Una
joya verbal cargada de claves, cuya
frase final desemboca en el mar de la ironía...
Salud…
lacl
*******EL POLÍTICO
La
carroza del caudillo sanguinario solivianta el polvo de la ruta de fuego. Su
escolta ha recogido las tiendas de campaña sobre el lomo de unos perros inicuos.
El tizne del incendio releva la tez bisunta y los cabellos lacios de los
guerreros enjutos, efialtos y vestiglos, delirio de un bonzo.
El
mandarín, astuto y perezoso, gato sibarita, socava el auge de la horda montés.
Su discurso indirecto, proferido a sovoz en una entrevista con los invasores,
divierte el estrago a una lontananza quimérica. Su frívolo cincel refina la
corola de marfil de una flor mecánica.
El
tropel de sagitarios, amenaza frenética, se engolfa en el erial, se encara al
cielo resplandeciente, de límites violáceos. Un numen aleve suelta la cuadriga
de los torbellinos y sepulta la algazara de los jinetes bajo un tapiz monótono.
El
mandarín, azar de su niñez, recibió de su maestro, un peregrino tunante, el
apólogo de la calavera nihilista, en el sitio del vendaval. Un astrólogo
señalaba ese día el equilibrio de los elementos.
JARS,
El cielo de esmalte, 1929.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario