su persona, sin decoro,

más quiere nota dar, que dar asombro.

Jineta y cañas son contagio moro;

restitúyanse justas y torneos,

y hagan paces las capas con el toro.

Pasadnos vos de juegos a trofeos,

que sólo grande rey y buen privado

pueden ejecutar estos deseos.

Vos, que hacéis repetir siglo pasado,

con desembarazarnos las personas

y sacar a los miembros de cuidado;

vos distes libertad con las valonas,

para que sean corteses las cabezas,

desnudando el enfado a las coronas.

Y pues vos enmendastes las cortezas,

dad a la mejor parte medicina:

vuélvanse los tablados fortalezas.

Que la cortés estrella, que os inclina

a privar sin intento y sin venganza,

milagro que a la invidia desatina,

tiene por sola bienaventuranza

el reconocimiento temeroso,

no presumida y ciega confianza.

Y si os dio el ascendiente generoso

escudos, de armas y blasones llenos,

y por timbre el martirio glorïoso,

mejores sean por vos los que eran buenos

Guzmanes, y la cumbre desdeñosa

os muestre, a su pesar, campos serenos.

Lograd, señor, edad tan venturosa;

y cuando nuestras fuerzas examina

persecución unida y belicosa,

la militar valiente disciplina

tenga más platicantes que la plaza:

descansen tela falsa y tela fina.

Suceda a la marlota la coraza,

y si el Corpus con danzas no los pide,

velillos y oropel no hagan baza.

El que en treinta lacayos los divide,

hace suerte en el toro, y con un dedo

la hace en él la vara que los mide.

Mandadlo así, que aseguraros puedo

que habéis de restaurar más que Pelayo;

pues valdrá por ejércitos el miedo,

y os verá el cielo administrar su rayo.


FRANCISCO DE QUEVEDO


*** * ***

Troubadours and Trobairitz - Clemencic Consort    


Guarida de los poetas: DE LA VERDAD POÉTICA, Wallace Stevens. Wallace Stevens: Academic Discourse at Havana / Galería de Orfeo: Gustav Mahler Sinfonía Número Ocho (Sinfonía de los Mil)




Continuamos con nuestro homenaje a la estupenda revista Poesía, editada en Valencia, Venezuela bajo los auspicios de la Universidad de Carabobo. Divulgamos un ensayo de un estupendo poeta norteamericano, acaso no tan leído como otros de sus conterráneos. De Wallace Stevens se ha dicho que es un poeta para poetas. Y creo que es sumamente importante retirarle esa etiqueta y acercarle, en lo posible, a todo lector que fidedignamente se interesa por el culto y escritura de la poesía. Poesía y realidad parece ser el río subyacente que recorre estas palabras de Stevens.

Salud, lacl

*** * ***
 

DE LA VERDAD POÉTICA, Wallace Stevens. 


La poesía tiene que ver con la realidad en su aspecto más particular. Un hecho aislado, desgajado del universo, no tiene significación para un poeta. Deriva su significación de la realidad a la que pertenece. Para ver las cosas en su justa perspectiva precisamos, por ejemplo, calar extensamente en experiencias anteriores. Todo lo que vemos y oímos recibe así su sentido. La función de la ciencia es completar esa interpretación. El científico puede instruirnos mucho sobre cosas que no podemos aprehender por medio de la observación cotidiana. Pero dejando de lado cuan exhaustivo ese tipo de información pueda ser, hay algo que no abarca y ese algo es la particularidad del aquí y del ahora. Existe en la realidad, ya bien lo percibamos como animado o inanimado, como humano o sub-humano, un componente de individualidad ante el cual muchas de las formas de explicación racional se quedan cortas.

La única realidad que le importaba a Platón como mejor podríamos ilustrarla es con los principios de las matemáticas. El propósito de nuestras vidas debería ser —según él— alejarnos lo más posible de los hechos insustanciales y fluctuantes del mundo que nos rodea y estar en comunión con los objetos que pueden aprehenderse, no por medio de las sensaciones, sino a través del pensamiento. Esta es la fuente del ascetismo de Platón. Nos bastaría aquí notar su rechazo de los hechos particulares e individuales de la experiencia como carentes de importancia en cuanto tales. Platón se describiría a sí mismo como realista en tanto es nuestra ruptura con el mundo de los hechos lo que nos permite establecer contacto con la realidad.

¿Qué se desprende de esto? Sencillamente lo siguiente; la poesía tiene que ver con la realidad en el aspecto concreto e individual de la misma que la mente no puede abordar del todo bajo sus propios términos, con asuntos extraños y ajenos del modo que los sistemas abstractos, ideas en las que detectamos un diseño inherente, una estructura que pertenece a las ideas mismas, jamás podrían serlo. Nunca nos es familiar de la manera en que Platón deseaba que los logros de la mente nos fueran familiares. Por el contrario, su función, la carencia que subsana y que de algún modo debe subsanar en toda época que no quiera tornarse barbárica y decadente, es precisamente ese contacto con la realidad en tanto ésta nos toca desde el exterior, la sensación de que podemos palpar y sentir una realidad maciza que no se disuelve del todo en nuestras concepciones mentales. Es lo individual y lo particular lo que hace esto posible. Y la maravilla y misterio del arte, como los de la religión en última instancia, son la revelación de algo totalmente ajeno en virtud de lo cual la inexpresable soledad del pensar se rompe y se enriquece. En efecto, conocer hechos en sí mismos, de la manera normal y rutinaria no tiene ni vigor ni importancia en particular. Pero aguzar nuestra conciencia de la irrevocabilidad mediante la cual algo es lo que es, tiene tal vigor y, a juicio mío, constituye la esencia misma del arte, pero ningún hecho es meramente un hecho, ningún individuo es un universo en sí mismo. El artista exhibe afinidades en la estructura real de los objetos mediante los cuales su significado se profundiza y se ensancha. Lo que deseo subrayar es que hay una unidad que tiene raíz en la individualidad de los objetos y que se descubre de una manera distinta de la que empleamos para aprehender los enlaces racionales.

La extracción del sentido de un poema y su valoración utilizando criterios racionales fieles a la verdad se han producido mayormente gracias al entusiasmo que genera una verdad moral o religiosa. Pero éste no es el caso hoy día. La política es la responsable. Resultaría caprichoso sugerir que el sentido patente, lo que el poema parece decir, contribuye muy poco al mérito y a la importancia artística del mismo. Sencillamente nos oponemos a que se abstraiga ese contenido de su totalidad y a que se lo valore utilizando criterios que no sean de orden estético. El mensaje es importante, pero su importancia atañe al poema en tanto y en cuanto lo que se dice de un modo particular es una revelación de la realidad. La forma deriva su significación del todo. No es significativa excepto en relación a la realidad que a través de ella se revela.

El verdadero artista jamás es fiel a la vida. Ve lo real, pero no de la misma manera que estamos normalmente conscientes de ello. No nos abalanzamos por el transcurso de una vida como actores en un drama. El arte nunca es igual a la vida. El poeta ve con una agudeza y una profundidad que son enteramente únicas. Lo que importa es que sea fiel a su arte y no fiel a la vida, ya bien su producción artística sea simple o complicada, violenta o apacible. Se piensa que lo emotivo es central a la experiencia artística. Sin embargo, no comparto esa opinión. Si no me equivoco, la esencia del arte constituye un tipo muy particular de profundización sobre la realidad. Pero esa profundización seguramente estará acompañada de emociones extraordinarias. Un poema no sería nada sin ningún tipo de significado. Lo cierto es que el significado es una suerte de conciencia y una suerte de comunicación. Pero no una conciencia ni una comunicación común y corriente.

Lo nuevo debe ser inspirado. Pero debe haber novedad en ello. Esta crisis es más evidente en lo tocante a la religión. Los Teólogos, cuyo pensamiento es en la actualidad el más dinámico, articulan una suprema necesidad, y una necesidad que además ahora se ha tornado imperativa, como demuestra su urgencia, la necesidad de infundir a las épocas del entendimiento una conciencia de la realidad adecuada a los logros de aquéllas, y de tal modo que esa conciencia no sea atenuada por las mismas. Ha habido un hito muy auténtico y que acogemos con regocijo; es la insistencia en una realidad que se impone sobre nuestras conciencias y que rehusa ser dominada y manipulada. Es aquí donde la afinidad entre la religión y el arte se muestra más evidente en nuestros días. Ambos tienen que intervenir en pro nuestro con una realidad que no es nosotros mismos. Esa es la labor del poeta. En ese sentido, la virtud suprema es la humildad, pues los humildes son los que van por el mundo con la inclinación por lo verdadero en sus corazones.

.

El ensayo de Wallace Stevens (Opus Posthumus) DE LA VERDAD POÉTICA fue publicado en el número 42 de la revista POESIA, en la edición de mayo-junio de 1978; edición que tengo el gusto de contar entre los anaqueles de mi pequeña Babel. La traducción de este ensayo fue realizada por Orlando José Hernández.


WALLACE STEVENS - ACADEMIC DISCOURSES AT HAVANA
http://www.youtube.com/watch?v=TrbvYD0-phE

Wallace Stevens:
Academic Discourse at Havana

Canaries in the morning, orchestras
in the afternoon, balloons at night. That is
a difference, at least, from nightingales,
Jehovah and the great sea-worm. The air
is not so elemental nor the earth
so near. But the sustenance of the wilderness
does not sustain us in the metropoles.

Life is an old casino in a park.
The bills of the swans are flat upon the ground.
A most desolate wind has chilled Rouge-Fatima
and a grand decadence settles down like cold.

The swans...Before the bills of the swans fell flat
upon the ground, and before the chronicle
of affected homage foxed so many books,
they warded the blank waters of the lakes
and island canopies which were entailed
to that casino. Long before the rain
swept through its boarded windows and the leaves
filled its encrusted fountains, they arrayed
the twilights of the mythy goober khan.
The centuries of excellence to be
rose out of promise and became the sooth
of trombones floating in the trees. The toil
of thought evoked a peace eccentric to
the eye and tinkling to the ear. Gruff drums
could beat, yet not alarm the populace.
The indolent progressions of the swans
made earth come right; a peanut parody
for peanut people. And serener myth
conceiving from its perfect plenitude,
lusty as June, more fruitful than the weeks
of ripest summer, always lingering
to touch again the hottest bloom, to strike
once more the longest resonance, to cap
the clearest woman with apt weed, to mount
the thickest man on thickest stallion-back,
this urgent, competent, serener myth
passed like a circus. Politic man ordained
imagination as the fateful sin.
Grandmother and her basketful of pears
must be the crux for our compendia.
That's world enough, and more, if one includes
her daughters to the peached and ivory wench
for whom the towers are built. The burgher's breast,
and not a delicate ether star-impaled,
must be the place for prodigy, unless
prodigious things are tricks. The world is not
the bauble of the sleepless nor a word
that should import a universal pith
to Cuba. Jot these milky matters down.
They nourish Jupiters. Their casual pap
will drop like sweetness in the empty nights
when too great rhapsody is left annulled
and liquorish prayer provokes new sweats: so, so:
life is an old casino in a wood.

Is the function of the poet here mere sound,
subtler than the ornatest prophecy,
to stuff the ear? It causes him to make
his infinite repetition and alloys
of pick of ebon, pick of halcyon.
It weights him with nice logic for the prim.
As part of nature he is part of us.
His rarities are ours: may they be fit
and reconcile us to ourselves in those
true reconcilings, dark, pacific words,
and the adroiter harmonies of their fall.
Close the cantina. Hood the chandelier.
The moonlight is not yellow but a white
that silences the ever-faithful town.
How pale and how possessed a night it is,
how full of exhalations of the sea...
All this is older than its oldest hymn,
has no more meaning than tomorrow's bread.
But let the poet on his balcony
speak and the sleepers in their sleep shall move,
waken, and watch the moonlight on their floors.
This may be benediction, sepulcher,
and epitaph. It may, however, be
an incantation that the moon defines
by mere example opulently clear.
And the old casino likewise may define
an infinite incantation of our selves
in the grand decadence of the perished swans.


GALERÍA DE ORFEO

Una de las grandes creaciones de la humanidad, de una arrobadora belleza es esta Sinfonía. Mahler nos ha legado un milagro con su obra...








lunes, 28 de abril de 2025

Pessoa confesional, una carta a Casais Monteiro. / Galería de Orfeo: Mensagem - Prece



Hace ya una incontable cantidad de años cayó entre mis manos una edición de la maravillosa revista Poesía, editada en la ciudad de Valencia, Venezuela, bajo los auspicios de la Universidad de Carabobo. Me refiero a la edición número 32 de tal revista, correspondiente a los meses de septiembre - octubre de 1976. En esa revista encontré o descubrí muchas cosas interesantes y desconocidas para un joven lector, entre ellas, un escrito del poeta W H Auden intitulado "La degollación de los inocentes", un trabajo de Raúl Gustavo Aguirre sobre Antonin Artaud y una muestra de variada poesía, como corresponde a una revista dedicada a los asuntos de la poesía y entre los que (a juicio de mi gusto personal) descollaban tres poemas inéditos de Arnaldo Acosta Bello. Cerraba esa edición una exhaustiva carta escrita por Fernando Pessoa al crítico Adolfo Casais Monteiro. En esa carta Fernando Pessoa se explaya a detallar la génesis de sus heterónimos. Es una carta salpicada de sinceridad y de frases entrecruzadas.  Pessoa llega a decir que él escribe hablando con la máquina de escribir. La carta es un tanto extensa pero colmada de datos pormenorizados. Y cobra un gran valor para cualquier lector con capacidad de desdoblarse, pues en esa misiva se muestran visos y enigmas que probablemente se reflejan en nuestro inconsciente colectivo. 

Sin más, la carta de Pessoa.

Salud, lacl

P. D. La carta original mostraba una post data en la cual Pessoa le solicitaba a Casais Monteiro que no divulgara un fragmento relativo al ocultismo, hecho que no fue respetado en la edición de su correspondencia. Esa post data no fue incluida en la edición #32 de la revista Poesía. Acá la agregamos para el lector curioso sobre ese específico asunto. A veces siento pudor en lo que corresponde a divulgar correspondencia personal de escritores que solicitaron no fueran divulgadas las mismas, pero cuando el pecado ya ha sido cometido no hay mucho que uno pueda hacer. Mi inmenso respeto por Pessoa, acaso esta post data ayude al lector a conocerle un poco más y comprender también, otro tanto más, su escritura.

*** * ***


Carta a Adolfo Casais Monteiro

Fernando Pessoa

Caja Postal 147

Lisboa, 13 de enero de 1935

Mi apreciado camarada:

Agradezco mucho su carta, la que voy a responder inmediata e íntegramente. Antes de, propiamente, comenzar, quiero pedirle disculpas por escribirle en este papel de copia. Se me acabó el decente, es domingo, y no puedo conseguir otro. Pero más vale, creo, el mal papel que la prórroga.

En primer lugar, quiero decirle que yo nunca vería “otras razones” en cualquier cosa que escribiera respecto de mí, discordando. Soy uno de los pocos poetas portugueses que no decretó su propia infalibilidad, ni toma cualquier crítica que se le haga como un acto de lesa-divinidad. Además, cualesquiera que sean mis defectos mentales, es nula en mí la tendencia a la manía de persecución. Aparte eso, conozco ya suficientemente su independencia mental, que, si me es permitido decirlo, mucho apruebo y elogio. Nunca me propuse ser Maestro o Jefe; Maestro, porque no sé enseñar, ni sé si tendría qué enseñar; Jefe, porque ni siquiera sé freír huevos. No se preocupe, pues, en cualquier ocasión, de lo que tenga que decir sobre mí. No busco cavas en los pisos nobles.

Estoy absolutamente de acuerdo con usted en que no fue feliz el estreno que hice de mí mismo con un libro de la naturaleza de Mensagem. Soy, de hecho, un nacionalista místico, un sebastianista racional. Pero soy, aparte de eso, y hasta en contradicción con eso, muchas otras cosas. Y esas cosas, por la misma naturaleza del libro, Mensagem no las incluye.

Comencé mis publicaciones con ese libro por la simple razón de que fue el primer libro que conseguí, no sé por qué, tener organizado y terminado. Como estaba listo, me incitaron a publicarlo: accedí. No lo hice, debo decir, con los ojos puestos en el posible premio del Secretariado, aunque en eso no hubiese mayor pecado intelectual. Mi libro estaba listo en septiembre y yo pensaba, incluso, que no podría concurrir al premio, pues ignoraba que el plazo para entrega de los libros, que primitivamente era hasta fin de julio, había sido extendido hasta fines de octubre. Como, sin embargo, a finales de octubre ya había ejemplares listos de Mensagem, hice entrega de los que el Secretariado exigía. El libro estaba exactamente en las condiciones (nacionalismo) de concursar. Concurrí.

Cuando a veces pensaba en el orden de una futura publicación de mis obras, nunca un libro del género de Mensagem figuraba en número uno. Dudaba entre si debía comenzar por un libro de versos grande -un libro de unas 350 páginas-, englobando las diversas subpersonalidades de Fernando Pessoa él-mismo, o si debía hacerlo con una novela policial, que todavía no conseguí completar.

Estoy de acuerdo con usted, dije, en que no fue feliz el estreno que hice de mí mismo con la publicación de Mensagem. Pero concuerdo con los hechos que fue el mejor estreno que yo podía hacer. Precisamente porque esa faceta -en cierto modo secundaria- de mi personalidad nunca había sido suficientemente manifestada en mis colaboraciones en revistas (excepto en el caso del Mar Portugués, parte de este mismo libro)-  precisamente por eso convenía que apareciese, y que apareciese ahora. Coincidió, sin que yo lo planease o lo premeditase (soy incapaz de premeditación práctica), con uno de los momentos críticos (en el sentido original de la palabra) de la remodelación del subconsciente nacional. Lo que hice casualmente y se completó por conversación, había sido exactamente trazado, con Escuadra y Compás, por el Gran Arquitecto.

(Interrumpo. No estoy loco ni bebido. Estoy, sin embargo, escribiendo directamente, tan de prisa como la máquina me lo permite, y me voy sirviendo de las expresiones que se me ocurren, sin mirar a la literatura que haya en ellas. Suponga – y hará bien en suponerlo, porque es verdad- que estoy simplemente hablando con usted)

Respondo ahora directamente a sus tres preguntas: (1) plan futuro de la publicación de mis obras, (2) génesis de mis heterónimos, y (3) ocultismo.

Hecha, en las condiciones que le indiqué, la publicación de Mensagem, que es una manifestación unilateral, tengo la intención de proseguir de la siguiente manera. Estoy ahora completando una versión enteramente remodelada del Banquero Anarquista; esa debe estar lista en breve y espero, una vez que esté lista, publicarla inmediatamente. Si así sucede, traduciré inmediatamente ese escrito al inglés, y voy a ver si lo puedo publicar en Inglaterra. Tal como debe quedar, tiene probabilidades europeas. (No tome esta frase en el sentido de Premio Nobel inmanente.) Después -y ahora respondo propiamente a su pregunta, que se reporta a la poesía- me propongo, durante el verano, reunir el tal gran volumen de los poemas pequeños de Fernando Pessoa él-mismo, y ver si lo consigo publicar a fines de este año. Será ese el volumen que Casais Monteiro espera, y es ese que yo mismo deseo que se haga. Ese, entonces, será todas las facetas, excepto la nacionalista, que Mensagem ya manifestó.

Me referí, como vio, sólo a Fernando Pessoa. No pienso nada de Caeiro, de Ricardo Reis o de Álvaro de Campos. Nada de eso podré hacer, en el sentido de publicar, excepto cuando (ver más arriba) me sea dado el Premio Nobel. Y con todo -lo pienso con tristeza- puse en Caeiro todo mi poder de despersonalización dramática, puse en Ricardo Reis toda mi disciplina mental, vestida de la música que le es propia, puse en Álvaro de Campos toda la emoción que no doy ni a mí ni a la vida. ¡Pensar, mi querido Casais Monteiro, que todos estos tienen que ser, en la práctica de la publicación, relegados por el impuro y simple Fernando Pessoa!

Creo que respondí a su primera pregunta.

Si fui omiso, diga en qué. Si puedo responder, responderé. Más planes no tengo, por el momento. Y, sabiendo yo lo que son y en que terminan mis planes, es caso para decir, ¡Gracias a Dios!

Paso ahora a responder a su pregunta sobre la génesis de mis heterónimos. Voy a ver si consigo responderle completamente.

Comienzo por la parte psiquiátrica. El origen de mis heterónimos es el profundo trazo de histeria que existe en mí. No sé si soy simplemente histérico, si soy, más propiamente, un histero-neurasténico. Tiendo a esta segunda hipótesis, porque hay en mí fenómenos de abulia que la histeria, propiamente dicha, no encuadra en el registro de sus síntomas. Sea como fuere, el origen mental de mis heterónimos está en mi tendencia orgánica y constante a la despersonalización y la simulación. Estos fenómenos -felizmente para mí y para los demás- se mentalizaron en mí; quiero decir, no se manifiestan en mi vida práctica, exterior y de contacto con otros; hacen explosión hacia dentro y los vivo yo a solas conmigo. Si yo fuese mujer -en la mujer los fenómenos histéricos rompen en ataques y cosas parecidas- cada poema de Álvaro de Campos (lo más histéricamente histérico de mí) sería una alarma en el vecindario. Pero soy hombre -y en los hombres la histeria asume principalmente aspectos mentales; así todo acaba en silencio y poesía…

Esto explica, tant bien que mal, el origen orgánico del mi heteronimismo. Ahora voy a hacerle la historia directa de mis heterónimos. Comienzo por aquellos que murieron, y de algunos de los cuales ya no me acuerdo: los que yacen perdidos en el pasado remoto de mi infancia casi olvidada.

Desde niño tuve la tendencia a crear en torno a mí un mundo ficticio, a rodearme de amigos y conocidos que nunca existieron. (No sé, bien entendido, si realmente no existieron, o si soy yo que no existo. En estas cosas, como en todas, no debemos ser dogmáticos.) Desde que me conozco como siendo aquello a que llamo yo, recuerdo haber precisado mentalmente, en figura, movimientos, carácter e historia, diversas figuras irreales que eran para mí tan visibles y mías como las cosas de aquello a que llamamos, acaso abusivamente, vida real. Esta tendencia, que tengo desde que recuerdo ser un yo, me ha acompañado siempre, cambiando un poco el tipo de música con que me encanta, pero no alterando nunca su manera de encantar.

Recuerdo, así, el que me parece haber sido mi primer heterónimo, o, antes, mi primer conocido inexistente: un cierto Chevalier de Pas de mis seis años, por quien escribía cartas suyas a mí mismo, y cuya figura, no enteramente vaga, todavía conquista la parte de mi afecto que confina con la saudade. Me acuerdo, con menos nitidez, de otra figura, cuyo nombre, también extranjero, ya no tengo presente, que era, no sé en qué, rival de Chevalier de Pas… ¿Cosas que suceden a todos los niños? Sin duda; o tal vez. Pero a tal punto las viví que las vivo todavía, porque las recuerdo de tal modo que es necesario un esfuerzo para hacerme saber que no fueron realidades.

Esta tendencia a crear en torno a mí otro mundo, igual a este pero con otra gente, nunca abandonó mi imaginación. Tuvo diversas fases, entre las cuales ésta, sucedida ya en la edad madura. Se me ocurría una expresión de espíritu, absolutamente ajena, por un motivo u otro, a quien yo soy, o a quien supongo que soy. Lo decía, inmediatamente, espontáneamente, como si fuera de cierto amigo mío, cuyo nombre inventaba, cuya historia adicionaba, y cuya figura -cara, estatura, traje y gesto- inmediatamente yo veía ante mí. Y así apronté, y propagué, varios amigos y conocidos que nunca existieron, pero que todavía hoy, a casi treinta años de distancia, oigo, siento, veo. Repito: oigo, siento, veo… Y tengo saudades de ellos.

(Comenzando a hablar -y escribir a máquina es para mí hablar-, me cuesta encontrar freno. ¡Basta de darle lata, Casais Monteiro! Voy a entrar en la génesis de mis heterónimos literarios, que es, finalmente, lo que usted quiere saber. En todo caso, lo dicho más arriba le proporciona la historia de la madre que los dio a luz).

Allí por 1912, salvo error (que nunca puede ser grande), me vino a la idea escribir unos poemas de índole pagana. Esbocé unas cosas en verso irregular (no en el estilo Álvaro de Campos, mas en un estilo de media regularidad), y abandoné el caso. Se me había esbozado, con todo, en una penumbra mal urdida, un vago retrato de la persona que estaba haciendo aquello. (Había nacido, sin que yo lo supiera, Ricardo Reis.)

Año y medio, o dos años después, un día se me ocurrió jugarle una broma a Sá-Carneiro: inventar un poeta bucólico, de especie complicada, y presentarlo, ya no me acuerdo cómo, en alguna especie de realidad. Pasé algunos días elaborando al poeta pero nada conseguí. Un día en que finalmente había desistido -fue el 8 de Marzo de 1914- me acerqué a una cómoda alta y, tomando un papel, comencé a escribir, de pie, como escribo siempre que puedo. Y escribí treinta y tantos poemas al hilo, en una especie de éxtasis cuya naturaleza no conseguiré definir. Fue el día triunfal de mi vida, y nunca podré tener otro así. Abrí con un título, El Guardador de Rebaños. Y lo que siguió fue la aparición de alguien en mí, a quien di inmediatamente el nombre de Alberto Caeiro. Discúlpeme lo absurdo de la frase: había aparecido en mí mi maestro. Fue esa la sensación inmediata que tuve. Y tanto así que, escritos que fueron esos treinta y tantos poemas, inmediatamente tomé otro papel y escribí, al hilo, también, los seis poemas que constituyen Lluvia Oblicua, de Fernando Pessoa. Inmediata y totalmente… Fue el regreso de Fernando Pessoa-Alberto Caeiro a Fernando Pessoa-él solo. O, mejor, fue la reacción de Fernando Pessoa contra su inexistencia como Alberto Caeiro.

Aparecido Alberto Caeiro, de inmediato traté de descubrirle -instintiva y subconscientemente- unos discípulos. Arranqué de su falso paganismo al Ricardo Reis latente, le descubrí el nombre y lo ajusté a él mismo, porque a esta altura ya lo veía. Y, de repente, y en derivación opuesta a la de Ricardo Reis, me surgió impetuosamente un nuevo individuo. En un chorro, y a máquina de escribir, sin interrupción ni enmienda, surgió la Oda Triunfal de Álvaro de Campos: la Oda con ese nombre y el hombre con el nombre que tiene.

Creé, entonces, una coterie inexistente. Fijé todo aquello en moldes de realidad. Gradué las influencias, conocí las amistades, oí, dentro de mí, las discusiones y las divergencias de criterios, y en todo esto me parece que fui yo, creador de todo, lo que menos hubo allí. Parece que todo sucedió independientemente de mí. Y parece que todavía así sucede. Si algún día yo pudiera publicar la discusión estética entre Ricardo Reis y Álvaro de Campos, verá cuan diferentes son, y como yo no soy nada en la materia.

Cuando preparábamos la publicación de Orpheu, fue necesario, a última hora, conseguir algo para completar el número de páginas. Le sugerí entonces a Sá-Carneiro componer yo un poema “antiguo” de Álvaro de Campos: un poema de cómo sería Álvaro de Campos antes de conocer a Caeiro y caer bajo su influencia. Y así hice Opiario, donde intenté expresar todas las tendencias latentes de Álvaro de Campos, conforme habrían de ser después reveladas, pero sin que hubiera todavía algún indicio de contacto con su maestro Caeiro. De los poemas que he escrito fue el que me dio más que hacer, por el doble poder de despersonalización que tuve que desarrollar. Pero, finalmente, creo que no salió mal, y que muestra a Álvaro en capullo…

Creo que le expliqué el origen de mis heterónimos. Si hay, no obstante, algún punto del que precise un esclarecimiento más lúcido -estoy escribiendo de prisa, y cuando escribo de prisa no soy muy lúcido-, dígame, que de buen grado lo daré. Y, es verdad, un complemento verdadero e histérico: al escribir ciertos pasajes de las Notas para el recuerdo de mi Maestro Caeiro, de Álvaro de Campos, he llorado lágrimas verdaderas. ¡Es para que sepa con quien está lidiando, mi querido Casais Monteiro!

Unos apuntes más sobre el asunto… Yo veo frente a mí, en el espacio incoloro pero real del sueño, las caras, los gestos de Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos. Les construí las edades y las vidas. Ricardo Reis nació en 1887 (no recuerdo día y mes, pero los tengo en algún lado), en Porto, es médico y actualmente está en Brasil. Alberto Caeiro nació en 1889 y murió en 1915; nació en Lisboa, pero vivió casi toda su vida en el campo. No tuvo profesión ni educación casi ninguna. Álvaro de Campos nació en Tavira, el día 15 de Octubre de 1890 (a las 1,30 de la tarde, me dice Ferreira Gomes; y es verdad, pues, hecho el horóscopo para esa hora, está bien). Éste, como sabe, es ingeniero naval (por Glasgow), pero ahora está aquí en Lisboa, inactivo. Caeiro era de estatura media, y, aunque realmente frágil (murió tuberculoso), no parecía tan frágil como era. Ricardo Reis es un poco, pero muy poco, más bajo, más fuerte, más seco. Álvaro de Campos es alto 1,75 m de altura, 2 cm. más que yo), magro y un poco tendiente a encorvarse. Cara afeitada todos: Caeiro rubio sin color, ojos azules; Reis de un vago moreno mate; Campos entre blanco y moreno, tipo vagamente de judío portugués, cabello, sin embargo, liso y normalmente con raya al costado, monóculo. Caeiro, como dije, no tuvo más educación que casi ninguna: sólo instrucción primaria; se le murieron temprano el padre y la madre, y se dejó estar en casa, viviendo de unas pequeñas rentas. Vivía con una tía vieja, tía abuela. Ricardo Reis, educado en un colegio de jesuitas, es, como dije, médico; vive en Brasil desde 1919, pues se expatrió espontáneamente por ser monárquico. Es un latinista por educación ajena, y un semi-helenista por educación propia. Álvaro de Campos tuvo una educación común de liceo; después fue enviado a Escocia a estudiar ingeniería, primero mecánica y después naval. En unas vacaciones, hizo el viaje al Oriente de donde resultó Opiario. Le enseñó latín un tío de Beira que era sacerdote.

¿Cómo escribo en nombre de esos tres?… Caeiro por pura e inesperada inspiración, sin saber o siquiera calcular qué iría a escribir. Ricardo Reis, después de una deliberación abstracta, que súbitamente se concretiza en una oda. Campos, cuando siento un súbito impulso de escribir y no sé qué. (Mi semi-heterónimo Bernardo Soares, que por otra parte en muchas cosas se parece a Álvaro de Campos, aparece siempre que estoy cansado o somnoliento, de suerte que tenga un poco suspendidas las cualidades de raciocinio y de inhibición; aquella prosa es un constante devaneo. Es un semi-heterónimo porque, no siendo la personalidad mía, no es diferente de la mía, sino una simple mutilación de ella. Soy yo menos el raciocinio y la afectividad. La prosa, salvo lo que el raciocinio proporciona de tenue a la mía, es igual a ésta, y el portugués perfectamente igual; mientras que Caeiro escribía mal el portugués, Campos razonablemente pero con lapsus como decir “yo propio” en vez de “yo mismo”, etc., Reis mejor que yo, pero con un purismo que considero exagerado. Lo difícil para mí es escribir la prosa de Reis -todavía inédita- o de Campos. La simulación es más fácil, incluso porque es más espontánea, en verso.)

A esta altura estará usted, Casais Monteiro, pensando qué mala suerte lo hizo caer, por lectura, en medio de un manicomio. En todo caso, lo peor de todo esto es la incoherencia con que lo he escrito. Repito, sin embargo: escribo como si estuviese hablando con usted, para poder escribirle inmediatamente. No siendo así, pasarían meses sin que consiguiera escribir. (*)

Falta responder a su pregunta sobre el ocultismo. Me pregunta si creo en el ocultismo. Hecha así, la pregunta no es del todo clara; comprendo sin embargo la intención y a ella respondo. Creo en la existencia de mundos superiores al nuestro y de habitantes de esos mundos, en experiencias de diversos grados de espiritualidad, sutilizándose hasta llegar a un Ente Supremo, que presumiblemente creó este mundo. Puede ser que haya otros Entes, igualmente Supremos, que hayan creado otros universos, y que esos universos coexistan con el nuestro, interpenetradamente o no. Por estas razones, y aun otras, la Orden Externa del Ocultismo, o sea, la Masonería, evita (excepto la Masonería anglosajona) la expresión “Dios”, dadas sus implicaciones teológicas y populares, y prefiere decir “Gran Arquitecto del Universo”, expresión que deja en blanco el problema de si Él es Creador, o simple Gobernador del mundo. Dadas estas escalas de seres, no creo en la comunicación directa con Dios, pero, según nuestra afinación espiritual, podremos ir comunicando con seres cada vez más altos. Hay tres caminos hacia lo oculto: el camino mágico (incluyendo prácticas como las del espiritismo, intelectualmente al nivel de la brujería, que es magia también), camino éste extremadamente peligroso, en todos los sentidos; el camino místico, que no tiene propiamente peligros, pero es incierto y lento; y el que se llama camino alquímico, el más difícil y el más perfecto de todos, porque comprende una transmutación de la propia personalidad que la prepara, sin grandes riesgos, o antes, con defensas que los otros caminos no tienen. En cuanto a la “iniciación” o no, puedo decirle sólo esto, que no sé si responde a su pregunta: no pertenezco a Orden Iniciática ninguna. La cita, epígrafe a mi poema Eros y Psique, de un pasaje (traducido, pues el Ritual es en latín) del Ritual del Tercer Grado de la Orden Templaria de Portugal, indica simplemente -lo que es un hecho- que me fue permitido hojear los Rituales de los tres primeros grados de esa Orden, extinta, o en letargo desde cerca de 1888. Si no estuviese en letargo, yo no citaría el pasaje del Ritual, pues no se deben citar (indicando el origen) pasajes de Rituales que están en ejercicio. (**)

Creo así, mi querido camarada, haber respondido, si bien con ciertas incoherencias, a sus preguntas. Si hay otras que desea hacerme, no dude en hacerlas. Responderé conforme pueda y lo mejor que pueda. Lo que podrá suceder, y esto me lo disculpará desde ya, es que no responda tan de prisa.

Lo abraza el camarada que mucho lo estima y admira.

Fernando Pessoa


(Fernando Pessoa, posdata a la casa a la carta del 13 de enero de 1935 dirigida a Adolfo Casais Monteiro)

___

P.D. (!!!)

– Lisboa, 14 de enero de 1935

Además de la copia que normalmente hago para mí, cuando escribo a máquina, de cualquier carta que envuelve explicaciones del orden de las que esta contiene, hice una copia suplementaria, tanto para el caso de que esta carta se extravíe, como para el de, posiblemente, serle necesaria para cualquier otro fin. Esa copia está siempre a sus órdenes. Otra cosa. Puede ser que, para algún estudio suyo, u otro fin análogo, precise, en el futuro, citar algún pasaje de esta carta. Queda desde ya autorizado a hacerlo, pero con una reserva, y le pido licencia para acentuarla. El parágrafo sobre ocultismo, en la página 7 de mi carta, no puede ser reproducido en letra impresa. Creo que puedo, al responder su pregunta, salir deliberadamente un poco afuera de los límites que son naturales en esta materia.

Se trata de una carta particular, y por eso no dudé en hacerlo. Nada obsta a que lea ese parágrafo a quien quiera, siempre que esa otra persona obedezca también al criterio de no reproducir en letra impresa lo que en ese parágrafo va escrito. Creo que puedo contar con usted para tal fin negativo.

Continúo adeudándole la carta ultra-debida sobre sus últimos libros. Mantengo lo que creo que le dije en mi carta anterior: cuando ahora (creo que será sólo en febrero) vaya a pasar algunos días en Estoril, pondré esa correspondencia en orden, pues estoy en deuda, en esta materia, no sólo con usted, sino también con otras personas.

Se me ocurre preguntar de nuevo una cosa que ya le pregunté y a la que me no respondió: ¿recibió mis folletos de versos en inglés, que hace tiempo le envié?

“Para mi gobierno”, como se dice en lenguaje comercial, le pediría que me indicase lo antes posible si recibió esta carta.

Gracias.

Fernando








Galería de orfeo





domingo, 27 de abril de 2025

Aforismos, notas al vuelo, lacl / PAU CASALS - EL CANTO DE LOS PAJAROS (EL CANT DELS OCELLS)



 


Cruzo una pierna sobre la otra y, al mirar la silueta de la rodilla, de pronto descubro el horizonte del mundo y, más allá, la inmensidad, el sinfín. 


lacl, Aforismos Ri-cor-dsre, abril 26, 2025.


*** * ***


Cuando a la tristeza se le abren los portales, todo lo inunda con su difuminada escena. No importa si es en sepia o a vivo color, siempre tendrá ojos empañados. 


lacl, Aforismos Ri-cor-dare, abril 26, 2025.


*** * ***


Apátrida no es vocablo que me ofenda. Optaré siempre por ser un apátrida antes que un vendepatrias, que es lo que, al fin y al cabo, resultan ser los patriotas y sus patrioteros...


lacl, Aforismos abril, 26, 2025.


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PAU CASALS - EL CANTO DE LOS PAJAROS (EL CANT DELS OCELLS)

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El corazón de la belleza, James Hillman / PENTAGRAMA: STABAT MATER, PERGOLESI.



"El corazón de la belleza", de James Hillman, es un texto fundamental para esclarecer unos cuantos equívocos nacidos hace ya muchos siglos. La belleza resplandeciendo a otra luz. La belleza como componente esencial a toda alma. Desafortunadamente no dispongo del tiempo necesario para, al menos, transcribir una parte más extensa y que sirva para brindarnos una idea de la importancia del planteamiento de Hillman en este libro maravilloso, intitulado EL PENSAMIENTO DEL CORAZÓN. Espero poder transcribir algunos fragmentos, puesto que lo veo necesario en esta hora en que el ser humano, grosso modo hablando, se ha alejado tanto de verdades fundamentales, que no por ser sencillas, dejan de ser necesarias a todo oficio de vivir. 
Salud, lacl
(27 de abril de 2025)

*** * ***


INCISO DEL 10 DE MAYO DE 2025. 
He logrado robarle algo de tiempo al tiempo para transcribir algunos párrafos más. 


[..  Si la belleza es inherente al alma, entonces ha de estar presente en todas sus manifestaciones. Esa revelación de la esencia del alma -la auténtica aparición de Afrodita en la psique (su sonrisa)- recibe, en la lengua de los mortales, el nombre de belleza. Todas las cosas, cuando despliegan su naturaleza innata, presentan el esplendor de Afrodita; su brillo las hace estéticas. Aquí me limito a repetir lo que Adolf Portmann ha estado elaborando en Eranos durante 40 años: la idea de la Selbsdarstellumg (autorepresentación) como revelación a los sentidos de la Innerlichkeit (interioridad) esencial. La forma visible es una muestra del alma. El ser de una cosa se revela en la manifestación de su Bild (imagen).

La belleza no es un atributo como pudiera serlo el velo que envuelve a una virtud, o sea el mero aspecto estético de la apariencia. Es la propia apariencia. Si no existiera la belleza, ni lo bueno, lo verdadero y lo uno, no podríamos sentirlos, no podríamos conocerlos. La belleza es una necesidad epistemológica; es la manera que tienen los dioses de conmover nuestros sentidos, alcanzar nuestros corazones y acercarnos a la vida. 

La belleza es también una necesidad ontológica que sirve de base a la particularidad sensible del mundo. Sin Afrodita, el mundo de los detalles particulares se convierte en una serie de partículas atómicas. La diversidad pormenorizada de la vida recibe el nombre de caos, multiplicidad, materia amorfa, datos estadísticos. Así es el mundo de los sentidos sin Afrodita. Entonces hay que crear los sentidos a partir de la apariencia por medio de procedimientos filosóficos abstractos, lo que equivale a  distorsionar la filosofía separándola de su verdadera base. 

Si bien, como dijimos en la primera parte, la filosofía surge del philos, también hace referencia a Afrodita en otro sentido. Pues Sophía era originalmente la habilidad del artesano, del carpintero (Ilíada, XV-412), del marino (Hesíodo, Trabajos y días, 651), del escultor (Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1141a). Sophía se origina en las manos estéticas de Dédalo y de Hefesto, vinculado a Afrodita e inherente, por tanto, a su naturaleza. Cuando Afrodita informa nuestra filosofía, cada suceso tiene una sonrisa dibujada en su rostro y se presenta de una manera particular. Afrodita confiere un trasfondo arquetípico a la filosofía de la "individualidad" y a la capacidad del corazón para hallar la "intimidad" en cada suceso concreto de un cosmos pluralista (W. James).  ...]

HASTA AQUÍ EL INCISO 

10/05/2025

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[...  Lo que queda cuando todo perece es el rostro de las cosas tal como son. Cuando no tengamos adónde acudir, volvámonos hacia el rostro que hay ante nosotros, encaremos el mundo. He aquí una diosa que da al mundo un sentido que no es ni mito ni significado, sino esa cosa inmediata que es imagen: su sonrisa es una alegría, una alegría <<eterna>>.  ...]


Último párrafo de EL CORAZÓN DE LA BELLEZA, 2da Parte del libro EL PENSAMIENTO DEL CORAZÓN, de James Hillman. 

Siruela, Biblioteca de ensayo, 1981.

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PENTAGRAMA:
STABAT MATER,
PERGOLESI



martes, 22 de abril de 2025

GUARIDA DE LOS POETAS: GIRO DE LA LUNA, ROBERT GRAVES / LA DIOSA BLANCA. HERMOSO TRABAJO AUDIOVISUAL.

 



Giro de la luna, de Robert Graves. Creo que es el primer poema del que intenté dar una versión propia en mi vida. Tan hermoso me parece, pues sin caer en romanticismos o cursilerías, trasluce el amor que donan los momentos placenteros de nuestras cuitas con madre Natura. La Diosa Blanca obsequiándonos la llovizna como un símil del más puro amor, la mujer entregándose mientras ama.

Salud, lacl.

***

GIRO DE LA LUNA, Robert Graves 


Nunca olvides quién trae la lluvia 
en curtidos sacos de piel de cabra desde un mar lejano: 
es la luna girando mientras repara 
los daños de una larga sequía e insolación.

Nunca cuentes con la lluvia, nunca la profetices, 
pues no hay poder que pueda traer la lluvia, 
salvo la luna al girar, ¿y quién puede gobernarla a ella?

Ella es partidaria de atrasar las necesarias irrigaciones, 
por temor de que tal ofrenda pueda convertirse en obligación, 
un mes, o dos o tres; y, subrepticiamente,
solo cediendo por capricho, 
quizás conjure desde el oeste sin nubes
una solitaria gota de agua para sorprender con esperanza, 
cada demacrado y expectante rostro.

Fuese la luna un sol y podríamos nosotros contar con ella 
para traer la oportuna lluvia mientras gira; 
sin embargo, nadie recuerda dar gracias al imperturbable sol
por brillar fiero en el verano y tibio en el invierno, 
¿por qué habría de padecer la luna esa tediosa faena?

Pero si una noche ella nos obsequia, mientras gira,
con una suave, continua, pareja, copiosa lluvia
que no daña ni la hoja ni la flor, sino que dulcemente cae,
hora tras hora, penetrando hasta las raíces principales,
y la humedecida tierra exhala con el alba
un largo suspiro perfumado de pura gratitud,
tal lluvia -la primera de nuestras vidas, nos parece, 
no profetizada, ni lisonjeada, ni aguardada- 
es la mujer ofrendándose mientras ama. 

(Versión de lacl)

***

The White Goddess
Created by Dylan Lewis and Don Searll, formed part of an exhibition on L'Ormerins wine estate in Franschhoek.