Arte y poesía: vigencia de toda expresión lúdica, gesto o acto non servil en tiempos tan obscuros como los actuales. Disertaciones sobre el culto añejo de ciertos antagonismos: individuo vs estado, ocio y contemplación vs labor de androides, dinero vs riqueza. Ensayos de libre tema, sección sobre ars poética, un muestrario de literatura universal y una selección poética del editor. Luis Alejandro Contreras Loynaz.
Si en Venezuela estilamos ser toderos, ese envite de torear la vida en cuanta empresa se nos plante ante la vista, yo debo decir que he sido -y acaso aún soy- un fervoroso nadero, suerte de lance para nadar en las enaguas de la susodicha. Pues en lugar de ser un profesional en todo, he sido un amateur en nadas; en el más feliz de los casos, un entendedor, siempre a la chista callando. Las naderías suelen causar gran fascinación sobre las almas distraídas, entre las que me incluyo, y no sé que hado les haya legado su encanto a las primeras. Y, aunque cursé más de cien créditos en la Escuela de Letras de la UCV, nunca me mortificó el comprobar que ese sistema de jerarquías con que el hombre gusta de mortificarse la carne, también hubiese ganado espacios en ese querido recinto y que, en virtud de ello, hubiese materias que disfrutaban de cierta prelación sobre otras. Iba por puro gusto. Nada hay como explayarse. El resto es aburrido y desmesuradamente empalagoso. Por otra parte, ¿quién no tuvo, alguna vez, que pasar por el trance de mancillarse las manos al hacer algún oficio? Pocos, muy pocos.
Pues, mi querida X, no es nada fácil lidiar con este fingimiento de nación. En el fondo -y espero que esto no te vaya a parecer muy duro para con nosotros-, creo que los venezolanos no hemos cambiado mucho desde los días de 1810 hasta el día de hoy. Lo que sucede es que pasamos muchas décadas viviendo en la golilla, como nos gusta decir, esto es, de vivianes -cuando no de Lazarillos-, acariciando la ilusión de una riqueza alcanzada por un golpe de dados (aunque usufructuada por muy pocos, cierto es) en un país que nunca ha dejado de ser invento, en el que se arrullan visiones de libertad sobre un suelo enlodado; por no decir que hemos sido, durante los últimos 50 años, una de las más alegres y engañosas utopías de que se haya tenido noticia sobre el globo terrestre (¿aunque, bien mirado cuál será la utopía que no haya de ser engañosa?). Mientras tuvimos la gracia de vivir dentro de un espejismo de país, tal como yo he sostenido desde mi juventud, el sedimento o sustrato de nuestras pequeñeces de seres amañados se mantuvo, grosso modo, a raya. Pero en el momento en que una perversidad buscó remontarse en todos y cada uno de los broncíneos torsos de las plazas y parques de nuestras ciudades, pueblos y aldeas; y ello aunado a la quiebra repentina del espejo en el que nos lisonjeábamos, muy poco bastó para que todos (también, grosso modo) apadrinaran tal perversidad en sus corazones. Poco hemos cambiado, repito, como colectivo y como individuos, porque la perversidad estaba allí, latente, aguardando a su Dr Caligari que viniera a hacerle juego al escenario y a tomar control del hospital que es nuestra nación, ciertamente, tan dotada de hermosura por la naturaleza, pero en la que sectas policiales y robotizadas milicias han escamoteado el lugar de los que curan y sirven sin más, sin esperar nunca recompensas. Desde el principio, muchos vimos el peligro, señalamos la amenaza, pero nadie estaba dispuesto a escuchar hacia afuera y, mucho menos, hacia sus adentros. Nadie quiso advertir su seño de malignidad en el espejo en que se miraba, mientras aplaudía la desmesura y el atropello. Y más importante nos pareció (vuelvo a insistir, grosso modo) el abanderar verborreas y romper lanzas por monedas políticas de mudable, cuando no dudoso, valor. Así que lo único que hicimos fue cambiar de espejismos, antes vivíamos como adormecidos en medio de la ligereza de una supremacía dicharachera y ocurrente, ahora vivimos sobre la cresta de una ola que lo que acarrea son fluidos de malaventuranza espiritual, en lugar de la salobre limpidez del agua. Mudamos de piel y nos brotaron rizomas. Y lo grave es que el espejismo que ahora copa todos los espacios y que se vanagloria de perfumar con kerosén sus asordadas peroratas, resulta mucho más amenazante para nuestras desprotegidas individualidades. Pero esa es una realidad que no muchos desean ver y, menos, denunciar. Les parece que todo se resolverá con un simple cambio de gobierno. En el fondo, no hacemos otra cosa que seguir cambiando pepitas de oro por espejitos de hojalata con ribetes en los bordes. Pero lo que ahora derrochamos son las joyas que subyacen en el seno del humano corazón por espejos de una petulancia que viste las tinieblas con ropajes de saber. Discúlpame si te parece extensa mi respuesta, pero es que tu reflexión me ha dado pie para ello. De hecho, me sirve de fundamento inicial para algo que deseo escribir y que, probablemente, coloque en mi blog o desemboque en un artículo… Un abrazo y gracias por expresarnos tu preocupación. En cierto modo, ello no es otra cosa que un acto de solidaridad. Salud! Luis Alejandro 1. El famoso cuadro de Juan Lovera, La declaratoria de Independencia de Venezuela, el 19 de Abril de 1810. 2. Desamparado resguardado por sus panas caninos, cerca de Chacaito, Caracas. 3. El actor Werner Krauß, interpretando al Dr. Caligari. Guarida de los poetas Siempre he intuido que poesía es dicción, canto, oralidad; amén de asombro, escalofrío, erizamiento de la piel, éxtasis, hallazgo, visión... pero también, ocasión para la receptiva escucha o auscultamiento del mundo circundante. La poesía está en todas partes. No es culto de claustros, aunque a lo largo de los siglos muchos hayan promulgado esa conseja. La podemos llevar a folios pero, como dijera Whitman, son briznas de hierba que se lleva el viento y la mejor poesía, afortunadamente, está aún por cantarse. Estamos facultados para reproducir la cifra, para multiplicar y repartir volúmenes, pero no para almacenar ni, mucho menos, encarcelar el estremecimiento que es capaz de producirnos cuando, como un relámpago, recorre nuestro espinazo de punta a punta. Ella flota impalpable en el aire, en las palabras que parten y en las que llegan a puerto. Brota en lo fortuito. Pero su ofrenda no reclama pago alguno. Y es por ello que abrimos esta edición de Guarida de los poetas con la segunda parte (de seis) de la amenísima conferencia que Jorge Luis Borges dictara sobre la ceguera, encuentro que forma parte de aquel ciclo de charlas del memorioso Borges, que luego fuera recogido en un precioso libro: Siete noches. A él se une Derek Walcott leyendo apacible uno de sus poemas. Luego, añadimos un trailer del film Ithaca, en el que escuchamos uno de los poemas más conocidos de la modernidad, aquel en el que el alejandrino Constantine Cavafy hace recuento de las humanas búsquedas y de vidas que pueden llegar a ser vividas como utopías, si no como susurros. Y, haciendo honor a lo antedicho -que poesía está en toda hora y lugar- agregamos la mirada, el oído, la música, el canto y, si se quiere, la danza, en los siguientes clips: la mirada que capta la mirada, esto es, la poesía que hace morada en los ojos de los rostros contemplativos, gracias a las fotografías de Edward S. Curtis, maestro de las sombras; de seguidas, el juego del sonido, que nos muestra a un joven John Cage, un hombre excepcional, en uno de sus experimentalismos auditivos; después, aparece Dead Can Dance con una de sus hermosas composiciones y, para cerrar, los cantos Hanuman de la isla de Bali, ceremonia cuya melodía y danza rememoran el caos y creación del universo. Salud! Borges, La Ceguera 2da parte (de seis) http://www.youtube.com/watch?v=UjJV1mpcDyU