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lunes, 30 de noviembre de 2020

Guarida de los poetas: The Autumn of the World (El otoño del mundo) Sir Herbert Read / Lecturas del poema, por Read y Guielgud.

 


Es un hermoso canto de ese admirado caballero, Sir Herbert Read. Se me ha quedado en el borrador, más tiempo del que yo quisiera, como tantas cosas que se quedan bajo el brazo. Hoy saco el momento para terminar de editarlo y compartirlo. Es demasiada belleza para tenerla guardada. Más abajo lo leen el propio Read y Sir John Guielgud. Como siempre alerto, mi traducción es una versión provisional, susceptible de ser mejorada. En todo caso, en poema que no puede ser traducido sin la asistencia de un buen diccionario etimológico del inglés.

Salud!

lacl


El otoño del mundo, Sir Herbert Read

 

Como un cúmulo de nubes manchadas de sangre

que cruza veloz el cielo dorado

y se evapora en la vastedad bermellón,

nos llega sobre el viento,

desde el infinito vientre del caos,

la fría niebla de declinación.

 

Sobre las eternas aguas del océano,

que se quejan y no hallan solaz para sus cuitas

los buitres letárgicos concurren y se arremolinan

y colman los ecos con sus cantos sombríos.

 

Vientos cálidos de las zonas tropicales

traicionan

las transitorias vicisitudes de la Tierra.

Las últimas hojas amarillas caen

sobre la hierba iridiscente.

El viento muere

y las voces del verano están por siempre quietas.

 

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The Autumn of the World  El otoño del mundo Herbert Read

by  Sir Herbert Read

As a host of blood-flecked clouds
skim the golden sky
and melt into the vermilioned vastness
there comes borne on a wind
from the infinite womb of chaos
the dank wafture of decay.

Over the eternal waters of the sea
that weep and find no solace for their cares
lethargic vultures flock and swirl
and fill the echoes with their gloomy songs.

Hot winds from tropic zones
betray
the transient things of Earth.
The last yellow leaves fall
on the iridescent sward.
The wind dies
and the Summer voices are forever still.








Fragmentarias encuadernadas, lacl / BWV 248 Karl Richter 1955 Christmas Oratorio




Se puede mortificar la piel y el espíritu con mucho lirismo. En ello han sido especialistas los estados totalitarios y algunos otros, maquillados de democracia.

Por supuesto, es un lirismo programático, muy apegado a tesis, antítesis, síntesis. Muy bien dispuesto a sacrificar un brazo o un ojo en beneficio del cuerpo.

La parte por el todo. Y como el individuo es parte, pues no hay que ser un genio para colegir quién es el que tiene que pagar los platos rotos.

lacl, 12 de Noviembre, 2020


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La era moderna, en los actuales y precisos momentos se ha convertido en gran ductora del maniqueísmo. Le interesa el método, sin ninguna otra consideración. 

lacl, 18  11 2020

 

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Dichos y contradichos

Jean Paul Sartre: “Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace".

Lo que me ha llevado a pensar: Imagínense… Si queriendo lo que uno hace, se hace lo que se quiere…

lacl , 19 / 11 /  2020




Los dibujos son de mi hijo, cuando era un Infante, siempre fascinado por el Mago Merlín...




BWV 248 Karl Richter 1955 - J. S. Bach Christmas Oratorio



Esta es una de esas notas o semblanzas que uno más agradece en la vida, lacl / Bernadette Lambotte: Pobre poeta, Carl Spitzweg, 1839. Nueva pinacoteca. / La pulga, de John Donne. Versión de Alberto Girri... / Debussy - Rêverie



Introito 


                  A Marcelo Sztrum 

Esta es una de esas notas o semblanzas que uno más agradece en la vida. Al menos es mi caso -puedo asegurarlo- desde que estoy transitando por las calles cibernéticas y compartiendo nuestra común ciudadanía virtual. 

Se trata de una glosa de Bernadette Lambotte sobre el cuardo “Pobre poeta”, de Carl Spitzweg. Un amigo tuvo la deferencia de incluirnos en el buzón de destinatarios. Yo no escribí nada en particular en ese momento, aparte de agregarle, a modo de respuesta, el poema de John Donne intitulado La pulga, un poco por señalar otra relación entre “lo grande” y “lo mínimo”, bien porque no podía con el ahora de aquella hora o porque no podría con ninguna hora ni ningún ahora. No siempre estamos aptos para el decir y eso es algo que hay que saber aceptar. Cuando es la hora del callar, hay que callar. En fin, me quedé con mi pobre poeta incrustado entre pecho y espalda, con su pulga y sus amados mamotretos, que de mamotretos acaso sólo tengan el tamaño. 

Pero ahora me ha dado la vena de divulgar la glosa de Bernadette Lambotte agregando estas palabras como introito. Un poeta cabal no ama la mamotrética extensión, mucho menos ese culto “mamo-tétrico” de lamer las cosas en virtud de una grandiosidad vana o aparente. Así han pasado los días y las noches, de cuando en cuando pensando en ese poeta pobre -que no me resulta igual que decir un pobre poeta- reducido al más mínimo rincón (perdónenme la hipérbole) de su vivida hora. Me parece que esa imagen -juzgada a la luz de la comparación hecha con la ilustración de Daumier- dice, junto a la del propio Daumier, mucho más que un millar de tratados del saber, sean estos de historia, filosofía, psicología o sociología. Destaca crudamente tres ámbitos: el mundo de la imago y los sentidos, mundo interior y de la psique del que ese retratado reducto del pintor es acaso símil o metáfora; el mundo que el hombre se ha hecho, mundo de lo exterior y patente, que avanza como un pesado bulldozer o aplanadora desolándolo todo; y el mundo ajeno y prodigioso, que sigue su pausada marcha y con cuya alma (anima mundi) aspiran las poéticas almas a entrar en desprendida aunque erótica correlación.

lacl


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Detalle

Bernadette Lambotte: Pobre poeta, Carl Spitzweg, 1839. Nueva pinacoteca

Aquí hay una obra que se conoce muy poco en Francia pero que es, más allá del Rin, casi tan famosa como la Gioconda. El pobre poeta (Der Arma Poet) de Carl Spitzweg es una obra muy importante en la historia del arte alemán.

A comienzos del siglo XIX, Europa está marcada por el romanticismo alemán. Las pinturas de la época ponen al hombre en el centro de las composiciones, en armonía consigo mismo y con la naturaleza o refugiado en un mundo de sentimientos interiores. Este movimiento de libertad individual está relacionado con el Congreso de Karlsbad de 1819. En este congreso, los representantes de los estados alemanes deciden medidas represivas (censura, controles) para detener el riesgo de revolución. Entonces comienza el Biedermeier. La crítica se hace más insidiosa, menos frontal. Carl Spitzweg es simbólico dentro de esta protesta fina y secuestrada.

Detrás de obras de género aparentemente inofensivas, Spitzweg muestra un discurso a menudo muy satírico sobre sus contemporáneos. Con Der Arma Poet, Spitzweg desvía la cara hasta entonces muy idealizada por los románticos del pobre poeta, de intelecto recluido.

Esta pintura nos muestra el interior de una pequeña buhardilla. Una pequeña jaula de unos metros cuadrados donde vive un excéntrico, un loco. El ′′poeta′ en cuestión está tumbado en un pobre colchón. Sostiene en su boca una pluma y mira su mano. Primero se creyó que el hombre tomaba así su mano para aislar gusanos. Hoy se defiende la tesis de que el ermitaño está aplastando una pulga entre sus dedos. El paraguas suspendido del techo y el empobrecimiento del personaje nos indican que la habitación no está calentada y está desprotegida. Algunos elementos acentúan lo ridículo del personaje:: nariz de gancho, gorro de noche y hojas sueltas sobre sus rodillas...

En su obra, Daumier y Alemania, Werner Hofmann compara Francia y Alemania a través de las obras de Daumier y Spitzweg sobre el tema del pobre poeta, que entonces se recogía muy a menudo en el arte europeo. El estudioso aduce que ambas obras se ajustan al cliché expresado por Stendhal, cuya premisa reza que ′′la vida de los alemanes es contemplativa e imaginaria, la de los franceses es toda de vanidad y actividades". Comparando Der Arma Poet de Spitzweg y Poeta En la buhardilla, de Daumier, Hofmann expone que ′′el poeta alemán, cómodo en su pintoresco mundo, sólo se concentra en la pulga que sostiene entre sus dedos. El francés, un melancólico enojado, contempla con desconfianza el techo; el texto que escribe es seguramente un panfleto, una libelle inflamada".

El pobre poeta de Spitzweg se enfrenta al estereotipo romántico del hombre consciente de su pequeñez frente a una naturaleza todopoderosa. El personaje de Spitzweg es un poco el antihéroe, el contra modelo del viajero de Friedrich. En lugar de este gran soñador en el corazón de una naturaleza infinita, Spitzweg pone en escena a un individuo grotesco, centrado en lo minúsculo, y cuya única perspectiva paisajista es el techo nevado de la casa de enfrente, que sólo puede ver a través de su pequeña ventana. 



Daumier. El poeta en la buhardilla

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Y a modo de complemento cerremos con el poema La pulga, de John Donne. Aquí lo dejamos en la versión de Alberto Girri...

La pulga, John Donne

Observa, pues, esta pulga, y observa en ella
Cuán poco es lo que me niegas;
Primero me succionó a mí, y ahora a ti,
Y en esta pulga están mezcladas nuestras sangres;
Tú sabes que a esto no puede llamársele un pecado,
Ni una vergüenza, ni una pérdida de virginidad.
Sin embargo, ella goza antes de cortejar,
. . . Y se hincha, bien alimentada, con una sangre compuesta de dos,
. . . Y eso, ay, es más de lo que nosotros haríamos.
Oh, quédate, conserva tres vidas en una pulga,
Donde casi somos un matrimonio y aun más que eso;
Esta pulga es tú y yo, y éste
Es nuestro tálamo, y nuestro templo nupcial.
Aunque a los padres, y aun a ti, les pese, estamos unidos,
Y enclaustrados en estos muros de azabache.
. . . . Aunque el hábito te haga capaz de matarme
. . . . . No permitas que a ese delito se agregue el suicidio,
. . . . Y el sacrilegio, tres pecados en un triple crimen.
¿Cruel e impaciente, has, pues,
Empurpurado tu uña con la sangre de la inocencia?
¿De qué pudo ser culpable esta pulga
Sino por la gota que succionó de ti?
Sin embargo triunfas, y dices
Que no sientes que tú o yo seamos ahora más débiles;
. . Eso es verdad, aprende entonces qué falsos son los temores;
Cuando te entregues a mí se habrá perdido exactamente
Tanto honor como vida te sustrajo la muerte de esta pulga.



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Debussy - Rêverie 






Es tan sólo vanidad, una pertinente anotación de Juan Ramón Rivas Pulido / Y unas breves palabras para Juan Ramón... lacl / JORGE LUIS BORGES A FONDO 1 - EDICIÓN COMPLETA y RESTAURADA, con presentación de J. Soler Serrano



El Lazarillo de Goya

Es tan sólo vanidad, Juan Ramón Rivas Pulido

La literatura es un arte mayor, cuya ejecución se fundamenta en convenciones idiomáticas y en metáforas, y no en colores, sonidos, movimientos ni formas. Tal vez por eso sus ejecutantes, poetas y narradores, se sienten no solamente talentosos sino en estado de gracia, aprendices de dioses, diseñadores de universos paralelos. El cultivo de esa creencia ha sido desde antes el motivo composicional originario de la escritura artística. Ya en nuestra biblia recomienda Dios a su pueblo: "... deben de hacerse de un nombre." Nada menos. El mismo Sócrates, de suyo filósofo y gruñón, tuvo en la mala hora una frase agonizante para sí mismo: "Viviré los siglos." También con asertiva elegancia recita el prólogo del Lazarillo de Tormes: "...porque todo el que escribe quiere que sus libros sean leídos y vistos, y si hay de qué, se le alabe." Ese gran proveedor  citas y bebedor de bourbon, dos altas condiciones, que fue William Faulkner, señaló: "Lo que anima esencialmente a un novelista es una vanidad suprema." Pero no está reservada para los grandes creadores; puede ser mucho más parroquial. El oído se educa para percibir aplausos y risas; se puede disfrutar hasta en escenarios tan modestos como la docencia, el litigio y la tertulia esquinera.

En la narrativa universal la expresión más sensorial de vanidad, la belleza física y la narcisista juventud, tienen una gran muestra en El retrato de Dorian Gray, la persistente novelita de Oscar Wilde. En Venezuela tal vez el caso más notable de vanidosa impudicia sea el de Argenis Rodríguez, quien proclamaba en toda oportunidad que él era el más grande novelista venezolano de todos los tiempos, y siguiéndolo, muy distanciado, Guillermo Meneses. La historia no lo absolvió. De sus libros mencionaremos Entre las breñas y Escrito con odio, dos pugnaces y angulosos testimonios de la lucha armada.

Otra forma común de vanidad es la combinación de academia con arte, un conjunto no necesario ni exclusivo. No basta la trayectoria universitaria. Un musicólogo suele ser también melómano pero no ejecutante ni virtuoso. Un literato, por tal, no es escritor en el sentido artístico. Un museólogo puede ser artista plástico o no serlo en absoluto; o una bailadora, prima ballerina. Se necesita lo que en el ambiente llaman el duende, el misterio. Ya estaba todo eso escrito y acuñado en castellano antiguo: "Lo que natura non da Salamanca non presta."

La vanidad puede tener variaciones más odiosas, como cuando un artista de relativa espontaneidad, no sujetándose a los límites de su talento, trata de imponerse a punta de falsos laureles, mediante notas laudatorias de cofrades y amigos, premios amañados o inventados, y hasta concursos rotativos del formato quítate tú. Son casos que concitan menos reproche que conmiseración.

Como justicia poética existe una vanidad positiva, muy deseable, como es la de los mecenas en sus diversas presentaciones: editores, patrocinantes, promotores; gente adinerada que emplea parte de su fortuna en apoyar el arte a cambio de casi nada: que su nombre aparezca en el lomo del libro al lado del autor, o en un ángulo de la tarjeta de invitación, o en el escudo de la fundación, y a veces, hasta mejor, ni siquiera eso.

Entonces todos los reclamos de necesidad comunicacional, angustia metafísica o compromiso social, son simples zarandajas. Un verdadero muestrario de las diversas modalidades de vanidad, y sus respectivas interpretaciones, aparece en un libro imprescindible, un compendio de entrevistas hechas a narradores consagrados, y publicado en numerosas ediciones por el Fondo de Cultura Económica, de México: "El oficio de escritor."


Juan Ramón Rivas Pulido


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A Juan Ramón Rivas Pulido, lacl

Es que sin duende no hay ná, mi compadre. Eso en primer término para comentar tu hermosa, oportuna y acerada glosa. Un libro de crítica o ensayística es un ladrillo si no le asiste el duende. Y esta glosa tuya tiene duende. Pero aunque el tema principal de esta semblanza pareciera ser el de la vanidad, yo aduzco que en realidad lo es el arte de hacer las cosas y, sobre todo, el amor por el arte de hacerlas. Por supuesto, que el ego jamás se queda quieto y siempre está sujeto a salir de la, a veces, no tan silenciosa vigilia para defender al padre de las criaturas, es decir el señor del cual el ego es inquilino. Y hay arrendadores que no saben cómo contener la desmesura de tales inquilinos. En el caso de los seres humanos que se dedican a la creación, me parece fundamental que ese celoso vigía de la vanidad cuente con su red de supervisores, pues nada hay peor que la soberbia o la vanidad para la búsqueda de la simplicidad o limpidez del alma. Robert Graves afirma que no hay un solo poema cabal, esto es, de los que conmueven o erizan la piel, que no haya sido dictado o insuflado por la Diosa Blanca, con lo que quiere decir que los estados de gracia no tienen dueño, tampoco la letra ni la inspiración. Son un regalo y como tal hay que saberlos aceptar, sin querer, por ello, acuñarles un copy right espiritual. “Todo es prestado”, decía Pessoa por vía de Alvaro de Campos, al volante de un Chevrolet en su Camino hacia Sintra. El creador que no tenga ello no sólo en mente, sino en corazón, corre el gravísimo riesgo de comenzar a escribir por y para el inquilino, sin escuchar los susurros de La Diosa. Kafka quería quemar toda su obra y conjeturamos que no era un ego exaltado el que le movía a ello. Debemos dar las gracias a Brod por no haberle hecho caso, aunque a veces siento compasión por Kafka, a quien muy pocas cosas le respetaron en la vida. Pero no imagino la vida sin la palabra de Kafka, palabra que no es suya, sino nuestra, de todos y de nadie. Un abrazo y gracias por este regalazo que me he encontrado al desgaire en estas calles virtuales. Iré a las páginas del Lazarillo, libro fundamental para el vivir…

lacl


Franz Kafka


JORGE LUIS BORGES A FONDO 1 - EDICIÓN COMPLETA y RESTAURADA, con presentación de J. Soler Serrano




Dos poemas de Aaron Alberto Padilla / Extractos de una conversa. / Dança da Solidão (Marisa Monte e Paulinho da Viola)



Dos poemas de Aaron Alberto Padilla. Textos que le pidiera hace mucho tiempo y que no había logrado subir al blog. Lo mismo me sucede con otras maravillosas voces de nuestro terruño y de allende sus linderos, aunque algunas de esas voces cuenten con algo más de difusión, al menos, dentro de la comunidad de lectores de poesía; aunque me parezca necesario acotar que es menester tomar siempre en consideración el restringido público que sigue los pasos de ese reputado y amado género del canto. 

Mas, como han dicho ya unos cuantos poetas cabales: no importa que la poesía no cuente con un inmenso público lector o de escuchas (no obstante, tenga yo la presunción de que ha ido en lento aumento) pues, más allá de todo eso, la humana estirpe la agradece y sabe -a sottovoce- cuán necesaria es la poesía para seguir subsistiendo en tanto que seres sensibles. 

Salud!

lacl

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1

Devuelta desde el otro lado

 

Cuando te vas, tu huella arde en mi piel

con intenso sentimiento

y abrasas lo invisible con tu ausente contacto.

Enciende el aire que respiro.

Vistes con tu nombre cada gemido

que me devuelve el espejo, los muebles alegres,

el sonido que hiere las flores, desde

donde tu hálito lumínico

invade mi cuerpo de condena.

Al final, cuando el incierto rostro del viajero,

cubre de olas el camino del amante,

el sufrimiento disuelto en el círculo de sus labios,

este vacío de fuego y tierra devorante, es salvado

por lo que se siente en los poros.

 

2

 

Diálogo en lo alto

 

Llego a la cúspide por el follaje profundo,

avisto horizonte y abismo.

Abajo, en el límite, lo que queda de los ramajes

se confunde con el polvo, mientras

la ceniza habla con las piedras.

Nunca es demasiado tarde para

que nos exprese la música de la montaña.

Para reconocernos en su más pura mirada,

en sus árboles pensados en la ausencia.

En esa luz de arriba, ese pájaro que nos canta

revelando el enigma que me llega en tu boca.

Ahora la noche es una luz descarriada, ancha y oculta

detrás de la colina, respondiendo

desde la plenitud de la palabra.


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Ariadna en Naxos


Extractos de una conversa.-

– Aaron.   “ …una relación de mis andanzas literarias sería bastante breve. Formé parte de Talleres Literarios  (Poesía y Narrativa) del Celarg y el CONAC. Llevo muchísimo tiempo en mi deambular por este paisaje de las letras, casi siempre en calidad de asomado, pero en fin. He publicado un libro de relatos titulado Obsesos (Literal Books, Año 2000). Mis incursiones literarias (Ensayos y relatos y poesía) las he vertido mayormente en las Revistas Ateneo (que dirigía Emilcen Rivero y la Revista Nacional de Cultura -menos acá-). Actualmente cuento con dos poemarios inéditos (Diosa en lo oscuro y El vigía ausente) en espera de mejores tiempos u oportunidades propicias. No tengo afán de figuración. Los textos que suelo publicar en las redes pertenecen, casi todos, a un tercer libro que se está gestando.  Uno de los poemarios mencionados (cuyo lector ocasional era nuestro común amigo Sael Ibáñez, de cuya partida repentina aún no me repongo) es una rara mezcla de poemas en prosa con mini ficciones y algunos con marcado tono reflexivo. Pero siempre, tratando de mantener un lenguaje de altura. Porque, estimado amigo, el verdadero poeta o enamorado de la palabra siempre se mueve, o se aloja, en un espacio repleto de lenguaje e imaginación. Al menos eso intentamos. Es nuestro fin.   Por otro lado, espero que alguna vez podamos compartir nuestros pareceres. Una vez nos encontramos, creo que fue en la librería Lectura; yo estaba conversando con Sael Y Emilcen, y creo que pasaste un poco apurado por nuestro lado.  Pues nada, espero que alguna vez podamos compartir nuestros pareceres. Un Gran Abrazo A P.

 








– Luis: Muchas gracias, amigo Aaron, por tu atenta respuesta.  Sí, yo visitaba con suma frecuencia a Walter en Lectura. Creo recordar ese día. Si no me detuve es porque tendría algún compromiso. Pues yo me instalaba allí, por horas, a conversar con ellos y a revisar los anaqueles y encontrar pequeños tesoros. Y con Sael, como vaso comunicante, me habría encantado doblemente quedarme. La verdad es que nos dejó a todos entendiendo con su abrupta partida. Revisaré los hermosos poemas que me has enviado -y parte de nuestra conversa- para editarla y acompañar tus textos que, dicho sea de paso, denotan ese detenido trabajo con la lengua. Esperemos y aboguemos por la venida de tiempos mejores y que se nos permita hacer causa y mesa común. El más fuerte asidero de nuestras esperanzas es el deseo de que se cumplan.

lacl. 






 





Dança da Solidão (Marisa Monte e Paulinho da Viola)












 


lunes, 23 de noviembre de 2020

Notas, citas, memorias, lacl / Gustav Mahler - Symphony No. 10 "Adagio" | Vienna Philharmonic, Leonard Bernstein







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¿Los retrógrados? Bueno, sí, o pensar o seguir predicando como se predicaba en el Siglo de las Luces: contra las rebeldes propuestas de los únicos que pensaban...

lacl, 03 / 11 / 2020


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Creo que hay que vivir la vida en permanente y fervoroso estado de ansiedad utópica, pero sin quebrantos ante su no menos inquebrantable y comprobada ausencia, su hermosa promesa sempiternamente postergada.

 

lacl, 03 / 11 /  2020


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A propósito de una expresión de Erich Fromm

Cuando, al día de hoy, los supremacistas de piel blanca saludan a Mr. Trump con gesto afín al de los Nazis para saludar a Hitler, o un desmoñado emperador de la lejana Asia juega con "sus" misiles nucleares como si de un tablero de Ludo se tratara, creo que la desobediencia a que alude Fromm en la última línea no obedece a una sana desobediencia… Hay cierto y no madurado infantilismo que se precia en ser destructivo.

"...Reyes, sacerdotes, señores feudales, patronos de industria y padres han insistido durante siglos en que la obediencia es una virtud y la desobediencia es un vicio. Para presentar otro punto de vista, enfrentemos esta posición con la formulación siguiente: la historia humana comenzó con un acto de desobediencia, y no es improbable que termine por un acto de desobediencia..."

Erich Fromm, Sobre la desobediencia.

Es el primer párrafo de ese maravilloso libro…

 

lacl, 23 de noviembre de 2016.


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No dejamos de estar pendientes del ahora, pero no nos dejaremos arrastrar por su miseria!

lacl, 20 de noviembre de 2016

 

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Los estados no existen. Lo que existe y campea son racimos de minorías gobernantes, haciendo y deshaciendo lo que les place con el "vulgo". O dejan morir de inanición a sus conciudadanos o los llevan a la hoguera...

lacl, 20 de noviembre de 2015


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Gustav Mahler - Symphony No. 10 "Adagio" | Vienna Philharmonic, Leonard Bernstein

Mahler Magistral...




sábado, 14 de noviembre de 2020

COROTO. Buenas y malas palabras, Ángel Rosenblat. / Una de las más hermosas composiciones de Tierra de gracia. La Reina · Quinteto Contrapunto





Vamos a zanjar una deuda. Sobre las fuentes de nuestra polifuncional palabra "coroto", sobre la que tantas teorías hay sobre sus orígenes. Sirva, de paso, la divulgación de este artículo, como un modesto pero merecido homenaje a Ángel Rosenblat, a quien tanto le debemos todos los latinoamericanos e hispanoparlantes, en general, y los venezolanos, en especial.

Va dedicado a un amante y cultor de las palabras, nuestro querido amigo Marcelo Sztrum.

Salud!

lacl

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COROTO *

 

Belarmino, el zapatero filósofo de Pérez de Ayala, quería inventar una lengua en que las palabras adquiriesen un sentido amplio, espacioso. Su ideal era encontrar una sola palabra en la que cupieran todas las cosas, como una especie de horma maravillosa que sirviese para todos los pies. ¡Qué lástima que no hubiese conocido nuestro coroto!

 

En la palabra coroto cabe el universo entero. Aunque se conoce también en el Ecuador, Colombia Panamá, Santo Domingo y Puerto Rico (con el valor de trastos, trebejos, bártulos, barajitas), en todas esas regiones su uso es limitado, y se debe sin duda a expansión venezolana.

 

Sobre el origen de coroto hay una hermosa anécdota. Se dice que Guzmán Blanco trajo de París un lienzo de Corot, el famoso paisajista. El general solía recomendar machaconamente al servicio: «¡Cuidado con el Corot!». Las criadas empezaron a burlarse del coroto del general, y la expresión se extendió a los objetos más diversos.

 

Una variante de la anécdota atribuye dos cuadros de Corot al general José Tadeo Monagas. A l desplomarse l a d ictadura monaguista, el pueblo saqueó la residencia presidencial y arrastró por las calles los dos Corots, particularmente apreciados por el presidente. Uno de los ex contertulios, al ver la suerte infortunada de los cuadros, exclamó: «¡Adiós corotos!».

 

La explicación es demasiado bonita para ser verdadera. Además, la palabra coroto era general ya antes de la época de Guzmán Blanco, antes de la caída de los Monagas, que fue en marzo de 1858, y seguramente antes de la existencia misma de Corot. El testimonio más antiguo que tenemos hasta ahora es de Núñez de Cáceres, en su Memoria sobre Venezuela y Caracas. Aunque el amargo Núñez de Cáceres llegó de Santo Domingo en 1823, su Memoria es probablemente de 1851 o 1852, pues cita una sentencia del 5 de agosto de 1850. Todo lo caraqueño lo veía con pesimismo y desagrado, y decía de las casas: «A los ocho o diez años es ya preciso reparar techos y mudar o entremeter vigas, porque están carcomidas, y la casa es un coroto viejo, como dicen vulgarmente».

 

Ya tenía amplia trayectoria en 1858, cuando aparece en Caracas El Pica-y-Juye, consagrado a la sátira política. El 20 de junio menciona, en un presunto catálogo de libros: «Arte de publicar bandos por música», por Felipe del Coroto. El 14 de julio está en polémica con él y le replica con una carta («Mi estimado Felipito») que lleva el siguiente epígrafe, en un sendo latín macarrónico:

 

Magister. —Quid est Corotus?

Discipulus. —Res inutilis, sicut cascus rotus

(Juvenal, Sát. X).

 

Ya se ve que coroto era la cosa inútil, el cacharro roto. Esa carta, en la que aparece repetidas veces la palabra («mi cabeza es un coroto»), termina con un decreto:

 

Nos, Pica-y-Juye, de la Orden del Algarrobo, de los encorotados del 15 de marzo...

 

Considerando

 

1º Que Felipito Coroto me ha dirigido por la prensa insultos

y amenazas imperdonables...

 

Decreto

 

Artículo 1º Felipito Coroto queda borrado para siempre de la lista militar del Algarrobo y de la Legión del Libertador del 15 de marzo...

 

Artículo 2º De ahora en adelante no se llamará Felipe Coroto, sino simplemente Felipe o Felipito, sin más añadidura.

 

En 1859 Daniel Mendoza, en Un llanero en la Capital, lo convierte ya en exclamación eufemística: ¡corotos! Luego hay profusión de corotos en toda la literatura venezolana, desde Peonía y El Sargento Felipe hasta hoy. En Maracaibo lo señalaba José D. Medrano en 1883. Y en Colombia, Rufino José Cuervo en sus Apuntaciones críticas, desde la primera edición, de 1872; es frecuente además en los Cuentos de Tomás Carrasquilla.

 

Después, los testimonios en toda la literatura venezolana son infinitos, y las acepciones, diversas. Puede designar un objeto de nombre desconocido o que no se quiere nombrar: «¡Alcánceme ese coroto!», «¿Qué coroto es ése?». O un objeto despreciable: «¡Tire ese coroto!». Pero puede abarcar todos los objetos de una casa, incluyendo los muebles, o todas las mercancías de un establecimiento, con la estantería: «Fulano se marchó con todos los corotos», «Estoy mudando los corotos». «¡Fulano con sus corotos!» se oye alborozadamente en las prisiones, porque es anuncio de libertad. Coroto puede ser también asunto, negocio. Es decir, que absorbe todos los usos de la palabra cosa: «Tengo que hablarte de un coroto», «Tengo que hacer un coroto». En Fiebre, la novela de Miguel Otero Silva, el maestro Eusebio dice a los que le proponen que entre en un complot contra Gómez y reúna a sus amigos:

 

Yo no puedo invital a más naiden sin decirle, junto con

proponerle el coroto:

 

—Aquí tiene un perol pa que zumbes tiros.

 

Y hasta puede designar el poder, con todas sus prebendas, como en Vidas oscuras, de Pocaterra:

 

—¿Por qué fue que tumbaron a los godos?

 

—Porque querían el coroto para ellos solos.

 

Por eso dice un personaje de Estación de máscaras, de Arturo Uslar Pietri:

 

—Si yo llego algún día a ponerle la mano al coroto, van a saber lo que es mando. De eso sí sé yo.

 

Y Alberto Castillo Arráez, en su novela Al alba los centinelas nocturnos:

 

Doña Felipa, en la retaguardia, organizaba a los crespistas para cuando —como ella decía gráficamente— Crespo volteara el coroto y se diera la cosa.

 

Basheigh, en The Criollo Way, registra el refrán: «Cuando la gallina canta, huevo tiene en el coroto». Que equivale al dicho tradicional: «Cuando el río suena, piedras trae».

 

Estar metido entre los corotos es estar de punta en blanco, luciendo las mejores prendas. ¡Adiós, coroto! es expresiva exclamación de asombro. Y entregar los corotos (como entregar los papeles) es morirse: «¡Qué vida! ¡El día menos pensado uno entrega los corotos!». Y no nos detenemos en usos más restringidos, y hasta impúdicos.

 

¿Y de dónde viene una palabra tan afortunada, si nada tiene que ver con Corot? Su origen es realmente humilde, como el de casi todas las cosas grandes. Es sin duda una voz indígena. El sentido primitivo de la palabra, que todavía se conserva en el Apure, en el Guárico y en Portuguesa, Cojedes y Barinas, es de escudilla o vaso hecho de la corteza de la tapara o de la totuma: es la tapara o totuma después de sacada «la tripa». Si se corta el fruto por la mitad, resultan dos corotos de totuma, pero lo general es que se corte únicamente la parte posterior. También se usa el coroto de coco, para beber agua. El llanero llevaba siempre su coroto en la silla, para su uso personal, y en él bebía su aguardiente. Hemos tenido ocasión de encontrar corotos de éstos en la rústica cocina llanera. Como muchos de los recipientes se hacían igualmente de la corteza de totuma, poco a poco todos se llamaron genéricamente corotos, y hasta se llamó troja de los corotos a una especie de tarima en la que se colocaban todos ellos. Finalmente, pasó a designar cualquiera de los utensilios, y luego cualquier cosa. Al principio, sin duda despectivamente, pero poco a poco como simple expresión familiar.

 

La misma carta del Pica-y-Juye que se burla de Felipe Coroto (14 de julio de 1858), dice: «Cuando recibí tu carta me estaba comiendo un coco más sabroso, y roía el coroto como muerto de hambre, porque me gustan mucho los cocos», «Tenía la cabeza como un coroto, o chirimoyo, o cosa parecida». Y comenta sus versos: «enciérralos bien en un coroto, y después sácalos uno por uno». En esa época no se asociaba el coroto con Corot, que, efectivamente, empezaba a ser famoso en Francia. Era viva aún en Caracas la acepción de escudilla o recipiente y hasta el coroto de coco.

 

Proceso enteramente análogo se ha cumplido con perol, que empezó siendo un modesto utensilio de cocina (todavía lo es en España), y se ha transformado, como coroto, en designación genérica de cualquier objeto. Y hasta se puede también estar metido entre los peroles o expresar la sorpresa con un enfático ¡adiós, peroles! Y hasta hay perolada como corotada, perolaje como corotaje y perolero como corotero. En el Táchira es frecuente la corota: «Deme esa corota», «Yo no me monto en esa corota». Que se corresponde con la perola de otras partes: «¡Echa palante, que te atortillo la perola!», oímos a un impaciente chofer caraqueño.

 

Del mismo tipo genérico («comodines» las llama Beinhauer) hay una serie de voces en Venezuela, además de coroto y perol y de las castellanas cachivache, cacharro, trasto (se oye mucho traste, como en otras partes de América) o trebejo y bártulos, que también se usan. Quizá los más frecuentes sean bicho y bicha, y sus derivados bicharaco, bicharango, bichurango, bicharanga: «Tráeme acá ese bicho» (en general es todo animal, pero además un libro, un florero, un serrucho, etc.), «Coloque ahí esa bicha» (un paquete, una cosa cualquiera), «¿Cómo se llama ese bicharaco?»,«Niño, cógeme ese bicharango que está ahí», «Ese bichurango arrímelo p’ayá» (en el Táchira; también bichurangas, bichuraco, bichuraca), «Deme la bicharanga esa». Pero también otras: «Recoja sus macundales y márchese» (o sus macundos, en Doña Bárbara). «Ese tereque de silla hay que mandarlo para la barranca» (ya lo registraba Miguel Carmona hace un siglo y se encuentra en Urbaneja Achelpohl y en Pocaterra), «Páseme ese pereto» («¿Para qué guarda ese perete?», en Lara y Portuguesa; «Arrunce esos pereques payá», en el Táchira), «Bote ese peco, que no sirve para nada y estorba» (en el estado Sucre), «Me molestan mucho esos perendengues» (pueden ser de adorno o no), «Bote esos chécheres», «Está allá arriba en el cuarto de los chécheres» (en el Táchira), «Páseme la guarandinga esa», «¿Qué guarandinga es esa?» (en ciertas circunstancias también se pueden usar con valor genérico coso, jaiba, jeringa, lavativa, varilla y la groserísima vaina). Además, tienen vida regional con el valor de baratijas o cosas inútiles, magaya («Los buhoneros no cargan más que magayas», en el Guárico) y guachapeto («Hacéme el favor de quitar esos guachapetos de aquí», en Falcón). Miguel Carmona registraba triquitinales, que hoy no encontramos. Y aun les corresponden dos verbos típicos: curucutear, escudriñar, andar en busca de objetos diversos («Fulano anda por ahí curucuteando») y bichanguear: «¡Bichanguéeme ese paquete!», que puede ser, en Lara, desátelo, átelo, cárguelo, etc., según Silva Uzcátegui. De todas ellas el pereto y el peco coinciden bastante con el coroto: designan la mitad de una tapara (o un trozo de tapara) y cualquier trasto viejo y hasta una persona inútil. Según me informa madame Catrysse, lo mismo ha pasado en gran parte de Bélgica (en Hainaut, por ejemplo) con el francés bidon. De nombre de un recipiente ha pasado a designar los objetos más diversos: «J’emporte tous mes bidons», «Je déménage tous mes bidons».

 

Para el origen y trayectoria de nuestro coroto tenemos una serie de noticias. Humboldt, en su viaje de 1800 por los valles de Aragua, encontró entre Valencia y Güigüe, una serie de montículos que se elevaban de improviso en la llanura, algunos de los cuales —dice— conservaban el nombre de islas (libro V, cap. XVI: «verbigracia, el Islote, y la Isla de la Negra o Corotopona». Julio C. Salas, en sus Etimologías americanas, lo interpreta como «lugar de pericos», pues dice que en la lengua Opone coroto era el perico (según G. von Langerke, citado por Goeje). Agrega que Coroto o Corotare era nombre propio de indios del reparto de encomiendas de Yaracuy, en 1552.

 

Detengámonos en segundo lugar en el Proceso político seguido en 1801-1802 a Francisco Isnardi, un piamontés establecido en Güiria que luego fue secretario del primer Congreso de Venezuela. Las autoridades españolas lo acusaban de estar en relaciones con Inglaterra, potencia enemiga, y «conmover los ánimos de los habitantes» a favor de la Independencia de América. El 20 de agosto de 1801 designaron depositario de sus bienes a don Francisco Cipriani, y en el registro figura en primer lugar: «La casa de bahareque cubierta de corota».

 

Joaquín Gabaldón Márquez, que prologa el Proceso político, dice: «Esta corota... debe ser alguna manera de palma, u otro vegetal de cobija, que usan en Oriente para el techado de casas». Es posible que haya un error de transcripción por carata, que es efectivamente una palma muy usada en Guayana para techar. De todos modos, corota designa en Bolivia, según el Vocabulario de Ciro Bayo, una planta, la cresta de gallo, y hasta una frutilla muy sabrosa. Es sin duda la misma especie que en la provincia argentina de Salta se llama corota de gallo, una solanácea. En una gran región, muy coherente, de Bolivia y la Argentina (provincias de Santiago del Estero, La Rioja, Catamarca, Tucumán y Salta) las corotas es término grosero para designar los testículos: ya en 1616 aparecía korota con ese valor en quechua (citado por Corominas) y aun antes, en 1612, en aimara (en el Vocabulario, del P. Ludovico Bertonio). ¿Cuál de las dos acepciones, la vegetal o la animal, es la originaria? Entre los dos campos hay constante traslación metafórica (por ejemplo: turna, criadilla, tapara, ahuacate, porongo, papaya, etc., en diversas partes de América). En este caso nos parece que la acepción vegetal es la originaria: también tapara, usado como recipiente, igual que coroto, presenta entre nosotros una traslación análoga. De todos modos, nuestro coroto —hemos visto algo análogo en la difusión de hayaca— testimonia un amplio movimiento lingüístico a través del complejo mundo del Amazonas.

 

¿Estará además relacionado nuestro coroto con el chorote, que entre los cuicas de Trujillo, según Julio C. Salas, designaba una vasija? También chorote es una voz indígena de bastante extensión americana. En los Andes, además de ser una vasija de barro, designa la chocolatera (de ahí cacao chorote, o simplemente chorote, el que se prepara en ese recipiente). Tiene también una serie de usos figurados: «Lo que le queda a usted es un chorote», dice un dentista a la persona que tiene una muela completamente picada por el centro (Picón Febres); chorote es también la habitación en muy malas condiciones o la casa pequeña, ruinosa y desaseada (Aníbal Lisandro Alvarado), y en Lara lo registra Silva Uzcátegui con el valor de trasto viejo. Isidoro Laverde Amaya, que pasó por Cúcuta a principios de 1886 en viaje de Bogotá a Caracas, explicaba coroto como equivalente de chorote, aunque luego lo salvó en la Fe de erratas: «Coroto, cualquier cosa». Pero es curioso que en Costa Rica una voz muy parecida, choroco, signifique trasto o trebejo, como nuestro coroto. No es descartable, pues, el posible parentesco de las dos voces indígenas.

 

A pesar de su brillante fortuna, coroto no ha olvidado del todo su modesta alcurnia: la albahaca de coroto es la que se cultiva en coroto de tapara. Corotear es en los Llanos cazar al tigre a reclamo bufando en media tapara apoyada en el suelo («Mataron un tigre coroteado»). Un objeto encorotado es el ahuecado, cóncavo, y esta acepción la recogía ya Miguel Carmona en El Monitor Industrial, de Caracas, el 12 de marzo de 1859. En Portuguesa se dice que una persona está entaparada o encorotada cuando está encerrada en sí misma («No me gustan las personas encorotadas»), y aun se aplica a las intenciones ocultas: «¡Quién sabe lo que tiene encorotado!», «¡Carga su coroto por dentro!». Y cuando alguien se desenmascara, se dice: «Soltó el coroto». Descorotar —ya lo registraba Lisandro Alvarado— es destapar o quitar el extremo redondeado de un objeto: «A picotazos quedó el pollo con la cabeza descorotada», «Los monos descorotan el coco-de-mono para comérselo». «Hay que descorotar los huevos y vaciar la clara». Se ve que todos esos usos se remontan a coroto en su valor de recipiente de totuma, que se conserva en todos los Llanos, con sus usos variados («No tomen agua en mi coroto», «En la horqueta de tres picos se ponen tres corotos»), y se canta todavía como aguinaldo de Nochebuena:

 

Nosotros somos cinco,

seis con el coroto,

y si no me lo llena,

por Dios que lo boto.

 

Es bondad llenarlo, y se agradece. Y el colmo de la maldad parece ser: «Beberle la mazamorra a un sute y quebrarle el coroto en la cabeza».

 

* El Nacional, Caracas, 2 de enero de 1953. Forma parte de Buenas y malas palabras, Ángel Rosenblat.






La Reina · Quinteto Contrapunto
Una de las más hermosas composiciones de Tierra de gracia.